En la profundidad verde de la reserva forestal de Caparo destaca, por su rareza, una especie de primate: el mono araña marrón o mangalarga (Ateles hybridus), que habita solo en los llanos orientales colombianos, la serranía de Perijá, partes de la Cordillera de la Costa y los llanos occidentales venezolanos. Es tan escaso que se considera en peligro crítico de extinción: una de las 25 especies más amenazadas de las 634 de primates que reconoce la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.
Los monos arañas marrones vivieron en los frondosos bosques húmedos que alguna vez recubrieron la vastedad de los llanos occidentales venezolanos. Luego, en 1961, vino la designación de esos bosques como reservas forestales —es decir, como áreas para la explotación maderera nacional. Como sucedió con los bosques húmedos de los llanos orientales colombianos, las reservas forestales de Turén, Ticoporo y San Camilo sucumbieron a la tala comercial. Siguieron, indiscriminadamente, las invasiones ilegales y la explotación agropecuaria. De más de un millón de hectáreas que alguna vez abarcaron esos bosques, hoy —con la excepción de algunos solitarios fragmentos boscosos en fincas privadas— quedan apenas siete mil: las de la reserva forestal de Caparo, en el estado Barinas.
Ese oasis de siete mil hectáreas (apenas un 10 % de la superficie original) no sobrevivió por azar: en 1983, tras más de diez años de investigación en la reserva, la Facultad de Ciencias Forestales y Ambientales de la Universidad de Los Andes firmó un Comodato con el Ministerio del Ambiente y estableció una Estación Experimental que logró la preservación del último recinto ecológicamente viable de los ecosistemas boscosos de la región.
El área protegida por la Estación Experimental Caparo es un arca de Noé varada en los llanos. Allí coexisten 30 ecosistemas diferentes.
Hay 97 familias de plantas con semillas, que suman 547 especies: el 26,7 % de este grupo taxonómico en el mundo y el 43,7 % de las presentes en el país. Además, hay 32 especies de líquenes, cerca de 50 especies de hongos y 248 especies de aves: es decir, el 10,48 % de las especies aviarias nacionales y el 2,7 % de las del mundo. El número de especies de ranas reportadas supera los registros de toda la Orinoquia colombiana, mientras que las especies de murciélagos representan más de la mitad del total de las especies de todo el país. También hay varias especies de mamíferos terrestres como el jaguar, el puma, el puercoespín arborícola, el mono capuchino y la danta amazónica. Además, el bosque es hogar de una especie de reptil endémica: la lagartija hojarasquera de Caparo (Leposoma capariensis).
La invasión de Caparo
Para las especies de Caparo, como para el mono araña marrón, la deforestación es hoy la principal amenaza. “Muchas áreas donde habitaba tanto en Colombia como en Venezuela han desaparecido”, dice Diana Duque, la bióloga que encabeza el Spider Monkey Conservation Project: el proyecto líder en la conservación de esta especie y sus bosques. Pues “aunque hay cacería en ciertas zonas, en Venezuela no es común su tráfico para mascotas”, explica. Algunas comunidades indígenas, como las de Perijá, tienen individuos en cautiverio y en Barinas, antiguamente, era consumido en sopas pues supuestamente ayudaban a subir las defensas de los enfermos. Hace poco su equipo encontró cuatro monos cautivos como mascotas caseras de campesinos del área de Caparo.
La tala también hizo desaparecer los bosques del sur del Lago de Maracaibo y de los llanos occidentales y con ellos se fueron sus monos arañas. “En los parques nacionales están a salvo”, cuenta Duque, refiriéndose a poblaciones como las del Parque Nacional Guatopo, entre Miranda y Guárico, y las del Ávila en Caracas. “Pero actualmente muchos de ellos presentan impactos que no sabemos cómo están afectando a los monos. Por ejemplo, en Guatopo hay muchos problemas con la tala ilegal”. En Caparo, donde la tasa de deforestación anual es del 3,2 %, la densidad poblacional de los monos es de 13,5 individuos por kilómetro cuadrado.
Caparo también se ve profundamente afectada por las ocupaciones ilegales. “En 2004 se perdieron 900 hectáreas por un invasión y en 2018 una ocupación duró todo el año. Aunque los desalojaron, deforestaron en varios puntos del bosque”, dice Duque refiriéndose al desalojo de parte del Ministerio de Ecosocialismo y Aguas (previamente Ministerio del Ambiente) de 256 campesinos que volvieron a sus hogares, pues estaban allí para invadir terreno y luego venderlo.
Según Eulogio Chacón, profesor de la ULA e investigador de Caparo, en una entrevista con el medio conservacionista Mongabay, las invasiones han sido la principal razón detrás de la deforestación, pues las concesiones privadas “extrajeron las maderas más comerciales, con el compromiso de reforestar, pero los invasores entraron quemando, talando y establecieron ganadería, sembrando pastizales, impidiendo que se recuperarán los espacios”.
“Gracias a nuestra permanencia y denuncias ayudamos a salvar el bosque de la invasión”, dice Duque. “Luego del desalojo fue fundamental nuestro trabajo con los guardabosques el año pasado ya que tuvimos que destruir cientos de ranchos y cultivos”.
La crisis visita el bosque
El Spider Monkey Conservation Project nació en 2013, dos años después de que Duque llegase a Caparo con la intención de culminar su tesis doctoral. La investigación de Duque, que había iniciado en 2007 con las poblaciones de monos arañas marrones del Ávila y Guatopo, se había convertido en un proyecto de vida.
Tras recibir financiación de The Mohamed Bin Zayed Species Conservation Fund y del Zoológico de Auckland en Nueva Zelanda, el proyecto se embarcó primero —debido a las lagunas de conocimiento— en los primeros estudios ecológicos de la especie, investigando su densidad poblacional, distribución, alimentación y el uso del hábitat. Después, en 2014, lanzó el Programa de Educación Ambiental en ocho escuelas de la región de Caparo, para sensibilizar a las generaciones nuevas en torno a la conservación del mangalarga, como se le conoce en Barinas. En 2018, el proyecto se extendió a través de un curso de capacitación de brigadistas ambientales para los jóvenes de las comunidades vecinas a la reserva forestal. Ese mismo año, con el apoyo de varios zoológicos franceses, el equipo lanzó el Proyecto Guardabosques, un equipo de cuatro trabajadores que hacen recorridos por el bosque para evitar ingresos de personas, invasiones y cacería, además de prevenir incendios forestales.
Además de ser fundamentales en el proceso de desalojar invasiones, “los guardabosques fueron los únicos”, dice Duque, que controlaron un incendio forestal a principios del 2019, “evitando un mayor daño con muchas limitaciones, ya que no teníamos equipos ni apoyo de ningún otro organismo”. Los guardabosques, además, tienen una buena relación con la mayoría de la comunidad pero también hay algunas personas “de allí mismo, que estaban en la invasión” que “siguen molestos”, como una mujer que continúa deforestando para sembrar. Esto ha llevado a denuncias, visitas del Ministro de Ecosocialismo y de autoridades de la ULA.
Un tribunal con competencia ambiental del Ministerio Público aprobó en enero de 2019 la solicitud de implementar cuerpos de seguridad y prevención en Caparo. Cada mes envían grupos de guardias nacionales y ejército que permanecen en el campamento, dice Duque, “pero los envían sin vehículos y sin comida, por lo que algunos grupos han sido molestia para la comunidad y al no tener vehículos no salen del campamento a hacer recorridos de vigilancia”.
La crisis también ha afectado la labor. El proyecto de Duque no tiene relación con la Estación Experimental de la ULA pero depende de ella para el hospedaje en el campamento. “Ya no van estudiantes ni investigadores y el campamento se ha deteriorado”. Las instalaciones de la Guardia Nacional y del Ministerio del Ambiente están abandonadas desde 2009. Duque ha propuesto su transformación en estación biológica pero las autoridades no han dado respuesta. Ante la escasez de combustible, que ha sido regulada en la zona a cuarenta litros por carro, los trabajadores pasan los días de la semana en las colas de la gasolinera, usando un vehículo de la ULA que apenas funciona, pero que tiene el chip necesario para beneficiarse del racionamiento. La comida en el pueblo es más costosa y ya no se aceptan bolívares.
Todo esto impide continuar las excursiones a los fragmentos aislados de bosque que se encuentran en fincas privadas. Las imágenes en satélite muestran que han disminuido.
Un futuro para el mono araña marrón
La intensidad de la intervención humana en Caparo hace que su designación como Parque Nacional sea imposible. Por esto, Duque propone su transformación legal de Reserva Forestal a Refugio de Fauna Silvestre: un área especial para la protección de la fauna, especialmente de especies amenazadas. Este modelo, que se ha implementado en siete áreas del país desde los años setenta, prohibiría la tala y la expansión humana en la zona y permitiría la creación de leyes de protección a la biodiversidad de Caparo.
Recientemente, Duque se reunió con el Viceministro de Ecosocialismo (previamente del Ambiente) quien mostró interés en la idea. Duque espera poder trabajar con su equipo y con el Director de Biodiversidad del Ministerio para lograr el cambio legal. Además, la bióloga ha propuesto crear un portón en la entrada de la carretera que atraviesa el norte del bosque para así reducir el acceso de personas y vehículos.
A pesar de las adversidades, el futuro del mono araña no parece ser la extinción. De hecho, la especie se ha reproducido exitosamente en el zoológico Parque Bararida de Barquisimeto. Por su parte, como parte de una investigación en curso sobre la distribución de la especie con el apoyo de Le Conservatoire Pour La Protection Des Primates de Francia, Duque actualmente ha dado con poblaciones nuevas y por confirmar, en lugares tan dispares como Barlovento, Vargas, Táchira, Apure y los Parques Nacionales Tapo-Caparo, Sierra Nevada, Henri Pittier y San Esteban. Duque había detenido la investigación en 2016 por los problemas de transporte y gasolina.
También el Zoológico de Auckland otorgó un nuevo fondo al Spider Monkey Conservation Project, para rehacer este año el Programa de Educación Ambiental que comenzó en las escuelas del área en 2014, y para iniciar un proyecto de restauración de bosques en Caparo. La restauración del bosque, que comenzará en octubre, prevé un corredor de árboles que lo conecte con fragmentos donde habitan monos. El proceso de plantación tomará un año pero cuidar las plantas y esperar que crezcan para ver resultados tomará varios más. Así, en siete meses, las semillas caerán en el llano húmedo y el bosque de Caparo empujará por primera vez contra la expansión de los pastizales.