Un actor, en Venezuela, te puede decir que ha hecho más de diez talleres. Incluso es probable que haya repetido alguno. La formación teatral se construye con el paso de los años, con la práctica, con compartir experiencias en diferentes espacios. Muchos también suelen ser fieles a sus casas de formación, porque un solo taller se puede convertir en el espacio para crecer y avanzar profesionalmente.
He sido testigo de cómo mis compañeros más apasionados en el grupo de teatro de la Universidad Católica Andrés Bello (Teatro UCAB) buscan cada día nuevas posibilidades, participando en talleres de diferentes agrupaciones y en espacios que les permitan desarrollarse como actores. Ahora, a pesar de la pandemia —que dio lugar a varios talleres de teatro más— hay grupos en los cuales se pueden aprender técnicas de actuación y desarrollarse en otros oficios del teatro como el diseño de escenografía, vestuario e iluminación, sin cumplir con el protocolo de una carrera universitaria que es prácticamente imposible en Venezuela.
Cuando Venezuela tuvo grandes maestros
En la actualidad, los talleres venezolanos los dirigen discípulos: los de Juan Carlos Gené, Carlos Giménez, Nicolás Curiel, Horacio Peterson, Levy Rossell, José Ignacio Cabrujas y otros maestros fallecidos. A los programas formativos antes se sumaba la oportunidad de acceder, cada cierto tiempo, a profesionales internacionales que venían al Festival Internacional de Teatro o por invitación del Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatral (Celcit). Hoy eso no existe.
Martha Estrada, actriz del Grupo Actoral 80, comenzó a estudiar actuación en 1984 en la Escuela Nacional de Artes Escénicas César Rengifo. Luego de cuatro años obtuvo el título de Técnico Medio, pero Estrada asegura que no le servía para nada, pues para darte un papel en alguna obra de teatro no te piden un título. La actriz considera que los ochenta fueron años maravillosos para aprender y estudiar, la variedad de espacios permitía decidir qué tipo de teatro se quería hacer. Para Estrada hoy ya casi no quedan grandes maestros. Guillermo Díaz Yuma, en el Centro TET, o Virginia Aponte, en Teatro UCAB y AGO Teatro, destacan entre los pocos activos.
Ya a finales de los noventa y a comienzos del nuevo siglo, la actriz Nina Rancel buscó espacios en Caracas que sirvieran como apoyo y complemento a su educación en Nueva York. Su caso era especial: ella había estudiado en grandes escuelas fuera del país y quería encontrar algo parecido en su ciudad. Pasó entonces por la Academia Ralph Kinnard y por los talleres de la fallecida cineasta Elia K. Schneider. También fue parte, en 2009, del Gimnasio de Actores y del TET. Considera que entre 2010 y 2015 en Venezuela había personas muy buenas enseñando, pero que no era fácil encontrarlas. “Ahora cada vez más maestros se van del país o mueren”, lamenta Rancel. “Casi no queda nadie. Siento que mi generación fue la última. Aunque, claro, están los discípulos de esos maestros. A la generación de ahorita les va a costar más”.
Con la escuela de Elia K. Schneider, en el país se siguen haciendo talleres que dicta Mo Alkaldi, asistente de la directora, por ejemplo. Pero, aparte de esos discípulos, ¿con quiénes cuentan las nuevas generaciones?
Un poco de Grotowski y “el profesor tablini”
En 1993 el Taller Experimental de Teatro (TET), conocido como el Centro de Creación Artística TET, comenzó un taller de formación teatral que dura tres años en su sede, en el Teatro Luis Peraza al lado de la Basílica San Pedro, urbanización Valle Abajo. Este sigue hasta la fecha y es uno de los más conocidos. Para entrar al primero de los tres niveles, hay que pasar por un proceso de selección y audiciones.
Este encuentro formativo se ha centrado desde siempre en el oficio del actor. Con el entrenamiento se desarrollan las aptitudes corporales, sonoras y vocales de cada intérprete, junto a las sensoriales, creativas y emocionales. Durante los tres años de formación, el participante explora una etapa preexpresiva y otra expresiva, para finalizar con un montaje profesional. Su costo actual es de siete dólares por mes y al comienzo de la pandemia los talleres se hicieron online, pero este año se retomó su modalidad presencial. El TET lo dirige Guillermo Díaz Yuma, quien hace un año tuvo graves problemas de salud.
En la primera etapa, este taller enseña el método del director y teórico polaco Jerzy Grotowskie, que dieron lugar al llamado “teatro pobre”, porque basan la puesta en escena en los recursos del actor y de su cuerpo, más que en la profusión de elementos y efectos. En Venezuela hay espacios en el que se trabaja con este y con otros métodos.
Sara Velero Zelwer, actriz y directora egresada de este taller de formación y miembro del TET ahora, comenta que muchas veces se suele asumir que este es un espacio cien por ciento grotowskiano, pero durante todo el proceso de formación se van probando con diferentes metodologías, según sea necesario.
“Lo que aporta el taller de formación son herramientas, que es lo más valioso que puede tener un actor, porque con ellas puede componer su trabajo. Es de los pocos talleres en el país que dura tanto tiempo y eso es nutritivo, porque permite hacer un proceso largo”, explica Valero Zelwer.
“El profesional de teatro se forma con el profesor Tablini, como dice mi mamá (la actriz Manuelita Zelwer) refiriéndose a las tablas. Y esa es la gran realidad de todas las carreras artísticas. Lo que realmente te hace un actor o director es el oficio, que actúes o dirijas”.
Para ella la licenciatura en teatro que ofrece la Universidad Nacional de las Artes (Unearte) no es más que una formalidad. “Hacer un taller o una licenciatura no creo que sea suficiente, el intérprete siempre debería estar investigando. Ningún título, por sí mismo, te va a convertir en un artista”, dice.
Convertirse en una persona de teatro
Guido Villamizar es comunicador social egresado de la UCAB. Durante su carrera eligió la concentración de Producción Escénica y al graduarse buscó espacios en los cuales poder seguir con su formación. Hoy en día los talleres de Skena son los más populares, y suelen ser para muchos el primer contacto con las tablas o un espacio más cuando ya se sabe que quieren hacer de esto una profesión. Que todos recomendaran Skena hizo que Villamizar lo eligiera, y hoy es él quien dirige varios de los talleres.
Skena es un grupo teatral con 42 años de trayectoria. Sus inicios fueron en el Colegio Champagnat, y la forma de trabajo que se puso en práctica allí se trasladó fuera del colegio. En sus programas de formación suelen ir descubriendo el juego y las fortalezas del individuo para desarrollarlas. Su nombre, presente en las carteleras de los centros culturales de mayor renombre, vuelve atractivas sus ofertas de formación, que ni siquiera este último año pararon.
“Creo que en Venezuela el aprendizaje es más empírico. Las generaciones anteriores aprendieron con grandes maestros, con grandes directores, pero todo eso ha caído y surgen espacios menos especializados que lo que hacen es despertar la chispa en cada persona”, explica Villamizar. El director resalta que los talleres de Skena no tienen un complemento académico, aunque dan espacio, a su juicio, a un crecimiento inmediato. Su ventaja es que logran la mística grupal, explica.
«Cuando haces teatro constantemente y te enfocas en trabajar en un proyecto, no solo absorbes el aprendizaje muscular o de memoria sino el emocional y esos sentimientos, esos que se adhieren a tu cuerpo”.
El factor de la experiencia también es vital para Villamizar: “Un actor debe manejar un abanico de técnicas y herramientas muy amplio, y en un taller los participantes deben convertirse en personas de teatro, esas que asumen y entienden el funcionamiento de esta profesión en Caracas, en Venezuela. El teatro en el país, aunque parezca estar dividido en muchos grupos que trabajan a su manera, y más allá de que se sea o no seguidor de actores y formatos específicos, es impulsado por objetivos en común: seguir haciendo, entender rituales, conectar con espacios, no dejar las carteleras en blanco y buscar mover algo en el espectador”.
Para finales de este mes, Skena ha anunciado un nuevo taller que dictará el actor Abilio Torres. El nombre es Sólo Dios Basta, está centrado en los monólogos y cuesta veinte dólares.
La burocratización de la oferta estatal
Desde el comienzo de este siglo, con un Gobierno que abandonó las instituciones culturales, la Compañía de Teatro, Rajatabla, la Escuela Superior de Arte Escénico Juana Sujo o la César Rengifo dejaron de ser del todo atractivas. Todas siguen operativas; sin embargo, ya no suelen ser la primera opción para quienes quieren formarse.
En 2008 nació Unearte, ubicada en el viejo Ateneo de Caracas. Al principio, la idea de una universidad pública especializada en las artes sonaba muy bien. Jesús Navas, comunicador social y estudiante de Teatro en la institución desde 2014, ha visto cómo todo ha cambiado en ella. “Cuando yo entré había un ambiente cargado de mucho arte, artistas, profesores motivados y eso me pareció muy interesante”, recuerda Jesús. “Rompía ciertos esquemas academicistas, porque el arte se abordaba desde otro nivel, pero a medida que iba cambiando la situación del país y todo se ponía más complejo, la institución también lo fue haciendo, y fue perdiendo un poco el sentido. Hoy en día no es ni la sombra de lo que era, se ha consumido y ahogado en burocracia, en ideales que han entorpecido el trabajo artístico y eso ha repercutido en la pérdida de la infraestructura, la diáspora de maestros y el abandono de estudiantes de las distintas carreras, porque ya la institución no permite proseguir y terminar satisfactoriamente una carrera universitaria con enfoque artístico”.
Navas, antes de comenzar en Unearte, fue parte del Teatro UCAB. Desde siempre había querido estudiar artes pero fue el teatro universitario el que hizo que las escénicas se convirtieran en su bandera. Sobre la formación de un actor, director o productor de teatro, dice: “Ver el teatro como una licenciatura es darle el valor, el peso social y cultural que tienen las artes. Pero, si analizamos el panorama y los espacios de formación, encontramos muchos métodos y técnicas en distintos niveles. Pero la experiencia es lo que realmente consolida las herramientas, estar en un escenario, en una cabina, hacer una producción, construir un proceso”.
Y no, no son pocos los talleres que se ofrecen en el país. Cada grupo de teatro tiene el suyo. Muchos de los interesados suelen ver un obstáculo en el precio. Pero si quieres entrar en talleres gratuitos, o en los más económicos, hay que pasar primero por audiciones, lo que puede ser un impedimento.
Algunos de los grupos y compañías que se dedican a dictar talleres cada cierto tiempo son el Grupo Actoral 80 (GA80), DeusExMachina, Laboratorio Teatral Anna Julia Rojas, Gimnasio de Actores y Theatrón Venezuela. Antes de la pandemia, la Caja de Fósforos, en la Concha Acústica de Bello Monte, se había encargado de organizar encuentros en alianza con la embajada de Estados Unidos y la Unión Europea, formando gente en dirección y dramaturgia. Estos eran gratuitos, pero para entrar había que hacer un trabajo previo y se evaluaba tu currículo. Durante el confinamiento anunciaron una serie de encuentros virtuales, con las mismas condiciones.
La Escuela de Teatro Musical es otra de las opciones más atractivas. Esta fue creada por Claudia Salazar y Clas Producciones, que luego de producir un par de musicales en el país decidieron formar actores para el área. El programa es de diez meses e incluye clases de actuación, danza y canto. En los planes de Salazar está inaugurar la escuela en un espacio propio que permita ampliar las ofertas para los interesados, hasta ahora se han mantenido en el Centro Cultural Chacao. En 2020 Clas Producciones firmó una alianza con Go Broadway —institución que se encarga de conectar a profesores y creadores de teatro musical con artistas de todo el mundo—, con lo que surgieron varios talleres que acercaban a los venezolanos interesados en el teatro musical con Broadway.
La formación de nuevas generaciones es imprescindible en cualquier área. ¿Quién se encargará de hacer teatro en el futuro? Si bien hay muchas ofertas de este tipo, la educación en teatro debe apoyarse en personas que quieran generar espacios, producir obras de los nuevos directores o dar papeles a nuevos actores. Solo así habrá dónde aprender lo que es más importante: cómo usar la voz, el cuerpo y el corazón ante un público, sobre un escenario.