—¡A un dólar, a un dólar! —grita a todo pulmón Carlos Sifontes mientras recorre San Jacinto, en el Centro de Caracas, arrastrando una carreta con cajas apiladas de Corn Flakes y Zucaritas.
Un grupo se acerca y le pregunta: —a cómo recibe el dólar. A lo Sifontes responde: —mil trescientos, por ahora.
Una de las chicas le ofrece cien bolívares menos y él rechaza la transacción afirmando que “con un dólar hay plata, pero con 1.200.000 bolívares no alcanza ni para un café”.
La visión de Sifontes resume el estatus económico actual de Venezuela:
—En este país todo se compra en dólares y por eso todo se vende en dólares también. Aquí nada es estable y parimos para tener billetes de un dólar o de denominaciones bajas para comprar y dar vuelto, bolívares en efectivo y hasta la mercancía, porque sin dólares no se puede comprar nada… Estamos en un círculo.
La dolarización catalogada por Nicolás Maduro de “inconstitucional”, pasó a ser una “válvula de escape” para la crisis económica, como el propio líder chavista lo admitió ante medios de comunicación el pasado 9 de diciembre.
Y, aunque Maduro se empeña en admitir que “en Venezuela no hay una dolarización de la economía porque la moneda oficial no es, ni va a ser nunca el dólar”, en cualquier rincón del país es posible pagar en dólares desde un dulce o chuchería, hasta gasolina, alimentos y servicios de recreación.
Henkel García, presidente de Econométrica, estima que en Venezuela podrían circular entre dos mil y cuatro mil millones de dólares, en contraposición a los quinientos millones de dólares a los que equivalen los bolívares en circulación entre efectivo y electrónico.
Por ello, en la práctica, hasta los vendedores informales como Sifontes manejan pagos en dólares y el transporte público se ha convertido en una casa de cambio informal en la que los usuarios pagan pasajes de 350.000 bolívares con un dólar, para recibir cambio en bolívares y poder sufragar menudencias.
Alondra Cedeño vive en los Valles del Tuy y viaja a Caracas todas las semanas de flexibilización, para limpiar la casa en la que está contratada. Su mecanismo para tener efectivo en bolívares, es pagar con billetes de 5 o 10 dólares a algunos colectores, para que se cobren el dólar que cuesta el pasaje desde Santa Teresa hasta la capital y le den el vuelto en bolívares. Con eso organiza su rutina de la semana.
—A veces me ha tocado dejar pasar hasta tres camionetas porque no tienen sencillo para cambiarme 10 dólares, por eso cuando no tengo billetes bajitos salgo más temprano de la casa y ya sé que esperaré mucho antes de irme, pero esa es la única forma que tengo para trabajar —acota Cedeño.
Ella, como la mayoría de los venezolanos, solo usa los bolívares para pagar pasajes en rutas terrestres, pues los montos que se pueden alcanzar a tener, apenas sirven para cubrir este gasto. Además, se suma como problema que, aunque la familia de billetes vigentes consta de once piezas: (50.000, 20.000, 10.000, 500, 200, 100, 50, 20, 10, 5 y 2 bolívares), y de dos monedas (1 y 0,5 bolívares), solo los primeros tres billetes circulan en todo el país, el resto ya no se acepta para ningún pago, y aunque no están fuera de circulación, no alcanzan para pagar nada.
El economista Asdrúbal Oliveros dijo a la agencia AFP que más del 65 por ciento de los pagos que se hacen en efectivo, en la nación, son en moneda estadounidense, y la razón es atribuible a la falta de efectivo en bolívares, a la hiperinflación y a la recesión de la economía venezolana, por octavo año consecutivo.
El nulo valor de la moneda venezolana impide que la gente quiera tener en su poder los bolívares y los venezolanos como el señor Sifontes lo resienten. Cuando este comerciante va a comprar mercancía no puede pagarla en bolívares, los mayoristas exigen pagos en dólares en efectivo y además no despachan a nadie que no lleve los montos exactos de pago, pues no tienen cambio para billetes de alta denominación.
Sin cambio
La dolarización transaccional que se impuso a los mandatos del Ejecutivo nacional, tiene en contra la falta de fluidez del efectivo, y aunque la apuesta del gabinete de Nicolás Maduro es la economía digital, en este momento son “las ofertas”, que imponen llevarse a casa algunos bienes inútiles, o la pérdida de algunos dólares por el “redondeo”, los mecanismos que prevalecen en las transacciones comerciales.
Marilyn Cabricio tiene un quiosco de golosinas en las afueras del Parque del Este, en Caracas. Admite que la mayoría de sus ventas ingresan por punto electrónico, uno que alquila a otro comerciante a cambio del doce por ciento de sus compras del día, pero que son centenares las personas que se acercan a pedir que les cambien billetes de 10, 20 y hasta 50 dólares, o que pretenden hacer compras equivalentes a menos de 5 dólares y recibir el vuelto en divisas.
La comerciante relata que las compras en divisas suponen un acuerdo de confianza entre el comprador y el vendedor, pues muchos no tienen cómo probar la autenticidad de los billetes, y los que quieren comprar algo acceden a recibir otros productos como cambio, para completar los montos de las compras, así el vendedor no tiene que dar vuelto en divisas o bolívares.
Cabricio desmitifica ese temor que pueden tener algunos a transitar por las calles con dólares, al afirmar que prefiere tener tres billetes de 20 dólares en la cartera para ir de compras o moverse en el metro que cargar los casi dos millones, en billetes de 50.000 bolívares (casi 2.000 billetes), que se requieren para completar los 96 millones de bolívares a los que equivale ese monto en dólares, calculado a la tasa paralela.
—Es mejor tener dólares porque imagínate tener esa paca en bolívares, uno no podría. Es un riesgo que te roben porque ahorita tener efectivo es tener oro, no por lo que vale, sino por cómo se hace negocio para vender el poco que hay —comenta la vendedora, quien a la semana solo consigue de 10 o 20 dólares en efectivo por sus ventas.
Los ciudadanos deben enfrentarse entonces a la escasez de efectivo en bolívares, a la falta de sencillo para canjear sus dólares y a comerciantes implacables que no aceptan billetes estadounidenses en mal estado. En este último punto, el transporte público pasa a ser de nuevo un centro de canje necesario.
Otra forma adoptada por los comerciantes es la de las ofertas y el dos por uno. Roberto Petit tiene quince años como perrocalentero en el centro de Caracas y afirma que las ventas se dejan de hacer cuando no hay sencillo para cobrar en dólares:
—Ahora vendo dos perros y una hamburguesa, más un refresco por diez dólares, o tres perros y un refresco por cinco dólares, y ese tipo de cosas… Antes sentía que no me convenía, pero ahora me resulta porque redondeó los precios —dice Petit.
Esta estrategia la han adoptado muchos negocios de distintos renglones, incluidas las peluquerías, en las que ofrecen paquetes por montos equiparables a un billete, para evitar dar vuelto a los clientes:
—Lo importante es no perder uno y que no pierda el cliente, porque a mí misma me ha pasado que necesito algo urgente y no tienen cambio y termino llevándomelo así mismo, y regalando el dinero prácticamente —comenta Solangel Valverde, estilista de un salón de belleza en La California.