En Las Delicias, como en toda Cúcuta, hace un calor intenso. Aún más con las hornillas del fogón a todo dar en la cocina. Con las puertas abiertas de la casa para dejar entrar la poca brisa, un loro se pasea soltando frases por donde Bianca y Bebé preparan el almuerzo de un día de octubre de 2019.
Son venezolanas y migrantes, así como el más de 1,7 millones de ciudadanos que huyeron de su país y residen en Colombia, según cifras de Acnur del año 2019. Estas amigas, que se conocieron hace un par de años en La Pastora, al este de la ciudad fronteriza, han encontrado muchas puertas abiertas en el país vecino, pero no todo ha sido fácil. La falta de papeles y la discriminación de algunos hacia los venezolanos son solo una parte del problema: ser mujeres trans agrega otro nivel de obstáculos a la historia, aparte de su origen nacional. Su orientación sexual e identidad de género, en un contexto cultural que rechaza a las personas de la población diversa, las hace vulnerables ante ataques de la sociedad y las instituciones, que repetidamente las excluyen y violan sus derechos. Lo explica este artículo en El Tiempo.
Cuatro años atrás la madre de Bianca, Wendy, tomó la decisión de migrar a Colombia por falta de comida y dinero. Cúcuta les ha dado la oportunidad de sobrevivir. “Al menos estamos juntos”, dice Wendy, quien vive en una casa humilde con sus tres hijos y las familias de dos de ellos. No es la primera vez que Wendy tiene la experiencia de migrar. Nacida en República Dominicana, llegó a Venezuela a los diez años por razones similares que la obligaron hacer maletas años después. Si hubiese tenido pasaporte, se hubiera ido a su país natal, pero dadas las circunstancias, Cúcuta fue su única opción.
La primera en llegar a Cúcuta fue Wendy. Una amiga le ofreció dónde quedarse por un mes hasta que consiguiera casa. El resto de la familia se fue poco a poco. Llegaron a Las Delicias y conocieron a Bebé, quien les presentó a Marnellis: su única fuente de sustento en el lugar.
Marnellis tampoco es ajena a la migración y a pasar trabajo. Originaria de La Guajira, y desplazada por el conflicto colombiano, reconoce que cada pequeña ayuda cuenta. Ha alojado en su hogar a cinco venezolanos más y le ofrece comida a Wendy, Bianca y Bebé a cambio de ayuda en la casa. Dice que mientras ella pueda le tenderá la mano a quien la necesite, como el caso de las dos muchachas, para quienes encontrar trabajo ha sido el mayor de los retos.
La Red Somos reconoce que parte de los problemas que enfrentan quienes pertenecen a la comunidad LGBTI+ es la falta de acceso al sistema de salud y laboral. Bebé y Bianca explican como se ve este lado de la discriminación: “Fuimos al centro, averiguamos por un puesto para el que estaban solicitando gente y cuando preguntamos, nos dijeron que no, porque no teníamos los papeles. Que éramos venezolanos y también por nuestro aspecto. Que teníamos que ponernos más serios, más varoniles, porque afectaba al trabajo, que las ventas caen, etc.”, explica Bianca.
Aunque en Venezuela el panorama tampoco varía demasiado con respecto a la discriminación de la comunidad LGBTI+, “a mí nunca me negaron trabajo por ser homosexual”, añade Bebé.
Bianca se ha curtido la piel a punta de rechazos, pero eso no la detiene. “Soy como soy y me siento feliz de ser como soy. Yo digo, ‘hazte la loca y tira papelillo’”. Con orgullo muestra las fotos del concurso en el que participó antes de irse a Colombia, en el que quedó entre las primeras 10 semifinalistas. Tiene la suerte de que su madre ha estado de su lado a lo largo del camino, apoyándola en cada decisión y cada concurso. “Mi sueño es alzarme con el título de Miss Venezuela Gay y estar con mi familia en Venezuela”.
Para Bebé no ha sido tan fácil hacer caso omiso de quienes no quieren aceptarla como es. Empezando por su familia, profundamente religiosa, que considera el hecho de que Bebé sea trans como algo contra natura. “Yo en mi pueblo no me vestía de mujer”, comenta. Cuando se fue a Caracas, desde Yaracuy, a los 17 años fue que pudo empezar a explorar quién realmente quería ser. Pero su familia no ha tomado ese paso con ella. Hace más de dos años que no ha regresado a Venezuela y considera que, si su familia la viera de nuevo, prácticamente no la reconocerían. La discriminación a veces llega a herirla profundamente. “Sigo pa’lante porque pa’ atrás ni pa’ coger impulso”, dice con seguridad.
El día del orgullo gay fue un alivio para ambas al descubrir que en Cúcuta hay mucho movimiento de su comunidad. Aunque ellas no conocen aún organizaciones comunitarias a las que puedan afiliarse, hay varias que además toman en cuenta su condición de migrantes, que ofrecen recursos y espacios para conocer a más personas con las que tengan más aspectos en común.
El 2020 ha traído una nueva ola de dificultades a las que previamente se enfrentaban los miembros de la comunidad LGBT+. Principalmente en temas de salud. Con la pandemia se ha visto reducido el acceso a tratamientos hormonales y retrovirales que son vitales para muchas personas trans. El aumento en la exclusión del sector laboral, que incluso en años anteriores ya se consideraba un problema, ha sido otra de las consecuencias.
La falsa narrativa sobre los miembros de la comunidad como transmisores del coronavirus ha empeorado significativamente el rechazo que tienen que enfrentar día a día.
Así lo explica el Banco Mundial.
El hecho de que en pleno siglo XXI aún se esté luchando por los derechos de la comunidad LGBTI+ por una vida digna y derechos básicos es algo que indigna profundamente a Bebé y a Bianca. Sobre todo por el contexto social de ambos países que las consideran “otra clase de personas, como si fuéramos lo peor del mundo”, según explica Bianca.
Con la resiliencia y la alegría que derrochan las dos muchachas, el arte de la transformación cobra un sentido poderoso cuando se trata de Bebé y Bianca. Se ayudan mutuamente a maquillarse y peinarse para una sesión de fotos, cual acto de rebeldía para decirle al mundo: Así soy yo, ¿algún problema?
Bianca y Bebé son los nombres con los que prefieren identificarse. La historia de Bebé y Bianca fue posible gracias a la ayuda de IWMF – International Women ‘s Media Foundation, y su programa Adelante.