Más que una amenaza, las palabras que pronunció el entonces ministro de Salud en 2014, Henry Ventura, fueron un presagio: dijo entonces que el boletín epidemiológico semanal no saldría “más nunca” y que en su lugar se realizarían ruedas de prensa que nunca se organizaron. La promesa terminó por materializarse en 2017, cuando se publicaron de forma accidental y tardía las estadísticas acumuladas del año anterior. Brotes, epidemias y enfermedades ya erradicadas se han propagado por todo el país frente a un sistema de vigilancia debilitado y que alguna vez llegó a ser pionero en el continente. Ahora, ante el reto global de contener la pandemia por el virus SARS-CoV-2, el Ministerio de Salud adeuda más de 200 boletines: el equivalente a casi cuatro años en estadísticas sanitarias y el silencio epidemiológico más prolongado desde su fundación.
La historia del boletín epidemiológico semanal se remonta a finales de la década de los años treinta y acumula más de ocho décadas de esfuerzos por documentar y analizar la incidencia de más de 70 enfermedades de notificación obligatoria. Diariamente, las direcciones de epidemiología de cada estado recolectaban y sistematizaban la data de acuerdo con los estándares de la Clasificación Internacional de Enfermedades. Posteriormente, la Dirección de Epidemiología del Ministerio de Salud recibía esos datos en Caracas y los revisaba cuidadosamente antes de divulgarlos semanalmente.
La primera publicación del boletín ocurrió en 1938, con la fundación de la División de Epidemiología y Estadística Vital del entonces Ministerio de Sanidad. Su diseño y ejecución se deben al doctor Daría Curiel Sánchez, un eminente médico venezolano que lideró la campaña para erradicar la viruela y que dejó un legado regional para la recolección y análisis de estadísticas de salud.
“Venezuela fue pionera y tuvo un boletín con esas características, de publicación semanal, incluso antes que los Estados Unidos”, explicó el exministro de Salud e integrante de la Red Defendamos la Epidemiología Nacional, José Félix Oletta.
La frecuencia semanal para sistematizar y publicar datos referentes a la salud no es casualidad. De acuerdo con Oletta, esta metodología permite hacer un seguimiento constante del comportamiento de las enfermedades infecciosas y de otras amenazas sanitarias de manera oportuna y continua. También facilita la vigilancia de estas enfermedades en el tiempo, y favorece la anticipación de acciones y preparativos de salud pública.
Antes de las facilidades de la era digital para el procesamiento de grandes bases de datos, explicó Oletta, las estadísticas epidemiológicas se plasmaban en tarjetas perforadas, unas cartulinas que contenían información en forma de perforaciones según un código binario.
“Se hacía de forma manual, en una pequeña oficina, con tarjetas Hollerith, unas tarjetas de cartulina que se pinzaban para registrar los datos. Ahora que es más fácil hacer todo, ya no tenemos estadísticas públicas”, lamentó. “Es una obligación para las buenas prácticas de salud pública y todos los países del continente tienen boletines semanales con información actualizada. La información sanitaria es de interés general y pertenece a los ciudadanos”.
El boletín epidemiológico semanal funcionaba como una especie de brújula que le permitía a la doctora y presidenta de la Sociedad Venezolana de Infectología (SVI), María Graciela López, aproximarse al diagnóstico de sus pacientes.
“El boletín nos orienta a nosotros los infectólogos. Nos permite reconocer y saber rápidamente las enfermedades que estamos viendo en la consulta y poder determinar la causa”, explicó López. “Antes yo revisaba el boletín y veía, por ejemplo, que en las últimas semanas se había registrado un aumento de casos de diarrea por rotavirus. Eso me permitía orientar a mi paciente y enfocarme en los aspectos preventivos: alertar a esa familia o a esa comunidad sobre el incremento de casos”.
Sin el boletín semanal, los médicos venezolanos solo tienen una lejana aproximación de la incidencia de algunas enfermedades. Se guían por el incremento de consultas en los centros asistenciales. Sin embargo, lo que pasa en un centro de salud puede ser distinto a lo que pasa en otro, a kilómetros de distancia y en otras regiones del país.
“Tienes una idea de que algo está muy mal, pero no tienes ninguna certeza y hay un margen de error muy amplio”, aseguró el pediatra epidemiólogo y jefe del departamento de Medicina Preventiva y Social de la escuela de medicina Luis Razetti de la Universidad Central de Venezuela, Alejandro Rísquez.
Promotores de la censura
Hasta agosto de 2007, el boletín epidemiológico se había publicado de forma continua durante 69 años. Su repentina interrupción tuvo que ver con otro hito para el Ministerio de Salud: la llegada del coronel del Ejército Jesús Mantilla al despacho, el primer militar en ocupar un puesto en el que siempre habían trabajado civiles.
Para entonces, la censura del boletín se extendió por cuatro meses y coincidió con el incremento de casos de dengue en el país.
A partir de 2008, la divulgación de la información epidemiológica se hizo más escasa e intermitente, hasta que en 2016 la publicación quedó retenida oficialmente en el despacho de Salud mientras el zika, la difteria y la malaria proliferaban en Venezuela.
Meses después, a principios de 2017, las estadísticas sanitarias salieron a la luz por última vez. Algunos médicos dicen que fue una filtración. Otros, que fue un accidente. Pero la divulgación del boletín epidemiológico de la semana 52 de 2016 (la última semana del año y el acumulado anual) mostró un país irreconocible y confirmó que la crisis de salud era peor de lo que se pensaba.
El último boletín reveló que aumentó 30 por ciento la mortalidad infantil y 64 por ciento la tasa de mujeres que murieron durante el embarazo.
Confrontar el silencio epidemiológico
En un país donde las cifras escasean tanto como los otros bienes, los médicos han tenido que arreglárselas para aproximarse a la dimensión de la crisis. “Ha sido una tarea reconstruir la información epidemiológica”, aseguró Oletta. Tanto él como Rísquez, al igual que muchos otros, se han volcado a los reportes de organismos internacionales, como la Organización Panamericana de la Salud, para armar el escenario epidemiológico en el país.
“Encontrar la información oficial venezolana en organismos internacionales es como armar un rompecabezas. Lo que reporta el Estado afuera son cifras desactualizadas. Buscamos en un sitio y otro, en reportes de prensa, y contrastamos la información”, explicó el exministro.
A la par de esta práctica, Rísquez explicó que hay médicos que están trabajando desde 2010 con Google Trends y monitorean los medios para confirmar que los casos de algunas enfermedades son mayores que los reportados por el gobierno.
Pero pese a los esfuerzos que han hecho los médicos por conocer, documentar y divulgar la realidad epidemiológica del país, estas acciones no reemplazan el rol del Estado, que cuenta con los recursos y la infraestructura y tiene la responsabilidad de difundir las cifras.
“A la ausencia absoluta del boletín epidemiológico se suman las limitaciones diagnósticas en todas las instituciones de salud pública en Venezuela. No tenemos laboratorios bien dotados y, por tanto, no tenemos cómo confirmar los casos”, lamentó López.
La presidenta de la SVI alertó que es necesaria la divulgación detallada de los casos de Covid-19 en el país y subrayó la importancia de la difusión del boletín ante la agudización de otras enfermedades, como el dengue, la tuberculosis y la hepatitis.
Para mediados de octubre de 2020, el gobierno venezolano reportó 5.653 casos acumulados de dengue a la OPS. En su última alerta epidemiológica, la organización exhortó a los gobiernos regionales a “observar con cautela el comportamiento del dengue en algunas áreas de Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela”.
La epidemia de difteria, una enfermedad que se puede prevenir con la vacuna, reapareció en 2016 y continúa activa en el país, según los datos suministrados por el gobierno a la OPS. A mediados de septiembre, Venezuela reportó cinco contagios y dos defunciones en lo que va de año.
Las estimaciones de la Red Defendamos la Epidemiología Nacional divulgadas a principios de este año apuntan a que en 2019 también se registró un incremento de los casos de tuberculosis, con 13.000 contagios nuevos.
“Nos ha tocado asumir un rol que no nos corresponde. Hasta la Academia de Medicina está tratando de ofrecer una respuesta a la población ante la falta de información oficial. Nosotros no somos los entes calificados para esto, nuestro rol principal es ofrecer atención directa al paciente. Esto es algo que le corresponde al Estado”, afirmó López. “Tenemos casi cuatro años sin información epidemiológica y esto llegó a una situación extrema”.