Desde el 27 de junio de 1999, Cirio Molina se levanta con el pie derecho, aunque ese día, sin ánimo: le habían quitado el izquierdo. También le quitaron esa pantorrilla, esa rodilla y ese muslo. Apenas le dejaron la cabeza del fémur, un colgajo y una sutura que luego serían un muñón. Por su tenacidad andina, no perdió las ganas de seguir hacia adelante, ni siquiera cuando tuvo que aprender a vivir otra vez para convertirse en una criatura con ruedas.
Nueve años después, Cirio pedaleó en su primera paralimpíada en la categoría C2: Beijing 2008. Llegó octavo en la prueba contrarreloj individual y recibió su primer diploma paralímpico. En la misma prueba en Londres 2012 llegó noveno y en Río 2016, repitió el octavo lugar y el diploma.
Tres juegos paralímpicos consecutivos con buenos resultados, pero Cirio no está en los Juegos Paralímpicos Tokio 2021.
―Desde que regresamos de Río, no hubo plan de trabajo para el nuevo ciclo paralímpico ni recibimos recursos de ningún tipo para hacer la preparación, ni un pote de vitaminas, una barrita energética o un Gatorade. Cada quien fue haciendo lo que pudo con lo que sabe, lo que tiene y lo que pudo conseguir. En todo este ciclo fui a dos eventos cuando antes, al año, iba a ocho.
El 22 de septiembre de 2016, durante la condecoración de los atletas paralímpicos de Río transmitida en cadena nacional, Maduro anunció: “Ya se proyecta la inversión que hay que hacer en bolívares y en dólares, afortunadamente los tenemos, para que el deporte paralímpico se apuntale, se consolide cada vez más y tenga los recursos que necesita”. También anunció el sueño posible: la delegación paralímpica venezolana conformada por veinticuatro atletas sería, al menos, de cincuenta para el 2020. Pero solo son veintiséis. Y lo merecen, desde luego. Cirio cuenta:
―Total que en enero de este año, hubo una reunión con la Dirección de Alta Competencia del Ministerio del Deporte y la Federación Venezolana de Ciclismo. El Comité Paralímpico de Venezuela no asistió porque dicen que el viceministro José Rujano no los convocó. Se hicieron unos criterios y llegamos a unos acuerdos: los cuatro paraciclistas de la selección teníamos que participar en dos copas del mundo de 2021: la de Bélgica y la de Italia, y en el campeonato mundial de Portugal, y quien tuviera el mejor rendimiento en esos eventos, sería quien representaría a Venezuela en el cupo país de Tokio… Aprobaron recursos para Bélgica, aunque pocos, y cinco días antes, nos dijeron que había que tener una carta especial aceptando que teníamos que hacer una cuarentena de diez días. Entonces, la Federación dijo que los tiempos no daban y no fuimos. Para Portugal, nos llamaron para otra reunión y nos dijeron que salía más económico mandar a Víctor Hugo Garrido, que entrena en Bilbao… ¿Y dónde quedaron los recursos que no se usaron para Bélgica?… En fin, si se fija en el acuerdo de enero, ninguno de los cuatro competimos entre nosotros para ganarnos el cupo país de esta paralimpíada.
Desde La Habana, Ramón Rodríguez, ex entrenador de Cirio, comenta:
—Es una lástima. Lo he estado preparando desde que comenzó su carrera… Como mejor pudimos, habíamos hecho la mitad de la preparación del ciclo para Tokio y es muy duro saber que pudiendo clasificar y triunfar, no pudo mostrarlo, pero aún puede. Ha demostrado con sus tiempos logrados en eventos internacionales que tiene edad perfecta y condiciones.
―Quiero retirarme en París 2024 con resultados —dice Cirio—, como merece retirarse un atleta de alta competencia, como uno quiere y no porque, sin querer o queriendo, me están escoñetando la carrera o porque físicamente no voy a poder más.
Y puede lograrlo. Es un ciclista consumado que, además, tiene el récord de escapársele a la muerte dos veces: una, a media pierna y otra, tambaleando en muletas.
Un paso a la vez
Cirio era futbolista de la selección sub-17 del municipio Padre Noguera, una sucursal del Deportivo Táchira. En mayo de 1999, se cayó durante un entrenamiento por un dolor en la rodilla izquierda. No tuvo un esguince, ni una luxación, ni una fisura, ni una fractura. Lo que tenía era un osteosarcoma de alto grado de malignidad, lo que, para su entender, era un tuyuyo que le crecía por dentro de la pierna.
―No entendía que era cáncer, ni siquiera sabía qué era eso, porque nunca había escuchado sobre eso. Me dijeron que el tratamiento era amputación y seis sesiones de quimioterapia, y yo acepté, porque no aguantaba el dolor y no sabía qué era perder una pierna… Duré como seis meses en shock… Entendí que me faltaba la pierna un día que tenía consulta médica y me puse un pantalón largo, y vi que el lado izquierdo estaba vacío. Ahí sí me puse a llorar y llorar…
Si no sabía qué era cáncer, menos sabía qué era quimioterapia. Lo que sí sabía es que él no iba a ser el segundo mocho del pueblo merideño Santa María de Caparo ni que su vida la pasaría viendo la de otros desde el porche de la casa. Así que dejó la quimioterapia, su pueblo y llegó muy lejos: a Mamera 2, en el suroeste de Caracas, donde vivía Carmen, su tía paterna casi desconocida y ciega.
―Venirme a Caracas me ayudó muchísimo. En mi pueblo, la gente con discapacidad terminaba siendo el “pobrecito”, el “la familia tiene que cargar con ellos”, el “hay que darles todo”, el que no sirve para nada… Sentía que el trato de las personas, aunque con mucho cariño y respeto, me quería llevar a ser inútil como un señor al que le faltaba exactamente lo mismo que a mí. Eso me deprimía más, porque yo no me veía como él.
Así que en Mamera se montó en el metro, se equivocó de dirección, de línea, se perdió y siete horas después llegó a la meta: el Hospital Oncológico Padre Machado. Allí buscó una segunda opinión, chequeos de control y evaluar la posibilidad de comprar una prótesis que le permitiera levantarse sin muletas y con alguna novia por las mañanas. Ya en el hospital, llegó al quirófano otra vez.
―Me volvió a salir el cáncer: un nódulo en el pulmón derecho y dos en el izquierdo. Me operaron de emergencia en septiembre de 2000. Fundapoliedro me dio todo el tratamiento gratis y estuve casi un año hospitalizado para poder hacerme la quimio completa.
Cirio no perdió el pulmón ni parte de él. Ganó una herida de veintitrés centímetros en el centro de su pecho y la fortaleza para dejarse de lamentos, aceptarse y remontar la vida en cursos de trabajos para personas con discapacidad en un centro de rehabilitación. Fue allí donde lo invitaron a participar en un plan piloto de ciclismo para personas amputadas de la Asociación de Deportistas sobre Silla de Ruedas (Asodesir).
Aceptó y un atleta lo recibió en el Velódromo Teo Capriles: “¡Verga, ahora a todos los indigentes los traen pa´cá!”. A Cirio aquello le dolió, pero no lloró, no peleó y pedaleó.
Aquellos quince minutos diarios de vueltas iniciales en la pista se fueron convirtiendo en horas de vueltas nacionales e internacionales para profesionales.
―¡No crea que esto es un cuento de héroe y sufrimiento! En mi primera competencia en Valles del Tuy con atletas convencionales, ¡llegué una hora después del penúltimo y deshidratado! ―recuerda riendo― ¡Y en la Vuelta al País Vasco en el 2010, tuve una fisura y me fracturé la cadera! Regresé a Caracas y me pusieron unos tornillos en la cabeza del fémur izquierdo. Todavía los tengo.
Pero nada ni nadie lo frenó. Entendió que en su ciclismo, como en su vida, le basta una pierna nada más para correr y recorrer.
Echándole pierna
―De verdad, no hay nada que no pueda hacer… Cuando empecé, me iba en muletas desde Mamera hasta el IND, porque no tenía plata y los buseteros no me daban la cola… ¡Hasta fui buhonero de pantaletas y sostenes!… En la casa ando sin muletas, pegando brincos con una taza de café sin que se me bote, cocino, pongo la mesa, barro, cambio sábanas, lavo baño y no me resbalo. Solo que estas cosas básicas no las puedo hacer tan rápido como antes…
―¿Cómo haces para tener sexo? ―pregunté.
―¡Mire, japonesita! ¡Compórtese como en Tokio y no me pregunte de eso!… ¿Cómo le explico?… No tengo que agarrarme de la cama ni de nada, ni necesito estar acostado… Pregúntele a mi esposa.
―¿Bailas?
―Con mi esposa, pero no bailo en grupo.
―¿Llegaste a pensar que no tendrías esposa?
―La verdad es que pensé que ni novia iba a tener después de que me quitaron la pierna. Al principio, eso afectó mi autovaloración y autoestima. Duré como cuatro años sin novia y mire ahora…
Cirio me muestra la foto de su esposa Claret Bellorín, pesista retirada de la selección nacional. No deja de mirarla y dice que es guapísima mientras se lleva la mano al pecho. Quizás se sostiene la cicatriz para que el amor no se le escape por ahí.
―De verdad, no hay nada que no pueda hacer… La ciudad fue y sigue siendo muy difícil para andar con muletas, no está adaptada, no hay ni una cuadra que incluya un diseño para las personas con discapacidades. La misma ciudad es un obstáculo de cemento permanente. Ahora tengo la fortaleza física y tengo carro, pero desde que me bajo hasta que me subo al carro, si yo le contara… ¡Imagínese a los que andan en silla de ruedas o los deficientes visuales como mi tía! ¡Esos sí son unos supercampeones para andar por ahí hasta para comprar pan en la esquina!
Mantener el ritmo
Seguirle el paso a Cirio no es fácil. Es campeón de la disciplina del rebusque: cuando no está en Villa de Cura, San Antonio o Guárico buscando la carne que vende en carnicerías de Caracas y La Guaira, está en su casa en La Vega sacando cuentas del autobús que regenta con su esposa. También puede estar en El Paraíso supervisando su nuevo taller mecánico. Siempre está en los chats de WhatsApp vendiendo vitaminas o asesorando a deportistas y aficionados, y los fines de semana entrena a un grupo de ciclistas en la Cota Mil.
―Es que el Ministerio del Deporte me da una beca de un millón de bolívares al mes nada más y, además, la depositan en el Banco Bicentenario que es imposible de usar. Entonces, trabajo entre catorce y quince horas diarias para ganarme entre cinco y diez dólares al día con cada cosa que vaya haciendo, y así poder ir guardando para invertir en mis etapas de preparación de precompetencia y competencia.
Porque, para Cirio, una preparación de cinco meses es un esfuerzo físico y millonario: un entrenamiento diario es de cinco a seis horas al pedal rodando por los cinco municipios de Caracas, o por las rutas Caracas-Colonia Tovar ida y vuelta, Caracas-El Junquito en un momentico o Caracas-La Guaira sin comer empanadas.
―Uno se arriesga en cada entrenamiento: cada cincuenta metros hay un hueco o una alcantarilla mala, la gente te tira el carro, alguien cruza a pie por donde no es… Hay que estar muy pilas. Por eso no bajo en bicicleta desde La Vega, sino que la monto la camioneta, me estaciono abajo en algún sitio y arranco.
Debido al deterioro de las vías, la inversión comienza con reemplazar prácticamente dos tripas por día, que cuestan entre seis a ocho dólares cada una; tienen que ser de buena calidad para que no representen riesgos para Cirio, pero no aguantan las condiciones del terreno caraqueño y se pierden continuamente. Los cauchos pueden durar un mes si no se espichan pero, se espichen o no, cada cambio son sesenta dólares más o menos. Platos y piñones para los entrenamientos de fuerza son algo más de doscientos cincuenta y quinientos dólares respectivamente. Si se cambian sus dos bicicletas de entrenamiento –son las mismas que llevó a Río de Janeiro— por unas básicas sin ningún accesorio, serían por lo menos treinta mil dólares. Con el soporte de muñón hecho de carbono y a la medida—único accesorio que aún anhela y que le permitiría pararse como bailarina para ganar más velocidad—, serían tres mil dólares si el soporte es pegado al asiento o mil dólares si es pegado al tubo del asiento.
Cirio no requiere una prótesis para pedalear. Su amputación fue por encima de la rodilla, que es la que realiza el movimiento, de manera que una “pierna” sería un peso muerto que disminuiría su rendimiento. Pero su entrenamiento intenso ―el del ciclista sin su bicicleta― sí requiere inversión. Cada jornada básica requiere al menos cuatro bebidas isotónicas (1,5 dólares cada una), geles de energía rápida (1,5 dólares cada uno), barras de energía prolongada (3 ó 4 dólares cada una), indumentaria de entrenamiento (ropa, casco, zapatos, lentes de sol, cuyos costos varían según la calidad de los materiales), alimentación según la dieta semanal que lo mantenga en cuatro por ciento de grasa corporal, vitaminas, aminoácidos y chequeos médicos periódicos…
Previo a todo esto, se pagan al menos tres meses de gimnasio y todo lo que implique subir hasta el hotel Humboldt en muletas como ejercicio aeróbico, anaeróbico, mental y espiritual. Ya para las competencias, la inversión incluye: inscripción en los eventos, visados, boletos, pagos de exceso de equipaje por dos bicicletas y un rodillo, hospedajes, uniforme y accesorios… Y, por supuesto, los honorarios profesionales de Cirio, un profesional del deporte. que en Europa sería de unos veinte mil euros al mes.
En cinco años, mucho no se hizo bien o no se hizo: la inversión anunciada por Maduro en septiembre de 2016 tampoco está en mejoras y mantenimiento de las infraestructuras deportivas de alto entrenamiento, ni en reemplazos y actualizaciones del equipamiento para atletas con discapacidad, ni siquiera en la alimentación de estos atletas de élite que, en los comedores de estos centros deportivos, debe servirse según los requerimientos nutricionales propios de sus disciplinas y procesos metabólicos.
Cirio recuerda que el declive de las gestiones inició justo en 2016 tras la salida del Franklin Cardillo, entonces director general de alta competencia y de formación deportiva:
―Estuvo desde 2012 y entendió el deporte paralímpico. Uno le llevaba la planificación del ciclo, año por año, y se sentaba con uno a revisarla, a debatirla, justificaba si decía que no y, muchas veces, tuvo razón, y replanteábamos. Ahora te reciben, anotan como todos los políticos, pasan tres meses y no hay respuesta de nada…
Fue durante la gestión de Cardillo que ocurrió el mejor desempeño de la delegación paralímpica venezolana: Río 2016, o lo que es igual, veinticuatro atletas, dos medallas de plata, tres de bronce y dieciocho diplomas paralímpicos.
―Ya nos dijeron a otro ciclista y a mí que tenemos que buscar patrocinadores privados para París. Voy a intentarlo, como todo lo que hago.
―¿Ya tienes algún plan? —le pregunto.
―Producir tanta plata como pueda. Ahora estoy aprendiendo sobre un jueguito por internet de animalitos [Axie Infinity]. Mis sobrinos están haciendo como setecientos dólares semanales con esa vaina… Mire, es que yo soy tan bueno con los negocios que regreso de las competencias con más plata, porque cuido mis gastos y me vuelvo prestamista de otros atletas. Me echan broma por eso. Dicen que yo no me tomo un refresco para no botar ni los gases. Pero es que hay que ahorrar, porque hasta mantener una dieta con proteínas es mucho dinero.
Mirando hacia adelante
Quedan tres años para las siguientes paralimpíadas, un ciclo corto y una cuesta que lleva al piso cuatro del Ministerio para la Juventud y el Deporte, donde están las autoridades deportivas venezolanas:
―Una vez me dijeron: “Es que a nosotros nos evalúan por las medallas de los atletas convencionales no de los paralímpicos. Ustedes están como de segunda, porque cualquiera se pega un tiro en la pierna y ya es atleta paralímpico, ¿entiendes?”
Sí. Entendemos: el mayor impedimento de nuestros atletas con discapacidad es la incapacidad de sus autoridades deportivas, porque Cirio y tantos como él en el mundo han sido capaces de alcanzar triunfos consistentes como olvidar que Moscú no aceptó celebrar paralímpicos en 1980, alegando que no tenían paralíticos. En Atlanta 96, atrajeron el patrocinio corporativo mundial para un evento deportivo de alto rendimiento y no para un espectáculo de discapacidades. En Pekín 2008, lograron que la discapacidad fuese vista de cualquier manera que no fuese una enfermedad. En Río 2016, llenaron las gradas que tantas veces estuvieron vacías como en Atenas 2004. Y para Tokio 2021, inspiraron uno de sus lemas: “Unidad en la diversidad”.
Lo andado es bastante. Ahora las federaciones de ciclismo del mundo están abriendo sus campeonatos al paraciclismo como categoría independiente para asignar puntos en el ranking mundial con mayor precisión. Pero Venezuela se va por la pendiente desbaratándose con sus tantas complicaciones mecánicas cuando podría tener su propio campeonato nacional en la Cota Mil para sumar puntos a sus ciclistas.
A falta de un campeonato, vale seguir el consejo del ex entrenador Ramón Rodríguez: “A Cirio hay que seguirle dando la oportunidad de competir con la élite mundial. Es la única manera de elevar su nivel que ya es bueno”.
―Eso es lo que quiero. Yo no quiero que me den una bolsa del CLAP por deportista ni nada de eso, que no me la dan y, aunque la necesite, no la quiero. Tampoco quiero condecoraciones, eso es pura paja. Lo que quiero es que las autoridades deportivas se planifiquen y ejecuten lo que planifican así sea con pocos recursos, porque el deporte profesional se tiene que hacer así si es que se quieren resultados. Para eso están y yo, pa´ darle duro al pedal.