En este país donde casi todos decimos pertenecer a algún equipo de béisbol -yo soy de las Águilas del Zulia, por ejemplo, uno de los grandes amores de mi vida- no todo el mundo sabe que la Liga Venezolana de Beisbol Profesional, LVBP, ha estado ligada de cerca con la Major League Baseball de Estados Unidos, MLB, desde sus inicios en 1945. Y fue así hasta 2019, cuando el vínculo no desapareció del todo pero cambió en su naturaleza. En los últimos días de agosto, la MLB anunció que ningún jugador o profesional de béisbol afiliado con sus clubes podía participar en la próxima temporada de la LVBP, mientras no tuviera una autorización oficial de la Oficina de Control de Activos de los Estados Unidos, OFAC, la oficina del Departamento del Tesoro de ese país que ha estado emitiendo sanciones contra individuos e instituciones del régimen de Nicolás Maduro. La misma que lanzó el 5 de agosto la ronda de sanciones que prohíben toda relación de ciudadanos o entidades estadounidenses con ninguna entidad del Estado venezolano.
El campeonato ya estaba en dudas cuando la MLB hizo ese anuncio. Ya la LVBP había decidido cortar un número sustancial de partidos de la temporada regular a causa de la crisis, lo que enfureció al régimen, que lo tomó como un ataque a su empeño por mantener la ilusión de que en Venezuela todo está bien. Así que cuando la MLB tomó esa decisión, parecía estar dándole el tiro de gracia al béisbol venezolano. No se veía posible que hubiese béisbol este año.
El arreglo
Mientras el gobierno describía la decisión de la MLB como otra medalla en su lucha contra el imperialismo y juraba que habría béisbol como fuera, la liga y los equipos empezaron un arduo trabajo de lobby. Primero consultaron con la MLB qué tenían que hacer para revertir la decisión. La respuesta fue cristalina como una noche de enero: primero y principal, la liga tenía que desligarse por completo de cualquier vínculo con el régimen de Maduro. Esto significaba -principal pero no exclusivamente- renunciar a los patrocinios estatales, que siempre han sido una parte considerable de la LVBP, especialmente con PDVSA.
Sin ningún cambio por parte de la MLB, la LVBP finalmente anunció que de hecho sí habría temporada, pero arrancando en noviembre y no en octubre, y con 42 partidos en vez de 63 para cada equipo en la fase de temporada regular.
Esta vez no hubo pataletas del gobierno. Un silencio sospechoso rodeaba toda la situación. Todos los equipos tenían mucho trabajo que hacer para reorganizarse en este nuevo escenario.
La temporada finalmente empezó el 5 de noviembre, sin mucha fanfarria, con varios canales de televisión cubriendo los partidos. En Valencia una multitud colmó el José Bernardo Pérez el día inaugural, pero nadie se sorprendió porque se sabía que el pintoresco gobernador chavista de Carabobo, Rafael Lacava, había regalado entradas para llenar el estadio a juro. De hecho, cuando empezó a caer una llovizna, se podía ver a muchísima gente dejando las gradas.
El partido inaugural de las Águilas del Zulia fue el 11 de noviembre, con una cantidad de fanáticos considerable. Brillaba por su ausencia todo vestigio de publicidad de empresas o instituciones públicas. El inmenso logo de Movilnet en las gradas había sido sustituido por el de una empresa privada, pero la pintura estaba fresca, como si se hubiera cubierto con apuro la escena de un crimen. Las entradas en el estadio Luis Aparicio son en dólares o en su equivalente en bolívares al cambio del día. En Maracaibo los precios de las entradas oscilan entre 1 y 5 dólares, y están entre los más económicos del país.
La relación escondida
En el palco de prensa del Luis Aparicio el Grande de Maracaibo, conversé con Gustavo Ríos, de 21 años, el anotador oficial en línea para la LVBP. Los datos que él recolecta van a la MLB. Es como una relación rota en la que ambas partes están constantemente revisando las redes sociales del otro. Pero también es un indicio del peso económico del beisbol: la MLB estará pendiente de cualquiera que juegue porque no puede darse el lujo de desperdiciar talento.
Este campeonato comenzó con pocos extranjeros, muchos de ellos mayores de 30 años y sólo tres nacidos en Estados Unidos. El porcentaje de jugadores afiliados a la MLB que en condiciones normales hubiesen jugado en los equipos de la LVBP es bastante menor de lo que la mayoría podía imaginar. En Caribes de Anzoátegui y Cardenales de Lara, por ejemplo, los rosters hubiesen estado armados con hasta 80 % de jugadores no afiliados a clubes de la MLB.
La participación de peloteros afiliados a las Grandes Ligas en Venezuela ha ido cayendo sin pausa desde que el valor de los jugadores creció exponencialmente hace un par de décadas. Un pelotero es una inversión para los clubes de la MLB, y dejarlo jugar por cuatro meses en otro país no es un buen negocio, mucho menos si es un lugar peligroso y que no genera grandes sumas. Así que para la MLB ya tenía poco sentido autorizar a un jugador para que participe en la liga venezolana antes de que llegaran las sanciones.
Con los managers y coaches es distinto: más del 95 % de los que se suponía que formarían parte de los ochos equipos de la LVBP están afiliados a organizaciones de la MLB. Ángel Bravo, ex grandeliga y una de los pocas personas en los staff de coaches de los equipos que repitió su participación en la liga, me contó que su propia participación estuvo en dudas, porque él recibe una pensión de la MLB. Pero llamó a Estados Unidos y se aseguró de tener la autorización de la MLB para trabajar con Tiburones, gracias a que él no está actualmente bajo contrato con ningún equipo en Estados Unidos.
Bajo el fuego cruzado
La calidad de los importados que faltan hace una diferencia significativa. El periodista Ignacio Serrano dice que la medida ha afectado sobre todo el pitcheo, cuyo nivel se vio notablemente afectado. Su colega Fernando Arreaza dice que Leones del Caracas y Navegantes del Magallanes son las principales víctimas de la decisión de la MLB, porque como son los dos equipos más grandes tienen la mayor cantidad de peloteros afiliados a organizaciones de las Grandes Ligas.
Serrano también explica que otro factor que pesa sobre la asistencia en esta temporada es el que Leones y Navegantes, que cuentan con al menos la mitad de los fanáticos en Venezuela, han tenido un desempeño mediocre en el campeonato. Según John Carrillo, veterano comentarista trabajando en DirecTV, la asistencia promedio en 2018 era de 3.700 fanáticos por encuentro, y 2.500 en 2019. Hasta el 16 de diciembre, según los datos de la MLB, la mayor asistencia en un partido en todo el país superó por poco las 9 mil personas en el encuentro inaugural como local de Águilas. El Luis Aparicio puede albergar un poco más de 20 mil personas, con lo que la asistencia más grande en todo el campeonato no cubrió la mitad de la capacidad del estadio. Tres equipos (Bravos, Caribes y Tiburones) no habían pasado el umbral de 5 mil fanáticos en ninguno de sus partidos como local.
El Jefe de Operaciones de los Tiburones de La Guaira, Domingo “Tortuga” Fuentes, también me habló de la paupérrima asistencia a sus encuentros como local, además de los recortes presupuestarios por la pérdida de los patrocinios de PDVSA, Movilnet y Avelina, una empresa privada alimenticia cuyo dueño está en la lista de individuos sancionados por Estados Unidos. Richard Gómez, Gerente General de Leones del Caracas, dijo que les tocó redoblar esfuerzos en todos los aspectos, trabajando con un universo menor de jugadores, recortado de 50 a 35.
Una fuente del equipo de la capital comentó que deben hacer chequeos previos de cada compañía con la que tratan para acomodarse a los deseos de la MLB: si están reservando habitaciones en un hotel de Margarita, por ejemplo, tienen que asegurarse de que los dueños no tengan ningún vínculo gubernamental.
Ignacio Serrano piensa que la MLB tomó una medida extrema. Cortó el vínculo con Venezuela incluso antes de que la OFAC se pronunciara al respecto. El mismo sobre cumplimiento sobre las sanciones que uno puede ver en bancos de Estados Unidos o en compañías como Adobe. De hecho fue a principios de diciembre cuando, en un giro de esta historia, la OFAC dijo a la MLB que podía autorizar la participación de sus afiliados con todos los equipos venezolanos salvo dos, Tigres de Aragua y Navegantes de Magallanes, que son manejados por fundaciones con lazos notorios en el Estado.
Detrás de todo esto, está el tema de los empleos. Juan Andrés “Juanchi” Machado, parte de la tercera generación en su familia dirigiendo Águilas del Zulia, es actualmente el Jefe de Operaciones en el estadio. Él cuenta que el anuncio de la MLB en agosto los hizo trabajar en sobremarcha para lograr las metas y entregarle el mejor producto posible a los fanáticos. En vez de 80 porteros que trabajaban la temporada anterior, Águilas sólo contrató alrededor de 37 este año. El periodista Aquiles Estrada dice que cada temporada de la LVBP solía dar empleo indirecto a miles de personas.
Brindis de despedida
La LVBP vive una “situación imposible”: por un lado se beneficiaría con la MLB si dice que ha cortado todos los lazos con el gobierno, pero por otro, si lo dice demasiado alto, el régimen muy probablemente emplearía algún tipo de retaliación contra la liga. El mayor ganador en este enredo es el propio gobierno de Maduro, que no necesita otorgar recursos económicos de ninguna especie a la LVBP pero se lleva parte del crédito por la mera realización del campeonato. Puede decir que en Venezuela hay normalidad porque hay béisbol, y la mayoría de la gente pensará que el régimen está financiando todo el campeonato.
Esta percepción, que es errada, ha hecho que algunos fanáticos se vuelvan contra quienes sí han estado trabajando para que se dé la temporada. Los periodistas Ponty Álvarez y Aquiles Estrada cuentan cómo son atacados por una estridente minoría durante la transmisión de cada partido vía Twitter, que los acusa de estar relacionados con el chavismo, algo que no puede estar más alejado de la realidad.
Tengo que mencionar a los periodistas locales, los que quedan. El palco de prensa en el estadio Luis Aparicio puede acomodar hasta 30 periodistas sentados, pero en muchas ocasiones me tocó estar sólo con el anotador y con empleados del equipo. Era inusual ver diez personas en el palco, y aquellos que aún van, como Rafael Castillo y Luis Fuentes, lo hacen cubriendo sus propios gastos, solo por amor al juego.
Y también tengo que mencionar a los fanáticos. Américo González tiene 75 años y ha estado viniendo al estadio incluso antes de estar terminado. “Yo venía los domingos para ver cómo iba avanzando la construcción”, recuerda. Américo es parte de lo que era conocido como La Esquina Caliente, un grupo que en su mejor momento llegó a tener cerca de 20 fanáticos que venían a todos los partidos. Algunos murieron, pero la mayoría está fuera del país, y Américo sólo vino a un juego este año, a causa de lo peligroso que es regresar de noche a su casa y de la falta de gasolina.
Águilas clasificó a los playoffs con un par de semanas de anticipación, y ha jugado un emocionante béisbol este último mes y medio, haciendo que los pocos que vienen a verlos se encariñen con el equipo. Víctor Contramaestre, un asistente asiduo, dio en el clavo cuando me dijo: “La región más afectada por la magnitud de la crisis está disfrutando el mejor béisbol en el país”.
De hecho, hay una constante entre todas las personas con las que hablé -fanáticos, periodistas, jugadores-, una opinión que por cierto comparto: el nivel de juego que se ha visto es mejor de lo que todos esperábamos, una muestra clara del talento de nuestros muchachos. Cuando le pregunté por el impacto de la decisión de la MLB en el béisbol del equipo, el mánager de Águilas, Marco Davalillo, cuyo padre dirigió el equipo para coronarse dos veces campeón a principios de los noventa, me respondió con una cita digna de Yogi Berra. “Béisbol”, me dijo mientras negaba con la cabeza, “27 outs pa’llá, 27 outs pa’cá”.
Al principio, cuando pensé en escribir esta crónica, imaginé que me encontraría con una historia triste. Pero estaba equivocado. Esta es una historia de perseverancia, de sobrevivencia. La sobrevivencia de la liga, los jugadores, los fanáticos, los periodistas, los trabajadores. Nadie se rindió, sin importar si los golpes venían de la MLB o el gobierno.
La realidad es que todos quedaron atrapados en una pugna que no necesariamente es de ellos e hicieron los ajustes que tenían que hacer, algunas veces de manera hermosa, otras veces en formas creativas, y se acomodaron a las circunstancias.
A veces los fanáticos ponen una carga injusta en los jugadores, porque estos representan sus ambiciones, sus aspiraciones. Queremos que resuelvan en el campo las frustraciones que acumulamos en la vida diaria. La verdad es más sencilla. Los jugadores son una colección de aspiraciones también; el béisbol es sólo una forma poética de vivir. En el mejor de los casos el béisbol es una democracia funcional, donde todos contribuyen, y el buen trabajo es recompensado a la larga. La justicia del béisbol está más cerca de la perfección que cualquier sistema de justicia, tiene reglas bien definidas y el equipo que dibuje mejor dentro de estas reglas usualmente termina arriba. El béisbol otorga continuidad a nuestras vidas, tres strikes siguen siendo un out, y la continuidad brinda una sensación de paz.
Me alegro que tengamos béisbol esta temporada, porque el espíritu humano debe ser mayor a cualquier lucha para poder sobrevivir.
Cada vez que termina un partido de béisbol sé que nos volveremos a ver en una tarde soleada.
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