En el atletismo, las competencias más importantes son los Juegos Olímpicos, los campeonatos mundiales y la Liga de Diamante, un calendario anual de competencias atléticas, la mayoría de ellas en suelo europeo. Esta última además tiene interesantes premios en metálico para sus mejores clasificados. Que a un deportista lo inviten a participar en la Liga de Diamante implica asomarse a la ventana del éxito.
Yulimar Rojas, cuya estampa sonriente de 1,92 ya la hemos ido conociendo todos, ahora puede mostrar en su palmarés unas cuantas victorias en torneos de la famosa contienda. Pero eso no es todo. En 2016, fue ella quien le trajo al deporte venezolano su primera campeona mundial en atletismo en pista cubierta, cuando quedó en primer lugar en salto triple en el torneo de Portland, con un registro de 14,69 metros. En las Olimpiadas de Río de Janeiro, ese mismo año, obtuvo la medalla de plata, también en salto triple. En agosto de 2017, en el Campeonato Mundial de Atletismo en Londres, superó por dos centímetros la marca de la campeona olímpica en salto triple, la colombiana Caterine Ibargüen, y con su registro de 14,91 metros Yulimar se convirtió en la primera atleta venezolana de la historia en conseguir una medalla de oro en un campeonato mundial al aire libre.
Yulimar es hasta ahora la deportista más exitosa en la historia del atletismo venezolano. Y solo tiene 23 años.
Doce metros que le cambiaron la vida
Yulimar nació en Caracas en octubre de 1995, pero luego se mudó a Puerto La Cruz, y fue allí donde empezó a transformarse en la deportista de élite que es ahora. Los deportes la atrajeron desde muy chama. Como es tan alta empezó jugando volibol y baloncesto, hasta que el entrenador Jesús “Tuqueque” Velásquez, a quien ella considera un padre, se dio cuenta de que lo de ella era el atletismo.
Velásquez la hizo medirse en diferentes pruebas. Yulimar empezó a entrenar en serio, y a competir. En 2011 quedó de primera en salto alto en el campeonato suramericano juvenil de atletismo en Medellín, y en 2014 fue campeona de la especialidad en cuatro eventos regionales.
Un día, más por jugar que por otra cosa, Yulimar se metió en Puerto La Cruz a un entrenamiento de salto triple con un grupo de muchachos a cargo de Velásquez, y en un primer intento, sin un entrenamiento previo, Yulimar saltó 12 metros. Ella era la campeona nacional en salto alto, pero el Tuqueque se dio cuenta de que ella tenía que adquirir un entrenamiento especial en esa prueba.
Contactaron al entrenador cubano Iván Pedroso, que tiene su centro de operaciones en España, y a partir de diciembre de 2015 él se encargó de la preparación de la atleta. Yulimar estudiaba Educación Integral, y lo dejó para dedicar todo su tiempo al atletismo.
Cuando venía la cita olímpica de Brasil, la Federación Venezolana de Atletismo estaba contando con una medalla, cualquiera fuera el color. Yulimar se enfrascó en una reñida competencia con la colombiana Caterine Ibargüen, una atleta experimentada, doble campeona mundial, quien a la postre se llevó el oro. Pero Yulimar regresó a Venezuela, donde recibió múltiples homenajes, con una medalla olímpica de plata que ningún otro atleta nuestro de pista y campo jamás había tenido. La única presea que el atletismo nacional tenía hasta entonces era de bronce y la había ganado otro triplista, Asnoldo Devonish, en los Juegos Olímpicos de Helsinki, en 1952.
La gloria en tres zancadas
Cuidado con esos tobillos
El 2018 no fue un buen año para Yulimar Rojas, la de tobillos delgados. Una lesión en el derecho la mantuvo fuera de las pistas once meses. Pero cuando regresó a las pistas lo hizo de muy buena manera.
En agosto de este 2019 se llevó el oro de los Juegos Panamericanos de Lima, con una distancia de 15,11 metros, con lo que pudo derribar el récord anterior de 14,92 metros, de Catherine Ibargüen. Luego vinieron sus actuaciones en los torneos de la Liga de Diamante: en Karlsruhe quedó segunda (con 14,45 metros), mientras en Madrid (con 14,92 metros) y en Dusseldorf (con 14,45 metros), subió a lo más alto del podio.
También actuó en competencias de la clase meeting, que difieren de los torneos porque hacen menos pruebas y en no más de dos horas, para que se ajusten a las demandas de la televisión. En la jornada que se efectuó en Huelva, España, Yulimar hizo un salto de 15,06 metros, y con eso es la primera venezolana con su cupo asegurado para los Juegos Olímpicos de Tokio, que empiezan en julio de 2020.
En la seguidilla de buenas actuaciones en la Liga de Diamante, quedó segunda en Lausana, Suiza (con 14,82 metros), ganó en Mónaco (con 14,98 metros) y en la meeting de París mantuvo su dominio con 15,05 metros.
El 6 de septiembre, en un torneo sin la trascendencia de la Liga de Diamante que se efectuó para inaugurar una nueva instalación para atletismo en Andújar, España, Yulimar consiguió un registro de 15,41 metros. Ya tenía la posición de líder asegurada con un salto de 15,03, en su tercer intento, pero después de dos saltos nulos dibujó esos tres arcos que rayan en la perfección, la mejor marca en lo que va de 2019.
Lo que hizo Yulimar en Andújar es la segunda mejor marca de la historia en salto triple femenino. La primera sigue siendo la de la ucraniana Inessa Kravets en el campeonato mundial de 1995, de 15,50 metros, pero ese registro está para muchos bajo la sombra del dopaje, puesto que esta atleta ha sido sancionada por uso de estimulantes.
Todo en Yulimar parece fluir naturalmente. Ella no oculta que es homosexual, no niega que ha recibido apoyo del gobierno chavista, y en España atiende siempre con gusto a su inusual cantidad de seguidores, con los que se hace todos los selfies que hagan falta. Dice que aprendió de Jesús Velásquez el respeto por su deporte, y de Iván Pedroso el valor del trabajo, de la constancia.
Yulimar Rojas lleva solo cinco años en el triple salto. Con 23 de edad, en una especialidad en la que los atletas llegan a su plenitud alrededor de los 30 años, puede superar pronto la marca mundial de Kravets. Mientras cuida de sus tobillos y sigue mejorando, Yulimar derrocha personalidad: besa en las mejillas a su Serenísima Majestad el Príncipe Alberto de Mónaco, cambia constantemente el corte y el color de su cabello, y en su centro de entrenamiento en la Guadalajara española sigue trabajando por ese récord mundial que le falta… y ese oro en Japón.