Van tres doble fechas de la Eliminatoria y hay una tendencia: los segundos partidos se le dan mejor a José Peseiro. Lo que habla bastante bien de su capacidad para mejorar al equipo en el corto plazo. Esto resulta alentador de cara a la Copa América. Si le saca el jugo al hecho de tener a los jugadores durante un mes, la Vinotinto subirá un peldaño competitivo.
¿Cuándo fue la última vez que se vio una línea de cinco defensores en la Vinotinto? El problema con ensayar una formación por el estilo es que no hay demasiados jugadores acostumbrada a ella: en el fútbol local en casi todas sus divisiones, durante años, ha imperado un monótono 4-2-2-2 con variantes que ya todos nos sabemos de memoria. Sin embargo, el planteamiento dio frutos: Venezuela compitió frente a Uruguay y sumó esta opción a la libreta de ensayos tácticos.
Luego del partido frente a Bolivia, en el que Wilker Ángel y John Chancellor deslucieron; y de que en el breve trayecto en lo que va de Eliminatoria quedara claro que esa es una de las posiciones más vulnerables, alinear a tres centrales era una buena manera de, literalmente, cuidarse las espaldas dentro del terreno de juego. Mikel Villanueva por la izquierda, Chancellor en el medio, Nahuel Ferraresi por la derecha. Además, claro, de los carrileros: Alexander González por derecha y Roberto Rosales por izquierda. Cuando Uruguay pisaba el área vinotinto, tenía que franquear más alcabalas que las que sus recursos podían sortear.
Venezuela fue un poquito mejor en el primer tiempo. Jugó con solidez y supo llegar al arco rival. El 5-2-2-1 lo completaban Tomás Rincón y Junior Moreno en la primera línea de volantes, Rómulo Otero y Jefferson Savarino en la segunda; y Josef Martínez adelante.
Teniendo en cuenta las bajas, era difícil realizar una mejor alineación. Tomás se encargó de distribuir balones, ante cierta indulgencia de los uruguayos; mientras que Otero y Savarino no tuvieron problemas para desbordar y asociarse.
Todo lo anterior se vio facilitado por los atinados movimientos de Josef. Llevo ocho años insistiendo con el epíteto: es el mago del espacio. Sus desmarques de apoyo generaban espacios para los volantes de segunda línea, a la vez que permitían la proyección de los carrileros y le aumentaban las opciones de pase a Tomás, cuando este tenía la pelota. Por el contrario, sus desmarques de ruptura explotaron el poco timming que tuvo la defensa charrúa en el primer tiempo. Hasta marcó un gol, que fue bien anulado, en el que dejó atolondrados a dos portentos como Diego Godín y José María Giménez, quienes tuvieron unos primeros 45 minutos muy flojos.
Uruguay, aunque lejos de su mejor versión, sugería recursos para ofender. Sobre todo, en la transición ofensiva, en la que quedaba en superioridad numérica en el medio campo. Apretaba cada tanto la salida venezolana, aunque fue más la presión que ejerció sobre Tomás y Junior, aislándolos en esa fase del juego, que sobre los centrales. Dio la sensación de que si hubiese presionado más arriba y con más ahínco pudiese haber creado más ocasiones de gol en el primer tiempo. Quizá no lo hizo por lo ya comentado: sus dos pilares defensivos tenían un mal día, puede que no les conviniera dejarlos más expuestos.
El maestro Óscar Washington Tabárez movió el banquillo celeste para el segundo tiempo. Uruguay corrigió sus errores. Martín Cáceres, por ejemplo, desde el lateral derecho apoyó mucho más a Godín y Giménez. Los visitantes se hicieron más competitivos y anularon las opciones de gol de Venezuela. Otero y Savarino quedaron ahogados. El primero, acostumbrado a regatear rivales, comenzó a verse desesperado al chocar contra el que es, en sus mejores días, uno de los muros más engorrosos del continente.
La superioridad numérica que ya venía generando Uruguay en el primer tiempo, se convirtió también superioridad cualitativa en el segundo. Se vio cada vez más cerca del gol. Y aquí, sin embargo, sobresale un punto alto para Venezuela: ni siquiera en esos momentos la línea de cinco desentonó de forma grotesca. Incluso, cuando les ganaron las espaldas a Tomás y Moreno, los defensores supieron permutarse para hacer marcas escalonadas. Si algún uruguayo decidía disparar, aparecía una oportuna pierna venezolana.
La Vinotinto volvió a mejorar un poco tras los cambios. Esta vez, Peseiro no tenía muchas opciones para intervenir de forma decisiva, así que los cambios respondieron más a la necesidad de refrescar las líneas y cuidar el empate.
Aunque Uruguay creó más peligro en los últimos minutos, no hay que obviar que Ferraresi también pudo marcar el gol de la victoria. Al final, el empate parece justo.
Hablemos de Nahuel Ferraresi. Con 22 años debutó en Eliminatoria, como titular, con una nota destacada. Se mostró como una opción competitiva para pelear un puesto como titular. Nahuel viene generando comentarios positivos desde la selección sub 20 que logró el subcampeonato del mundo. Si logra trasladar lo que hacía en juveniles a la selección adulta, la Vinotinto recibirá una brisita fresca. Podría ser un buen compañero para Yordan Osorio. Estuvo bien en los duelos, jugó son sobriedad, destacó en el juego aéreo y —en general— se vio bien con el balón en los pies. No obstante el frenesí de los fanáticos, conviene evaluarlo con calma y explicar el contexto. Contó con la fortuna de estar bien resguardado en una línea de cinco defensores y ante un rival duro pero con problemas en ataque posicional, es decir, incapaz de someter al rival con una circulación continua de balón. Al mismo tiempo, no hay que obviar un mal pase que dio en salida durante el segundo tiempo, error que pudo haber significado la derrota. Farraresi es una promesa que quizá ya sea presente, pero con quien no hay que perder los papeles: conviene dejarlo consolidarse y saber que, en ese natural proceso de adaptación (que ya han vivido Faríñez, Yangel y Soteldo), cometerá errores, algunos muy graves y otros no tanto.
Joel Graterol tuvo un buen partido. Salvó al equipo en un par de ocasiones. Subió su nivel en relación con el debut. Sus virtudes ya eran conocidas, lo que se celebra es que haya tenido la fortaleza psicológica para reponerse al partido de Bolivia. Sigue sumando minutos de experiencia importantes para ampliar las posibilidades de la plantilla. Es necesario confirmar que, en el arco, hay opciones resolutivas que van más allá de Faríñez.
Es verdad que poco a poco la Vinotinto recurre menos al pelotazo. Se están explorando otras opciones que van de la mano con la necesaria actualización del equipo. Esto es obra de Peseiro. Pero el proceso es tortuoso. Hubo al menos cuatro errores en salida, en los que se les entregó la pelota a los uruguayos en los pies. Que estos errores se transformen en goles en contra depende, sobre todo, de los rivales. Lo cierto es que el continente está al tanto: la Vinotinto no sabe salir jugando. Los intentos de Peseiro, plausibles, exponen más esta situación. Por momentos, me recuerda a la era de Noel Sanvicente, cuando bloopers por el estilo castigaron el proceso. Si acaso hay una diferencia ahorita con aquella Vinotinto es, uno, más madurez competitiva; dos, un ambiente interno de mayor confianza; tres, el ascenso de futbolistas con menos carencias formativas; y cuatro, las expectativas del entorno están más bajas. Mientras no se mejore este rubro, cualquier partido, incluso en los que haya una performance alta, puede acabar en una repentina derrota.
Poco a poco, la plantilla va mutando. Faríñez, Graterol, Ronald Hernández, Ferraresi, Yordan Osorio, Yangel, Cásseres Jr y Soteldo son los nuevos rostros que se suman a Otero, Josef, Machís y Savarino como referentes aún jóvenes que se ha confirmado que siguen en buen nivel. La Vinotinto sigue teniendo generación tras generación mejores futbolistas. Y esta, por primera vez, muestra rostros que parecen a la altura de la media de los rivales.
José Peseiro es un técnico competente. Transmite calma, reconoce sus errores, mejora al equipo en poco tiempo y tiene una dirección de campo en la que suele tomar decisiones coherentes (aunque a veces se tarde demasiado en mover el banco).
De los cinco partidos que ha disputado, solo en dos se lleva reproches significativos. En el primero, frente a Colombia, en el que realizó un mal planteamiento; y en el penúltimo, frente a Bolivia, en el que pareciera que no planificó bien. ¿Conclusión? Sus puntos débiles están más relacionados con su desconocimiento del entorno que con sus aptitudes. Llegó al cargo en una maniobra de última hora por parte de una de las facciones que quería hacerse con el poder de la FVF y ha tenido poco tiempo para conocer el entorno. Se puso al día con el país, pero se le sigue viendo la falta de rodaje en las Eliminatorias Sudamericanas. De habérsele contratado no como un mero capricho sino con un proyecto a largo plazo, desde una dirección deportiva que pensara en fútbol y no en otras cosas, probablemente a estas alturas el rendimiento del equipo sería mayor. Lo dicho en análisis anteriores: Venezuela no compite contra los demás, compite contra sí misma. En parte, sí, contra sus limitaciones estructurales. Pero, sobre todo, contra sus dirigentes.