Primero dijo que científicos venezolanos habían confirmado la seguridad y la eficacia de la vacuna Sputnik V contra el covid-19. Y luego, con toda calma, Nicolás Maduro anunció que sería distribuida entre el personal de salud y el de seguridad, así como entre los líderes de la revolución y su aparato político, que “está en la calle”. ¿Qué significa?
¿Qué esperar de la vacuna rusa en manos del régimen?
El anuncio lo hizo el dictador ante la prensa internacional en Caracas, el miércoles 17 de febrero, dos días después de que el régimen dijera que un primer lote de 100.000 dosis de la vacuna hecha en Rusia había llegado al país.
Maduro justificó que la vacunación de policías y militares (y seguramente colectivos) era necesaria porque ellos estaban todo el tiempo cuidando a la población, y mencionó a varios chavistas que han sucumbido al virus, como Darío Vivas. Pero para ser justos, el de Maduro no es para nada el único régimen en el mundo que le da prioridad a sus políticos en la competencia por las vacunas. En Perú hay tremendo escándalo por ese tema, mientras que en países como Estados Unidos el presidente Joe Biden, como muchos otros políticos de ese país, se han vacunado ante las cámaras para dar el ejemplo ante la población, en el contexto de la campaña pública por mantener las medidas de salud ante la resistencia de la gente. Estados Unidos es la cuna del movimiento anti vacunas, que soporta teorías conspiratorias contra todas las vacunas en general, y representa hoy un fuerte desafío para el control de la pandemia.
Tiene su lógica que un gobierno meta a sus fuerzas de seguridad y a su liderazgo entre los primeros grupos de interés ante la vacunación, pero no antes que a las poblaciones de mayor riesgo, el personal de salud y los ancianos. Sin embargo, en el caso de Venezuela, donde ha habido muchos casos de covid (extraoficialmente) entre los uniformados, veinte años de chavismo nos han enseñado que estas decisiones corresponden a otra clase de prioridades estratégicas.
El mensaje de Maduro no se propone romper la resistencia de los antivacunas ni defender el conocimiento científico (hace nada estaba recomendando unas “gotas milagrosas de José Gregorio Hernández”), sino indicar, una vez más, que en Venezuela te va mejor si estás con el régimen que si no estás con él. Si formas parte de la casta gobernante, te vacunas primero; si no, ve a ver cómo haces.
Es decir, la vacuna rusa es otra arma política, con la misma lógica que las cajas CLAP.
¿Es confiable la vacuna Sputnik V?
Muchos venezolanos podrán dudar de que cualquier cosa que venga de ese cercano aliado de Maduro que es Rusia pueda ser beneficioso, y no estarán solos: la vacuna Sputnik V fue politizada por el Kremlin desde el principio, no solo ante Venezuela sino ante todo el mundo, en plan de “nosotros lo hicimos primero”.
Pero una cosa es el uso de la vacuna para propaganda política y otra su realidad. Pese a que el proceso de desarrollo de la Sputnik V fue ciertamente oscuro, y a que el gobierno de Vladimir Putin no sea de fiar, la evidencia científica sugiere que la vacuna rusa es segura y efectiva.
Los resultados de la primera y segunda fases, presentados en septiembre, sugerían que la vacuna producía una respuesta inmune fuerte y con potencial de proteger del virus. Esto acaba de ser confirmado por los resultados preliminares de las pruebas de la tercera fase, ya publicados en The Lancet, una de las revistas arbitradas más prestigiosas del mundo.
Luego de probarse en más de 20.000 personas, hay pocas dudas de que la Sputnik V es una buena vacuna. También se imparte en dos inyecciones, con un intervalo entre ambas de unas dos semanas, pero una característica particularmente valiosa, es que su forma seca puede conservarse sin riesgos a una temperatura entre dos y ocho grados centígrados. Esa es una ventaja considerable ante otras vacunas que serían inviables en Venezuela, porque requieren una cadena de frío a temperaturas mucho más bajas. Una cosa es el helado de los bodegones y otra los 80 grados bajo cero requeridos por la vacuna de Pfizer.
¿Es la Sputnik V la única vacuna que veremos en Venezuela?
La Organización Panamericana de la Salud lanzó la iniciativa Covax para facilitar el acceso de los países menos desarrollados a la vacuna para el covid fabricada por la farmacéutica AstraZeneca. Pero para que Venezuela pueda obtener, por esa vía, entre 1,4 y 2,4 millones de dosis rápidamente, tiene que pagarle a la OPS la deuda que tiene el Estado venezolano con la organización, de 18 millones de dólares, y presentar un plan racional de inmunización a escala nacional.
Maduro ha dicho varias veces que el gobierno necesita acceder a fondos represados en el exterior, y culpa a Juan Guaidó de no poder hacerlo (Guaidó insistió en público en llegar a un acuerdo para acceder a la iniciativa Covax con fondos protegidos en otros países, para uso del gobierno interino representado por la Asamblea Nacional electa en 2015). Pero ahora Maduro admite haber pagado 200 millones de dólares a Rusia para garantizar el suministro de 10 millones de dosis de Sputnik V en los próximos meses.
Ojo: 10 millones de dosis alcanzarían para vacunar a 5 millones de personas. Y en Venezuela hay 28 millones. Las 100.000 dosis que supuestamente ya llegaron, alcanzarían para 50.000 personas, o sea, para la casta gobernante y con suerte parte del personal de salud.
Los demás verán qué hacen. Por eso Maduro también dijo que su régimen “estudia la posibilidad” de aceptar que el sector privado importe otras vacunas. Es decir, las vacunas se venderán en dólares, en clínicas o en el mercado negro. Entonces solo se vacunará quien pueda pagar por ello.
Otra posibilidad es que se logre en verdad un acuerdo para acceder al programa Covax y que se organice una campaña nacional de vacunación monitoreada por Unicef y otras organizaciones. Esto sería la mejor noticia y deberíamos saber pronto si hay acuerdo o no.
Mientras tanto, hasta el 17 de febrero, se habían administrado en el mundo unas 181 millones de dosis de distintas vacunas. De esas, cerca de 8 millones se inyectaron en América Latina, donde Chile lleva la delantera, con 0,94 dosis administradas por cada 100.000 habitantes, la tercera mejor tasa del mundo. Al día siguiente, el régimen de Maduro anunciaba que había vacunado a la primera persona: una médico del hospital Victorino Santaella de Los Teques.