Desde que el lunes 16 de marzo se decretó la cuarentena nacional a causa de la pandemia del Covid-19, no ha habido clases presenciales en ninguna de las modalidades ni niveles educativos. El Ministerio de Educación dio unos lineamientos a las instituciones para proseguir con un tercer lapso a distancia por lo que queda de año escolar. Pero con apagones y conectividad intermitente, ¿cómo es eso posible?
El sistema educativo venezolano, ya en jaque entre tantas dificultades, no podía estar preparado para una contingencia de esta magnitud. La tensión crece con una educación a distancia a juro, que se “planifica” sobre la marcha y que requiere métodos para los que la mayoría de los docentes no fueron instruidos. Para los profesores de la “vieja escuela” ajenos a la tecnología, todo este panorama representa, más que un reto, un terrible dolor de cabeza.
Un momento para que todos aprendan
Hay cierta variedad de pensamientos en torno a lo que debería ser la educación en línea. Hay instituciones y representantes que exigen que a sus hijos se les envíe la mayor cantidad de asignaciones posibles para que tengan mucho que hacer en el día y se continúe con la disciplina en sus hábitos de estudio; otros consideran que el flujo de tareas no debería ser tan arbitrario porque agrega estrés a una realidad ya bastante compleja y se debería priorizar la salud mental y emocional del niño; y otros más piensan que el año escolar debería ser promediado con las calificaciones ya obtenidas antes de esto y cerrar.
Más allá de todo esto, la realidad es que si el docente no produce, no recibe paga, al menos en el sector privado, y que más que calidad, se busca cantidad.
“Esta generación que se está formando ahorita, si nos vamos a hacer recuento histórico de los últimos cinco años, ha vivido una serie de situaciones complejas”, dice Antonio Pérez, profesor con más de 25 años de experiencia, que trabaja como coordinador de Planificación y Evaluación en un reconocido colegio del oeste caraqueño. “En 2014, y 2017, protestas; el año pasado, el apagón, y ahora esto. Estos estudiantes han tenido pérdidas de clase significativas”. Pero él cree que se pueden sacar buenos aprendizajes e iniciativas rescatables de la circunstancia, que a lo mejor no son novedosas en sí mismas pero sí pueden enriquecer la educación venezolana, que siempre se basó en un modelo presencial y mantuvo fuera de su radar muchas plataformas y métodos.
En este contexto inédito, se juega al ensayo y al error, y los docentes deben probar distintas opciones, recomendarse plataformas entre sí y tratar de mejorar el proceso a medida que se normaliza el encierro. “Antes de esta contingencia”, continúa el profesor, “un grupo de profesores de Inglés de 4º y 5º año venían aplicando la plataforma EdModo; uno de Matemáticas de 1º año ya usaba Google Classroom”. Otros docentes trabajan con cuentas de Instagram o dan clases por YouTube y videoconferencias por Zoom. El mismo colegio usa otras plataformas como Encuesta Fácil, Google Forms, Flubaroo, ClassMarker, Socrative, QuestBast y TestMoz, para la evaluación en línea y al momento de dar clases a distancia.
Dos educadores de dos colegios del este de la ciudad, Víctor González (34 años) y Catalina Arreaza (31 años), cuentan que en sus institutos se ha decidido trabajar con Google Classroom. Víctor explica que es la plataforma que más rinde pues parece no necesitar demasiada señal para funcionar; pero Catalina difiere: “No es una herramienta que yo utilizaría trabajando con primaria, no puedes estar presente como hace falta con los niños de esa edad”.
A toda hora
Resulta evidente que se ha sacado a la educación venezolana de su zona de confort y que, si bien hay una población creciente de profesores jóvenes, ya que muchos profesionales de más experiencia han emigrado, aún hay en las instituciones docentes de la vieja guardia que no están acostumbrados a estos métodos y para quienes esto ha sido un choque fuerte, con la cantidad de trabajo extra y la distorsión de horarios que esta situación ha generado.
Ha sido la experiencia del educador Víctor González: “No se cumple un horario establecido para laborar, sino que ahora hasta altas horas de la noche podemos estar pegados a un computador revisando o atendiendo dudas”. Todo esto al tiempo que se busca no perder la conexión docente-alumno. “Los estudiantes están abarrotados, recibir una gran cantidad de actividades al mismo tiempo y tener un mismo lapso para la entrega, los ha hecho sentirse agobiados, desear tener clases regulares para liberar lo que es estar todo el día haciendo actividades e investigando en la web”.
Este agobio también es vivido por los padres y representantes por el problema del acceso a internet y la electricidad. Quieren cumplir con las exigencias de las instituciones, pero no pueden hacerlo. Para algunos profesores, esta contingencia revelará la voluntad de sus alumnos: el que quiera aprender lo hará a pesar de las dificultades, y el que no, se agarrará de toda excusa posible para no hacerlo. Pero al final del año escolar, igual será promovido gracias a las políticas del Ministerio de Educación.
Claudia Salazar, de 25 años, profesora de un pequeño colegio del oeste caraqueño, explica que “nos sentimos presionados en producir, en mandar y en hacer, en que los padres vean que del lado de los profesores se está haciendo algo para poder justificar un sueldo”. Los cuatro docentes coinciden en que sus colegios han mantenido el compromiso económico y se les ha pagado su quincena sin retraso. Antonio añade que “tener una seguridad laboral en este momento es muy importante, eso se agradece”. Catalina dice que sabe que varios colegios han hecho ajustes a sus cuotas mensuales, las han bajado, pero aún así no deben dejar de pagar a sus educadores. “El uso de internet, en mi caso, es por los datos del celular, entonces, imagínate la cuenta del celular que va a venir y todas las recargas que he hecho”.
A diferencia de los colegios privados, las instituciones públicas están obligadas a seguir los lineamientos del Ministerio que han sido casi nulos. “Cada familia, una escuela” es el eslogan; y dos han sido las propuestas emanadas: la primera, ver VTV, que da “todos los contenidos pertinentes” desde primaria hasta bachillerato, y la segunda, que los alumnos elaboren un portafolio que debe ser enviado a los profesores.
No hay más. Solo eso.
Al respecto, señala el docente Antonio Pérez: “Las líneas del ministerio primero no están claras, segundo, están buscando atacar un problema educativo desde un punto de vista político, y tercero, no están orientadas a la realidad del país”. En general, las medidas tomadas por el Ministerio causan rechazo y resultan incongruentes con la realidad educativa nacional.
El profesor Víctor González, quien trabaja también en un liceo, comenta que es allí donde realmente se ven las desventajas de la población estudiantil de bajos recursos. Los lineamientos del ministerio le parecen absurdos, pues plantear una educación en línea es más aplicable para quienes asisten a colegios privados que para quienes van a los planteles públicos. A esta opinión se suma la de la docente María Victoria Salas (55 años), educadora con más de 20 años de experiencia que actualmente es Coordinadora del CRA (Centro de Recursos para el Aprendizaje) en una institución técnica del Estado: “mi opinión es que los lineamientos del Ministerio no van a llevar a ningún aprendizaje significativo, creo que el aprendizaje debería tomar otra ruta, el aprendizaje no es solamente académico.” Al mismo tiempo, existe una gran problemática porque hay varios docentes que no cuentan con PC, ni con un teléfono inteligente que les permita establecer o recibir trabajos de sus alumnos.
Por su parte, los representantes consideran que el contenido que se muestra en VTV es insuficiente y demasiado básico, están inconformes y varios se han negado a hacer el portafolio porque carece de sentido y es más un retroceso que un avance, así lo asegura la profesora María Victoria, quien también duda de que los muchachos aprendan algo así, y poco confía, a su vez, en el compromiso y disciplina de los padres para educar a sus hijos, pues priman las necesidades alimentarias, laborales y del hogar, avocarse solo al estudio de los muchachos puede resultar una tarea complicada, a veces, imposible: “La casa no es la escuela”.