“Año uno, número uno” era la expresión que hasta finales de los ochenta en Venezuela soltábamos para desestimular a quienes proyectaban revistas humanísticas independientes, que comenzaban con mucho entusiasmo, pero eran derrotadas por la realidad: falta de fondos para pagar a los editores y colaboradores, pocos lectores, dificultades de producción y distribución.
Pero en los noventa algo cambió y se olvidó la expresión burlona. En el ámbito académico, que no será nunca masivo, la causa fue la exigencia que se hizo a los profesores de demostrar, con su producción escrita, sus esfuerzos de investigación y de mantenerse al día. El estímulo fueron los apoyos económicos, el reconocimiento de lo publicado en los concursos de credenciales, los premios y los complementos de sueldos que ofrecieron instituciones como el CDCH y el Conicit.
Algunos consideraron que esa demanda no era del todo buena para la docencia, y otros que las humanidades no pueden medirse con los criterios de productividad de conocimiento propio de las ciencias, pero como quiera que fuere, en el caso de la Escuela de Filosofía de la Universidad Central de Venezuela, esa fue la circunstancia en el cual apareció una publicación semestral que hoy tiene casi treinta años.
Ella reúne el trabajo de varias generaciones de profesores y estudiantes con orientaciones muy distintas, y ha sido una fuente para el debate de las ideas de los profesores, para su ejercicio de la escritura y para la formación de los alumnos.
La revista Apuntes Filosóficos, cuyo primer número se publicó en 1992, fue fundada y coordinada originalmente por el profesor Omar Astorga. Su currículo impresiona. Profesor titular de la UCV. Doctor por la USB. Visiting Scholar en New York, Oxford y Padova. Autor de El mito de la legitimación. Ensayos sobre política y cultura en la Venezuela contemporánea; El pensamiento político moderno: Hobbes, Locke y Kant; La institución imaginaria del Leviatán; Ensayos de filosofía política y cultura; Ensayos sobre Descartes, Spinoza, Hobbes, Rousseau, Kant, Habermas, Bobbio y Paz. También fue director de la Escuela de Filosofía de la UCV y ganó dos veces el concurso Federico Riu. Hoy es asesor y colaborador en instituciones de educación superior y vive en España.
Apertura… y no depender de contingencias burocráticas
Le pregunto a Astorga por los orígenes de la revista y me cuenta:
—En los años setenta la Escuela tuvo una revista creada por el profesor J.R. Núñez Tenorio, pero después del segundo número dejó de salir. Nosotros buscamos por eso crear una publicación amplia que no dependiera de contingencias burocráticas, sino de un equipo permanente. Convocamos al Consejo de Escuela para que algunos de sus miembros formaran parte de la Redacción, pero sin que la revista dependiera del Consejo, sino que fuese una entidad regida por normas propias que incluían el arbitraje de textos. Esa decisión garantizó su permanencia. Si bien ya había otras revistas de filosofía, como Episteme del Instituto de Filosofía, la revista de la Universidad Simón Bolívar y las de otras universidades del país, era necesario que la primera y más importante Escuela de Filosofía de la Venezuela contemporánea, fundada en 1946, tuviera un medio propio para la divulgación de sus investigaciones en diversas corrientes de la filosofía, por supuesto, debidamente arbitradas.
Omar Astorga percibió pronto el giro que daban las publicaciones académicas en el país. Los artículos en revistas indexadas se habían convertido en el siglo XX en una de las fuentes más significativas para el trabajo académico y aunque un artículo no reemplaza a un libro, es una fuente que tiene un valor divulgativo importante. Así que Apuntes Filosóficos se pensó como revista académica, semestral y, en principio, impresa. El diseño fue más moderno que el de otras revistas similares de la época, pero sus secciones fueron las usuales: artículos, ensayos, notas y discusiones, reseñas. El profesor y el Consejo Editorial se propusieron además que cumpliera con todas las normas de indexación en los sistemas americanos y europeos para entonces.
—Cumplidos los lapsos y requisitos de rigor, logramos optar a varios sistemas de indexación. Recuerdo la alegría cuando quedó registrada en el Philosopher’s Index. La circulación, quizás la parte más complicada, fue artesanal. Entregábamos paquetes a los profesores, al Centro de Estudiantes, a los directivos de la Facultad, en eventos culturales o congresos, dentro y fuera del país. Luego contratamos una distribuidora privada y a EBUC, la editora y distribuidora de la UCV. Quizás el mejor indicador de la repercusión de Apuntes fue y es hoy la receptividad de los investigadores en las convocatorias semestrales.
Astorga recuerda al equipo original, al profesor Alirio Rosales, a estudiantes de Filosofía, algunos formados como editores y diseñadores. Luzmila Perdomo, hoy diseñadora del BCV, coordinaba toda la producción y ayudaba a buscar financiamiento. Bernardo Infante fue el corrector y asesor editorial. Para colaboraciones o arbitrajes, contaban con colegas dentro y fuera del país. No olvida mencionar a Gladys Escalona, asistente administrativa de la revista, que lo tenía al tanto de todo, ni el apoyo de profesores míticos como Ezra Heymann, cuya obra sobre Kant fue apareciendo en Apuntes Filosóficos, antes de ser ese clásico que es hoy Decantaciones kantianas (recientemente publicado en España).
También menciona lo positivo que fue para la Escuela de Filosofía, donde había pareceres opuestos sobre las formas de filosofar, tener un proyecto que los reunía y cuya continuidad es sorprendente en un país en el que los legados se esfuman.
—Apuntes fue una apuesta de la Escuela. Cuando comenzamos sabíamos que respondía a las expectativas de una comunidad de profesores con distintos intereses y que pertenecería a varias generaciones. Ha sido parte de mi vida, y quizás una forma de agradecer haber compartido tantas experiencias en la Escuela. Recuerdo el primer momento especial, el bautizo del primer número en el hall del Celarg, que terminó en El Maní es Así. Otro momento inolvidable fue el seminario sobre la imaginación, cuyas ponencias se publicaron en la revista. Fue un giro interdisciplinario que no era común en la Escuela entonces. También la publicación del número especial para conmemorar los doscientos años de la Fenomenología del Espíritu. Giulio Pagallo fue el editor invitado y reunió trabajos de destacados estudiosos americanos y europeos del pensamiento de Hegel.
Astorga confía en que la filosofía siga cumpliendo su rol a pesar de las contingencias académicas o los cambios políticos.
—Afortunadamente (o lamentablemente, dirán algunos), la filosofía es como el búho de Minerva y levanta su vuelo con la llegada del crepúsculo, como decía Hegel, cuando se han sedimentado los acontecimientos. También en estos tiempos de globalización y pandemia. Recuerdo la experiencia de Ezra Heymann, en su jardín, maestro del kantismo y de la estética, siempre protegido de las contingencias burocráticas; o a Ángel Cappelletti, escribiendo en el hotel merideño donde vivía y escribía sus densos ensayos sobre historia de la filosofía o sobre el anarquismo que cultivó. Ellos y muchos filósofos, inmigrantes o nacidos en Venezuela, han dejado un testimonio de trabajo y fecundidad dentro y fuera de las formas de la academia.
Un relevo sin traumas
Hasta el número treinta, Astorga dirigió Apuntes Filosóficos. Y seguro de que para lograrlo, ayudaron su carácter tolerante y su formación en filosofía política. Tras él vinieron Rafael García Torres, Gabriel Morales, Guadalupe Llanes y Edgar Blanco. Hoy dirige la revista la profesora Nowys Navas.
Su formación es distinta a la de Astorga, pero igual de profunda. Es licenciada y magíster en Filosofía por la UCV y la mayoría de sus publicaciones son sobre la recepción contemporánea del pensamiento aristotélico. Eso la llevó a la hermenéutica filosófica de Hans George Gadamer y a Marta Nussbaum y Hanna Arendt como lectoras de Aristóteles. Navas es ahora directora de la Escuela de Filosofía de la UCV, y me dice con orgullo que sigue dictando sus cátedras obligatorias: Aristóteles e Historia de la Filosofía, y sus seminarios electivos. Mi primera pregunta es sobre el relevo que le ha tocado asumir en una de las crisis más profundas de la UCV.
—Soy consciente de la importancia de la tradición que heredo y valoro muchísimo este proyecto nacido hace casi treinta años en nuestra Escuela, por eso acepté hacerme cargo. Para mí tiene toda la importancia que en Apuntes hayan publicado profesores como Heymann, Francisco Bravo, Omar Astorga, Carlos Paván y tantos otros que me formaron.
Parte de su proyecto es llevar la revista a esa nueva ágora que son las redes, gestión que Astorga reconoce y aplaude.
—Desde agosto, en la cuenta de Twitter de Apuntes, rendimos homenajes a nuestros autores: difundimos sus artículos publicados compartiendo los vínculos de sus textos alojados en el repositorio Saber-UCV. Es una suerte que la UCV cimentara a tiempo ese proyecto en línea, que hoy aloja toda la producción de revistas especializadas y de contenidos académicos. Apuntes Filosóficos se preparó para estar ahí desde su primer número publicado hasta el número 55.
Navas y su equipo rediseñaron la revista considerando que, a partir del número 38, dejó de circular en formato físico.
Mejoraron su legibilidad en dispositivos digitales y atendieron a la imagen para trabajar en la promoción y difusión de un producto académico de la Escuela en las redes.
—Desde el primer momento vimos la importancia de divulgar el trabajo de investigación que se sigue haciendo en la Escuela de Filosofía y difundir el trabajo almacenado en la base documental de la revista, porque es una prueba de su constancia en el tiempo. Finalmente, también queremos aumentar la audiencia receptora de los escritos y trabajos filosóficos de nuestros profesores.
De esta manera, Apuntes Filosóficos ha superado los problemas de distribución y ha llegado a otras audiencias dentro y fuera del país.
—Antes todos los esfuerzos editoriales quedaban represados con la impresión. Hoy no. Apuntes Filosóficos está además en Twitter y en Instagram. Esa divulgación en el seno de nuestra comunidad ya ha rendido algunos buenos frutos.
¿Crees que Apuntes Filosóficos ha sido importante para conocer el trabajo de tus maestros y cómo fuente de formación de estudiantes de Filosofía? ¿Ha ayudado a que se lean los unos a los otros?, le pregunto.
—He estimulado siempre la consulta de Apuntes en mis estudiantes, como otros profesores. En este momento tan frágil y complicado, es un órgano de divulgación y también muestra la constancia de los profesores y responde a la necesidad de mantener con vida la investigación en la Escuela. Preservar ese legado es crucial con tanta confusión, y ayuda a aglutinar a esta comunidad académica. Revisar el modo en que se hacían las cosas, cómo escribían y quiénes eran nuestros mayores, contribuye a fortalecer el sentido de pertenencia institucional.
Sin financiamiento y asediados
La tarea que le ha tocado a la profesora Nowys Navas es muy exigente, tanto como lo es el país. Me lo explica así:
—Hay una diferencia muy significativa en la realidad de Apuntes Filosóficos después de 2010. Hasta entonces tuvo patrocinio institucional de la UCV, del Estado y hasta privado en algunos de sus primeros números. Hoy solo es posible por el compromiso de un puñado de personas. En realidad, la revista sigue por la voluntad de sus miembros y colaboradores, pues carece de recursos económicos. El equipo trabaja en ella porque la valora.
La violencia gubernamental también los ha tocado, pero han tratado de hacer algo productivo con ello.
—Cuando Edgar Blanco y yo asumimos como director y subdirectora, Gabriel Morales renunciaba a la revista para irse a España, después de que su familia viviera la cárcel de su hermano en La Tumba del Sebin. A los meses estallaron las protestas de 2017 y el profesor Jorge Machado estuvo preso en El Helicoide, por su militancia. Con un grupo de profesores organizamos un conjunto de foros. La mayoría en la desaparecida Lugar Común, en Altamira y Las Mercedes, y luego coordiné un número de Apuntes con esas ponencias. Lo llamamos Reflexiones Republicanas, y así nació un espacio en el que la Escuela dictó conferencias extramuros hasta marzo de 2020.
Hoy el equipo de producción son cinco personas. Junto a Navas, están: Luis Marciales, subdirector, Marko Fisic y Karelys Rosales, estudiantes, y la diseñadora Hibert Castillo Uzcategui, generosa tesista que es el “motor kantiano” de Apuntes. Además hay profesores cuyo apoyo es indispensable, como Carlos Villarino.
Le pregunto a la profesora por el sentido de la Filosofía hoy, en la Venezuela convulsa que le ha tocado a su generación:
—La Filosofía no tiene que justificarse porque es una actitud propia del hombre. La que puede hacerse en este país hoy es la única que hay que hacer y puede hacerse siempre: la buena Filosofía, y eso depende de la formación en las tradiciones del pensamiento filosófico. Sin formación en Filosofía Antigua, Medieval, Moderna y Contemporánea no puede pensarse filosóficamente. No puede hacerse filosofía sin conocer la historia de la Filosofía. La posibilidad de la Filosofía coincide con su seriedad y con la necesaria formación académica. Y su función, pues, ¡cuál otra! ¡Hacerse preguntas! Y, por supuesto, intentar contestar esas preguntas que quizás todos se hacen y no tienen ni la formación ni el tiempo para intentar responder.
Concluyo celebrando un cambio: en la Escuela donde estudié, había una presencia muchísimo mayor de hombres que de mujeres. Hemos cambiado mucho, ¿no te parece?
—En mi época de estudiante enseñaban solo tres profesoras de planta, Luz Marina Barreto, que todavía está activa y dirige el Departamento de Teorética, Fabiola Vethencourt y Judith Kristoffy. Diría que desde inicio del siglo XXI eso ha cambiado muchísimo. Hoy la planta de profesores la conforman mujeres en su mayoría, y creo que esto se debe a que las mujeres que se han dedicado a la docencia han decidido hacer carrera académica, y hemos ido ocupando cargos de dirección. Eso ha motivado a otras a seguir la misma ruta. A comienzos de siglo, Fabiola Vethencourt asumió la Coordinación Académica de la Escuela y después la dirección y un poco después yo misma asumí la Coordinación Académica y diría que motivé a que María Guadalupe Llanes también lo hiciera cuando terminé mi período, luego ella misma asumió la Dirección de la Escuela por emergencia. En este siglo la escuela ha tenido tres mujeres en las direcciones académica y de escuela. Tengo entendido que antes que Fabiola Vethencourt, solo la profesora Pérez Perazzo, fue directora de la Escuela. Por cierto, ¡tú fuiste mi profesora en un seminario especial dedicado a la estética de Etienne Gilson! Seguramente muchas otras mujeres talentosas impartieron clases en determinadas circunstancias. En algún momento me gustaría hacer arqueología de la historia de la Escuela y una de las cosas que quisiera investigar es qué mujeres dictaban qué seminarios. Me da curiosidad.
Navas y su equipo acaban de publicar el número 56 de Apuntes (un tremendo dossier sobre la imagen coordinado por Sandra Pinardi) y preparan las dos ediciones de 2021. Promueven el concurso de ensayo filosófico de estudiantes de Filosofía UCV, desearían una publicación exclusiva para los alumnos y siguen soñando con relanzar el Fondo Editorial Apuntes Filosóficos. Todo en un país en ruinas.