En 1998, la Piedra Kueka fue removida del Parque Nacional Canaima para formar parte del proyecto Global Stone, del artista Wolfgang Kraker von Schwarzenfeld, en el parque Tiergarten de Berlín. Desde entonces, los pemón exigieron su regreso, mientras Kraker von Schwarzenfeld insistía en que era un regalo del Estado venezolano. En 2003, el presidente Hugo Chávez solicitó formalmente su retorno. Pero el proceso no se materializó hasta el 20 de enero de este año, aunque el gobierno federal alemán, tras una consulta parlamentaria, había aceptado devolver la piedra en 2012.
22 años después, vuelve a Venezuela como “retorno de un regalo” y “sin ningún tipo de concesiones de Venezuela a cambio” de su devolución, según el Ministerio alemán de Relaciones Exteriores, y como parte de “un acuerdo amistoso”, según el canciller del régimen de Maduro, Jorge Arreaza. Pero, con un costo de transporte que asciende a 35.000 euros y con su llegada programada para finales de febrero, el cruce oceánico de Kueka ha vuelto a levantar controversias en ambos lados del Atlántico.
La religiosidad pemón
Según la narrativa oficial, promovida en el corto Etapontok ro etomo, la lucha continúa de Funda-Cine, el mito cuenta que Kueka fue una mujer pemón que rompió las reglas de su clan al enamorarse de un hombre de otra comunidad. En castigo, la deidad “abuelo sabio” convirtió a Kueka y a su esposo en dos rocas abrazadas cerca de la Quebrada de Jaspe. Así que el proyecto Global Stone habría separado a los amantes primordiales pemón.
Pero hay voces que son escépticas ante esta historia. Para Bruno Illius, un antropólogo alemán especializado en los pemón del Instituto de Latinoamérica de la Freie Universität Berlin, el mito de Kueka es una fabricación política para usar la piedra como un instrumento de propaganda chavista. Según Illius, en un documento que se encuentra en la página web del proyecto Global Stone, el corto Etapontok ro etomo, la lucha continúa en realidad cuenta en idioma pemón una fábula muy diferente, sin alusión alguna a la Kueka. La épica de amor prohibido que aparece en los subtítulos, no se relaciona con la narración. El antropólogo también dice que ese mito no existe en la literatura antropológica —ni venezolana ni alemana— sobre la mitología pemón.
Aun así, la socióloga venezolana especializada en los pemón, Iokiñe Rodríguez, de la University of East Anglia, en Reino Unido, afirma que —sea cual sea el rol o mito de la piedra— se perturbó la cosmología pemón. Nunca vamos a saber si el mito de la Kueka es auténtico o no, afirma, y no tiene por qué ser compartido por todas las comunidades pemón. Pero como en la perspectiva indígena el paisaje es mitológico, “es muy probable que la Kueka haya sido una parte de un mito de la gente de Mapaurí” en el estado Bolívar, dice Rodríguez. La sacralización del paisaje nace además de los “territorios ancestrales”: áreas de asentamiento previo, donde se han enterrado ancestros, lo cual extiende estos territorios comunitarios. Por eso, hay “una vinculación estrecha entre la mitología y los espacios de ocupación histórica de las comunidades” que se han movilizado.
En ese sentido, la extracción de Kueka sería una ruptura con su pasado histórico y cultural pues, aunque la piedra no fuese parte de una mitología, cualquier hostilidad contra su territorio es un ataque a su identidad. “Los pueblos indígenas son actores con agencia política que saben construir discursos para obtener sus objetivos”, dice Rodríguez. Para ella, tanto la discusión sobre la autenticidad del mito como su uso propagandístico “esencializa a los pueblos indígenas” y trata, con un fin instrumental, de encerrarlos “en un cajón histórico de pureza cultural que no existe en el mundo moderno”.
Irrumpiendo en los parques nacionales
La extracción de la piedra también significó violar varias leyes nacionales. Kraker von Schwarzenfeld alega que fue víctima de una serie de malentendidos de la burocracia venezolana.
El informe de derechos indígenas de Provea cuenta otra historia. En 1998, el gobierno de Rafael Caldera —junto con las empresas estatales Edelca y Electronorte— procedió a construir un tendido eléctrico sobre el territorio pemón para dotar al norte de Brasil de energía. Según Rodríguez, el tendido “simbolizaba un tipo de desarrollo a gran escala que iba a dar entrada a la minería en el sur”. En 1997 el gobierno aprobó la construcción del hotel Turisur en la Sierra de Lema, una zona de alta sensibilidad ambiental. Esta decisión eventualmente fue revocada por las protestas de los pemón. “Era una época en la que era práctica habitual romper con los reglamentos del parque nacional como lo es, incluso hasta peor, hoy en día”, dice Rodríguez.
Junto a indígenas de otras etnias, los pemón protestaron pacíficamente y en julio de 1998 bloquearon la carretera Troncal 10. Fue en este momento, con gran parte de los pobladores de Mapaurí en la carretera, que la piedra Kueka —cercana a la Quebrada de Jaspe— fue retirada por Kraker von Schwarzenfeld con permiso inicial del presidente de Inparques. Cuando volvieron del bloqueo de la Troncal 10, los pemón interceptaron el transporte de la Kueka y la retuvieron. Kraker von Schwarzenfeld asegura que quienes la retuvieron fueron activistas ambientalistas que no podían creer que se hubiera permitido la remoción de una piedra de treinta toneladas y por ello asumieron que la estaban robando.
El gobierno había roto el Decreto 276, que estipulaba que la extracción de elementos de parques nacionales es ilegal; el Plan de Ordenamiento y Reglamento de Uso para el Sector Oriental del Parque Nacional Canaima de 1991 que prohibía la extracción de materiales de esa escala y tipo en zonas recreativas de uso turístico; y la Ley Orgánica de Hacienda Pública Nacional que explícitamente prohíbe a funcionarios públicos otorgar permisos sobre bienes estatales.
El caso fue llevado a la Fiscalía del Ministerio de la República y al Senado, donde le advirtieron a Kraken Von Schwarzenfeld que era ilegal llevarse la piedra. El artista alemán solicitó un permiso al Instituto Autónomo para Ambiente, Minería y Ordenación de Territorio (IAMOT) de la gobernación de Bolívar que sin tener potestad, autorizó el traslado de la Kueka, que salió hacia Europa en diciembre de ese año.
Durante las protestas contra el tendido eléctrico del gobierno de Caldera, los pemón acordaron que solo negociarían si se cambiaba la legislación para otorgarles los derechos de propiedad de sus territorios en Canaima y algunas áreas adyacentes. Siguiendo el patrón de distribución de tierras del Instituto Agrario Nacional, basado en comunidades, el gobierno de Caldera intentó dar títulos de propiedad al pueblo pemón. Pero estos se opusieron, exigiendo propiedad territorial y no comunitaria que fraccionaría el territorio y su significado cultural y ancestral, perdiendo la vinculación histórica entre las comunidades, sus lugares de pesca y de cacería.
En 1999, la nueva Constitución reconoció por primera vez los derechos indígenas, a pesar de la oposición de varios constituyentes chavistas que los consideraban una amenaza a la soberanía nacional. En 2001, la Ley de Demarcación y Garantía del Hábitat y Tierras de los Pueblos Indígenas delimitó planes para demarcar estos territorios. Así, los pemón firmaron un acuerdo para la culminación del tendido eléctrico. Pero los títulos de propiedad territorial prometidos nunca se entregaron.
En su lugar, apareció el Arco Minero del Orinoco en febrero de 2016. Hoy, de acuerdo con un reporte de la ONG SOS Orinoco, dentro de Canaima hay al menos 15 sitios de minería y 18 más en un perímetro menor a 11 kilómetros de los bordes del parque.
Muchos pemón se han ido a trabajar en las minas, donde se han vinculado a actores armados irregulares. Según la líder indígena Lisa Henrito, múltiples tierras indígenas han sido invadidas por mineros ilegales bajo la supervisión del Ejército. Esto ha provocado todo tipo de enfrentamientos, que incluyen la creación del grupo de autodefensa Guardia Territorial Pemón; los choques entre la Guardia Nacional y los pemón en febrero de 2019; la detención de funcionarios de la Dgcim y Corpolec por parte de capitanes pemón por el presunto asesinato de un pemón en diciembre de 2018 y la detención, sin acceso a alimentos ni medicina, de un grupo de pemón que presuntamente cooperó con los militares que se fugaron con armas del fuerte Luepa en diciembre de 2019.
El régimen de Maduro “ha movido la mentalidad pemón a aceptar la minería” en sus tierras, dice Rodríguez, y así “cooptar a los indígenas” a sus planes como parte de una estrategia “más astuta” que la de las administraciones previas. Esta transformación social y económica ha creado una “situación de fragilidad social extrema; mucha polarización, de grupos que creen en la minería, otros que no, unos que quieren un tipo de minería, otros que no están de acuerdo en trabajar con el gobierno”, lo cual está logrando “una avanzada gigantesca de la minería” y un empeoramiento de las condiciones de vida: en noviembre se reportó, en un paciente pemón, el primer caso de fiebre amarilla en Venezuela en 14 años.
En este contexto, opina Rodríguez, la llegada de la Kueka “podría ser utilizada políticamente como un reconocimiento de sus afiliaciones territoriales y ancestrales, desviando la atención de la crisis social en la zona”. Así, se buscaría “amansar y apaciguar todo lo que está sucediendo allí”, incluyendo “un destrozo ambiental mucho más grave que los de los gobiernos anteriores”.