Elvys Ustariz tenía 14 años la primera vez que se prostituyó. Aún recuerda cuando le pidieron sexo oral desde una camioneta que se estacionó en la avenida Luis Roche de Altamira, en el este de Caracas. No es algo en lo que normalmente pensaría un adolescente, pero aceptó. No fue una decisión que maquinó por mucho tiempo.
Era constantemente maltratado y abusado sexualmente por el marido de su madre, por lo que huyó de casa y terminó mendigando. Ahora, con 28 años, Elvys comenta desde su casa en la barriada de Carapita, en el suroeste de Caracas, que si su madre en algún punto lo hubiese defendido de su padrastro, seguramente no hubiese terminado en las calles.
La prostitución en su vida ha sido un trabajo que va y viene, pero los años se convirtió en su fuente de ingresos más sustentable. De los 14 a los 20 se mantuvo muy activo:
—La mayoría de mis clientes eran hombres mayores, casados y con hijos, que tenían sus apartamentazos en Altamira, La Castellana y Los Palos Grandes. Llegaban con sus camionetas último modelo y me llamaban desde lejos a ver si aceptaba. Así conocí muchos de esos edificios.
Los pagos variaron al ritmo del dinero y las divisas:
—La primera vez que lo hice el señor me regaló cinco dólares. No recuerdo qué hice con ellos. He trabajado también en zapaterías, licorerías y otros negocios, pero nunca se gana igual. Por eso llaman esto la vida fácil.
Desde diciembre, Elvys comenzó a notar la merma en los clientes y por tanto un desplome en sus ingresos. En estos momentos de cuarentena no tiene ni un solo cliente. Ni siquiera en vz.skoka.com, en donde ofrece servicios como si fuese un anuncio de periódicos. Cuando los clientes no tienen los 20 dólares que él cobra por una hora y media de servicio, le pagan 10 dólares, o en su defecto resuelven con una Harina PAN, o con un paquete de arroz y azúcar. Es eso o no comer. Algunas veces Elvys debe dormir con el estómago vacío.
Nury Pernía, directora de la ONG Asociación de Mujeres por el Bienestar y Asistencia Recíproca (Ambar), dice que a partir de 2010 el trabajo sexual en Venezuela decayó:
—Ya no es rentable como trabajo ni para las mujeres ni para los hombres.
Con la llegada del covid-19 el panorama se complica más y todos los tipos de trabajadores sexuales lo sufren por igual. Sin embargo, recalca que “la más grave situación la están atravesando las trabajadoras sexuales de la vía pública, las mal llamadas caminadoras”. En ese contexto, que Ustariz haya migrado a la web no es una sorpresa para Pernía:
—Si todos los trabajos se han reinventado, pues claro que las trabajadoras sexuales lo tenían que hacer y la vía online es la forma.
El alto estándar de Pasión
Algunas trabajadoras ni siquiera piensan en aceptar un paquete de comida como pago. Son conscientes que este tipo de trabajo vale mucho más. Además, eso termina por afectar el negocio al devaluar los precios. Según Pernía, las tarifas por prostitución pueden ir desde los 10 hasta los 500 dólares, e incluso más. En el caso de Pasión son 200 dólares.
Por las fotos en el perfil de Skoka, Pasión parece estar acostumbrada a los flashes y fácilmente podría ser una modelo codiciada por marcas nacionales, promocionar ropa, accesorios o alimentos. Tiene la piel bronceada, un cuerpo bien torneado y el cabello oscuro muy largo y cuidado. Su abdomen plano y delineado hace pensar en liposucciones HD, mientras que sus senos y sus glúteos se ven construidos en un quirófano. En el aviso colocado en el sitio web dice “Servicios Calidad alto standing hot calientes vive tu mejor experiencia y servicios conmigo. Tengo amigas dispuestas a todo. Somos independientes. Dispongo de muchas amigas maduras y jóvenes nuevas en esta zona, bajo costo y excelente atención”.
Nury Pernía comenta que las trabajadoras de “alto estándar” de verdad suelen ser independientes, aunque hay algunas controladas por personas poderosas.
Las tarifas de Pasión son variadas cuando la contactas por WhatsApp. De inmediato un mensaje te indica que el número es una cuenta de una empresa. Luego salta otro mensaje en el chat lleno de emojis y, con mucha claridad, el costo de sus servicios diferenciados: una hora con ella cuesta 60 dólares y pasar la noche 200. Así que con solo tres clientes para pasar la noche y dos de una hora, Pasión percibiría 720 dólares por mes, un sueldo que sobrepasa incluso el salario mínimo de países como Chile, que es de 490 dólares, o Perú, fijado en 381.
Nury Pernía, quien lleva 25 años apoyando a las trabajadoras sexuales, explica que las más pobres cobran entre 20 y 60 dólares. Desmiente sin embargo que con varios clientes puedan tener una vida medianamente decente:
—No tienen un proyecto de vida que aplicar o desarrollar, por lo tanto el entorno de la prostitución las sumerge.
Pasión decide no hablar cuando le escribo con la intención de entrevistarla. Los mensajes dejan de llegar a destino, por lo que infiero que bloqueó mi contacto. El miedo de quedar al descubierto sigue latente en estos trabajadores, quienes siempre han sido discriminados y denigrados, sin programas de salud pública ni mucho menos leyes que les den un lugar en la sociedad.
Después de los treinta no eres tan rentable
Miranda conoce bien estos problemas. Tenía solo 19 años —hoy tiene 30– y la impulsó a dar el paso el no tener cómo darle de comer a su bebé. A sus familiares les dice que trabaja como comerciante.
Según Pernía, Miranda está entrando en la edad en la que las trabajadoras sexuales dejan de ser rentables, comienzan a requerirlas menos y hasta cierto punto son marginadas. Los mejores años son entre los 18 y 30 años, pero eso no quita que las haya incluso hasta de 70.
En Venezuela no hay información estadística confiable sobre la prostitución. Los informes del Ministerio de Salud incluyen solo los establecimientos en donde operan estas personas, mientras que las ONG ofrecen estimaciones, pero en su mayoría no se avocan a la prostitución, sino a la trata de personas y la prostitución infantil, por lo que hay un subregistro.
Para 2006, según el antiguo Ministerio de Sanidad y Desarrollo Social, en Venezuela había 557.000 mujeres ejerciendo la prostitución. Estos datos fueron expuestos en un informe Sombra, que varias ONG presentaron en 2006 ante la Convención sobre la Eliminación de Toda Forma de Discriminación contra la Mujer (Cedaw por sus siglas en inglés). En ese entonces, el organismo hablaba de un subregistro del 70 %, por lo que estimaba que millón y medio de mujeres venezolanas vivían en esta situación. No obstante, estos datos solo hacen referencia de prostitución femenina.
Miranda seguramente tampoco forma parte de la base de datos, porque trabaja en línea. Ahí ella también nota que el ritmo está “flojito, pero no en quiebra”. El covid-19 la ha afectado y eso la obligó a bajar su tarifa, por los momentos está en 40 dólares, sin contar el taxi que la lleve al lugar de encuentro, en donde la espera el cliente.
Ejercer en tiempos de pandemia
La llegada del virus al país y la activación de la cuarentena han complicado el ejercicio del oficio. Acudir a una cita significa exponerse a un posible contagio. No basta usar preservativo para mantenerse sana, utilizar tapaboca durante el acto sería lo ideal, pero la realidad es que este deja de ser una prioridad. Miranda teme acabar enferma y contagiar a su hija, así que cambió los moteles por la comodidad de su casa y desde un celular continúa ofreciendo servicios.
Estar con Miranda cuesta lo mismo que comprar 14 botellas de refresco de dos litros. Con la pandemia y el distanciamiento social pasó de atender a ocho clientes por semana a vender videos sexuales, atender llamadas calientes y vender fotos porno. Con su teléfono, intenta hacerse las mejores fotos y grabar videos que cobra a un dólar por minuto. “Por lo general el video dura 15 minutos, así que si lo quieres debes pagar su valor”.
–En este confinamiento, lo único que rinde es el sueño. Sin el confinamiento, con lo que se ganaba, si hay buena administración se puede resolver, mas no vivir de lujos.
Sobre la dificultad del oficio, Miranda admite que es peor al principio:
—Ya después entras en un vicio y te adiestras con el tiempo.
En ese adiestramiento, aprende técnicas de seducción, maneras de generar más placer y por ende, de encantar al cliente para que vuelva.
Pero una parte de la dificultad del oficio es la discriminación que incluso el Estado promueve. A estas personas el gobierno no las reconoce, y les niega acceder a la Seguridad Social. Miranda entra en la clasificación de trabajadoras sexuales de internet. Nury Pernía me explica que hay más tipos de trabajadoras, como las de vía pública, las de centros de batalla, trabajadoras de sitios de encuentro como tascas, night clubs, trabajadoras de centros de masajes, trabajadoras de hoteles y damas de compañía, cada una con sus normas y tarifas.
Con el pasar de los años muchas de estas mujeres han migrado. Pernía relata que antes la mayor cantidad de prostitutas se concentraban en los estados petroleros, pero con el auge de la crisis y la caída de los precios del crudo, las regiones fronterizas se transformaron en el nuevo foco de la prostitución.
Dentro de este mundo hay muchos peligros, el abuso sexual, la agresión física y hasta la muerte. Miranda está consciente de ello:
—Creo que cuando te dedicas a este negocio debes transformarte en una psicóloga que sabe con qué tipo de cliente tratar. No lidio con gente que me da mala espina y mucho menos con violentos, por eso nunca me ha pasado algo malo.
Pero insiste en que la prostitución no es fácil:
—Fácil es estar sentado en un salón y tomar apuntes, aprender cosas nuevas. Pregúntale a muchos si se atreverían a lidiar con los genitales de un desconocido. Sin contar el trato que te pueden dar. Esto es como delinquir, la única diferencia es que un ladrón roba y nosotras nos sudamos encuentro a encuentro nuestro dinero.
Nury Pernía dice que la razón por la cual en Venezuela hay tan pocos datos sobre la prostitución es que el gobierno no la considera un problema de salud pública o social, sino como un tema del cual es mejor no hablar porque causa incomodidades. A ella la alarma la relación de este oficio con enfermedades e infecciones de transmisión sexual, con el consumo de drogas, y con el tráfico y la explotación sexual. Que el Estado evada el problema contribuye a violaciones de múltiples artículos de la Constitución y de la Ley Orgánica sobre el Derecho de las Mujeres para una Vida Libre de Violencia, e ignora el papel que juega el hombre dentro del ejercicio de la prostitución.
Ahora que los casos de covid-19 pasaron de 30.000, la actitud de algunos clientes ha cambiado. La insistencia por concretar un encuentro es mayor, comenta Miranda, pero la realidad es que ahora más que nunca hay que mantener el distanciamiento social. También es cierto que la venta de fotos y videos —o “packs sexuales”, como se les conoce— no es tan rentable. Muchos clientes prefieren acudir a una página de pornografía y ver el contenido de actrices reconocidas sin gastar un solo bolívar, por lo que Miranda espera que pronto esta pandemia pase, y Elvys continúa a la espera de un cliente para romper con la mala racha que comenzó en diciembre.