Miami no se unió a la fiesta multitudinaria de Nueva York o Philadelphia cuando se anunció la victoria de Joe Biden. No porque el candidato demócrata no haya ganado en el condado Miami Dade —aunque sabemos que perdió en Florida— sino por la tormenta Eta. El escritor venezolano Camilo Pino salió a dar una vuelta en la noche del sábado y llovía por todos lados. “Hubo una celebración en el downtown, pero no hubo mayores manifestaciones”, cuenta Camilo.
La lluvia era tal vez una metáfora de lo que ocurrió: la ventaja de los demócratas en Miami había pasado del 29 al 7 por ciento. Con millón y medio de votantes registrados y solo 25 por ciento de abstención, en Miami Dade Biden ganó con el 53,3 por ciento (617.647 votos), mientras que Trump obtuvo el 45,9 por ciento (532.734 votos).
“Definitivamente caló mucho el mensaje de la campaña de Trump de que Biden, y en especial Kamala Harris, son socialistas —dice Camilo—. Incluso en Miami Dade, que tiene una tradición demócrata durísima. Los demócratas no pudieron atajarlo a tiempo. También está ese atractivo de Trump como el hombre fuerte, entre el hombre latino. Florida se tiró a la derecha en general, y en parte en Miami Dade, que es muy poblada. La diferencia fue sobre todo en el voto cubano, que le sumó doscientos mil votos a Trump. Ese voto y el puertorriqueño son los más importantes.
Del voto venezolano no hay datos: es 0,5 por ciento del voto de Florida.
Es ruidoso, muy retórico, y se retroalimenta con el voto cubano y con el nicaragüense, quizás, con esta historia del socialismo. Pero los relevantes son los cubanos, no nosotros”.
Hialeah no es el Doral
La poeta y editora Kelly M. Grandal tiene una perspectiva particular sobre este asunto: Kelly nació en La Habana y ahora vive en Miami, pero ella no llegó a Florida desde Cuba, sino desde Caracas, donde vivió varios años y se graduó en la UCV. Advierte que no tiene una relación demasiado intensa ni con la comunidad cubana en Miami ni con la venezolana, pero que aunque ambas están unidas, para bien y para mal, no son lo mismo:
Así como en Venezuela es cierto que hay influencia cubana, pero hasta cierto punto, aquí no creo que la comunidad cubana influya en el voto de la venezolana hacia Trump.
Decir eso es demonizar a la comunidad cubana, y tampoco es justo pensar que la comunidad venezolana en Miami no tiene una opinión política por sí misma”.
Kelly coincide en que ambas comunidades, hoy, están predominantemente a favor de Trump. Pero cree que no es precisa mi sensación de que los cubanos que llegaron en los años 60, expropiados y desterrados por el triunfo de la revolución castrista, sean más republicanos que los que han llegado luego: “Entre los cubanos, es más fácil encontrar gente plegada por Trump entre generaciones más viejas —dice—, que no es que sufrieron más que las que vinieron después. Pero la verdad es que he encontrado de todo y se me han caído clichés. Me he encontrado viejos que respetan la cosa democrática y el respeto por la libertad, y gente muy joven completamente fanatizada por Trump. Otra cosa que me perturba mucho es la diferencia entre el cubano de la isla y el de Miami, cómo cambia cuando llega a esta comunidad, porque como mecanismo de adaptación se pliega a como piensa la mayoría de la comunidad cubana”.
Kelly explica que la cubana “es una comunidad muy sólida y muy solidaria mientras hagas lo que ellos exijan, mientras que la inmigración venezolana es muy distinta, porque entre otras cosas se distribuye por todo Estados Unidos, mientras que la cubana se concentró sobre todo en Miami”. Ambas, como todas las comunidades latinoamericanas en Florida, consumen medios en español, porque muchos inmigrantes hispanos no dominan el inglés, y ven pequeños canales locales, o siguen a ciertos comunicadores inmigrantes que también se han radicalizado aquí hasta cualquiera de los extremos.
“Las redes sociales deben influir más en las opciones políticas de los venezolanos en Miami, y en segundo lugar los medios locales y las redes familiares o comunitarias, mucho menos los políticos locales. Creo también que el mito de this is a free country te impulsa a decir lo que te pasa por la cabeza sin temer por las consecuencias o sin detenerte a pensar si tiene sentido. También la cosa de sentirte en zona de confort, de que no te terminas de integrar, de que mantienes tu identidad a toda costa porque no dejas de mirar para atrás”.
La política del vacío
María Puerta Riera, profesora de Gobierno en Estados Unidos y Política Internacional, en el Valencia College en Orlando, ha estado sonando mucho en ciertos círculos en los últimos días, por cómo ha explicado en Twitter la naturaleza del apego de tantos venezolanos —en EEUU y en Venezuela— a la figura de Donald Trump. A ella le está haciendo revivir, en parte de su familia, esa polución emocional de la polarización que ya había vivido con el chavismo, pero que le ha hecho entender también los detalles del voto latino en Estados Unidos. En las investigaciones que ha ido haciendo con un colega colombo americano, ha descubierto que el voto hispano en Florida no es igual al del resto del país, y que en el caso de la comunidad venezolana en Florida hay “un vacío ideológico”.
“Nosotros no somos conservadores y algunos venezolanos usan la etiqueta liberal para decir que son de derecha, cuando en Estados Unidos liberal significa ser de izquierda”, explica esta doctora en Ciencias Políticas formada en Venezuela. “Para la mentalidad conservadora en Estados Unidos, todo lo que sea recibir ayuda del Estado implica hacer el Estado más grande y por tanto es socialismo. Sienten que cuando el Estado te impone algo, así sea Obamacare, viola tu libertad individual. Los venezolanos hemos tenido muchos beneficios del Estado, hasta hace poco, no somos conservadores nada”. Y desde esa posición contradictoria se ejerce esta resistencia al Partido Demócrata, al que se acusa de “socialista” como si no fuera lo que en realidad es. En palabras de Puerta Riera: “un partido paraguas, de muchas corrientes, donde están todos los que no se identifican con los republicanos de hoy. El mismo Biden, aunque tuvo que moverse en esta campaña un poquito hacia la izquierda, siempre ha sido de centroderecha”.
Pero no podemos pretender que la mayoría de la gente “tenga un manejo conceptual de todas estas cosas”, dice la académica.
La gente está vacía de representación ideológica y por eso ese empeño en buscar un caudillo; por eso le dicen El Catire a Trump, como le decían a Páez.
No saben qué es el comunismo ni la diferencia con el socialismo. Pero no le podemos pedir a la gente que tenga claridad desde el punto de vista ideológico, porque los mismos partidos no formaban bien a su gente. Y la definición ideológica es importante, porque eso te dice los valores por los que vas a apostar. Yo estuve en los comienzos de Primero Justicia y eso era un saco donde había de todo, hasta gente que defendía a Pérez Jiménez. ¿Cómo puedes defender la democracia y añorar un régimen como el de Pérez Jiménez? Por eso es que ves que de ese partido salió un Parra, un Brito”.
La otra aparente contradicción es el respaldo hacia una administración Trump que se ha negado a otorgar el Temporary Protection Status a los venezolanos. Pero eso no pasa solo con la comunidad venezolana en EEUU. “Al venezolano que ya es ciudadano estadounidense”, dice Puerta Riera, “no le importa que los demás estén en un limbo migratorio. Eso está en las encuestas. Cuando de niña viví en Texas porque mi papá estudiaba ahí, a mí me marcó que los mexicanos no nos ayudaban, porque sentían que los demás hispanos les quitarían lo que tanto les había costado tener”.
Votando desde el dolor
Eli Bravo, quien ha migrado de la comunicación a la psicoterapia, dice que una de las principales razones detrás de la polarización en torno a Trump “es el dolor que hay en todo el exilio venezolano, que ha hecho que se reactive el trauma colectivo de la revolución y el exilio. La posibilidad de que se repita el evento genera una reacción muy intensa, y quienes ven el peligro del socialismo responden a un temor interno producto de una experiencia pasada. La conversación ocurre totalmente en el plano emocional y es difícil ampliarla en hechos y realidades.
Esta figura de esta elección como una lucha entre el bien y mal la he escuchado de la gente que ha sufrido más en Venezuela, que está hablando desde el dolor.
Ya no es una discusión política: sienten al socialismo que ven entre los demócratas como una amenaza a una supervivencia, una amenaza existencial”.
Eli considera que los fantasmas de lo que estos venezolanos en Florida vivieron en Venezuela han sido además potenciados por la campaña republicana. “Aquí la palabra propaganda es acertada. Fue muy fuerte y sucedió también con nicaragüenses, cubanos y en cierta medida la comunidad colombiana, donde se revivió mucho la dificultad que vivieron con la guerrilla y quienes apoyaron la línea dura de Álvaro Uribe”.
Pero hay algo más. “Entre los venezolanos el caudillismo no ha muerto, y la figura del hombre fuerte apela a esa necesidad de imposición de orden. Creo que los rasgos de exclusión altísimos que tenía nuestra sociedad cuando llegó el chavismo, que aprovecha Chávez a su favor, se replica aquí en una nueva exclusión, otro Nosotros versus Ellos, que aviva esa figura titánica que es Trump”.
El día después
La participación venezolana en la política de Estados Unidos es una historia que apenas comienza, y que irá manifestándose en distintos ámbitos, hoy inexplorados desde la academia e ignorados por los estrategas políticos. Ciertas experiencias colectivas, como esta elección, irán modelando ese electorado.
Vivir en Estados Unidos te confronta, quieras o no, con el tema racial, y no solo a la hora de tomar una posición frente a Black Lives Matter, sino a la hora de llenar cualquier planilla y tener que declarar a cuál race o ethnicity perteneces, algo que uno desconoce en Venezuela. María Puerta Riera dice que no hay todavía análisis sobre este problema pero que en las encuestas los venezolanos en EEUU tienden a definirse como “blancos”, no como “latinos”. Se asocian con la mayoría, donde tienden a estar los más privilegiados.
Mientras tanto, habrá que ver si estos días han dejado heridas entre nosotros. Más de las que ya hay. “Muy poco he vivido la división aquí”, dice Camilo Pino. “Tengo muchos años acá y estoy muy acostumbrado a trabajar con compañeros republicanos, siempre con muchísimo respeto. Nunca he sentido presión por lo que opine personalmente. De los radicales de lado y lado siempre me he alejado. No me interesa tener relación con gente así. Uno aprende a escuchar, a no tratar de convencer, y no he tenido ni una sola pelea. Mi choque más grande ha sido con la retórica magazolana en Twitter, pero he tratado de entenderla. Uno tiene que evitar las peleas emocionales en política, en la medida de lo posible.
Si le quitas la histeria a las relaciones, las cosas suelen ser más sencillas de lo que parecen”.
Para desmontar la polarización, dice Eli, la gente que ha estado en una posición cerrada, en un lado o en el otro, tiene que abrirse a una posición distinta. Mientras más certezas creo tener, más rígido soy y menos abierto a cosas que las pongan en duda. El centro no se vende bien, dice, y la posición demócrata también ha sido radical, también estereotipa a setenta millones de personas que votaron por Trump. “Los próximos meses serán muy interesantes. Veremos si hay gente dispuesta a aceptar que no hubo pruebas de un fraude, y si los republicanos siguen con Trump o no. Pero si el conflicto sobre los resultados de la elección llega a la Corte Suprema, aunque esta diga que Trump no ganó, Trump habrá logrado crear la duda sobre el voto”.
Eli advierte que aunque Trump caló, como los sectores radicales hablan más alto da la impresión de que el centro se desdibuja, y que no necesariamente es así. “Hay un sector más moderado que no se ha expresado con la misma fuerza, y cuando lo ha hecho ha sido atacado. En los próximos meses se verá más una verdadera participación, y una verdadera coalición de latinos por Biden”. “Ahora la victoria de Biden nos da la oportunidad de respirar y reacomodarnos, pero lo que viene es atrinca”, dice Camilo. “La transición será lenta y difícil. Aunque no hay vuelta atrás”.