Axel Stein —curador, consultor de arte venezolano y antes jefe del Departamento de Arte Latinoamericano de Sotheby’s— no esperaba que un dato curioso del catálogo de la exposición Genio y gloria de Arturo Michelena, 1863-1898 en el Centenario de su muerte (Galería de Arte Nacional en 1998) lo enredara en una travesía.
Leyendo el trabajo de los investigadores venezolanos Rafael Romero y Juan Ignacio Parra Schlageter, encargados de la muestra, descubrió que El niño enfermo (1886), del pintor valenciano Arturo Michelena, que se exponía en la GAN era una copia del mismo artista. El original había desaparecido hacía un siglo.
El niño enfermo (Enfant malade) original era de los tiempos parisinos de Michelena. Con apenas veintidós años el pintor ganó una beca creada por el gobierno en 1883 para conmemorar el centenario del nacimiento de Simón Bolívar. Eso le permitió estudiar en París. Dos años después, el 6 de marzo de 1885, se embarcó en el buque Ville de Paris en compañía del pintor Martín Tovar y Tovar, que acababa de culminar las pinturas del Salón Elíptico del Palacio Legislativo y regresaba a París. En esa capital, Michelena se convirtió en el protegé de los venezolanos Bernardo y Ana María Tarbes y se inscribió en la prestigiosa Academie Julian, donde ya estudiaba Cristóbal Rojas.
El retratista francés Jean-Paul Laurens, quien tuteló el trabajo de Michelena en la Academia, rápidamente descubrió su talento. En 1887, Laurens propuso que Michelena expusiera en el Salón de los Artistas Franceses. Michelena envió el Enfant malade y Une visite electorale (Una visita electoral). El Salón le concedió la Médaille d’Or en segunda clase.
Ambas pinturas son de un período en el que “el artista venezolano tuvo mucha presencia en Europa al final del siglo XIX”, dice Stein. En aquel entonces, Cristóbal Rojas, nativo de Cúa, compartía apartamento y estudiaba con Arturo Michelena. Emilio Boggio Dupuy, neoimpresionista guaireño y amigo de Monet y Pissarro, que había llegado muy jóven a la ciudad de la luz y también desarrollaba allí su carrera. Tovar y Tovar, “el artista favorito de Guzmán Blanco”, también estaba en la ciudad y “era muy conocido”, dice Stein. Pero el Ilustre Americano en algún momento le revocaría la beca de Michelena, se dice que porque prefería que el artista estuviese en Roma y no en París.
Dos años después de ese Salón Oficial en el que participó Michelena, se organizó la Exposición Universal de París, para celebrar el centenario de la toma de la Bastilla y el inicio de la revolución francesa. En ese evento, donde se presentaron ante muchedumbres atónitas los logros industriales y científicos del mundo ilustrado (la Galería de las Máquinas hecha con vidrio y hierro, el Palacio de Bellas Artes con su techo de vidrio y cerámica, la recién inaugurada Torre Eiffel), Michelena expondría su conocida Charlotte Corday en camino al cadalso junto a El niño enfermo y Una visita electoral.
En la asombrosa Exposición Universal, Caroline Webster Schermerhorn Astor compró Enfant malade. Webster Schermerhorn era una líder de la alta sociedad neoyorquina durante la gilded age, esposa de William Backhouse Astor, miembro de la prominente familia empresarial estadounidense. Así, la obra terminaría colgada con una decena de pinturas academicistas en la enorme sala del estrambótico palacete de estilo francés renacentista que los Astor habían levantado entre la calle 65 y la Quinta Avenida de Manhattan.
Pocos años después, con apenas 35 años, Michelena murió de tuberculosis en Caracas. Y esto era lo que se sabía en Venezuela, por la investigación del crítico de arte Juan Röhl, que rastreó la obra hasta su llegada a la hoy desaparecida Vincent Astor Foundation. Lo que sigue es lo que descubriría luego Axel Stein.
Un Michelena original en Estados Unidos
Caroline falleció en 1908 y su hijo, John Jacob Astor IV, murió poco después en el Titanic. Entonces Vincent Astor –hijo mayor de John Jacob– tuvo que hacerse cargo de la familia con solo 21 años. Así fue como El niño enfermo fue subastado a través de la American Art Association (AAA): la casa subastadora más importante de Nueva York a finales del siglo XIX y principios del XX.
En 1938, los galeristas Otto Bernet y Hiram Parke compraron casi todas las acciones de la AAA, antes de que desapareciera. Y luego, en 1964, la casa inglesa Sotheby’s —la subastadora más antigua del mundo— compraría Parke-Bernet con la intención de introducirse también en el mercado de Estados Unidos.
Axel Stein siguió la pista de los Astor más de un siglo después, para reconstruir la trayectoria entera de la pintura de Michelena. Primero encontró una antigua foto de la sala de los Astor con el óleo colgado entre decenas de obras academicistas en el Museo de la Ciudad de Nueva York.
Stein supuso que los soportes de la venta de los Astor estaría en los archivos de Sotheby’s. “En Estados Unidos afortunadamente nadie bota nada”, dice Stein. “Los venezolanos botamos todo. Eso está muy mal. Porque lo que ahora nos parece que no es importante, mañana puede ser muy valioso para un investigador”.
Para acceder a los documentos de subastas pasadas, Stein se puso en contacto con Elizabeth Gorayeb, una investigadora del departamento Impresionista y Moderno de la casa subastadora. Uno o dos meses después, recibió una caja con los documentos de la subasta del 21 de junio de 1926. El catálogo describía a Arturo Michelena como un artista italiano y a El niño enfermo lo titulaba The Doctor. Sobre el lote del catálogo, estaba escrito el apellido Burns y un precio de venta: $400 (un poco más de 6.200 dólares de hoy), uno de los más altos de la subasta. Así Stein supo entonces que el cuadro había sido vendido y por cuánto, pero no a quién. Pero cuando buscó en internet al señor Burns resultó que aparecían “como 500.000 Burns”, dice. Rastrear el apellido, entonces, no era el camino.
Con ayuda de unos conocidos del Departamento de Grandes Maestros de Sotheby’s, Stein dio con el nombre de Owen Burns, un constructor de finales del siglo XIX y principios del XX que llegó a ser dueño de gran parte de la ciudad de Sarasota, en Florida. Owen Burns —averiguó Stein— era coleccionista de arte antiguo, agente de compras de John Ringling, dueño de un monopolio de circos (Ringling Bros. and Barnum & Bailey Circus) quien también coleccionaba arte antiguo. De hecho, Ringling construyó en Sarasota el Museo de Arte John y Mable Ringling.
Stein llamó a la abogada de los descendientes de Burns, quien “no tenía absolutamente ninguna idea de un cuadro comprado por el señor Owen Burns”. Pensó entonces que ahí terminaba la historia: “Si nadie tiene idea de este cuadro, ¿dónde lo voy a buscar?”, se dijo. Pero dos o tres semanas después, recibió una llamada de Aaron de Groft, director del Museo en Sarasota: había un cuadro, sin ficha ni registro en los depósitos del Museo.
Los descendientes de Burns, ya entonces muy ancianos, recordaban haber visto El niño enfermo en la casa de Burns hasta 1937, cuando lo entregaron para la exposición permanente de la Biblioteca de Sarasota.
La Biblioteca luego había prestado el cuadro al capítulo local de la National Society of the United States Daughters of 1812 (una asociación de mujeres que descendían de veteranos de la Guerra de 1812). Y Stein sospechó que la sociedad había guardado la pintura en las bóvedas del museo de la ciudad, para acatar la orden dada a las colecciones públicas de resguardar las obras de arte en caso de invasión o bombardeo cuando Estados Unidos entró en la Segunda Guerra Mundial, en 1941.
Acompañado por los herederos de Burns, un siglo después de la Exposición Universal, Stein fue a los depósitos del museo floridano para “reconocer al Niño”. Y allí, a principios del 2004, finalmente lo encontró con las palabras Médaille d’Or aún escritas en tiza en el dorso, y con todos sus fantásticos detalles: los afiches rotos en la pared de una casa como a punto de derrumbarse, las marcas de una mano en la ventana fría.
Una de las cosas que más lo sorprendió fue que la obra original sea significativamente más grande que la copia de la GAN, que mide 80 x 85 centímetros. La que encontró Stein en Sarasota mide 2,43 x 3,14 metros. Tras el hallazgo, El niño enfermo original fue enviado a los talleres de Simon Parkes en Nueva York, para que lo restaurasen, pues el betún negro de la pintura se había craqueado y el barniz estaba oscurecido.
Stein pensó que el Estado venezolano, dado el auge sin precedentes de los precios del petróleo, estaría interesado en la compra de la pintura original. “Aquella gente estaba borracha de dinero”, dice. Así que la socia de Stein en Caracas, Diana Boccardo, se comunicó con Farruco Sesto, recién nombrado Ministro de Cultura para informarle del hallazgo. Pero, dice Stein, “la respuesta del Ministro fue: en la galería de arte nacional hay demasiados cuadros viejos, no hace falta otro”. Para su asombro: “Yo pensaba que iba a ser de interés nacional”. Poco después, Sesto cercenó la autonomía de los museos como parte de su proceso de “refundación institucional”.
El niño enfermo original se subastó entonces en noviembre de 2004 y lo adquirió una conocida familia empresarial venezolana por 1.450.000 dólares. “Hasta el día de hoy es el cuadro que ha alcanzado mayor precio en una subasta de arte venezolano —dice Stein—. Más que Cruz-Diez, más que Soto, más que cualquiera”.
Todavía faltaba encontrar la segunda pieza con la que Michelena participó en la Exposición Universal de 1889: Una visita electoral, el lienzo que acompañaba a El niño enfermo. Pero no se sabía su aspecto actual; en Venezuela apenas se conocía un grabado que lo copiaba, y que se consideraba extraviado, porque lo reprodujo, en un libro de 1973, el crítico de arte venezolano Juan Calzadilla.
Un mes después de la subasta de El niño enfermo, Stein recibió un correo electrónico de Didier Brunschwig, el presidente de un grupo empresarial que incluía la tienda por departamentos Le Lido, antes conocida como Au Bon Marché, que fue fundada en 1872 por su tatarabuelo, en Vevey, Suiza. El cuadro Una visita electoral —le explicó Brunschwig, quien se había enterado de la subasta de El niño enfermo— estaba colgado en la escalera central de la tienda y en estado “impecable”. Nadie en la familia recordaba de dónde provenía y ahora sospechaban que había sido comprada en París a un propietario anterior. Así fue como el 24 de mayo de 2005 la obra fue subastada en Nueva York y comprada por la misma familia venezolana, con lo que las dos pinturas volvían a estar juntas desde la Exposición Universal de 1889.
Hace un par de meses, Una visita electoral y El niño enfermo se expusieron al público por primera vez junto a obras de Armando Reverón y Héctor Poleo en la exposición Michelena. Reverón, Poleo. Seven Master Paintings, curada por Stein, en la Ascaso Gallery de Miami.
El niño enfermo original todavía no ha estado en Venezuela. De París pasó a Nueva York, de ahí a Sarasota y en 2004 volvió a Nueva York, donde continúa. “Ninguna de las dos pinturas de Michelena de la Exposición Universal ha visitado suelo venezolano —dice Stein—. El interés de la persona que lo tiene es regresarlo al país. Pero todavía no”.