Cada cierto tiempo a Jessy Divo, máxima autoridad de la Universidad de Carabobo, le llegan mensajitos de Whatsapp de Rafael Lacava, gobernador de Carabobo. Parece mentira, pero en los mensajes no hay insultos tipo “malandra” o “delincuente” como antes solía llamar antes a la “rectora magnífica”, como le dicen, por Twitter. Todo lo contrario. El acercamiento asombra, sobre todo porque desde 2009 no recibe su presupuesto completo.
“Yo le pregunté al señor gobernador y le planteé todas las necesidades, por supuesto atendiendo las prioridades y recuerdo sus palabras textualmente. Él me llama Jessy con mucho respeto, pero también cariñosamente y me dijo: Jessy, incluye todo en el convenio, que en la medida en que podamos ir atendiendo lo vamos a resolver».
Sobre el escritorio de Divo en el Rectorado reposa el documento que presentó ante el Consejo Universitario el pasado 21 de febrero. La idea es una recuperación exhaustiva del campus de Bárbula, cuya extensión es de trescientas hectáreas abiertas. Se repararía la infraestructura, habría desmalezamiento, dotación de equipos y alumbrado de las calles. Este trabajo se haría en conjunto con la Gobernación y las alcaldías de Naguanagua y Valencia.
No obstante, todo eso son “pañitos calientes” según la rectora, quien está bien consciente de que el Estado tiene que enviar el total de la partida presupuestaria, y no el 2 % que actualmente reciben.
Como muchos en Venezuela, Divo opina que es necesaria la reconciliación. Los días de persecución política han pasado. “Nunca debió existir ese distanciamiento entre el gobernador y la universidad porque siempre existió una relación institucional. Esas relaciones se deben cultivar más allá de la ideología del gobernador de turno. Ahorita las relaciones son muy buenas y es porque el gobernador Lacava no nos ha dado la espalda a todo lo que le hemos solicitado. Yo ya pasé página con el pasado”.
Estos avances están lejos de ser una especie de Comisión de Rescate, similar a la que Maduro anunció para la Universidad Central de Venezuela. “Esto es solo una alianza, aquí el Estado (central) no tiene nada que ver”, aclara Divo, quien agrega que le solicitó a Lacava que le pida a Nicolás Maduro un auxilio económico para la casa de estudios.
La UC más allá de alianzas
Sin embargo, no es la primera vez que Divo y Lacava firman un convenio. Habría que esperar para ver qué ocurre. Mientras tanto la realidad de la universidad es sombría. La pandemia ha sido un golpe bajo, puesto que ha amplificado la deserción, tanto estudiantil como docente, dando paso a invasiones, delincuencia y abandono.
La UC tenía cerca de 40.000 estudiantes inscritos. Para noviembre del 2018 tenía 12.500 y se cree que en la actualidad deben rondar entre 7.000 y 8.000 estudiantes.
“El mantenimiento es responsabilidad del Estado y no del gobierno de turno, entonces cuando el Estado decide no invertir en educación, los efectos negativos se hacen sentir con el transcurrir del tiempo y eso también se refleja al desconocer el trabajo de obreros y profesores”, dice la rectora. “¿Cómo puedes cumplir un acto docente, cómo garantizas un mecanismo de aprendizaje exitoso si no cuentas con los mecanismos, estrategias y el equipamiento? Este es el peor momento para la universidad pública desde que se inició la República”.
A Divo no le queda duda de eso: lleva 43 años de servicio en la UC y sabe bien lo que fueron sus días de gloria. Para ella de nada sirve mantener el derecho constitucional a la educación gratuita, si no hay incentivo, ni mucho menos calidad. Todos los problemas terminan por deteriorar el sistema.
Divo lleva 13 años como rectora, producto, primeramente de la aprobación en 2009 de la Ley de Educación la cual exigía a las universidades autónomas que sus autoridades fuesen escogidas no sólo por el voto del consejo universitario, sino por cada miembro de la universidad, desde profesores hasta obreros, contando a estudiantes y egresados, decisión que para muchos expertos es inconstitucional y populista, por tal motivo el Consejo Universitario de la UCV impugna esta Ley el TSJ paraliza los efectos de todas las medidas cautelares dejando en un limbo la elección de autoridades.
La universidad padece además por problemas con los salarios. “Nos quitaron los beneficios. Ayer recibimos octubre, noviembre y diciembre de la caja de ahorros”.
Jessy Divo también sabe lo que sufren esos profesores, porque ella también ostenta un cargo como docente. “La verdad, ya no recuerdo cuánto gano, pero te puedo decir que el último pago fue de 90 bolívares, dime tú, hijo, qué hago con eso”. Como muchos otros, Divo sobrevive por los ahorros, con los que tiene que costear un medicamento, cuyo precio sobrepasa los 500 dólares, para una fuerte artritis que sufre.
Sin luz en la tierra inmortal
Gabriel Cabrera ha dedicado seis años de su vida a la Universidad de Carabobo. Debieron ser cinco, pero la pandemia retrasó su graduación como abogado. Ahora, como exalumno y exdirigente estudiantil, recuerda los problemas de su alma mater y lo hace durante un recorrido por el campus que evidencia que ya la UC no tiene esa luz de tierra inmortal que ostenta en su lema.
Las facultades se divisan a lo lejos pero a veces el monte crece tan alto que hay que estar muy cerca para ver los edificios, La ciudad universitaria parece un pueblo abandonado. De hecho, en una de las entradas al campus hay un vehículo quemado y la basura se amontona por todas partes.
Desde hace mucho, los estudiantes no pasean por los pasillos de las facultades. Los estacionamientos son un cementerio de hojas y frutas podridas y algunas edificaciones más pequeñas, como bancos y centros de computación y comunicaciones, están llenas de polvo y con las ventanas rotas. Mientras, el sol destiñe vieja propaganda política en las paredes.
“En la UC nos enfrentamos a dos grandes desafíos, uno es la presión del Estado con la ausencia de presupuesto y luego están los vicios dentro del Rectorado que tiene 13 años en el poder”, comenta Gabriel Cabrera.
El campus de la UC es el segundo más grande de todo el país, solo superado por la Ciudad Universitaria de Caracas. Sin embargo, a diferencia de las demás universidades, la de Carabobo es la única que tiene comunidades que ocupan, según Cabrera, la décima parte de su territorio: la comunidad González Plaza y otras que reciben el nombre de “Vietnam”. Se formaron durante la primera década del siglo XXI y contaron con apoyo económico de la UC por un buen tiempo.
“La universidad estaba conectada con las comunidades y sus necesidades, por eso tenemos un hospital oncológico, otro respiratorio y el universitario, sin olvidar el comedor que funcionó hasta enero de 2019, porque no recibió más comida y alimentaba a 12.000 estudiantes. Sin embargo, ahí comían 15.000 porque iban trabajadores, obreros y miembros de la comunidad”.
Cabrera en su más reciente recorrido se dio cuenta de que hay invasiones en las zonas de la laguna de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales (FACES) y en la parte trasera del complejo deportivo de la Carabobo. Ahora hay un rancho hecho con bloques, una precaria piscina y un conuco. Cerca de la laguna de FACES hay plantaciones de auyama y la gente que ronda la zona caza las babas y tortugas para comer.
Cabe destacar que el campus es vecino al Parque Nacional San Esteban y cuenta además con una reserva llamada El Palmetum, la cual alberga 2.000 tipos de plantas. En esa zona es precisamente en donde se ubica la laguna.
Por mucho tiempo estudiantes, profesores y algunas ONG se han unido para brindar un apoyo a la universidad, bien sea con pinturas, o desmalezamiento, pero es insuficiente. Un pequeño trabajo en medio de una inmensidad de necesidades. De ahí que Gabriel insista en que puede haber compromiso dentro de la universidad, pero si el Estado no tiene ese compromiso no se hará nada.
Ejemplo de ello es el avance de las invasiones dentro del territorio universitario. El año pasado el vicerrectorado administrativo las denunció y fueron desalojadas, justamente entre el área de postgrado y la laguna. Pero siguen sucediendo, y la ausencia de estudiantes las hace más factibles.
Dichas invasiones se han transformado en una especie de organismo parasitario. “Desde hace cinco años la universidad no accede al agua. Hay una bomba que distribuye el servicio y una comunidad la tomó, pasaron la tubería que llevaba el agua para la comunidad y se la quitaron a la universidad”, relata Gabriel. La UC tuvo que negociar con esta comunidad para crear un esquema de racionamiento, pero ya no hay agua. Con la ausencia del servicio las condiciones sanitarias de los baños son precarias.
Los desafíos se amontonan como una pila de documentos en un escritorio. A lo dicho se le suma la inseguridad. Por mucho tiempo transitar por el campus era una sentencia de robo o muerte. Con la migración y la falta de clases la delincuencia ha disminuido, pero el 17 de febrero, día en el que la rectora Divo concedió la entrevista para este medio, un hombre de la tercera edad fue encontrado malherido en el campus tras recibir una golpiza por parte de unos maleantes de la zona, quienes lo robaron y lo dejaron atado en el sitio. Este hombre murió justo antes de ingresar al hospital.
Gabriel ve con preocupación la falta de voluntad dentro de las fracciones políticas. “La UC es como un pequeño país con ideologías y tendencias diversas dentro del poder que chocan entre sí. Esto hace que nada avance”.
Para Cabrera es inconcebible que existan líderes en la universidad con más de 15 años estudiando una misma carrera. “Esa gente lo que quiere es estar ahí para acceder al poder, un poder irreal, ficticio y eso lo heredamos de movimientos socialistas del siglo XX y los profesores son cómplices de eso”. Gabriel concluye diciendo que las autoridades no representan a los estudiantes, como pasa con el gobierno nacional y la sociedad entera.
Por el contrario, otros estudiantes como Jesús Wadskier, cursante del cuarto año de derecho considera que la FCU-UC ha logrado reinstitucionalizar la Federación y devolverle el foco de importancia a la representación universitaria con caras frescas y además buenos estudiantes.
Wadskier ve con buenos ojos los encuentros entre la rectora Divo y Lacava porque al final del día lo que importa es que la universidad empiece a andar. “Por suerte desde 2019 hay un mejor entendimiento. La gente está cansada de la confrontación. La rectora fue perseguida, pero ella sabe que eso es lo mejor para la universidad”.
Entre enero y febrero la Universidad de Carabobo comenzó a recibir ayudas. A principios de mes gran parte del campus había sido desmalezado mediante las labores de las cuadrillas de la Gobernación de Carabobo. Divo inclusive explicó que en el rectorado ya se había instalado el nuevo alumbrado y que pronto el campus Bárbula tendría nuevamente luz en sus calles.
Wadskier coincide en que la UC necesita nuevas formas para producir dinero, para de verdad no depender del Estado y tener una verdadera autonomía. “Se necesitan reformas y un nuevo proyecto de ley. Esa ley fue hecha en época de bonanza y ya no estamos en ese tiempo. Sin autonomía financiera no hay autonomía alguna”.
La voz de la experiencia
Maria Luisa Maldonado, exrectora de la UC, también duda de esa tan sonada autonomía universitaria. “Ellos no recibirán dinero del Estado —dice—, pero bien que reciben plata en dólares por parte de estudiantes de posgrado y otros niveles. Eso se cobra en dólares y en efectivo, ¿A dónde va ese dinero? Ese dinero pasa por la mano de los empleados y no debería ser así. Da desconfianza”.
Maldonado no miente. Un estudiante de postgrado de nombre Daniel Pantoja pagó recientemente 165 dólares por cinco materias. “El cuatrimestre pasado fueron 133 y el primero fueron 99, por dos materias. Quise hacer una transferencia en bolívares y me dijeron que no, que solo se podía hacer un depósito bancario. ¿Quién coño va a ir al banco con el equivalente en bolívares por 165 dólares? Nadie. Eso lo hacen para tener dólares y luego nunca tienen plata. Solo me imagino yendo al banco y voy a parecer Antonini Wilson con el maletín”. En el curso de Pantoja hay 40 estudiantes, entre los que destacan políticos chavistas, a los cuales el estudiante denuncia. “Nunca se han conectado en el aula virtual, pero ellos siguen ahí pasando de cuatrimestre y cuatrimestre. Ahí están el exalcalde de Naguanagua, Gustavo Gutiérrez y el expresidente de la Asamblea Nacional, Luis Parra”.
Si multiplicamos esos 165 dólares por 40 alumnos, aunque en la práctica no todos pagan lo mismo, la universidad obtendría 6.600 dólares solo en un curso. La UC cuenta con siete facultades, cada una con sus programas de postgrado, lo que eleva la cifra de dinero mucho.
Cuando se le pregunta a la rectora sobre este tema se sobresalta. “Claro, tienes toda la razón, eso es inaceptable y menos mal que me lo preguntaste, porque te tengo en primicia que así como el 21 discutiremos la alianza con el gobernador, también crearemos un sistema para controlar esos pagos en dólares, porque es verdad. Eso de una plata pasando de mano en mano lo que da a pensar es lo peor y no podemos permitir que nuestra universidad se vea envuelta en cosas turbias”.
María Luisa Maldonado tiene 13 años observando la gestión de Divo y tiene muchas más cosas que decir. Ella pertenece a una dinastía rectoral que trabajó por la UC desde 1992 hasta 2008, pues su marido, el fallecido Ricardo Maldonado, fue rector y, según la exrectora, se encargó de materializar la transformación y modernización de la Universidad de Carabobo. “En 1992 la universidad atravesaba una situación bastante complicada porque tenía personal administrativo y obrero que no tenía puesto de trabajo, pero estaban en la nómina. Ricardo recuperó el sentido de pertenencia y saneó el personal”.
Maldonado es muy enfática al decir que la actual gestión no puede escudarse en temas de recortes presupuestarios. “Del 2000 al 2008 estuvo Chávez, con sus ministros chavistas y la OPSU chavista en el poder, y aún así entregamos 52 infraestructuras nuevas, sin contar las que se rehabilitaron”.
La exrectora subraya también que es vital que las autoridades vayan a Caracas y presenten proyectos y se persiga ese presupuesto. “Es muy fácil pedir recursos, esperar que el Estado te pregunte ¿Cuánto necesitas? Eso no es así. Hay que ir y decir: mira, necesitamos esto, aquí tienen los proyectos, y licitar”.
Maldonado visitó muchas veces Caracas para llevar a cabo lo que ella llamó “el sueño de Ricardo”. La primera vez fue el 23 de septiembre de 1992 cuando fueron recibidos por Carlos Andrés Pérez y el expresidente aceptó la propuesta de la Ciudad Universitaria. De ahí en adelante fueron muchas más.
“Yo recibí una universidad en vías de modernización y del 2004 al 2008 culminé mi parte, le tocaba a la siguiente gestión seguir el proceso pero no lo hizo”, critica Maria Luisa Maldonado, quien tiene algunas pruebas, como la paralización del edificio de deportes, construido en un 40 %; el del ciclo básico de ingeniería, en un 30 %; y el de odontología, en un 90 %. “Se entregaron con la partida presupuestaria lista para su culminación, pero en cambio esa partida se desvió para gastos comunes”.
Divo explica que, en el caso del edificio de Ingeniería, cuando ella llega al puesto, Chávez hizo cambios en la legislación que impidieron la continuación del edificio, por lo que los hierros de la estructura quedaron como un recordatorio de lo que pudo ser y no fue. “Estamos gestionando, esperemos que se pueda dar la opción de vender ese hierro al Estado y utilizar ese dinero para recuperar la universidad”.
Pero Maria Luisa Maldonado no sale de su asombro. “Eso fue criminal. En 2009 había mucho real. Se tenía que haber continuado con la inversión, haber cambiado la flota de vehículos que se venía cambiando año a año, porque se perdía mucho dinero en repararla, pero eso tampoco se hizo”.
La actual rectora comenta sobre el transporte universitario. De los buses verdes que en Valencia llamamos “iguanas”, solo quedan operativas dos de las casi 70 unidades originales. Muchos buses reposan en el Rectorado, sin cauchos ni otras piezas.
Maldonado se entristece cada vez que ve la ciudad deportiva. “Tenía la piscina más moderna y ahora está desmantelada”. En la actualidad, la piscina olímpica es un pozo de agua verde en el que hace unos años producto de las fuertes lluvias se presume que alguna baba cercana cayó dentro de la piscina producto de la crecida de ríos. Los trampolines lucen oxidados y los árboles se meten por las escaleras buscando espacio en el que crecer.
“Lo que pasa es que se abandonó la gestión y eso incluye todo. Ahora es más evidente porque hay una crisis. Son 13 años de abandono. Abandono que hasta en las obras de arte se evidencia. Hay una obra de en Educación que se desprendió. Todas esas obras requieren mantenimiento anual o por lo menos cada dos”.
Sin embargo, Maldonado ve positivas las conversaciones entre Divo y Lacava. Ella recuerda que en sus tiempos había una buena relación con el exgobernador Luis Felipe Acosta Carlés, quien ayudó en la construcción del comedor y en la donación de autobuses. A la exrectora no le cabe duda de que 13 años de gestión fueron una sorpresa para Divo. “Pensó que serían cuatro y que no se notaría el deterioro pero ahora son 13 y se nota la dejadez y negligencia”. Hasta el momento no opina sobre una futura candidatura para repetir en el rectorado. “He escuchado algunas cosas, pero aún no sé las reglas del juego. Eso lo hablamos después”.