Alberto tiene su negocio muy cerca de la Casa Páez, en la conjunción de las calles Boyacá y Páez del casco histórico de Valencia. Desde ahí ve quién entra y sale de la que fue la residencia en esa ciudad del general José Antonio Páez desde finales de 1821, poco después de la batalla de Carabobo, hasta 1834, cuando el poder había vuelto a concentrarse en Caracas y Páez se preparaba a ser relevado como presidente por Carlos Soublette.
Hoy la casa es un museo histórico, pero lleva varios años cerrada. No entran turistas ni hay ningún guía dentro, esperando por ellos. El único que está siempre ahí es un agente de la Policía Nacional Bolivariana de bigote canoso, piel morena y arrugada. “Ese es el que cuida la casa todo el tiempo”, dice Alberto.
Sin embargo, ahora se escuchan martillazos en su interior. Sus puertas, de unos tres metros de alto, están desgastadas, y a través de un agujero en una de ellas se ve el zaguán y luego, otra puerta que da hacia el patio central, también cerrada. Algunas partes de las cornisas están al descubierto. Se nota el barro de la tapia. La pintura de la casona es de un rosa desteñido; el sol ha devorado las tonalidades y la placa con el nombre del inmueble parece rayada con algún tipo de metal.
Una fuente cercana a la Gobernación de Carabobo aseguró que en febrero de 2021 habían cerrado la casa para iniciar su restauración, en vistas del Bicentenario de la Batalla de Carabobo este 24 de junio. Sin embargo, no fue sino a mediados de mayo que empezaron las labores, poco después de un comunicado de la Academia de la Historia de Carabobo que pedía al gobernador Rafael Lacava (del PSUV) reparar el inmueble.
Fue la tercera misiva en casi una década. Según el presidente de la Academia, Carlos Cruz, han pedido eso desde 2013. Lo que más le preocupa son los 800 metros de pintura mural y 82 metros de pintura decorativa, en los que destacan los murales al seco, hechos al temple, que evocan las batallas del general Páez y algunos episodios de la mitología griega pintadas entre 1829 y 1830. Son de Pedro Castillo, abuelo materno del maestro valenciano Arturo Michelena.
El fallecido cronista de la ciudad de Valencia, Alfonso Marín, enumeró las muchas batallas en las que participó Páez durante el ciclo independentista y describió los murales que las representan, en su discurso de incorporación a la Academia Nacional de la Historia en 1961: “Al pie de cada uno de estos murales aparece una descripción alusiva, donde Páez deja constancia de la forma como se desenvolvieron aquellas acciones, el número de hombres que tomaron parte en ellas, tanto de una como de la otra parte, las peripecias importantes que se presentaron en el curso de las mismas, y los resultados finalmente obtenidos. Estas pinturas son de poca calidad artística, pero tienen un valor documental inestimable”.
Marín también menciona el Salón del Sol en donde estaban pintadas las escenas griegas: la serpiente Pitón, Minos, Éaco, Radamanto, Arión, El Casamiento de Venus y el Juicio de París. Los títulos de estos murales fueron intencionalmente borrados hace algunos años, cuando se pintó toda la casa. El cronista no menciona el mural de Vulcano ubicado en la pared este de la casa.
Eso era lo que Páez veía en los muros cuando estaba en la Casa en los años en que se fundó la República de Venezuela. Veía sus hazañas militares, recreadas por Castillo, probablemente tras escuchar el testimonio del general. Luego tenía que volver a salir a aplastar la revuelta de algún competidor. Hasta que no volvió más, y la casa, con sus murales, debió continuar su propia complicada historia.
La restauración de 1991
Durante el período de los Monagas, a partir de 1848, la casa sufrió destrozos y algunas paredes las pintaron de blanco. Así borraron las imágenes de Páez y afectaron los murales. Luego, por un tiempo, fue una prisión gomecista.
En 1991, con Carlos Andrés Pérez en la presidencia y Henrique Salas Römer en la gobernación de Carabobo, se reinició su restauración. En ese momento el gobierno regional inyectaba grandes sumas de dinero a los museos locales.
“Me llamaron de la Galería de Arte Nacional para recuperar la casa y me fui a Valencia”, cuenta desde España el arquitecto venezolano y doctor en restauración Fernando de Tovar.
Cuando De Tovar llegó a la Casa Páez hace treinta años, se encontró con una edificación maltratada. Había múltiples filtraciones. Los murales de Castillo habían sido retocados de un modo grotesco. Las guirnaldas y los escudos estaban escondidos bajo capas y capas de pintura: “Hubo una persona que no voy a nombrar, y un comité de expertos historiadores, que autorizaron la transformación de nacional a colonial, y en ese tiempo metieron cableados y para eso rompieron paredes sin percatarse de que había pinturas murales”.
Según De Tovar, los murales fueron pintados en 1829. “En esa época se empezaron a hacer cosas más neoclásicas”, contó a Cinco8. En 1960 alguien pudo recuperar algunos de los murales. “No todos —dice el restaurador—. Además, en esa década un grupo de historiadores intentó quitar los murales para transformar la casa en estilo colonial. Son diferencias notables. La gente cree que colonial es todo lo que tenga patio en el centro, pero eso no es así”. De Tovar subraya que la arquitectura colonial venezolana, que termina con el ciclo independentista en 1810, no se puede confundir con el periodo republicano al que pertenece la Casa Páez.
El restaurador tuvo que hacer estudios durante cuatro meses. Se tomaron muestras que fueron analizadas en microscopio, en algunos casos en el IVIC. Luego de obtener los datos necesarios iniciaron las labores que se prolongaron durante un año completo, con un equipo de veinte personas que De Tovar escogió de entre cien profesionales en diseño gráfico y artes, y que luego entrenó, en vista de la escasez de profesionales en esta rama.
Reparar para dañar
Carlos Cruz, de la Academia de Historia de Carabobo, agrega que este sitio histórico es el único que queda del siglo XIX en Venezuela que tiene tal cantidad de murales. “La casa viene trayendo problemas desde hace ocho años, cuando comienza la administración del gobernador Ameliach”, explica el historiador. “Se notaban las filtraciones en los murales de la pared norte, especialmente, que limita con un terreno vacío. Entonces, como las paredes son de ladrillos de bahareque y arcilla, la exposición a la intemperie hace que el agua penetre y que esa humedad empiece a salir por el otro lado”. Esos terrenos contiguos a la casa albergaron los establos y una casa que fue demolida.
Para ese entonces la Gobernación reparó la parte externa de la pared norte de la casa. “Pusieron concreto, pero ese trabajo no fue correcto porque lo que hicieron ahí fue hacer una especie de cápsula, concentrando aún más la humedad”, relata Cruz. La inexperiencia en los trabajadores de Ameliach produjo otros daños. Cuando en 2013 se hizo una inspección, se registró que el suelo de madera de la biblioteca debía reemplazarse.
Desde la Academia intentaron convencer a Francisco Ameliach y a su equipo de trabajo de que les asignaran una partida especial para cuidar los museos del Estado. Esta se creó en 2016, por 600 millones de bolìvares (entonces 130 dólares al cambio oficial), que había que dividir con las bibliotecas estatales. Con la llegada de 2017, último año de Ameliach en el gobierno, el dinero se desvaneció. “No supimos qué pasó. La Academia no administra ni repara inmuebles, pero sí advierte a los organismos de la necesidad de reparar y proteger todos los monumentos”, resalta el académico.
También con el pretexto de una reparación cerraron en 2017 la Casa de La Estrella, cerca de la Casa Páez, que albergó al Congreso Nacional de la Primera República y hoy es sede de la Academia de la Historia.
Cuando a mediados de 2018 se reabrió La Estrella, recuerda Cruz, “el monte dentro de la casa llegaba hasta la cabeza de uno y no hicieron ningún trabajo”. Cruz le recordó al gobernador Lacava lo imperativo de una partida presupuestaria para museos, de modo que no tuviesen que buscar dinero en otros lados.
Detrás de la puerta cerrada
Aunque Fernando De Tovar lleva años sin ir a la casa, le han informado que está bastante deteriorada. Cree que en la actualidad el proceso de restauración debe ser parecido a lo que hizo en 1991, con la ventaja que ya los murales se ven. Le preocupa que estos no se estén restaurando con delicadas inyecciones de adhesivos que, si se hacen mal y sin estudios previos, pueden hacer que se desprendan capas de mortero o del sustrato del muro.
Fernando De Tovar critica que el equipo que hizo los trabajos durante el gobierno de Ameliach haya encapsulado la pared con cemento: “Eso se hace con cal y arena, como antes, no con cemento. Es una cosa obvia porque cualquier restaurador, por más torpe que sea, sabe que hay materiales incompatibles y el cemento es uno de ellos. Tuvieron la mala maña de cubrir las paredes con rejillas y luego echarle cemento para que no se cayeran. Esos son errores de personas que quieren ser restauradoras y no lo son”.
Para el arquitecto, el problema es que los gobiernos ignoren a los especialistas del Instituto de Patrimonio Cultural y del Centro Nacional de Conservación y Restauración Patrimonial (Cencrep), quienes se encargan de que las cosas se hagan bien. De Tovar recuerda que en 1991 estas instituciones vigilaban la restauración y le pedían cuentas al respecto.
Por lo general un monumento u obra debe pasar por una sola restauración, y después se le debería hacer mantenimiento continuo para evitar su deterioro. Depende del tipo de construcción; la Casa Páez es más vulnerable porque está hecha de tapia de barro. “En otro país si algo así ocurre le quitan a la casa el título de patrimonio y hacen responsable a la gente que hizo las cosas de mala manera”. Pero no, la antigua vivienda valenciana del Centauro de los Llanos continúa en su vaivén entre instantes de cuidado y largos años de abandono. En 1997 reportaron que los manuales de conservación que estaban en la biblioteca de la casa habían desaparecido. Para 1999, cuando redactó su tesis doctoral sobre la Casa Páez, De Tovar escribió que el mantenimiento de la casa era mínimo.
Cinco8 logró entrar el 18 de mayo a la Casa Páez, y se encontró un grupo de obreros, andamios y dos mujeres limpiando los pisos de los corredores centrales con un químico blanquecino. Los árboles del patio central fueron talados. Los murales están visiblemente deteriorados y se observa que en algunas partes la pintura se ha caído. Los muebles de madera están sin cubrir mientras se vierten líquidos en los suelos, al igual que las obras de Castillo. Un obrero lanzaba tejas a un compañero que trabajaba en el techo. Uno de los trabajadores dijo que se prepara una preinauguración el 24 de junio.
Tanto Cruz como De Tovar dudan de que la casa esté lista para el aniversario de la Batalla de Carabobo en la que Páez dirigió su célebre escuadra de lanceros. De Tovar piensa que no importa si se actúa tarde, lo importante es que se actúe. ”Y lo más importante es que se actúe con la gente adecuada, no con la inadecuada y eso lo vimos con el suceso del muro de concreto”, recalca.
Según Cruz, De Tovar fue llamado en la gestión de Ameliach para trabajar en la casa, pero lo descartaron cuando consideraron que cobraba muy caro, algo que generó la crítica del presidente de la Academia. “No puedes regatear la calidad y el conocimiento de alguien que ya conoce el terreno”. Ahora entiende que la persona encargada de la restauración sería un contratista de Mérida que no cobraría el trabajo, sino los materiales utilizados. El académico menciona algo que lo explica todo: “Siempre se ha dicho que la cultura no da votos”.