En el 2015, conocí a Emilio. No fue en su casa en Mamporal repleta de fotos y discos colgados en las paredes, sino en una quinta en El Rosal, donde se recuperaba de una operación de la cervical. Tenía ochenta años de memorias ya convertidas en leyendas que contó muchas veces, quizás, como parte de otra recuperación para seguir desafiando sus propios ritmos.
Una tarde, me habló sobre una Caracas que, de noche, era muy romántica. Entonces, andaba de casa en casa cantando con Manny Delgado, Héctor Cabrera, Trino Mora, Rudy Márquez, El Puma, Henry Stephen y Hugo Blanco. Una mañana me recordó que también cantó en El Show de Renny. Otro día me dijo que conquistó a su esposa con serenatas, porque Alfredo Sadel y Cherry Navarro eran los que, según él, tenían el porte de galán. Jamás mencionó que fue uno de los cantantes más sonados de los setenta. Y siempre recordó que él, Emilio Arvelo, es la voz que desde 1965 ruega a Dios para que pasemos un cumpleaños feliz.
―Ay, reinita, es que yo he vivido toda mi vida gracias al ¡Ay, qué noche tan preciosa!… Mi casa se llama “Cumpleaños feliz” y cuando voy por la calle, todavía me dicen: “¡Adiós, cumpleaños feliz!”.
Emilio tatareó su historia y sonó así:
En apenas dos días de los años cincuenta, Luis Cruz compuso un chachachá que se convierte en bolero para la serenata de Rebeca Sorondo, la novia de un amigo que vivía en Los Chorros y que como todas las muchachas bonitas, le pidió un regalo especial a Luis para su cumpleaños. Diez años después, Luis llamó a Emilio para animarlo a que grabara esa canción especial y que también era especial para su voz. Entonces, Emilio ya no era “la imitación de Alfredo Sadel”, sino la voz de la compañía discográfica El Disco de Moda que emanaba de las radios venezolanas para las labores domésticas y los agasajos de altura.
―Pero cuando dije en Discomoda que tenía ese tema, no me lo querían aceptar.
El sencillo ya había sido grabado por el trío Los Latinos en Medellín con el sello Discos Victoria, y las voces de Luis Cruz y Johnny Albino. La Rondalla Tamaulipeca también había hecho su versión con veinte guitarristas y arreglos vocales propios de la grandilocuencia mexicana.
Emilio insistió. Era una canción preciosa y apropiada para los balcones, zaguanes, quince años y para cada año de una mujer. El trombonista Carlos Guerra también insistió: la canción de Luis era bonita y había pegado en Colombia y México, así que era el momento de que pegara en Venezuela, su lugar de nacimiento. Pero para el encargado de producción de Discomoda, era una canción vieja, pavosa y fuera del contrato que le establecía a Emilio un mínimo de tres temas inéditos por año. De manera que, para el disco Emilio canta para ti, seguía faltando uno de los seis temas para iniciar la grabación.
―Hablé con el señor César Roldán, el presidente de Discomoda, y me complacieron, pero el tema no quedó de primero, sino de tercero y eso no me gustó mucho, porque el primer tema es el que siempre pega.
A Emilio lo complacieron como a un niño con una piñata diminuta, pero como en las buenas fiestas de ahora, “Cumpleaños feliz” fue lo más importante. De hecho, fue la única canción del LP que pegó y se convirtió en el tema más sonado de Discomoda, en la melodía que le dio identidad venezolana a nuestra fecha de nacimiento y en el himno de la alegría de la fiesta que es vivir. Y así, “Happy Birthday” y “Las mañanitas” dejaron de cantarse para celebrar la vida los venezolanos.
―Quedé sorprendido. Luis Cruz me dijo que le gustó. Después, cuando se lo canté en su cumpleaños, se le salieron las lágrimas… Los buhoneros, ¡que ya existían!, ponían la canción para que la gente comprara el disco… Cuando Armando Manzanero me invitó a cantar en la fiesta de cumpleaños de Libertad Lamarque, en Acapulco, la mujer de los ojos verdes me dijo: “Yo adoro mis mañanitas, pero ese tema es muy bello”. Me sentí orgulloso de las mañanitas venezolanas.
Tanto fue el éxito del cumpleaños feliz venezolano que, en el 2012, tras la muerte de Luis Cruz, ya considerado el compositor más prolífico de nuestra música, el país lamentó la pérdida de Emilio Arvelo:
―Cuando dijeron que murió el compositor del “Cumpleaños feliz”, hasta llamaron a mi hijo en España para darle el pésame. Como yo me había venido a Caracas a visitar a mi hija, los amigos míos en Mamporal recogieron dinero para hacerme una misa, como que fueron mil seiscientos bolívares. Cuando volví el sábado, me dijeron: “¿Tú no te habías muerto?”… Fuimos a casa del cura para que devolviera la plata y nos dijo: “Esté muerto o esté vivo, yo le voy a hacer la misa el domingo”. No devolvió el dinero y no fui a mi misa, porque estoy vivo.
Y sigue vivo. Se dice que Emilio Arvelo es la voz venezolana que más casas ha visitado con una misma canción y que, como el Nazareno, no falta. Su “Cumpleaños feliz” está en los hogares como en la historia de la música popular venezolana. Es una de las melodías más versionadas de nuestro acervo musical y que continúa inspirando versos nuevos.
Aún es la composición que junto con “Las mañanitas” se disputa el primer lugar como canción onomástica en habla hispana.
Alguna vez, le conté a Emilio todo esto y su ánimo fue de templete.
―Yo no sabía que iba a quedar para la posteridad. Ya perdí la cuenta de cuántos de esos discos vendí y cuántas veces lo he cantado, hasta yo mismo me lo he cantado. Ahora le canto a mis amigos por teléfono y me dicen: “Chico, suenas casi como Emilio Arvelo, el original”. A veces estoy durmiendo y me despierto a las doce de la mañana porque ponen el “Cumpleaños…”, y digo: cónchale, ahí está Emilio cantando otra vez.