26 de marzo: la mala hora de Clíver Alcalá
El general retirado del Ejército Clíver Alcalá Cordones fue muy cercano a Chávez. Era uno de los más enaltecidos líderes de la revolución bolivariana cuando lidiaba con los numerosos escollos de 2002 y 2003. Pero como pasa en el ecosistema chavista del poder (y como en toda autocracia), cualquiera puede caer en desgracia, y eso le pasó a Alcalá Cordones, quien terminaría acusado de corrupción y de tráfico de drogas, exiliado en Colombia desde 2018, y convertido en un crítico feroz de Nicolás Maduro. El 26 de marzo, cuando se encontró en la lista de solicitados del Departamento de Justicia de Estados Unidos (con la misma recompensa por su captura de 10 millones de dólares que hay sobre Diosdado Cabello), Alcalá Cordones reaccionó subiendo a sus redes un video donde admitía haber estado armando y entrenando un comando rebelde en Colombia para invadir Venezuela y tumbar al régimen. También dijo que la oposición venezolana había estado vinculada inicialmente a ese proyecto, pero que había terminado dejándolo solo, y específicamente acusó a Juan Guaidó de haber roto sus promesas. A continuación, Alcalá Cordones se entregó a las autoridades colombianas y en cuestión de horas había sido deportado a Estados Unidos.
30 de marzo: el incidente del Resolute
La Armada venezolana tuvo un encontronazo con un buque de bandera portuguesa, el RCGS Resolute, cerca de La Tortuga, que se dirigía a las Antillas holandesas; los militares abrieron fuego contra la nave y arremetieron contra ella, pero el resultado fue que el crucero de bandera portuguesa terminó hundiendo al buque de guerra venezolano: los militares no sabían que el Resolute tenía un casco reforzado contra el hielo que usaban para hacer paseos por el Ártico. Más allá de lo pintoresco de la anécdota, que según los dueños del Resolute ocurrió en aguas internacionales, lo que en retrospectiva este curioso evento ilumina, es que la Armada estaba bastante tensa en torno a las embarcaciones que podía encontrar merodeando por las aguas territoriales.
1 de abril: “Tiburón, qué buscas en la orilla”
El gobierno de Trump abrió su rueda de prensa diaria sobre la pandemia anunciando el despliegue de naves y aviones de la armada de Estados Unidos en una gran operación antidrogas en el Caribe y el Pacífico, y mencionó específicamente al régimen de Maduro como uno de los actores que se benefician del tráfico de drogas. Otro factor de tensión, otro motivo para vigilar las costas.
1 de mayo: el reportaje de AP
El periodista de la Associated Press Joshua Goodman cuenta la historia del plan de Alcalá Cordones: unos 300 hombres se habían estado entrenando en condiciones adversas en el árido norte colombiano, asesorados por un oscuro personaje llamado Jordan Goudreau, un militar retirado de las fuerzas especiales del ejército estadounidense que ahora tiene una empresa de seguridad y que asegura, sin pruebas, que ha estado trabajando entre otras cosas en la seguridad del presidente Trump.
El reportaje de AP explica cómo el proyecto fue concebido y por qué falló, y conduce a cuatro conclusiones principales: el gobierno de Estados Unidos sabía de esto pero decidió no apoyarlo; la oposición venezolana llegó a hablar con Alcalá Cordones pero también decidió mantenerse al margen; el régimen de Maduro había infiltrado al pequeño ejército de Alcalá Cordones desde hacía tiempo y estaba al tanto de todo; y Goudreau anda todavía por ahí queriendo sacar la misión adelante. Con esta nota de Goodman algunos de nosotros empezamos a entender que el plan que había mencionado Alcalá Cordones en su video sí tenía algo de cierto, y conocimos a quien terminaría siendo uno de los protagonistas de esta historia: el antiguo Boina Verde que estaba aparentemente obsesionado con liberar Venezuela.
Había también un detalle relacionado con este personaje que se haría relevante más tarde: aunque esa fue la primera vez que muchos de nosotros supimos de la existencia de Jordan Goudreau, Diosdado Cabello lo nombró en su programa de VTV… el 28 de marzo.
3 de mayo: Bahía de Cochinos, versión Venezuela
Mientras la nación permanecía angustiada principalmente por la escasez de gasolina, el ministro del Interior, Néstor Reverol, anunció que las fuerzas del régimen enfrentaron a un grupo de hombres armados que habían tratado de desembarcar en la bahía de Macuto. Sí, ahí mismo en el litoral central, a pocos kilómetros del mayor puerto del país y de una base naval, en un área densamente poblada, en cuarentena y con las carreteras entre las montañas llenas de alcabalas.
El aparato oficial de propaganda, así como muchos medios y comunicadores independientes, empiezan a mostrar imágenes del equipo que supuestamente traían los “terroristas” y “mercenarios” en dos botes. Diosdado Cabello dijo que eran ocho personas, y que unos habían sido ejecutados y otros detenidos. Los presidentes Trump y Duque fueron inmediatamente acusados por el régimen de haber orquestado un golpe de Estado, y Cabello dijo que el capitán del Ejército Robert Colina (que usaba el alias de Pantera), muerto en la acción, cumplía órdenes de Clíver Alcalá. El presidente de la ANC dijo también que había un agente de la DEA, la agencia antidrogas de Estados Unidos, entre los detenidos. Más tarde, el ministro de la Defensa Vladimir Padrino López apareció para anunciar una nueva fase de los ejercicios militares e insistió en que estaban ante una operación encargada por Estados Unidos y organizada en Colombia.
Hasta ese momento esto se parecía al asalto al fuerte Paramacay que lideró el capitán Caguaripano, pero ese mismo día una cuenta de Twitter que dice manejar la vocería del movimiento fracasado difundió un video en que un capitán de la GNB y el mismísimo Jordan Goudreau —desarmados, de rodillas, en un paisaje boscoso, no sabemos dónde-— dicen que aunque la acción de Macuto había salido mal, la “Operación Gedeon” tenía más hombres ya dentro del país y que lo siguiente era instalar campamentos y atacar “blancos estratégicos”. Goudreau habló en inglés y su acompañante exhortó a los venezolanos a unírseles (una secuencia de ideas que hemos escuchado antes, por ejemplo en la mañana del 4 de febrero de 1992). El prime time de Goudreau llegaría esa noche, cuando le dijo a Patricia Poleo que Guaidó había firmado un contrato con él y que no había cumplido con la promesa de pagar por la operación. Precisamente en línea con lo que había dicho Alcalá Cordones antes de entregarse a la DEA y con lo que tiene tiempo diciendo la dictadura: Guaidó planea un golpe con apoyo de Estados Unidos, y ese contrato lo prueba.
Mientras el régimen ensamblaba y distribuía su nueva epopeya de revolución invencible que había superado otro atentado (que respondía a todos los clásicos propagandísticos de encargo en Estados Unidos y planificación en Colombia, narcotráficantes y mercenarios, y culpabilidad de Guaidó y la oposición), Iván Simonovis —desde Estados Unidos y en calidad de comisionado especial para seguridad e inteligencia designado por la Asamblea Nacional— sugirió en Twitter que todo esto era una mentira ejecutada con el asesinato de oficiales venezolanos, un “falso positivo”. El equipo de Guaidó emitió un comunicado que decía que ellos contemplaban dos hipótesis sobre lo que pasaba, en sintonía con Simonovis. O sea, no sabían mucho más que cualquiera de nosotros.
4 de mayo: más moros en la costa
El show se haría incluso más intenso al día siguiente, con más noticias, fotos y videos pero el mismo nivel de verosimilitud. Ocho hombres más fueron capturados tratando de entrar al país por el hermoso pueblo de Chuao, entre un mar picado y las altas selvas nubladas del parque nacional Henri Pittier, al que ni siquiera se le puede llegar por carretera. Los “mercenarios” venían bien armados pero según el régimen fueron reducidos por pescadores y la policía aragüeña. Dos ex militares estadounidenses y un hijo del general Raúl Baduel estaban entre ellos. Un video mostró a oficiales enmascarados sacando triunfalmente a empujones de un helicóptero a un prisionero casi desnudo: el capitán de la GNB Antonio Sequea, quien tomó parte del alzamiento fallido del 30 de abril del año pasado.
Horas después, se anunció que otros dos hombres habían sido capturados cerca de Puerto Cruz, otra comunidad costera que lucía como un pésimo lugar para entrar al país: bastante aislada y con una enorme montaña enfrente. El régimen mostró imágenes del equipo que traían consigo, varios carnets incluso de los extranjeros (porque debe ser una gran idea llevar las credenciales con tu nombre y apellido cuando te adentras en una operación secreta en un país ajeno, por supuesto), insignias estadounidenses y venezolanas, e incluso un dispositivo de lectura Amazon Kindle (?). El jefe del Comando Estratégico Operacional de la FANB, el almirante Remigio Ceballos Ichaso, anunció que 25.000 efectivos buscarían mercenarios por todo el país; y el fiscal general nombrado por la ANC, Tarek William Saab, insistió en implicar a Guaidó, alegando como prueba el mismo contrato que el “mercenario” Goudreau mostró en el programa rabiosamente antichavista de Patricia Poleo.
Naturalmente, tanto Guaidó como el gobierno de Trump dijeron que no tienen nada que ver con ese asunto.
Entretanto, ¿qué ocurría en el país?
Un motín en una cárcel de Portuguesa dejó casi 50 muertos el primero de mayo.
Una guerra entre bandas en Petare, que llevaba ya cinco noches consecutivas mientras se escriben estas líneas, mostraba cómo los cuerpos de seguridad carecían de la disposición o los recursos para acabar con ella.
El régimen de Maduro parece moverse hacia el incremento tantas veces pospuesto del precio de la gasolina, aunque no ha podido hasta ahora resolver la brutal escasez del combustible en todo el país.
Y del Covid-19 no se sabe mucho más, aunque sin gasolina lo más probable es que la cuarentena continúe de todos modos.
¿Qué significan estos extraños eventos en la costa?
Los venezolanos estamos bajo un fuego cruzado de desinformación en el que es sano sospechar de casi todo, así que lo mejor es ceñirse a lo que podemos ver, y lo que es evidente a los ojos es que la dictadura está dándose gusto con la propaganda que está haciendo llover en medio de esta coyuntura. La abundante tradición autoritaria está llena de ejemplos de cómo las agresiones externas, sean reales o no, son útiles para distraer a una nación molesta por el mal gobierno. En este caso, la facilidad con que los eventos calzan con las ideas preexistentes de la mitología chavista es tan notoria que el primer reflejo de un ciudadano alerta es descartarlo todo como un montaje. Es como ver hacerse realidad aquella fantasía bélica que hace añales exponía Chávez: una flota de invasores atracando en el litoral, como vikingos, y un ejército patriótico rechazando la invasión con metralletas desde el Ávila.
Pero hay partes de esto que son verdad, y ahí es donde la cosa se complica. Parece estar comprobado el pasado militar de los venezolanos y estadounidenses involucrados en la incursión; los muertos son reales y las identidades de varios de ellos parecen correctas. Así que ante la pregunta de si esto es cierto o es falso, la respuesta correcta parece ser: depende de cuál eslabón de la historia.
Hay varias preguntas, aparte de las que obviamente surgen sobre lo absurdo que suena una invasión que no se intenta por los llanos, la selva o el Delta, como lo hacían las montoneras del siglo XIX, sino por el densamente poblado y vigilado litoral central. ¿Cómo podemos estar seguros de las motivaciones de alguien con una trayectoria como la de Clíver Alcalá Cordones, y mucho menos, cómo podemos asumir que cualquier cosa de lo que diga Jordan Goudreau es verdad? ¿Realmente decidieron seguir adelante con un plan tan evidentemente débil, un plan suicida? ¿O es que la intención no era triunfar?
¿Hay algo más que buscar en esta historia, o es simplemente una combinación de voluntarismo militarista, cazadores de fortuna, aspirantes a caudillo… y un régimen que dedica todos sus recursos a la única misión de sobrevivir en el poder, al costo que sea?
Por el momento, la dictadura vuelve a mostrar fuerza, hay más presos y más víctimas, el chavismo tiene otra victoria de la que jactarse, el presidente encargado tiene aún más problemas encima, la idea de la acción armada de Estados Unidos tiene más sombras que las que ya tenía, y un tipo que nadie conocía ahora es famoso: Jordan Goudreau.
Y nosotros seguimos trabajando con nuestras fuentes para entender esto mejor mediante nuestros Political Risk Report, cada viernes.
Lee y comparte este explainer en inglés en Caracas Chronicles.