Lejos están los días en los que la educación universitaria venezolana era el estandarte de prestigio de buena parte de la sociedad, el medio para salir de la pobreza, el modo de vida digno de miles de profesionales. Hoy por hoy, el retroceso de la educación superior en los rankings internacionales es tan evidente y penoso como las posiciones que ocupa el país en muchas otras evaluaciones globales sobre corrupción, violencia, derechos humanos, competitividad o inflación.
Recientemente el Times Higher Education, o THE, institución británica encargada de analizar datos de comunidades académicas y arrojar informes confiables sobre las casas de estudio, publicó su ranking anual correspondiente al 2022. En la primera posición, el puesto 1, está la universidad mejor evaluada, Oxford; al otro extremo del ranking, del puesto 1.500 en adelante, se mencionan en la posición denominada 1501+ varias universidades como la de Sonora (México) o la Universidad de San Sebastián (Chile).
María Victoria Restrepo, investigadora en la alianza Todos por la Educación, explicó que el ranking sintetiza 13 indicadores de rendimiento en 5 áreas: enseñanza, investigación, citas en la que aparece la casa de estudios, ingresos de la industria y perspectiva internacional. Con la puntuación en cada categoría se calcula el valor final que otorga la posición correspondiente.
Ahí se percibe el retroceso de la academia venezolana en los últimos cinco años.
Desde 2018 la Universidad Central de Venezuela no aparece en ninguno de los rankings de THE, ni el global ni el regional. Para 2017 ocupaba el puesto 801 entre 1.000. Tampoco aparecen en el ranking La Universidad del Zulia y la Universidad de Oriente: no cumplen con los requisitos para ser siquiera evaluadas.
Otras siguen presentes, pero no en las mejores posiciones. “La Simón Bolívar ocupa el puesto número 85”, dice Restrepo, “pero del conocido Latin America Rankings, el cual abarca a 197 instituciones de 13 países. La puntuación que obtuvo la USB a nivel general fue de 43.9, y su puntaje en citas de investigación fue de 44.9 en perspectiva internacional, 48.5 en investigación, 43.9 en impacto y 39 en enseñanza”.
Hay puntuaciones en forma de rango, para los casos en que más de una universidad está en la misma posición del ranking pero con diferencias de puntuación entre sus cinco indicadores. Por eso el puesto de la Universidad de Los Andes hoy es 126-150. Un retroceso, por cierto, respecto a 2021, cuando estuvo en el 101-125, pero aún más respecto a 2020, cuando estaba en el 57.
De acuerdo con Restrepo, en las categorías a evaluar, la ULA, mostró un 25.2 de puntaje en citas de investigación; 34.9 en impacto; 55.8 en perspectiva internacional; 29 en investigación y 39.3 en enseñanza. Y eso que la ULA fue la única universidad venezolana que ocupó un puesto en el World University Ranking 2023, en la categoría 1501; 200 puestos más atrás que en el de 2022.
Pero no todo es malo. Algunas casas de estudio han ingresado por primera vez a uno de los rankings. Fue el caso de la Universidad de Carabobo, la cual se posiciona en el puesto 151 del Lating Higher Education, sobre 197. De acuerdo con la investigadora, esto significa que la UC cumplió con todos los parámetros de la institución: citas, ingresos, perspectiva internacional, investigaciones y calidad de la enseñanza. En este caso, el THE toma en cuenta la enseñanza, mientras que en el global se pondera más a la reputación y las investigaciones.
Claro que la inclusión de la UC es un avance, pero en un índice que considera 13 países, la UC tiene un impacto regional bajo. La evaluación arrojó que no tiene ningún estudiante extranjero. La UC debería procurar mantenerse en el lugar 151 en 2023, pero las proyecciones apuntan a un descenso de hasta 20 puestos.
Restrepo apunta que las universidades en Venezuela siguen compitiendo entre ellas y no con las extranjeras, lo cual es un rezago notorio. Al final todas tienen enormes dificultades para investigar. “Tanta burocracia por parte de las universidades, ni suma, ni aporta nada porque no todos los profesores tienen las credenciales para realizar una investigación”.
José Ángel Ferreira, vicerrector administrativo de la UC, ve en esta selección lo que él llama como “parte del proceso de aptitud de la UC en estos tres años”. Básicamente se refiere a que no han parado de impartir clases. Eso lo refleja en el aumento de inscripciones, las cuales pasaron de 900 en 2021 a 960 en 2022. Hoy la UC reporta una matrícula total de 36.000 mil estudiantes.
Entre otras cosas, el retroceso o la desaparición de estas instituciones educativas en los rankings tiene que ver en parte con la falta de docentes. La UC tiene 18.9 estudiantes por profesor, pero 15% de los profesores de la UC se desincorporaron entre los años de pandemia y el 2022. Ese 15% equivale a 160 profesores menos de una plantilla de 1.400.
De acuerdo con el profesor y director de la Escuela de Educación de la Universidad Católica Andrés Bello, Carlos Calatrava, el retroceso de las universidades venezolanas tiene que ver con la emergencia humanitaria compleja, que no se puede olvidar en ningún momento, pero también “con una política de Estado para acallar y acabar con las universidades autónomas y experimentales que no están vinculadas con la Misión Sucre y Alma Mater”.
Calatrava no le echa toda la culpa al chavismo: el que las universidades públicas no hubieran abrazado un modelo de autonomía económica es un problema histórico. “Si se hubieran preocupado por cambiar este modelo cuando se generó el boom petrolero de los años 70 y hubiesen diseñado formas de autogestión, sin llegar a la barbaridad de los 90 en donde querían una privatización total, no tendríamos esta crisis”.
Calatrava puntualiza que el impacto se sintió con mucha fuerza debido a que hay un recuerdo muy claro de lo que fue la educación nacional, una de las “tacitas de plata” de la democracia. Entre 1958 y 2000, Venezuela pasó de 7 universidades a 87 universidades e institutos universitarios, muchos de ellos públicos. “La educación era la forma de preocuparse por el futuro de las nuevas generaciones, por querer una mejor democracia”. Hoy, comenta Calatrava, el chavismo se ha empeñado en convertir el modelo educativo en una fábrica de funcionarios de su régimen, al mejor estilo totalitario.
Un aspecto muy notable del retroceso es la caída de la investigación en las casas de estudio. Así lo dejó ver la coordinadora del Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico de la Universidad Simón Bolívar, Gloria Buendía durante su ponencia en el foro ACFIMAN de la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales. La razón es clara: la falta de presupuesto. “Lo poco que el gobierno otorga sirve, y con dificultad, para el pago de nóminas. Es una realidad que ha causado una fuga de investigadores a otros espacios y recintos universitarios de otros países en la región”. Ese Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico de la USB pasó de un fondo aproximado de casi 35 mil dólares hace siete años, a 100 dólares en 2022.
Las investigaciones de la USB han contado con el apoyo de instituciones y programas internacionales que hicieron viables los procesos, pero a la USB se le hace difícil financiar los proyectos de investigación, en vista que solo tiene un programa de bonos abiertos con el que se le inyecta dinero a los trabajos de los investigadores que logran publicar sus investigaciones en revistas de prestigio.
Restrepo estima que todas estas políticas se traducirán en menos condiciones e incentivos para que exista una generación de relevo de investigadores, por lo que seguirán siendo desplazadas las universidades venezolanas como generadoras de pensamiento, en favor de unos espacios de adoctrinamiento sin estándares internacionales de calidad.
Mientras Venezuela se aleja de posiciones de prestigio, el bloque sudamericano y caribeño avanza. En el Global Ranking del Times Higher Education, hay 28 universidades brasileras, 7 de Chile, 4 de Colombia, 3 de México, 3 de Argentina, 2 de Perú y 1 de Jamaica, Costa Rica y Cuba.