El 15 de abril, la Cruz Roja Internacional anunció que empezaba a entrar un cargamento de ayuda humanitaria en Venezuela. Desde entonces, ¿se ha notado mejoría en materia de atención en los hospitales públicos?
Para Luis Bolívar, quien sufre una lesión en el colon, no. En el hospital donde se trata su padecimiento le pudieron hacer un examen exploratorio, pero para ello tuvo que llevar monos y gorros quirúrgicos, la anestesia, toallines, desinfectante y jabón líquido. Otros estudios de imagen, como la tomografía con contraste, no se la pudieron hacer en ese puesto asistencial, tipo IV y de referencia nacional, porque no funciona el tomógrafo y porque no hay el líquido para producir el contraste en la imagen.
En una clínica privada los dos exámenes le cuestan 12 millones de bolívares, dinero que solo reuniría acumulando durante 25 años el pago de su pensión (que es de 40 mil bolívares). Pero para entonces ya estaría muerto.
En estos momentos, no solo en Caracas, sino en toda Venezuela, hay un riesgo tremendo de morir en los hospitales administrados por el régimen de Nicolás Maduro, precisamente por la precariedad de las condiciones de atención. La Encuesta Nacional sobre Hospitales de 2019 reveló que, entre noviembre de 2018 y febrero de 2019, se produjeron 1.557 fallecimientos en los centros de salud por falta de suministros médicos.
No hay ningún indicio de que la ayuda humanitaria esté llegando a los centros asistenciales, al menos en el volumen masivo que se requiere. Solo seis, de los 277 que tiene la Red Hospitalaria Pública (responsabilidad del Ministerio de Salud y el Instituto Venezolano de los Seguros Sociales, IVSS), han recibido insumos, plantas eléctricas y algunos medicamentos como antibióticos y antiinflamatorios, entregados como parte del cargamento que gestiona la Federación Internacional de la Cruz Roja.
En manos de la Cruz Roja
Así como Luis Bolívar, muchos venezolanos están en riesgo de perder la oportunidad de un trasplante, de fallecer por desnutrición o por culpa de la escasez de insumos para enfermedades crónicas o para el cáncer, y faltan cosas tan simples como antibióticos y medicamentos para la hipertensión, entre muchas otras. Esos venezolanos, sometidos a una zozobra permanente, no han parado de clamar por ayuda.
Tras el apagón de marzo, que causó la muerte de 22 pacientes renales según la Sociedad de Venezolana de Nefrología, Francesco Rocca, el presidente de la Federación Internacional de la Cruz Roja, vino al país y dijo que “no podía aceptar que murieran niños por falta de luz”. Luego el presidente de la Cruz Roja Venezolana, Mario Villarroel, declaró que la ayuda que ingresó al país se distribuyó en 38 centros de salud de 16 estados. Pero de esos centros, ocho hospitales son de la red de la Cruz Roja, seis son públicos, dos dependen de fundaciones y el resto son 22 ambulatorios de la Cruz Roja, que dicho sea de paso no prestan servicio gratuito a la comunidad.
Como se ve, casi todo lo que ha entrado a través de la Cruz Roja Internacional desde mayo se ha quedado en puestos de socorro de esa organización. Apenas ha llegado algo a unas pocas dependencias públicas: el Pérez de León II en el municipio Sucre de Caracas, el Hospital General de Guatire-Guarenas, los periféricos de Pariata y Catia, el Hospital Central de Maracay y una unidad de diálisis en el Zulia, y además a una Fundación que atiende a niños con cáncer también en el Zulia.
La salud también es energía e infraestructura
En el caso del Periférico de Catia, una doctora que solicitó la reserva de su identidad dijo que no han recibido donaciones grandes y que los pacientes siguen comprando desde los analgésicos hasta materiales como las gasas para que les hagan las curas.
Sala de adultos en Los Magallanes de Catia
A ese centro lo que ha llegado es muy poco, pese a que —según Villarroel— se han recibido 100 toneladas de ayuda, que incluyen kits sanitarios, antibióticos y antiinflamatorios, insumos médicos, plantas eléctricas y sus sistemas automáticos, bidones de agua, pastillas potabilizadoras y 4 mil mosquiteros para prevenir la malaria. Esos implementos se están distribuyendo solo en las comunidades donde la Cruz Roja tiene incidencia con jornadas planificadas de salud, que tampoco son masivas.
En el primer envío de abril llegaron 14 plantas eléctricas con sus componentes mecánicos y tres kits IEHK, que son estándar en todo el mundo y se envían para cualquier operación y no requieren permiso de nadie ni procesos tan complicados de importación, porque son para emergencias.
Estos kits estaban en Panamá y salieron para Venezuela con insumos médicos esenciales: amoxicilina, isoprofil, diclofenac, ácido fólico, metformina, omeprazol, paracetamol, penicilina, vitaminas para las mujeres embarazadas, lactantes, pastillas purificadoras de agua. Un kit completo se entregó al hospital Carlos J. Bello de la Cruz Roja. El resto se repartió en cuatro centros públicos: el Pérez de León II, los periféricos de Pariata y Catia, y el Hospital General Guatire-Guarenas.
De las 24 plantas eléctricas con sus componentes que han entrado al país desde abril, seis generadores eléctricos de 45 kilovatios fueron al hospital Pérez de León, al Periférico de Pariata, al Hospital Periférico de Catia, a la Cruz Roja en Falcón, a la Cruz Roja en San Felipe y a la Cruz Roja en Barquisimeto.
El resto, de 25 kilovatios que se enviaron, por citar tres, fueron a la Cruz Roja en Barinas, a una unidad de diálisis en el mismo estado y a la Cruz Roja en Coro.
A la fecha, no ha llegado la ayuda ni al hospital Vargas, ni al complejo Hospitalario José Ignacio Baldó, conocido como El Algodonal, ni al hospital Clínico Universitario de Caracas, ni al José Gregorio Gregorio Hernández de Los Magallanes de Catia (todos tipos IV), ni al Psiquiátrico de Lídice.
Psiquiátrico de LídiceDe hecho, en este último puesto asistencial murió en junio pasado un paciente que tenía un pie carcomido por una infección y estaba lleno de gusanos, pero no recibía ni antibióticos ni le estaban haciendo las limpiezas debidas porque no había ni gasas.
Al de Los Magallanes, comentó una de las doctoras del servicio de Pediatría, no ha llegado nada de la Cruz Roja. Sí han ingresado insumos con el logo del convenio con la OPS y la OMS. Algunos antibióticos muy específicos para la atención materno-infantil y unos inhaladores, pero nada en abundancia.
Cuando Francesco Rocca estuvo en el país habló incluso de dar asistencia para evaluar la infraestructura hospitalaria. Pues bien, el centro José Gregorio Hernández está en una perenne remodelación y lo que se ha rehabilitado no está en funcionamiento porque tiene fallas de iluminación y severas filtraciones.
La situación no es más favorable en el J. M. de Los Ríos, que se pensó entraría entre los primeros en recibir la ayuda. Pues no ha sido así. Dos fundaciones que hacen vida en el recinto han recibido donaciones, pero en general la precariedad del hospital de niños es cada día más acentuada. No hay reactivos en el laboratorio y hasta hace poco solo funcionaba un equipo de ventilación.
Hasta ahora han llegado tres aviones nada más, uno en abril y dos en junio. Y se ha priorizado la entrega a los centros de salud de la Cruz Roja, mientras que en los hospitales públicos, según la Encuesta Nacional de Hospitales, no funcionan el 97 % de los tomógrafos, el 94 % de los servicios de rayos X ni el 86 % de los servicios de ecografía. La escasez es del 84 % en catéteres y sondas y del 79 % en material médico-quirúrgico. En casi 100 % de los laboratorios del sector público no se pueden hacer pruebas de rutina ni de emergencia porque hay un 90 % de escasez de reactivos.
La meta de la Cruz Roja es recaudar 50 millones de francos, moneda con la que se maneja la Cruz Roja Internacional. Con la conversión son 52 millones de dólares. ¿Llegará la mayor parte a los hospitales públicos, donde va la mayoría de la población venezolana? La Cruz Roja aspira atender un total de 650 mil personas en 12 meses. Organizaciones no gubernamentales que defienden el derecho a la salud indican que más de 7 millones de personas necesitan la ayuda.