Recuerdo que de niña hacía colas muy largas por un dulce en la Pastelería Danubio de Chacao. Siempre iba por los mismos: tartaleta de frutas o profiterol. Cuando mi hermana me comenzó a acompañar decidió probar uno diferente cada vez. “¿Cómo vas a comer siempre el mismo?”, decía. Mi mamá cuenta que de joven también visitaba la Danubio y que en esas visitas uno de sus hermanos iba sin mirar a otro lado por el bienmesabe, pero ella quería siempre uno distinto. Es como una historia repetida.
Esta historia con la Danubio también la ha vivido durante treinta años el cineasta Ignacio Castillo Cottin, por lo que decidió indagar sobre el back stage de un comercio de referencia en Caracas. Logró entrar a las cocinas y grabar a las personas que hacen posible que cada día el negocio ande. También dejó registrado en video la calidad de los productos que ofrecen.
El resultado de esa investigación fue el documental La Danubio, que estrenó hace un año en la plataforma web del Trasnocho Cultural y en dos exhibiciones públicas, una en la Plaza Bolívar de Chacao y otra en la Plaza Los Palos Grandes. Pero ahora también está disponible en plataformas de internet digital HD, cable y satelitales en Estados Unidos, Canadá y el Caribe.
Parte 1. Proponer la idea
La Pastelería Danubio empezó en 1970, hace más de 50 años, en una casa en la Calle Guaicaipuro de Campo Alegre, detrás del Centro Comercial Mata de Coco. La fundaron los esposos Pal Kerese y Evelia, él un inmigrante húngaro que llegó a Caracas durante la Segunda Guerra Mundial, y ella una tachirense que a los 14 años se mudó a la capital venezolana para trabajar.
Hoy la Danubio la gestionan la señora Evelia y sus hijos Pablo, Alejandro y Andrés. Tienen seis tiendas en Caracas y solo paran la producción el 25 de diciembre y el 1 de enero, justo un día después de que su pan de jamón acompañe muchas cenas caraqueñas.
Castillo Cottin había dirigido antes dos largometrajes de ficción, El Inca (2016) y La Virgen Negra (2008). Nunca había hecho documentales. Dice que le gusta saber cómo se van a desarrollar las historias que cuenta, pero en un documental puede ir cambiando el hilo de la historia durante la investigación y la grabación. “Tú sabes cuándo entras… pero no sabes cuándo terminas”, acota. En 2019 igual se atrevió a comenzar su primer documental de un lugar y una familia porque estaba seguro que podía sacar una gran historia.
“Siempre he vivido muy cerca, he trabajado cerca de la Danubio. Hay una relación afectiva que ayudó a querer investigar más. Mi objetivo era mostrar a esos personajes, contar esa dinámica que suponía podía ser interesante. Echar un buen cuento”, dice el cineasta.
Le propuso entonces la idea a Andrés Kerese, el menor de los hermanos. Le contó el plan que tenía, hacer como el famoso documental Jiro Dreams of Sushi, de David Gelb. Andrés dijo que sí, pero que también tenía que hablar con sus hermanos. “Mi primera reacción fue no tomármelo muy en serio. Honestamente pensé que era algo así como que iban a montar un documental tipo institucional y nunca hemos hecho eso, nunca nos lo habíamos planteado”, cuenta Andrés.
Parte 2. Grabar sin interrumpir
Luego de varias conversaciones sin cámaras, la familia Kerese aceptó que se hiciera el documental. El director dice que aceptaron sin tener claro lo que pasaría. Su plan era grabar todo lo que sucedía en la sede principal de la pastelería, mostrarla por dentro junto con su gente.
“Esto fue un documental que hice con el permiso de ellos pero ellos no estaban muy convencidos de lo que yo estaba haciendo —confiesa—. Así que tenía que ser muy respetuoso en la dinámica del día a día”. El rodaje se completó en dieciocho días y en ese periodo no solo el creador se sorprendió por el giro que tomaba la historia, sino que también los protagonistas se fueron percatando de la importancia de su negocio en el país.
Andrés Kerese compara el trabajo del cineasta con el de un psicólogo familiar, porque hizo que quedara clara la visión que tiene cada uno de la pastelería sin enemistar a ninguno. “Tengo la misma visión de la pastelería que hace veinticinco o treinta años cuando terminé de hacerme adulto. Para mí la empresa familiar es en la que convergen los caracteres de cada uno de los miembros y las expectativas. Eso puede ser lo bueno y lo malo. Más allá de que tengamos visiones encontradas sobre muchas cosas lo que es verdad es que primero que nada está la Danubio y echar el negocio para adelante a pesar de nosotros y el contexto del país, y no es un tema mercantil sino de identidad como familia”.
Parte 3. La presentación y la pandemia
El equipo de Castillo Cottin y la productora Pa’ Los Panas Producciones dejó la pastelería a finales del año 2019 y la familia Kerese siguió con su dinámica sin parar. Entonces llegó la pandemia. “La verdad es que a mí se me había olvidado el documental”, confiesa Andrés Kerese. La Danubio no cerró, hicieron todo para ofrecer a sus trabajadores salvoconductos, activaron el servicio de delivery y se fueron adaptando a los horarios que daba el gobierno para abrir los locales de comida, que siempre fueron vistos como de primera necesidad.
Entre tanto, el proceso de edición y postproducción le tomó al director más de seis meses. Castillo estaba pendiente de mostrar el resultado a la familia, no para obtener su aprobación sino para saber cómo sus personajes, lo más reales con los que ha trabajado hasta ahora, reaccionaban al verse.
A finales de 2020 Castillo Cottin llamó de nuevo a Kerese y le dijo que podía acercarse a su oficina para ver el documental. Fue el primero en verlo. “Quedé gratamente complacido”, dice. Luego le tocó a su madre, Evelia, y después Pablo y Alejandro.
De todas las reacciones, Andrés destaca la de su madre: “Mi mamá dijo al terminar de ver el trabajo ‘Esto es lo que somos’ y creo que ese es el mejor piropo que se le puede dar a un documental”.
Así como la familia Kerese quedó complacida con el resultado, ahora pasa con el público. Las reacciones de los espectadores fueron compartidas por Castillo Cottin y algunas empresas de distribución se interesaron por el producto. “Este documental terminó por ser una historia inspiradora y mostrando esa Venezuela pujante. Me conecté emocionalmente con ellos por su arraigo a Venezuela”, concluye Castillo.
Cuando el documental se estrenó en las salas de cine de Venezuela, hace un año, muchos relacionaron de inmediato el trabajo con El Inca —su película basada en la vida del boxeador Edwin “El Inca” Valero. Se decía que esta era una apuesta más ligera y esperanzadora luego de que censuraran El Inca, tras solo dos semanas en cartelera. Los familiares de Valero denunciaron que la película se había hecho sin autorización y que tenía “escenas dantescas”, y el juez Salvador Mata García ordenó que no se proyectara más en salas de cine y que se borraran o confiscaran todas las copias.
Pero nada tienen que ver el documental y el episodio desafortunado con la película. Solo por casualidad La Danubio salió justo después que censuraran El Inca. “Normalmente yo estoy trabajando en dos o tres proyectos a la vez y unos salen antes que otros. Todavía estamos dando la batalla por el proceso de censura de El Inca, pero no me condiciona, yo trato de que eso no influya en mi toma de decisiones. Mi motivación sigue siendo la misma de siempre: contar buenas historias y a veces unas son más polémicas que otras”.
Castillo dice que el documental era “un proyecto muy local y muy personal y ahora está en un proceso de exhibición mundial muy grande”. Por los momentos, las personas que viven al norte de América podrán comprar o alquilar La Danubio a través de iTunes, YouTube, Google Play, VUDU, Hoopla, Xbox, Fios, Biquity, Sling, AT&T, Dish y Directv.