El 21 de marzo se corrió la noticia por WhatsApp de que había un caso positivo de Covid-19 en Margarita, un joven de 19 años que trabajaba en un hotel de El Tirano. Para el 8 de abril, ya había tantos casos que Dante Rivas, el “protector” del estado Nueva Esparta, ordenó una cuarentena especial en el municipio Maneiro —Pampatar y sus alrededores— , donde está la mayor cantidad de casos en la isla.
La medida implica que los residentes de Maneiro no pueden salir del municipio; no pueden pasar de Pampatar a Porlamar, por ejemplo. En todo el estado se limitó la circulación de vehículos y de peatones hasta las dos de la tarde. Los supermercados y otros expendios de alimentos cierran a las 12 del mediodía, mientras que las farmacias funcionan hasta las 2 de la tarde.
Son muchas las maneras en que esta pandemia nos está golpeando, aunque no tengamos los síntomas.
Daisy trabaja en una sucursal de una cadena de farmacias en Maneiro, donde el alcalde es uno de los nueve casos confirmados. Daisy debe acudir al local todos los días, excepto el que le toca libre a la semana. Desde que empezó la cuarentena ha tenido hipertensión y ataques de pánico. Con estupor afirma que los compradores no dejan de acudir masivamente, a pesar de la cuarentena.
Emilia se sostiene dando tareas dirigidas a estudiantes de diversos grados y en distintas materias. La primera semana de confinamiento atendió a algunos alumnos que se vieron presionados por los deberes a distancia que les pedían sus maestros para completar el segundo lapso. Pero ahora solo recibe una que otra consulta por WhatsApp y ya no percibe el dólar que cobra por sesión.
Enrique es un taxista octogenario retirado, que se rebusca todos los fines de semana apostando en la gallera. Los eventos públicos y las grandes concentraciones están prohibidos, así que Enrique debe arreglárselas con su pensión del seguro social, que no alcanza los tres dólares mensuales.
Arévalo organiza excursiones a las montañas de la zona norte de Margarita, como los cerros Guayamurí y Matasiete. Cada fin de semana podía reunir entre 15 y 20 personas que pagaban en dólares. Al comenzar la emergencia de salud tuvo que suspender su medio de sustento.
Un kilo de atún por un paquete de harina
Vivo en El Salado, un pueblo pequeño de Antolín del Campo, a 15 minutos de Playa El Agua. En los mejores tiempos del turismo local, las largas colas de carros desde y hacia ese balneario señalaban el inicio de la temporada alta. Hace muchos años eso dejó de pasar.
Desde hace un mes la soledad de la avenida 31 de Julio, la carretera que atraviesa el pueblo, significa algo diferente al declive turístico: sabemos que el coronavirus también puede llegar a este pueblo tranquilo que nunca supo de guarimbas ni de ningún otro alboroto distinto del que montan las licorerías los fines de semana.
Los primeros días del aislamiento, no nos tomábamos muy en serio la obligación del uso de la mascarilla. Dos días después, los establecimientos comerciales lo exigieron para poder ingresar, y esa misma semana la alcaldía bolivariana de Antolín del Campo y Protección civil municipal comenzaron a recorrer el municipio perifoneando: “Quédate en casa ya que nosotros no podemos. Usa el tapabocas y lávate las manos”. La estrategia, que aplicaron por cuatro días, tuvo efecto. Ahora casi nadie anda sin tapabocas. Hasta dentro de los carros particulares, como en motos y bicicletas, la mayoría tiene tapabocas improvisados de tela o cosidos en casa. El toque de queda autoimpuesto comenzaba a las cinco de la tarde; después del cierre de Maneiro, el 8 de abril, todos los negocios que venden comida cierran a las dos; todos nos recogemos a las dos también, se ven algunos carros circulando, poquísimos, y uno que otro peatón rezagado.
El miedo al virus no es la única causa de angustia en Margarita. El alto costo de los alimentos aumenta la sensación de zozobra cada vez que toca salir de casa. El precio de la comida se disparó a la par de la cotización del dólar. Curiosamente, la moneda estadounidense ya no circula tanto como hace apenas un mes.
En el centro de Porlamar y en pueblos como el mío, los abastos pequeños ofrecen una solución: venden bolsitas con pocos gramos de café y azúcar, las llamadas teticas, y el aceite también lo venden detallado, en botellas de vidrio reutilizadas. Es común que cada persona lleve sus envases para que los recarguen con aceite, cloro, lavaplatos, detergente o desinfectante.
La falta de dinero en efectivo se ha hecho más crítica, por el cierre de las agencias bancarias. Por esa razón los vendedores ambulantes de pescado, que solo reciben efectivo, han tenido que volver a recurrir al trueque. Un kilo de atún pequeño puede costar un paquete de harina de maíz, cuyo precio se acerca a los cien mil bolívares.
Después de 32 días sin recibir agua por tuberías, por fin el 10 de abril abrieron la llave comunitaria y hemos podido llenar nuestros tanques, lavar ropa y hacer otras tareas. Todo parece indicar que el ciclo de 30 o más días de racionamiento de agua se seguirá cumpliendo sin importar la contingencia. Como es costumbre, en muchos hogares ya se habían agotado las reservas y los que pueden costearlo debieron comprar agua a los camiones cisterna.
Y ahora sin combustible
En Margarita siempre ha habido gasolina. Solo durante el paro petrolero de finales de 2002 y comienzos de 2003 los insulares tuvimos que hacer colas de varias horas para surtirnos de combustible. Los margariteños ahora perdimos ese privilegio.
Desde el 30 de marzo se surte de gasolina a los vehículos por el último número de su placa de identificación y el día de la semana que le corresponda. También se exige un salvoconducto que otorga la Guardia Nacional Bolivariana a quienes demuestran que trabajan en un sector prioritario: transporte de alimentos, salud, farmacéutico, telecomunicaciones, camiones cisterna, transporte público, motos, vehículos que traen comida desde tierra firme. Las empresas y particulares que viajan al continente para adquirir alimentos y materia prima para el sector agroalimentario deberán tramitar un salvoconducto para movilizarse al lugar exacto de la carga y transportar bidones con combustible para recargar y asegurar su retorno a la isla.
El transporte público funciona, aunque los buses no pasan atiborrados de gente como es lo común, y los pasajeros llevan mascarillas. Los pescadores también son prioridad para la venta de gasolina, por lo que aún se consiguen productos marinos, y algunas especies son una opción más económica que la carne, el pollo o los lácteos.
Mientras tanto, los empresarios buscan opciones para atenuar el golpe. Hasta la fecha, las alcaldías de los municipios Arismendi, Mariño y Maneiro, además de la gobernación, han emitido decretos estableciendo exenciones, exoneraciones, rebajas y medidas especiales para aliviar el impacto de la cuarentena sobre el rendimiento del aparato productivo. La Cámara de Comercio del Estado Nueva Esparta exhortó a los ocho municipios restantes a adoptar medidas similares, al considerar que no será suficiente para disminuir el costo financiero que tendrá el cierre temporal de aquellos negocios que no venden alimentos y medicinas.
El 27 de marzo llegó a Margarita un buque proveniente de Jamaica con 110 contenedores con mercancías diversas para abastecer la isla. El proceso de desaduanización se completó al cabo de ocho días. Por medio de su cuenta de Instagram, CamComercio dijo que es un hecho “de gran trascendencia, pues implica un importante flujo de abastecimiento, principalmente de alimentos no perecederos”.
Esta cuarentena suena como la estocada final a la actividad turística y comercial de la isla, bastante disminuida en los últimos cinco años, pero para el sector empresarial no es el aislamiento sino la falta de gasolina y las dificultades para el transporte de los trabajadores los factores que más afectan las actividades productivas. Una encuesta flash encargada por la asociación de los comerciantes mostró que la falta de acceso a la gasolina es el primer obstáculo que perciben los empresarios para la sostenibilidad económica de la región; la cuarentena es la segunda y la falta de transporte para movilizar al personal es la tercera. Ante esto, la reducción del impacto impositivo solo será un pañito caliente, porque es poco lo que pueden hacer los dueños de tiendas y restaurantes para superar el escollo de la gasolina.
En los últimos dos años, en Margarita proliferaron cadenas de supermercados que llegaron a sumarse a Sigo y Rattan; Bonjour y Río Supermarket, por ejemplo. Es un hecho que contrasta con la caída del turismo. También desde hace varios meses se pueden ver en cada uno de sus locales montañas de diversos rubros alimenticios. Margarita es una isla muy abastecida pero donde muy poca gente puede llenar un carrito de compras. Nada de eso ha cambiado con la cuarentena. Hay mucha comida, pero cada quien compra para el diario porque los precios son altos. Por eso, aunque al principio de la emergencia hubo compras nerviosas, solo hubo desabastecimiento de mascarillas y alcohol. Después de cuatro meses de no recibir los alimentos CLAP, a finales de marzo llegó a la isla un buque cargado con 3.089 toneladas de alimentos, y el 7 de abril comenzaron a repartir la bolsa de comida por toda la isla.
Antes de esta crisis, Margarita era un destino turístico en proceso de adaptación al momento difícil que atraviesa la economía de Venezuela. Los hoteles mejoraron la calidad de servicio, las empresas grandes aumentaron los incentivos a sus empleados para que no abandonaran sus trabajos tentados por el fenómeno migratorio. Fedecámaras Nueva Esparta reconoció una caída en el número de visitantes, pero los que seguían eligiendo el destino tenían capacidad de compra.
Es probable que la isla vuelva a salir a flote, gracias a esa capacidad adaptativa que viene desde los inicios de la Zona Franca y el Puerto Libre, que convirtió una isla seca y pobre en uno de los receptores de turismo más importantes del Caribe.
Mientras tanto la campaña política continúa: se siguen tomando fotos entregando la bolsa del Clap, unos, o regalando agua en un camión cisterna, los otros. Cuando semanas más tarde se descubriría un centro de contagio en una escuela de beisbol y en un comando de la GNB, la tensión política se incrementaría. En el medio, estamos los ciudadanos comunes, en cuarentena.