El guardián de la música urbana es abogado, locutor, ensayista, biógrafo, crítico musical, productor de programas radiales musicales, productor de compilaciones musicales. Además, ha sido profesor de Historia de Venezuela, de Radio y de un seminario sobre Literatura y Derecho en la Universidad Monteávila.
Aunque no lo crean, estamos hablando de una misma persona.
Guillermo Federico se graduó como abogado en 1977, y ejerció la profesión durante varios años. Sus reflexiones en torno al oficio del jurista están recogidas en un entretenido libro llamado La mira del abogado, Bid & co., Caracas, 2009.
Pero en paralelo a su profesión jurídica, Guillermo Federico sintió la necesidad de dar cauce a sus otros intereses intelectuales y culturales. Al obtener su título de abogado, presentó un examen de locución, “el examen más difícil que hice en mi vida… presentamos 250 personas y lo pasamos 4”.
Cuando supo que había pasado el examen y tras lograr un programa de media noche en la Radio Nacional de Venezuela, se preocupó: “Si yo salgo haciendo un programa de música a media noche y este tipo de cosas, voy a destruir la confianza que el abogado debe transmitir”. Así pues, en ese momento nace su alter ego: “yo me llamo Guillermo Federico Vegas Pacanins. Guillermo Vegas soy yo, pero Federico Pacanins también”.
Como Guillermo Federico nos aclara que “soy más veces Federico Pacanins que Guillermo Vegas”, de ahora en adelante, como se dijo a sí mismo hace unos cuantos años, “al abogado vamos a dejarle los bigotes…” y el nombre de Guillermo Vegas; y al guardián de la música urbana lo llamaremos por su nombre: Federico Pacanins.
La separación de estas dos personalidades eran tan o igual de comprometida como la de Clark Kent y Superman: “Para no destruirle la fama a Guillermo Vegas, Federico Pacanins jamás se dejaba retratar por ninguna circunstancia. Por eso nunca hice televisión. Llegó un día en que ya no importó; pero ojo, pasaron treinta años para que no me importara”.
Comprender a Caracas
Para Federico Pacanins comprender a Venezuela pasa por “comprender lo que la gente común y lo que la gente no tan común siente”. De aquí su interés por revisar nuestra música y literatura y tratar de ponerlas al servicio de todos los que nos rodean.
Apenas Guillermo Vegas se graduó de abogado, Federico Pacanins, su alter ego, comenzaría una interesantísima —y divertida— carrera dedicada a producir y promover distintas expresiones culturales.
En la radio, como productor y conductor de programas radiales como Sesión de jazz (Radio Nacional de Venezuela, 1978-1979), La Cuarta Noche (1993-2003, Jazz 95.5), Pensando en Jazz (2000-2005, Jazz 95.5), Cultura Urbana (Jazz 95.5), entre otros.
En los medios audiovisuales, ha sido productor de Toque a Caracas (Universidad Nacional Abierta, 2006) y de Leo Matiz en Caracas. Ha sido patrocinante de músicos y agrupaciones musicales.
Ha escrito para las revistas Imagen, Complot y Bigott, así como para los diarios El Nacional, Tal Cual y El Mundo. Entre sus libros y ensayos se muestra también la versatilidad de este personaje: El libro del béisbol, En defensa del melómano, Jazzofilia, Primera persona, Tropicalia caraqueña, Conversaciones con Aldemaro Romero, Orilla de Playa. Escribió la biografía de Aldemaro Romero y de Luis María “Billo” Frómeta, y hace pocos años publicó Salsa en Caracas.
Ha dictado múltiples ciclos de conferencias incluyendo Swing con son, Duke en vivo y Perfiles de la música caraqueña del siglo XX. Ha producido igualmente varias crónicas teatrales de música, como La Canción de Caracas, Cuéntame de óperas, Retratos en Blanco y Negro, Broadway en Caracas, Aldemaro, Billo. Además, tuvo la oportunidad de presentar en varios escenarios Aldemaro Sinfónico, en algunas oportunidades bajo la dirección de su hija, la directora de orquesta Elisa Vegas.
Y, por si fuera poco, Pacanins es el actual Presidente de la Junta Directiva de la Asociación Cultural Humboldt.
De un “gusto casero” a una “pasión”
“La primera canción que uno memoriza —quitando las canciones de cuna e infantiles— es”, señala Pacanins, “uno de los primeros actos de individualidad que tiene el ser humano”. En el caso de Federico Pacanins, la primera canción que memoriza es el cha-cha-cha “La Pastora” de Tony Camargo, canción que musicalizó las tardes en que su hermana jugaba muñecas encima de una mesa de planchar y él se entretenía con soldaditos de plomo debajo de la misma mesa. Pacanins también recuerda que su papá oía obras de —entre otros— Frank Sinatra, Beethoven, Daniel Santos, Aldemaro Romero, Felipe Pirela y La Billo’s.
Todos esos “gustos caseros” lo permearon y se convirtieron en una pasión; y “cuando la pasión es legítima, también se traduce en que ese individuo quiera hacerlo bien… lo que no es otra cosa que profundizar en el tema”.
Pero, ¿por qué Federico Pacanins se interesa, entre otras cosas, por la música urbana caraqueña? Pacanins explica que su “caraqueñidad viene dada por su familia, que tiene muchas generaciones aquí. Y yo viví en un medio ambiente que jamás odié”, y como conoció el exterior después de graduarse como abogado, “pues para mí el mundo como que se acababa en el borde del Ávila”.
Esta caraqueñidad y mezclada con su pasión por la música, llevó a Federico Pacanins a intentar comprender Venezuela a través de la música urbana caraqueña y a promover su “rescate”, no sólo para disfrutarla, sino también para divulgarla. Cuenta en su libro Tropicalia caraqueña. Crónicas de música urbana del siglo XX, que “conocer y calibrar la dimensión de nuestra música urbana, qué duda cabe, apunta a conocer mucho de lo que hemos sido y somos. Válida debería pues resultar la ayuda aportada mediante páginas de crónica musical caraqueña y contemporánea —a lo sumo recuentos emocionales del sitio, dirá alguno—, al servicio de quienes creemos en la música urbana como arte y, en consecuencia, cual forma de conocimiento”.
Y luego añade: “Somos una especie de colador de cosas que nos llegan, decantamos y hacemos nuestras. Caracas, en este sentido, ha sido una gran esponja cultural que a través de sus sonidos organizados, de una u otra forma nos ayuda a descubrir quiénes por fin somos, a qué sitio pertenecemos y, en cierto modo, hacia dónde como colectividad vamos (no en vano tanta intelectualidad refiere al arte como el gran medio de conocimiento emocional de los asuntos humanos)”.
A esta misma necesidad de atender a nuestras expresiones musicales nos alertaba durante la entrevista que realizamos: es importante investigar estos temas “porque hay un problema de identidad… tú puedes mejorar en la medida en que sepas dónde estás parado, quién eres tú… a través del código de la música reconoces lo que tú eres como ciudadano”. Códigos como, por ejemplo, la marcha de Venevisión, el himno del Miss Venezuela o la marchantica del carrito de helados, entre muchos otros. Esto códigos están presentes, son marco de referencia e incluso condicionantes, nos guste o no nos guste esa música.
Le preguntamos al profesor Federico Pacanins un libro para aquel venezolano que se interese en una buena crónica de la música de Caracas. A ese lector le recomendará leer al profesor José Antonio Calcaño, “que se hacía llamar el ruiseñor del Ávila, entre otras cosas; caraqueño a más no poder. El hombre que decía ‘yo ni venezolano soy, yo lo que soy es caraqueño’”. Calcaño escribió La Ciudad y su música: crónica musical de Caracas, que Pacanins considera “una maravilla… uno de los libros fundamentales dentro de una biblioteca de venezolanidad”, pues no solo presenta la historia de la música de la ciudad, sino también “la historia de la ciudad que viene a ser la historia del país mismo”.
“Erradicar el discurso político de los escenarios culturales”
Somos firmes creyentes de que más que buscar cargos para las personas, hay que buscar a las mejores personas para los cargos. Y en el ámbito público, más aún. La nada frecuente suma de conocimiento jurídico y cultura, nos lleva a pensar que Guillermo Federico Vegas Pacanins sería una excelente opción como Ministro para la Cultura. Por eso, nos atrevimos a preguntarle: si lo nombraran Ministro para la Cultura, ¿cuáles serían sus primeras decisiones?
Vegas Pacanins parte de la premisa de que es necesario “entender la cultura como el cultivo de las bellas artes… vale decir, danza, artes plásticas, teatro, música, para que eso de verdad se desarrolle”. Y agrega: para aquellos que sienten que esta definición excluye la educación, “la educación formal la estarías especificando a través de un Ministerio de Educación”.
En segundo lugar, Vegas Pacanins afirma -sin pelos en la lengua: es necesario “erradicar absolutamente el discurso político de los escenarios culturales. Casi que pondría una prohibición expresa de entrada, hasta para el Presidente de la República, a lugares como el Teresa Carreño, porque ellos tienen grandes teatros políticos… Miraflores, por ejemplo, es un gran teatro político”.
Como hay mucho trabajo por hacer, Vegas Pacanins considera necesario dotar al Ministerio para la Cultura de un enorme presupuesto. Para ello, buscaría que en los ámbitos del Poder Legislativo y del Poder Ejecutivo se entendiese que el hombre útil, contemporáneo, se va a formar, entre otras cosas, con las bellas artes y por ello esa área es tan importante como la educación. Aunque sería un “trabajón”, nuestro candidato a Ministro revisaría “todos y cada uno de los rubros en los cuales el Ministerio de Cultura asigna ayudas de cualquier tipo, para calibrar sus resultados; porque me parece que muchas veces, no solamente es cosa de pedir más presupuesto, sino de verdaderamente hacerlo eficientemente”. Y precisa “en la cultura hay mucho reposero”.
Por último, pero no menos importante, Vegas Pacanins quisiera “llenar todos los escenarios de cultura, de programaciones estables y racionales”. Esto también implicaría “que el político no pueda ir a hacer discursos ahí, porque son espacios para ello”. Esto sería una prohibición tácita a la entrada del discurso político dentro del ámbito cultural.
Cinco (más cinco) canciones para oír
Para terminar en una nota musical, le preguntamos a Federico Pacanins cuáles eran las cinco canciones venezolanas que todo venezolano debe escuchar antes de los 40 años. Contestó la pregunta, y, como los músicos generosos, además dio propina (o bis), porque nos dio diez recomendaciones.
En el ámbito de la venezolanidad, precisó cinco piezas. Empezar por el Himno Nacional de Venezuela y “tomar conciencia de lo que dice… hay que leerlo en sus tres estrofas”. En segundo lugar, un cha-cha-cha compuesto por Luis Cruz, que es sinónimo y ritual ineludible de las celebraciones de cumpleaños: “Ay, qué noche tan preciosa”. Es importante “preservarlo, porque es una cosa venezolana… esa es la que escogió el pueblo venezolano y hay que respetar en ese sentido lo que el colectivo adopta”. En tercer lugar, el Alma llanera, que siendo “un joropo urbano”, “habla mucho de lo que nosotros somos como pueblo siempre abierto a la cultura foránea, porque eso no es con arco, cuatro y maraca. Eso es con una banda marcial, una cosa muy europea-venezolana, por decirlo así, y también del género de la zarzuela”.
En cuarto lugar, la marcha de la 1BC, “tal vez porque pertenezco a la radio y eso fue por muchos años el modo como comenzaba la televisión en Venezuela, no solamente Radio Caracas Televisión. En la radio también [la emisora] Ondas Populares abría con ese tema. Para una generación, es la marcha más famosa que se haya escrito en Venezuela. No es una marcha de guerra —mira que curioso— ni militar, sino es una marcha comunicacional… Mira que cosa tan curiosa que la marcha más famosa de Venezuela sea una marcha civil”.
En quinto lugar, el himno de la región de origen de cada venezolano, que puede o no ser el himno del estado de origen. Por ejemplo, si algunos critican “que el himno de Caracas sea lo que escribió Chelique Sarabia, entonces apréndase el pasodoble ‘Bella Caracas’ que yo lo he visto como algo que genera venezolanidad hacia la región”.
Por otra parte, desde la perspectiva de la elaboración musical, Federico Pacanins recomienda, para empezar, el “Canto al Ávila” (por muchos conocida como “Cerro El Ávila”) de Ilan Chester: “me parece que es una canción que le habla a una generación”. También nos sugiere “Ansiedad” de Chelique Sarabia, que considera “el tema de amor más internacional que se haya escrito en Venezuela, porque no en vano tiene versiones en japonés y de Nat King Cole… es una canción de amor muy bella y tantos millones de personas no pueden estar equivocados”.
Pacanins luego nos habla de “Caballo Viejo” de Simón Díaz, aunque tiene predilección personal por “Luna de Margarita”; y de Billo Frómeta, “el hombre que enseñó a bailar a Venezuela”, debemos oír “Caracas Vieja”. Aunque la que más le gusta a Federico Pacanins es el “Swing con Son”.
Por último, pero no menos importante, “Poco a Poco” de Aldemaro Romero por ser “una de las canciones venezolanas más bellas en letra y música”, aunque el propio Romero “decía que en todos sus años como compositor lo mejor que había elaborado era ‘El Catire’”. Vale decir, Federico Pacanins considera que Aldemaro Romero “es el músico más importante que ha dado Venezuela en toda su historia, porque es el músico que sometió su creatividad a todo lo que el universo musical de su tiempo decía”.
No hay duda que Federico Pacanins ha disfrutado escuchando —y estudiando— la música urbana caraqueña. Por eso, gracias a él, ha quedado un importante registro escrito y audiovisual del son caraqueño para todos nosotros.