A principios de año, Germain Montes decidió hacer kayak en el Lago de Maracaibo para distraerse junto a unos amigos. A pesar de que para ese momento la NASA aún no había publicado las recientes imágenes satelitales de aguas verdes y con manchas de petróleo en su superficie, su contaminación es evidente desde hace décadas. Pero a Germain no le importó y hoy lo recuerda como uno de los días más divertidos que ha vivido en este 2021.
“En un principio yo no me quería mojar, pero ya después que tú estás embarcado no importa mucho”, cuenta Montes, quien es director de la Fundación Crece. “Tanto fue así que hasta se me volteó el kayak, me zambullí y bueno: no me pasó nada”.
A mucha gente tampoco le importa. Hacer kayak en este lago se ha vuelto muy popular en estos días, aunque su valor sea elevado para muchos: un traslado puede costar entre 15 y 30 dólares dependiendo la distancia del trayecto.
“Fue una experiencia bastante bonita y divertida de verdad. Conocí el lago, conocí sitios por primera vez y la compañía también fue increíble”, agrega Germain, quien vive en Maracaibo y reconoce que hace un par de años este paseo en kayak hubiese sido inimaginable.
De hecho, tras el apagón nacional de marzo de 2019 que se extendió por cinco días y que vino acompañado de posteriores racionamientos eléctricos, Germain se sintió agobiado y hasta pensó en irse del país. Una de las cosas que más le perturbaba eran las noches, cuando la ciudad se apagaba por completo.
En aquellos días de marzo de 2019, Maracaibo parecía una ciudad apocalíptica con calles sucias tanto por la ineficiencia de las autoridades, como por las barricadas improvisadas, producto de protestas, que nadie se dignaba a quitar.
Decenas de negocios tuvieron que cerrar sus puertas debido a los saqueos, había discotecas que funcionaban sin aires acondicionados en una ciudad donde las temperaturas pueden llegar a los 38 grados, las conexiones a internet eran caóticas, el transporte público era prácticamente inexistente por la escasez de gasolina y hasta algo tan simple como beber agua fría era un lujo, debido a los racionamientos que podían superar las ocho horas al día e impedían que las neveras funcionaran correctamente.
Ahora la ciudad que muchos ciudadanos en medio de las semanas trágicas de 2019 creyeron que había muerto para siempre, es bastante diferente. Aunque la crisis de la gasolina sigue provocando colas interminables en las estaciones de servicio y un mercado negro donde se venden 20 litros por 25 dólares, los racionamientos eléctricos han bajado considerablemente y hay sectores en los que ya no se va la luz, salvo cuando hay una gran falla general; eso sin contar con el renacimiento del internet y las varias operadoras que compiten por prestar el mejor servicio por señal satelital o por fibra óptica.
En paralelo, decenas de nuevos puestos de comida no han parado de multiplicarse, con múltiples ofertas. En la zona norte de la ciudad, donde vive la gente más pudiente, se consigue una gran variedad de restaurantes, donde se puede comer a partir de un dólar desde hamburguesas hasta sushi, helado o comida árabe. También hay discotecas que se han adaptado y reinventado con las medidas de bioseguridad por el covid, así como piscinas y hoteles donde se puede pasar un buen fin de semana.
Además, hacer kayak no es lo único que se puede hacer en el Lago de Maracaibo; también es normal observar a personas pescando en familia y existe la opción de alquilar motos de agua durante 20 minutos por un valor de 20 dólares, que para los conductores más inexpertos viene con varias caídas incluidas en el contaminado lago.
Entre influencers e inseguridad alimentaria
Un sujeto se saca una selfie sonriendo frente a un cuadro donde se puede leer la popular frase «Venite pa’ Maracaibo»; detrás, donde no llega el foco de la foto que se está sacando, una persona busca qué comer en un pote de basura.
La descripción es la de una caricatura que se hizo viral en redes sociales en julio y que pretende retratar de manera cruda a los autodenominados influencers de Maracaibo, que se han multiplicado en esta especie de nueva normalidad.
Se trata de bailarinas, cantantes, comediantes y modelos, que se ganan la vida vendiendo productos en sus redes sociales o invitando a sus seguidores a visitar lugares para comer o comprar ropa.
Y si bien es verdad que cuentan con mucha gente que los apoya, estos influencers también tienen muchos detractores que afirman que están vendiendo una ciudad que no existe.
Y algo de cierto tiene: en las zonas más pobres de la ciudad y los municipios aledaños, hay basura por todos lados y el agua nunca llega por tubería, lo que obliga a personas de bajos recursos a gastar dinero en camiones cisternas que venden envases de 220 litros en 2 dólares. Encima, cuando llega, es agua turbia, tan marrón que algunos prefieren no usarla.
Además, en estos sectores la alimentación es precaria, por lo que hay mucha desnutrición. Recientemente la Comisión para los Derechos Humanos del estado Zulia (Codhez), una ONG que constantemente hace informes sobre la seguridad alimentaria en la región, reportó que en el Zulia en un 84 por ciento de hogares consultados, las personas dijeron consumir alimentos menos preferidos o más baratos al menos una vez en la semana, para poder alimentarse parcialmente; en consecuencia, el 51 por ciento sobrepasó el umbral de adaptaciones negativas extremas, que se refiere a los ciudadanos que deben optar por comer alimentos más baratos por obligación; y un 16 por ciento presentó inseguridad alimentaria.
Sin embargo, la caricatura no describe el sentir de todos los ciudadanos. “Curiosamente la mayoría de la gente que vi que se quejaba y compartía esa imagen, ya no están en el país. No sé qué esperan que hagamos: ¿que no salgamos, que no nos divirtamos? ¿Que nos sentemos a morir deprimidos por la situación y ya?», se pregunta José Morales con ironía.
Mary González, quien se dedica a crear contenido y campañas creativas para diferentes marcas, sostiene que cada quien tiene el derecho de mostrar el país desde su punto de vista: “No estoy en desacuerdo con las personas que los critican (a los influencers), ni en desacuerdo con las personas que día a día quieren mostrar lo más bonito del país. Creo que es algo muy subjetivo. Pero yo siempre me basaré en ver lo positivo en todo”.
El valor político del ornato
Este contraste entre la ciudad que produce likes en Instagram y la que se describe en la Encuesta Nacional de Hogares tiene naturalmente su correlato político.
En agosto, el periodista e historiador zuliano Humberto “Kiko” Perozo hizo una publicación en su Twitter sobre la ciudad: «Hoy fui al casco central de Maracaibo, una belleza, pintura y asfalto por todos lados. El alcalde de esa zona trabaja mucho. Pero el alcalde del resto de Maracaibo es un desastre, se nota que son dos distintos. Ojalá que el alcalde del resto de Maracaibo se copie del alcalde del casco central».
El periodista hacía referencia a cómo el centro de Maracaibo tiene una mejor fachada en cuanto a asfaltado de calles o plazas reconstruidas, frente al olvido en el que se encuentran otras zonas del mismo municipio, con huecos en la carretera o zonas oscuras por falta de postes de luces.
El caso de Willy Casanova, alcalde de Maracaibo por el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) del Gobierno, es bastante extraño y particular. Ganó las elecciones en diciembre de 2017 por un porcentaje de apenas el 50,38 por ciento en unos comicios que registró un alto nivel de abstención y desinterés por gran parte de la población.
En aquellas elecciones de alcaldes, sectores de la oposición llamaron a la abstención alegando que en las elecciones a gobernadores de octubre de ese mismo año se había perpetuado un fraude, luego de que el Gobierno ganara 17 de las 23 gobernaciones. De hecho, uno de los cinco opositores que ganaron, Juan Pablo Guanipa, se negó a juramentarse ante la arbitraria Asamblea Nacional Constituyente luego de ganar precisamente las elecciones para gobernador del Zulia. En consecuencia, anularon su victoria y las votaciones de ese estado se repitieron en diciembre, con una victoria de Omar Prieto, del partido del Gobierno.
En aquellos días bastaba con hablar con familiares o amigos para darse cuenta de que efectivamente el nombre de Casanova no era tan conocido, al punto de que durante los primeros meses de mandato, era normal ver a los ciudadanos culpando a Nicolás Maduro o el gobernador Prieto, de competencias que le correspondían a Casanova, como la recolección de basura o el transporte público.
Durante estos casi cuatro años de mandato, además de rechazo por su ineficiencia y promesas incumplidas en temas como los servicios públicos, el alcalde ha tenido que enfrentar problemas que involucran directamente al gobierno nacional u otros factores, como el mega apagón del 2019 que perjudicó con más fuerza a regiones como Maracaibo o la llegada de la COVID-19.
Durante todo este tiempo, se ha dedicado a alumbrar y remodelar algunas plazas de la ciudad y pintar varios murales, además de la reinauguración de algunas edificaciones históricas, como la de la quinta Villa Carmen, que fue edificada en 1926 por encargo de una familia poderosa del momento y ahora es utilizada, entre otras cosas, para “ferias de emprendedores”.
“Willy Casanova ha hecho un gran esfuerzo en mostrar una ciudad que no existe y engrandecer una gestión insuficiente”, dice Luis Rendueles, politólogo y consultor digital. “El problema de la basura es terrible, las calles están sin asfaltar, los empresarios no tienen con qué pagar los impuestos y los servicios públicos no funcionan. Pintar fachadas y alumbrar algunas plazas no resuelve ningún problema de fondo”.
En las últimas semanas se ha vuelto común que las redes sociales se llenen de anuncios pagados de sus campañas que muestran, con imágenes aéreas grabadas con drones, esa hermosa parte de la ciudad que mencionaba Perozo en su tuit, sobre todo porque el próximo 21 de noviembre Casanova buscará la reelección, frente a una oposición que por ahora permanece dividida con dos candidatos.
“No veo a ningún candidato en este momento como favorito”, argumenta Rendueles. “Willy Casanova parte como la figura más conocida al ser el alcalde, pero también se enfrenta a los altos niveles de rechazo del sector opositor y los independientes. Para ganar tiene que asegurarse de que las bases de su partido voten masivamente y desmotivar el voto de la oposición”.