Los caraqueños están perdiendo el miedo a su ciudad.
Al menos es lo que se ve las noches de los viernes y los sábados: gente caminando por las calles de Sabana Grande como si no temieran que los alcance una bala.
Aunque el toque de queda del hampa continúa, en las redes, en los medios, en la calle se extiende el comentario de que la inseguridad ha bajado. De que el país está menos peligroso.
Claro que una cosa es la sensación de inseguridad y otra la realidad. Sin embargo, varios expertos en materia de violencia coinciden en que sí ha bajado la criminalidad, o al menos una parte de ella, y dan dos razones. Una, en los últimos años unos delitos ha sido desplazados por otros. Y dos, la emigración ha disminuido tanto el número de víctimas como el de victimarios.
Los indicios del descenso
Hablar de la inseguridad en Venezuela es andar un poco a ciegas, por la escasez de datos confiables, como pasa en tantos otros ámbitos. Así que la hipótesis de que el crimen ha descendido no puede ser del todo comprobada: estamos obligados a partir de la premisa de que no lo sabremos con exactitud.
Según las cifras del Ministerio de Interior y Justicia, que hay que ver siempre con distancia, en 2017 ocurrieron 14.389 homicidios, 2.587 asesinatos menos respecto a los 16.976 reportados por el ente gubernamental en 2016. Sin embargo, Venezuela sigue siendo el país más violento de América del Sur, con 57 homicidios intencionales por cada 100 mil habitantes, según un estudio de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Onudd) publicado en julio de 2019. Por encima de Venezuela, en el continente, solo está El Salvador, con 62,1 homicidios por cada 100 mil habitantes.
Si tomamos ese índice de la ONU como cierto, la cifra de homicidios es menor que la reportada por la fiscal general de la República, Luisa Ortega Díaz, en 2015, cuando dijo que durante ese año fueron asesinadas 17.778 personas, lo cual significa 58,1 homicidios por cada 100 mil habitantes.
Los números no son lo único que hace pensar que los crímenes violentos en Venezuela han disminuido. El abogado y especialista en seguridad ciudadana Luis Izquiel coincide con que hay esa sensación en los ciudadanos, tanto en los que residen en los sectores más pobres como los que viven en las zonas de mayor poder adquisitivo.
Asegura que las clases más vulnerables se han sentido menos inseguras a causa del aumento de ejecuciones extrajudiciales por parte de operativos como las Operaciones de Liberación del Pueblo y grupos policiales como las Fuerzas de Acciones Especiales (FAES). Pero también interviene un factor inédito: miembros de organizaciones criminales venezolanas han emigrado, como demuestran los reportes sobre sus capturas en Chile, Colombia y Perú. En Lima, por ejemplo, el 5 de junio condenaron a cinco integrantes de la banda «Los malditos del tren de Aragua» por tenencia ilegal de armas y microcomercialización de drogas, cuando intentaban asaltar una agencia bancaria en esa ciudad.
Izquiel dice que la clase media también siente la disminución, porque ha caído el número de secuestros express. En el municipio El Hatillo, al sureste de Caracas, el alcalde Elías Sayegh ha dicho que en lo que va de año no han recibido reportes de ese delito, que era particularmente fuerte en esa zona: solo en 2015, de acuerdo con cifras de PoliHatillo, se registraron más de 200 secuestros. También lo que sucede en este municipio podría ser consecuencia de la emigración, puesto que ahora hay menos víctimas potenciales y menos capacidad de pagar rescates.
La encuesta Ómnibus de Datanálisis, sobre 2018, informó que la inseguridad personal y la delincuencia bajaron del primer y segundo lugar al quinto, en lo que se refiere a las preocupaciones de los venezolanos, y fueron desplazadas por la hiperinflación. A pesar de todos estos indicios, Izquiel advierte que no es posible decir que se perdió del todo el miedo a caminar libremente, sin importar lo que se cargue encima.
Las balas están muy caras
Javier Ignacio Mayorca, veterano periodista especializado en seguridad y prevención del delito, reconoce que si se toma como referencia las últimas cifras de homicidios difundidas por el Ministerio de Interior y Justicia no hay duda de que bajó la criminalidad en Venezuela. Pero recomienda tomar en cuenta que el gobierno hace esta valoración basándose en el último censo nacional, de 2011.
Para Mayorca, el factor principal en el descenso de los homicidios y los secuestros no es una acción preventiva que condujo a un incremento en la seguridad, sino la diáspora. Simplemente hay menos gente en el país y por ende menos delitos, al menos reportados.
Específicamente, lo que ha bajado es la violencia letal, dice Mayorca. Él explica que el crimen, al igual que toda la actividad económica legal, se ve afectado por las condiciones del país: así como los comerciantes pasaron de vender ropa y celulares a distribuir comida importada en las calles y bodegones, las bandas o el hampa común han dejado de asesinar a un ciudadano para quitarle su celular o su par de zapatos, y pasaron a dedicarse a la extorsión por teléfono o a robar alimentos en una cola.
La razón es económica. Los criminales siguen obteniendo ingresos, pero no los gastan en comprar pistolas, que cuestan al menos mil dólares, o municiones, con los cartuchos de balas a mínimo 50 dólares. El periodista dice que estos nuevos crímenes además no son denunciados: “Nadie los cuenta, mientras creemos que la inseguridad ha bajado porque hay menos asesinatos y menos secuestros”.
Una impresión similar a la de Mayorca tiene Fermín Mármol García. El criminólogo expone que, de acuerdo con las proyecciones del Instituto de Ciencias Penales y Criminalísticas de la Universidad Santa María, los números de secuestros y homicidios del país mostrarán un descenso, que califica de notorio, cuando finalice 2019.
Agrega que desconoce las razones por completo, pero lo que ha venido estudiando en compañía de otros integrantes del Instituto no augura buenas noticias para el país. “Los homicidios pudieron haber disminuido porque en varias parroquias de Venezuela hay delincuencia organizada que tiene control territorial, y en los sitios donde hay este tipo de estructuras criminales, cuando nadie les disputa el territorio, llámense bandas rivales o fuerzas del Estado, no hay violencia”.
Mármol García explica que ese patrón reproduce lo que sucede en Guatemala, Honduras y El Salvador, donde las maras han demostrado que mientras no se disputen territorios no hay muertes. Eso sí, el criminólogo advierte que aunque hayan bajado las tasas de homicidios y de secuestros las bandas siguen delinquiendo, solo que ahora, para salvaguardar su estatus económico y su imagen como delincuentes, pasaron a cometer otros crímenes como robos, hurtos, violaciones y extorsiones por teléfono.
Todo cambia en Venezuela, incluso su inseguridad.
Esta pieza se publicó también en inglés en Caracas Chronicles