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Con José Peseiro el peor drama se deshace cual castillo disuelto por el oleaje. Es esa brisa fresca, que no congela y alivia el calor. Que inspira calma. Porque la euforia desmedida, ese grito a pulmón que exagera cualquier jugada, es, sí, el rasgo más común de quienes están destinados a fracasar.
Richard Páez fue un ícono, uno de los rostros más reconocibles del país. César Farías se peleó con la prensa, hizo poses grandilocuentes: instaló un clima de guerra. Noel Sanvicente fue El Elegido, que quería escribir una historia para la que parecía destinado. Rafael Dudamel agarró el timón con las mismas ansias de protagonismo y la misma furia que desplegaba como portero. ¿José Peseiro? Él es un tipo tranquilo, que lo invitaron a comer a un país al que apenas conocía, dijo por qué no y se sentó a trabajar. Habla de fútbol, explica, es transparente, no pelea. Viene bien esa tranquilidad.
En sus últimos 11 partidos de local en Eliminatoria, Venezuela solo tenía un triunfo. El dato se cruzaba con una de las espinas que más ardían en la selección: nunca se le había ganado a Chile en casa. Este enfrentamiento se produjo, además, en el marco de la difícil actualidad. Por fortuna, la curva de rendimiento de la selección desde que arrancó la Eliminatoria ha sido ascendente. ¿Era lógico esperar esta victoria? No, lo más probable era lograr un empate y luego, en la fecha cinco y seis, cosechar el primer triunfo. Pero la dicha ha llegado pronto. Y empezó a cocinarse en aquella bochornosa noche de Barranquilla en la que se perdió por 3-0.
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A diferencia del partido ante Brasil, esta vez Venezuela sí contempló el arco rival. No hubo cambios drásticos (no los ha habido desde el encuentro frente a Paraguay), más bien se siguió puliendo el modelo de juego. A la solidez defensiva que ya se había visto en los dos choques anteriores, se le sumaron contragolpes bien elaborados. Algo fundamental fue parar el equipo unos metros más adelante, lo que permitió que se produjeran recuperaciones más cerca del arco chileno. Al mismo tiempo, y a diferencia de lo visto ante Brasil, dos de los tres miembros del trivote –Yangel y Cásseres– realizaban rupturas hacia adelante, o sea, salían de su posición para pisar el área contraria. Esto mientras los externos –Machís y Savarino– hacían desmarques diagonales en la misma dirección. La consecuencia es que había más vinotintos rondando el área rival. Todo partiendo de la estabilidad defensiva que ya está internalizando el equipo.
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Chile podía desestabilizar a Venezuela si pulsaba las teclas correctas, sobre todo si quien se sentaba frente al teclado era Arturo Vidal. Con asociaciones cortas, de uno o dos toques, le era sencillo convertir el muro venezolano en una gelatina. De esa forma anotó su único gol. Asimismo, le faltó hambre al momento de presionar. Y al ser un equipo largo, facilitaba que Venezuela se organizara tras superar la primera línea de presión. El partido dio la sensación de estar muy nivelado.
¿Las columnas del triunfo? Cristian Cásseres Jr: es una de las mejores noticias que ha recibido la selección en la Eliminatoria. A sus 20 años, está listo para competir. Tuvo momentos en los que resultó imposible no ilusionarse con un futuro en el que, con cinco años más de experiencia cada uno, él y Yangel sean el sostén sobre el que se edifique cualquier modelo. Yangel Herrera: fue importante en la defensa posicional, pero también rompiendo líneas para llegar al área y limpiando las jugadas cuando el balón estaba en sus pies, igualmente sigue demostrando su talento en el juego aéreo: dio, de cabeza, la asistencia para el primer gol. Otro detalle, es el mejor pasador largo del equipo. Sus dotes de mariscal son conocidos en Granada, ahora la Vinotinto comienza a beneficiarse de ellos. Yordan Osorio: creo que es el único futbolista insustituible. Inspira la calma de los que saben jugar. Cuando él no estuvo en cancha, en la primera doble fecha, los defensores le huían a la pelota. Con él liderando, Wuilker se animó varias veces a dejársela en los pies, del mismo modo en que varios volantes retrocedían el balón con confianza. De paso, hace mejores a quienes lo rodean: sin él, Ángel se ve endeble; a su lado, pareciera listo para competir. La gran pregunta que debe responder el fútbol venezolano es cómo hacer para formar más jugadores con sus características.
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Salomón es el mejor delantero que ha parido Venezuela. Su mejor etapa ya pasó, pero cuesta encontrar hoy día un mejor jugador para el puesto. Es verdad que falló una ocasión clara, como también lo es que anotó el gol del triunfo. Supo asociarse con Machís y Savarino primero, y con Soteldo y Otero después. Se mueve con la pericia del que conoce los secretos del puesto. Lucha, presiona y, con el balón en los pies, hace lo que puede, que, usualmente, es mucho. Fue una pieza importante en esta doble fecha, que recordó a su versión del West Bromwich Albion, aquél delantero de equipo chico que por momentos parecía que luchaba solo contra el mundo. Ni él, ni Tomás, ni Rosales tendrán un rendimiento como el que mostraron en la era de Farías. La carrera de los tres se encuentra en fase de declive. Dicho esto, ¿puede Venezuela prescindir de alguno de ellos? No solo creo que la respuesta es un no rotundo, sino que me parece que siguen siendo piezas fundamentales de este proceso.
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En el minuto 69, y con el marcador igualado, entró Soteldo. Menos de diez minutos después, Otero estaba en la cancha. Se disolvió el trivote en beneficio de la sociedad ofensiva que más expectativas genera. ¿El resultado? Victoria 2-1. Pero hay que observar con cuidado. Con la salida de Cásseres en beneficio de Rómulo, Chile creó más ocasiones de gol que durante todo el partido. Arrinconó a Venezuela, dio la sensación por primera vez de que podía ganar. Fueron sus mejores minutos: los únicos en los que fue claramente superior. Luego de uno de esos asedios, la pelota le cayó a Soteldo y empezó la magia. Un regate que desbarató el mundo y devino gol vinotinto. Con el marcador a favor, y ya en el minuto 90, Peseiro hizo nuevos cambios. Armó un 5-4-1 bastante retrasado, con el que fue más fácil aguantar los minutos finales.
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Una de mis inquietudes de los últimos cinco años es por qué Otero no ha visto más minutos. Millones de aficionados comienzan a preguntarse lo mismo respecto a Soteldo. Y muchos salivamos al imaginarlos juntos. Ese momento llegará, pero cuando el equipo esté más maduro. Hasta ahora, lo sucedido en cancha le da la razón a Peseiro en cada una de las decisiones que ha tomado luego de la derrota frente a Colombia.
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El fútbol es un proceso. Cada partido es una historia distinta, sí, pero una historia hija del partido anterior. El eslabón de una cadena. En los 90, Alemania planificó ser campeona del mundo para la Copa de 2018. Lo logró cuatro años antes. Sabía que cada partido, cada semifinal, cada derrota, era parte de un proceso. Jurgen Klopp, al frente del Liverpool, no sufrió demasiado las finales de Europa League y Champions que perdió: diagnosticó que era ilógico que su equipo hubiese llegado tan lejos, habían competido por encima de sus posibilidades. Lo razonable era esperar un título continental y uno de liga acaso en las siguientes dos temporadas, como en efecto sucedió. José Peseiro fue contratado de forma intempestiva por una fracción de una Federación Venezolana de Fútbol en plena guerra interna. No tuvo tiempo de hacer un diagnóstico. Para colmo, su debut se vio retrasado por la pandemia. No fue sino hasta el inicio de la Eliminatoria cuando pudo hacer una evaluación viendo a los jugadores entrenar y disputar un partido. Desde ahí en adelante ha trabajado en tiempo récord y su primera victoria llegó antes de lo imaginado. Vale acotar que es, junto a Richard Páez, el seleccionador que más rápido ha ganado en Eliminatoria con Venezuela.
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El plan de juego se irá perfeccionando y los cambios más profundos podrán hacerse en la concentración previa a la Copa América 2021. Todo el desprecio y rabia que se produjo en las primeras tres derrotas, toda la euforia desmedida que se pueda producir a partir de esta victoria, son solo diferentes formas de ruido: síntomas de una relación masoquista de los aficionados para con la selección, la ilusión desmedida de quienes están desesperados por una excusa para sonreír. Cargas pesadas para cualquier proceso. Por fortuna, José Peseiro camina con calma, como si se tomara un café sentado en una avenida. Y así como tres partidos atrás comenzó a cocinar este triunfo, seguro que ya está pensando en cómo afrontar lo que va a suceder en 2021. Que otros inventen dramas desde la arena y sufran por gusto, el cuerpo técnico y los jugadores están para trabajar. Y solo trabajando se produce el tranquilo oleaje que aplana pretensiones y exageraciones, que derrumba los castillos de fantasías que contaminan el fútbol venezolano.