A mediados del 2009, José Álvarez-Cornett decidió organizar un evento TEDx en Caracas. Un año después, con transmisión en tiempo real en línea, TEDxTierradeGracia se celebraba en el auditorio Tobías Lasser de la Facultad de Ciencias de la UCV.
Álvarez-Cornett es físico teórico (UCV), con un posgrado de Geociencias de la Universidad de California en Berkeley y una maestría enfocada en negocios de Asia y el Pacífico de la Universidad de California del Sur. “En este reencuentro con mi Facultad —me dice— me regalaron un libro sobre los primeros tiempos de la Facultad de Ciencias de la UCV escrito por la profesora Helga Lindorf”. Allí encontró una foto del año académico 1958-1959, de los profesores fundadores del nuevo Departamento de Física y Matemáticas. Esas caras y esos nombres quedaron en su mente mucho tiempo, hasta que a mediados del 2012, en pocos días de intensa investigación, Álvarez-Cornett encontró fragmentos biográficos digitales sobre cada uno y empezó a construir sus perfiles.
Ese fue el origen de su Proyecto VES, una iniciativa de investigación independiente que estudia el aporte científico de profesionales de origen extranjero que crearon y dirigieron muchas instituciones científicas venezolanas o aportaron a la producción científica nacional durante el siglo XX. VES sirve de acrónimo doble: “Vinieron, educaron y sembraron” y “Viajaron, emigraron y surgieron”.
Para el físico, las vidas de los inmigrantes intelectuales que se especializaron en las ciencias biomédicas en Venezuela suelen ser más estudiadas que las de inmigrantes que se especializaron en las ciencias físico-matemáticas. Por ello, Proyecto VES se enfoca en las ciencias físico-matemáticas, revelando un mundo poco conocido de científicos extranjeros, diásporas tecnocráticas y personajes olvidados por las instituciones que ayudaron a formar.
Esta historia muestra cómo la academia venezolana se nutrió de inmigración, un referente para las nuevas generaciones de científicos e ingenieros. Y eso, de ida y vuelta: los que vinieron y educaron y los que emigraron y surgieron.
Arqueología digital
El Proyecto VES ha intentado sacar el mejor provecho del ciberespacio. Por eso Álvarez-Cornett lo describe como una “arqueología histórica digital”, que explora “yacimientos digitales, con información y repositorios digitales encontrados”. Lo que encuentra lo valida y lo publica en su sitio web.
Como Venezuela tiene pocos archivos digitales, en muchas ocasiones el físico ha debido indagar en archivos de otras naciones o recurrir a los familiares de las personas cuyas biografías reconstruye. Para investigar al español Víctor Sánchez-Girón Núnez (1922-2009) de la UCV, pidió al hijo del profesor un documento inédito del disco duro de su padre por correo electrónico. Para investigar al ruso Anatole Zagustin, profesor de Matemática Aplicada en la UCV, tuvo que digitalizar antiguos archivos soviéticos y usar Google Translate para acceder a fuentes rusas. También ha revisado archivos digitales de países como Estados Unidos, Argentina, gran parte de Europa occidental y Japón. Eso incluye los sistemas de bibliotecas públicas de Estados Unidos, Francia y España; los registros públicos de varios países europeos y los repositorios digitales de universidades extranjeras.
En una ocasión, el investigador encontró que la Procuraduría General de la República publicaba digitalmente las gacetas oficiales desde 1940. Ahí descubrió que el profesor Nicolás Molina González (1916-1997) —quien tomó los primeros registros de Resonancia Magnética Nuclear en la UCV— había nacido en Gáldar, Gran Canaria. “Fui a Facebook, a los grupos de canarios o relacionados con las Islas Canarias y allí publiqué mis preguntas y en menos de media hora me pude contactar con una sobrina suya quien intermedió con los hijos de Molina”. Así, logró reconstruir la biografía perdida, y descubrió, además, que Molina había escapado del franquismo en un velero clandestino.
Una larga continuidad
Los perfiles de Proyecto VES demuestran que el aporte de los inmigrantes científicos no fue solo una cuestión particular o temporal. El investigador notó que muchos venezolanos exitosos en las ciencias y tecnología habían sido formados directamente por inmigrantes o habían estudiado en las instituciones forjadas por estos. “Es decir, que existía, y existe, una continuidad, conexión o vínculo vital entre quienes vinieron y quienes se fueron”, dice.
El desarrollo de la física médica en Venezuela ilustra este vínculo. Dejando atrás la Europa despedazada por la guerra, el físico georgiano Danil Toradse llegó a Venezuela en 1950, cuando el país tenía apenas un puñado de físicos, en su mayoría extranjeros. Se incorporó a la Facultad de Ingeniería de la UCV poco después. En 1962, tras ser uno de los fundadores de la Escuela de Física, partió a Alemania para un sabático, y allí conoció al físico alemán Manfred Hunger (1955-2003), cuando este culminaba su doctorado y lo convenció de seguir sus pasos. Hunger llegó a Venezuela en 1964 y creó el Laboratorio de Física Molecular de la UCV.
En ese laboratorio, a partir de 1966, se inició la investigación de la resonancia magnética nuclear y de otras áreas de la física experimental. En ese tiempo, los hermanos Miguel y Rafael Martín-Landrove —hijos de cubanos—, se asentaban en Venezuela. Rafael hizo su doctorado en MIT, en Boston, mientras que Miguel lo completó en el laboratorio del doctor Hunger, donde se introdujo en el mundo de la resonancia magnética nuclear durante los años ochenta.
Cuando en los noventa proliferaron las radioterapias y la resonancia magnética médica, Venezuela se encontró sin personal preparado para esta área y los médicos aprendían a usar los equipos, dejándole el mantenimiento y operación a empresas contratistas. Los Martín-Landrove cambiaron aquello. Fueron los primeros especialistas en aplicar la resonancia nuclear a la medicina en Venezuela y coordinaron el posgrado y la especialización en Física Médica de la UCV.
Desde el georgiano Toradse, pasando por el alemán Hunger, hasta los cubano-venezolanos Martín-Landrove, se hizo una larga conexión que culminó en el desarrollo de la Física Médica en el país.
“Esa es la clase de cosas que trato de destacar con mis investigaciones, para que la memoria de lo que hemos hecho no se pierda”.
Vinieron de todas partes
Álvarez-Cornett ha investigado también el aporte científico de varias diásporas poco estudiadas cuyos miembros llegaron a Venezuela. Entre estas destaca la holandesa, cuyo aporte, según el Proyecto VES, ha sido constante desde tiempos remotos, por la cercanía geográfica de las Antillas neerlandesas. Ello incluye: la mirada cartográfica holandesa de Venezuela en el siglo XVII; las investigaciones de la flora caribeña venezolana de Nikolaus Joseph von Jacquin (1727-1817); los estudios de Pieter Wagenaar Hummelinck (1907-2003) sobre la planta de agave y la fauna reptil del norte de Venezuela; o el descubrimiento de un nuevo género de crustáceo en el Cayo Bequevé de Los Roques, en 1980, por el biólogo Jan H. Stock (1931-1997) de la Universidad de Ámsterdam.
Pero el aporte holandés esencial ha sido en la geología, dice el investigador, por los geólogos de la Shell en Venezuela durante el período de las concesiones. Entre estos está el proyecto M-6, en Zulia, “pionero en el mundo en la recuperación secundaria de crudos por inyección de vapor” y el apoyo tecnológico del Netherlands Engineering Consultants Group a la construcción de diques en la Costa Bolívar del Zulia. También figura el experto en telecomunicaciones Jan Deketh (1904-1069), de la Unión Internacional de Comunicaciones, asignado por varios años a Venezuela y con cuyo nombre fue bautizado un edificio de Cantv.
La presencia japonesa en el Caribe y América Latina, que comienza en 1614, es una de las investigaciones más novedosas del Proyecto VES. La inmigración japonesa comienza en Venezuela con la llegada de Seijiro Yazawa (1901-1988) en 1928. En 1931, este ayudó a una docena de pescadores japoneses a venir desde Panamá.
Dice el investigador: “A pesar de haber sido una inmigración muy pequeña, ha sido notable la influencia japonesa en el desarrollo científico y tecnológico del país. En especial en las ciencias biomédicas: la microscopía electrónica (con el doctor Mitsuo Ogura), ciencias de los materiales (con el profesor Kozo Ishizaki), ciencias de los alimentos (con la profesora Makie Kodaira) y en las ciencias del mar”.
Esa inmigración tuvo particular impacto en Cumaná. Un antecedente es la llegada del barco experimental japonés Bosomaru en 1955 — para investigar el potencial atunero del Caribe. Y en 1959 se fundó la empresa japonesa-venezolana Flota Pesquera de Altamar, que trajo otros pesqueros japoneses.
Taizo Okud, químico oceanográfico, dirigió el Instituto Oceanográfico de Venezuela (IOV) de la Universidad de Oriente en Cumaná. En el oriente venezolano también trabajaron Kenji Kato, oceanógrafo químico del IOV; y Jiro Fukuoka (1922-2004), oceanográfico físico adscrito a la Estación de Investigaciones Marinas de Margarita de la Fundación La Salle y posteriormente el IOV.
Por su parte, el profesor venezolano Manuel Brito, por ejemplo, hoy es investigador en Ciencias de los Materiales y Energías Limpias en la Universidad Yamanashi en Kofu, Japón.
La migración polaca creció tras la Segunda Guerra Mundial, cuando llegaron unos 4.000 refugiados; y se incrementó luego, con los que escapaban del régimen comunista en Polonia. Estos profesionales aportaron en medicina y agronomía, también y en áreas culturales, como la bailarina de ballet Nina Novak y el lingüista Ángel Rosenblat (1902-1984).
Según Álvarez-Cornett, “los aportes de la inmigración polaca vienen del siglo XIX, con la figura del ingeniero y arquitecto Alberto Lutowski (1809-1871)” quien construyó caminos y edificaciones e inventó nuevas máquinas agrícolas. Luego el arquitecto e inmigrante Leszek Zawisza escribió su biografía. Entre los primeros polacos en llegar, están el entomólogo agrícola Wacław Szumkowski (1891-1967) que combatió las plagas del algodón en Venezuela y fue profesor de la Facultad de Agronomía de la UCV y el médico oftalmólogo Edward Grom (1917-1998), profesor de medicina en la UCV
Los personajes polacos que salpican las investigaciones de Álvarez-Cornett son variopintos. Figuran los arqueólogos Andrzej T. Antczak y Maria Magdalena Antczak, que se han enfocado en las estatuillas prehispánicas excavadas en Los Roques; y el físico Jerzy Gintel que llegó en 1953 y estudió materiales dieléctricos. Gintel enseñó a varias generaciones de físicos en la UCV a partir de 1958, manejó su propia revista científica y trabajó en la Electricidad de Caracas.
También entre los polacos está la tanda de la Universidad de Los Andes: Teresa Szwacka, estudiosa de las propiedades ópticas de transporte y especialista en cristalografía; Witold Giriat, físico especializado en materiales semiconductores que junto a su esposa Jolanta Stankiewicz partirían al IVIC en 1958; el físico George Bemski que tras graduarse de la Universidad de Berkeley dirigiría el laboratorio de resonancia magnética de ese instituto.
La investigación de Álvarez-Cornett redescubrió también a Ildikó Fényes, inmigrante húngara que llegó junto a sus padres y hermana en 1947 a bordo de un barco del ejército estadounidense. Feynes fue la primera profesora de Física en Venezuela, en la UCV, en 1962.
Y al físico georgiano Danil Toradse que, tras ser teniente en el Ejército Rojo y prisionero de guerra en un campo alemán, llegó al país en 1950 y fundó la Escuela de Física y Matemáticas de la UCV junto con otros científicos.
Casos aún más particulares son “el misterioso físico austríaco Juan Gschwendtner”, excapitán de la Luftwaffe y profesor de Física e Hidrología en la UCV. De Gschwendtner nadie sabía nada, dice Álvarez-Cornett, y las pistas más importantes aparecieron en un recuento de una sesión espiritista en la ciudad de Nueva York.
Días científicos en la televisión venezolana
La divulgación de la ciencia en la televisión venezolana ha sido otro foco de Proyecto VES. “Empezó en RCTV”, dice Álvarez-Cornett, “Es una lástima que los primeros programas de televisión fueran en vivo, pues no quedó nada grabado”. Más tarde sí grabaron, pero en 1961 hubo un gran incendio en RCTV que destruyó muchas de las cintas que estaban en el archivo.
Proyecto VES intentó reconstruir este momento definido por dos programas de RCTV: El reino animal (1954-1962), conducido por el profesor y biólogo Alonso Gamero (1923-1980), y Ventana a la ciencia (fecha de inicio incierta), dirigido por el profesor español Francisco de Rossón y patrocinado por la Asociación Venezolana para el Avance de la Ciencia.
“En un país en donde a casi nadie le importa la ciencia, que la divulgación científica se haya iniciado en un canal de televisión privado es algo que pudiera parecer extraño”, dice el investigador, “más no lo es tanto si consideramos que entre los fundadores de RCTV están los Phelps”, una familia de empresarios y ornitólogos que identificaron unas doscientas especies de aves y crearon la Colección Ornitológica Phelps, la más grande de América Latina que para 1990 contaba con 76.300 aves disecadas.
De 1968 a 1969, el doctor Marcel Roche (1920-2003) —presidente del Consejo de Investigaciones Científicas y Tecnológicas— tuvo el programa semanal de televisión La ciencia entre nosotros, en el canal público TVN-5. Allí, vistiendo bata blanca, buscaba “presentarle a los venezolanos la ciencia hecha en el país”, dice Álvarez-Cornett. En 1987 Roche ganó el premio Kalinga para la Divulgación de la Ciencia de la UNESCO.
La diáspora STEM
Álvarez-Cornell bautizó como “Diáspora STEM” (Science, Technology, Engineering and Mathematics) al grupo de venezolanos graduados en Ciencia, Ingeniería y Medicina que han salido del país desde mediados de los ochenta y se han radicado en diferentes partes del mundo.
En 2013 había cerca de 9.000 venezolanos científicos e ingenieros en Estados Unidos, según un estudio del sociólogo Iván de la Vega, basado en datos de la National Science Foundation. Obvio que el número se ha incrementado desde entonces. Entre otros, figuran en ese grupo: L. Rafael Reif, presidente de MIT; Mario Vecchi, de PBS; y Evelyn Miralles, ingeniera informática especializada en realidad virtual de satélites en la NASA.
Miles de venezolanos han logrado insertarse en un ámbito internacional donde la ciencia es cada vez más “tecnocientífica, interdisciplinaria, colaborativa pero competitiva, transnacional y organizada en redes”, dice Álvarez-Cornett.
“Si no eres parte de esta red, estás fuera, y por la destrucción de la infraestructura científica y tecnológica en Venezuela, el futuro de la ciencia venezolana es muy incierto”.
Pero, en un mundo de redes científicas, agrega, “es fabuloso que haya una cantidad de venezolanos en estas redes en países como Estados Unidos”, pues el apoyo de la diáspora STEM al desarrollo futuro de la ciencia en Venezuela será fundamental.
Según el investigador, la diáspora STEM no debería considerarse como fuga de talentos sino como un activo tecnocientífico de Venezuela: “venezolanos insertos en nodos internacionales donde se está desarrollando la ciencia y tecnología de punta”.