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La Vinotinto de José Peseiro cada vez juega mejor. Hay quienes entienden que afirmaciones por el estilo significan que el equipo ya está a la altura de sus expectativas. O que ya está a la altura de la media del continente. No y no. Lo que quiere decir es que partido tras partido se ven avances. Contra Paraguay hubo menos errores que contra Colombia, y contra Brasil hubo más aciertos que contra Paraguay. El seleccionador está tomando decisiones correctas.
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Brasil es hoy por hoy el rival más duro de la Eliminatoria. Venezuela es el único país, en los últimos 15 años, que ha logrado empatarle en su casa. Lo hizo dos veces, además. Hay un manual, una serie de consejos para la ocasión, que los futbolistas ya tienen integrado. Si a eso se le suma que Peseiro está rescatando varias lecciones de la libreta de César Farías, aspirar a lograr un empate —aunque difícil— no parecía imposible. Menos si, a diferencia de en las dos primeras jornadas, se contaba con Yordan Osorio: el más destacado del 0-0 frente a la Verdeamarela en la Copa América de 2019.
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Con Yordan la Vinotinto sube un escalón. Es uno de los pocos venezolanos que tienen en su caja de recursos las herramientas contemporáneas para competir a ese nivel. A partir de él se planteó un bloque corto bajo; o sea, líneas muy juntas y un equipo cerquita de su arco. Con un nivel de compromiso y concentración acorde, se obligó a Brasil a exigirse de cara al gol.
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Venezuela jugó con un 4-5-1 en el que el adjetivo defensivo podría quedarse corto. Tres volantes centrales (no un mediocentro y dos interiores: tres volantes por dentro, a secas, lo que en España llaman trivote), dos por fuera y Salomón adelante. Los dos externos, Soteldo y Machís, por momentos se replegaban tanto que se formaba una línea defensiva de seis hombres. ¿Era miedo, respeto, incapacidad? No. Consciencia de las limitaciones propias y de las virtudes del rival: era el partido más competitivo que hoy por hoy podía plantearse.
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Venezuela afrontó de buena manera las lesiones de sus dos laterales. La de Feltscher, que ocurrió a los 17 minutos, pudo hacer zozobrar el plan. Pero el equipo se mantuvo firme. Sí es verdad que se vio un poco más vulnerable con la entrada de Luis Mago. Y que esta sensación aumentó cuando, en el segundo tiempo, Alexander sustituyó al lesionado Rosales. Sin embargo, dentro de lo posible, el equipo se apegó a sus fortalezas.
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El trivote más que un acierto parece una necesidad. Queda lejos aquella época de Richard Páez e, incluso, de los primeros ensayos de Farías en los que se evaluaba si se podía competir con un solo mediocentro. Desde el 2010 en adelante, nadie duda de lo imperativo de alinear al menos dos. Pues bien, pareciera que desde el final de la era Dudamel hasta el presente gana terreno la idea de que sean tres. Es el mecanismo mediante el que el equipo se vuelve más sólido y el que le permite hacer frente a sus puntos más débiles en defensa.
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Que Cristian Cásseres Jr —quien viene haciendo ruido desde que tiene menos de diez años— esté listo para competir en Eliminatoria es una buena noticia. Con él, ya se dispone de cuatro jugadores —sumando a Tomás, Yangel y Junior Moreno— capaces de ofrecer un rendimiento solvente en el trivote. Su capacidad de intercepción, su lectura de las jugadas en defensa posicional (cuando el equipo no tiene la pelota), sus tacles y sus intervenciones con balón, hacen pensar que, al igual que su padre, bien podría hacer carrera en la selección.
Al contrario, comienza a preocupar el bajo nivel de Tomás. En las jornadas anteriores y en esta en particular, cometió errores no propios de él. Tiene 32 años y hay que puntualizar que desde 2010 ha sido el sostén del equipo; es normal que luego de una década, y ya en la edad de declive de los futbolistas, su nivel disminuya. No obstante, sigue siendo el capitán y uno de los jugadores con mejores aptitudes. Hay que mirar de cerca su rendimiento: es un recurso esencial a corto y mediano plazo.
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El flanco más débil en defensa era el costado izquierdo. Allí se encontraban Soteldo, Feltscher y luego Mago, y Ángel. Brasil se afanó en taladrar esa banda, con asociaciones cortas entre líneas que Cásseres y Moreno debían esforzarse en desactivar, o agrupando rivales para luego lanzar balones largos a la espalda de Mago o de Ángel. Aunque —la mayoría de las veces— Venezuela supo aguantar esos asedios, parecía que el gol de Brasil podía llegar por ese lado. Es notable como casi todos los equipos de Conmebol logran explotar al máximo las debilidades defensivas de Venezuela, mientras que la Vinotinto (aún) no es capaz de hacer lo propio.
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Las costuras de la selección se vieron, como de costumbre, con la pelota en los pies. Todos se pararon mejor en el inicio de las jugadas y hasta, por este orden, fue posible en un par de transiciones ofensivas romper la presión inmediata de Brasil. Pero se siguen viendo muy escandalosas las fallas técnicas en algunas ejecuciones. Fallas formativas que se evidencian incluso en vinotintos destacados.
A esto hay que sumar que cada vez que se recuperaba la pelota, el arco brasileño quedaba demasiado lejos. Si bien es cierto que con unas líneas tan retrasadas era difícil encontrar caminos para ofender, también lo es que urge comenzar a desarrollar mejores mecanismos para contragolpear. Y digo contragolpear porque mientras las propuestas sean tan defensivas, las formas más efectivas para llegar al gol tendrían que ser la pelota parada y los contraataques. Venezuela tiene las piezas para mejorar en ambos rubros.
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Defender tan cerca del arco propio y sin posibilidades de posesiones duraderas ofrece una serie de riesgos, más si no se cuenta con defensas y mediocampistas top. Uno de ellos es la posibilidad de que cualquier jugada llena de trompicones acabe en gol, otro es que aumentan las probabilidades de cometer penalti o de facilitarle al rival tiros libres peligrosos. También está la casi segura reiteración de faltas que, por ejemplo, devino suspensión de Yangel para el juego frente a Brasil y ahora ocurrió lo mismo con Tomás de cara al choque versus Chile. Vale acotar que Cásseres estuvo amonestado desde el minuto 19: no hubiese sido raro que acabase expulsado. Los volantes centrales están recibiendo muchas tarjetas, lo que puede convertirse en un verdadero quebradero de cabeza.
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Soteldo no pudo mostrar sus virtudes en ataque. Lo que sí se notó es que llegaba tarde a presionar y que era el más vulnerable en los duelos defensivos. Supongo que por eso, y por el plan de juego, Peseiro no ha alineado todavía de titulares a él y Otero juntos. En la medida en la que el equipo se siga viendo más sólido, habrá espacio para facilitar una sociedad que podría ser fructífera. Esperemos.
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Datos de Mister Chip: en las tres primeras jornadas, Venezuela no ha marcado ningún gol. Solo hay dos precedentes, ella misma en la Eliminatoria de 2002 y Bolivia en la de 2010: ninguno de esos equipos clasificó al Mundial. Al mismo tiempo, en Conmebol, no ha habido combinado que logre un cupo luego de perder sus dos primeros partidos. Si ampliamos la estadística, tenemos que 178 selecciones, en todo el universo FIFA, han empezado su andar con tres derrotas consecutivas: ninguna llegó a la Copa del Mundo. ¿Seguimos? Bueno, ni Páez, ni Farías, ni Sanvicente, ni Dudamel ganaron en sus tres primeros partidos de Eliminatoria, y quien más rápido logró un triunfo fue Páez: en su cuarto partido.
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No es solo por estructura, plantilla, historia, crisis —del país y federativa—, que resulta absurdo pretender clasificar al Mundial, sino también por estadística. De paso, teniendo en cuenta los precedentes y la actualidad, recién ahora comienza a ser lógico esperar que la selección de Peseiro sume puntos. Y, si los incapaces directivos deciden ser coherentes y respetan el proceso del seleccionador, lo más probable es que lo mejor del equipo se vea tras la concentración previa a la Copa América 2021. Quizá sea allí cuando las intervenciones del nuevo DT sean más notorias y se puedan evaluar los aportes de quien, de momento, está haciendo malabares para dar con un equipo competitivo. Esta película ya la hemos visto y cada entrega cuenta con menos presupuesto. Seguir a la Vinotinto es como ver un film de acción: habrá lucha, sangre, heridos, sudor, llanto y esperanza, pero todos sabemos cómo termina. Es hora de reconfigurar la narrativa en torno a la selección.