Era viernes en la tarde en Plaza Venezuela, y unas 50 mujeres estaban reunidas para protestar por sus derechos fundamentales. Discutían la letra de “Un violador en tu camino”, el performance elaborado por el grupo chileno Las Tesis que ha estado representándose en estos días en plazas desde Chile hasta India.
“Queremos que quede claro que somos chavistas, y que ninguna de nuestras exigencias se hacen en contra del presidente Maduro”, dijo una de ellas. Se refería a la línea “el estado opresor es un macho violador”, parte de la canción original nacida en Valparaíso, que habla de la sistematización de la violencia de género a partir de la discriminación que ejercen la administración de justicia y las instituciones políticas, y la impunidad para los perpetradores de abusos que va desde el policía hasta el juez y el jefe del Estado. Una situación global, que pasa en cualquier país; solo varía el grado en que ocurre.
“Un violador en tu camino” se convirtió en un nuevo himno de las mujeres que se enfrentan abiertamente a sus victimarios. El performance ha sido replicado en Colombia, Argentina, Perú, Bolivia, España, Alemania, Inglaterra, Turquía e India, entre otros lugares, y ha hecho que miles de mujeres y hombres compartan en las redes sociales sus experiencias de acoso y agresiones sexuales, así como que se acompañe la protesta con el reclamo sobre liberación sexual y derechos de las mujeres más vulnerables.
La convocatoria a la protesta del viernes en Caracas, del Movimiento Feminista Revolucionario, fue hecha por En Tinta Violeta, Comadres Púrpura, Brigada Feminista Latinoamericana, Faldas R, Mamíferas, Tejiendo Mujeres, La Araña Feminista y La Quinta Ola, después de que en las redes rodara la invitación a otra protesta para el día sábado en réplica del mismo grito, de Hermanas Naturales, We Lab y Uquira.
Ambas protestas manejaban las mismas exigencias, el mismo público y el mismo performance. Pero eran dos convocatorias y dos alianzas diferentes. “Queda claro que todas somos chavistas, y que todas las que estamos acá somos revolucionarias. Acá no hay nadie de derecha”, gritaba una de las organizadoras de la del viernes, mientras repartía la letra modificada de la canción. “Nosotras nos identificamos con la izquierda, y separamos las dos convocatorias porque muchas no se sentían a gusto en unirse a un grito opositor. Las exigencias son las mismas, las narrativas no”, dijo Sharon Lara, de 24 años, integrante de La Quinta Ola.
La división de la protesta había causado comentarios negativos en redes sociales, tanto como el mismo hecho de que la protesta se hiciera. “Desde que lanzamos la convocatoria hubo una arremetida en redes, con un lenguaje clasista y machista”, contó Maritza Rivero, 27, integrante de En Tinta Violeta y una de las organizadoras del evento chavista, quien agregó que los perfiles de las personas que las acosaron eran de gente que vive en el este de Caracas, aunque no es para nada común que la gente comparta su dirección en redes sociales.
Mientras discutían la letra de la canción, en la protesta del viernes, un hombre pidió la palabra para hablar de la importancia de no politizar el movimiento, y fue silenciado categóricamente por las organizadoras: «Un hombre no va a venir a decirnos qué hacer».
Mientras tanto, los reporteros que cubrían el evento, casi todos hombres, se mantenían a distancia. Algunos de ellos estaban cantando una versión de la canción que se refiere al violador como el azúcar refinada que engorda a las mujeres. Otros hablaban entre risas de lo necesario que es un movimiento en pro de los derechos de los hombres («si seguimos así, los hombres vamos a terminar presos»), justificaban su presencia en la marcha repetidamente («vine porque eran dos días de pauta fácil»), o comentaban el físico de las presentes («¿Tú crees que el movimiento feminista también rechaza el uso del desodorante?»). Esto resultó en que a muchos de ellos se les dificultó el trabajo. «Estaba fotografiando a una chica de cerca, pero solo entré a las filas porque al lado mío estaba una fotoperiodista mujer. Pero entonces me sacaron a mí, y no a ella», dijo un fotoperiodista local.
Pero sin duda, el evento de mayor diferenciación de género fue cuando una pelea a gritos y empujones entre cuatro camarógrafos, por el acceso a las mejores vistas de la escena, interrumpió el ensayo de las manifestantes y casi termina en golpes. Se acabó cuando una de las organizadoras gritó que acá no se aceptaban “peleas de macho”. Su voz se escuchó a lo largo de Plaza Venezuela e impuso el silencio de todos los presentes, seguido por aplausos y risas nerviosas.
Si la protesta y el performance buscan servir como espejo para visibilizar los problemas y las costuras de la sociedad, esta logró su cometido.
Al día siguiente, en el otro extremo del bulevar
Durante la segunda convocatoria, el sábado y a pesar de la lluvia, fluyó sin inconvenientes. Cuarenta mujeres y hombres se reunieron en la plaza Brión de Chacaíto. Allí sí se mantuvo la letra original de la canción de Las Tesis. Cerró con un llamado a la inclusión de los hombres en el movimiento feminista. “Lo importante de esta convocatoria era la no ideologización de la lucha. El movimiento feminista no depende de izquierda o derecha, se trata de nuestros derechos fundamentales que están siendo violentados sistemáticamente. La división no aporta a mejorar la situación”, dijo Vanessa Vargas, de 37, integrante de We Lab.
“No nos interesa hacer un movimiento partidista. Todos tenemos la misma lucha. Nos interesa la sororidad. Cuando decimos que el violador eres tú, le hablamos a los agresores y al sistema que los protege. No hablamos de género, de ideología, de religión, de partidos. Nosotros invitamos a todas las organizaciones a participar con nosotros, pero hubo una necesidad de dividir la protesta. Igual, nosotros ayer fuimos y participamos en su protesta”, dijo Carlos González, de 24 años, integrante de Hermanas Naturales. Al fondo, una mujer con una bandana del PSUV se paseaba entre los manifestantes.
Ambas protestas se enmarcaban en un contexto de empeoramiento de las condiciones de vida de las mujeres venezolanas a causa de la emergencia humanitaria. La crisis política, económica y social ha dificultado los debates en torno al aborto, el matrimonio igualitario, y a mejorar el trato que las autoridades dan a quienes denuncian violencia sexual y de género. Ambas protestas exigieron publicar las cifras de feminicidios (que no han sido actualizadas desde 2013), el aborto seguro y gratuito, mejores leyes de protección de la mujer y que el Estado se involucre con seriedad para combatir las agresiones sexuales y toda violencia de género.
Pero en comparación con las convocatorias con otros países de la región, las protestas venezolanas tuvieron una asistencia relativamente baja. “No considero que el movimiento sea débil, creo que todavía falta mucho por recorrer”, dijo la manifestante Andrea Paola Hernández, 24 años, con el abdomen cubierto con la bandana del movimiento proaborto y un mensaje escrito en su pecho: “Molesto más desnuda que violada”. Andrea Paola fue una de las personas que se unió en torno al grito de “Un violador en tu camino”, para visibilizar agresiones sexuales, y que en Twitter expuso cómo a los 21 años un policía en Anaco la detuvo arbitrariamente y la separó de sus amigos para llevársela a su casa. “En el país, y en mundo, las mujeres somos asesinadas y violadas y el Estado no hace nada. No hay números, no hay políticas públicas, no hay campañas. No le importamos a nadie, más que a nosotras mismas”.
Lo cierto es que ambas protestas desnudaron, más que a sus participantes, los obstáculos actuales del feminismo venezolano: el sectarismo político impide forjar alianzas y bloquea al Estado de todo lo que sea también reclamado desde la oposición; el acoso en redes sociales, por parte de hombres y mujeres dentro y fuera del país, contra todo acto público de la causa feminista; la oscuridad en la información, tan fuerte hoy como hace décadas; y las dinámicas de la cobertura de estos asuntos en muchos medios de comunicación, que contribuyen a inhibir el debate público y por tanto a sabotear que se implementen de políticas para resolver el problema.
Sin embargo, algo es algo: la conciencia de los problemas empieza cuando podemos cantar, abiertamente, acerca de la absurda recurrencia del abuso sexual, las prácticas estatales que lo protege y el silencio social que lo vuelve algo normal.