A las 7:45 de la noche del domingo 30 de octubre, Brasil y el mundo conocieron el resultado de una de las elecciones más intensas desde el regreso del país a la democracia, en 1985. Para muchos fue una fiesta, como para las centenas de ciudadanos que fueron a festejar en la Avenida Paulista, postal de la ciudad. Para otros, una tristeza. Es una elección que deja muchos sinsabores y demuestra que tenemos un país polarizado, lo cual no sorprende a nadie a esta altura del campeonato. Pero, ¿cómo quedamos los más de 350.000 venezolanos que vivimos en el país verde-amarelo?
A lo largo de la campaña política del actual presidente, Jair Bolsonaro, muchos de sus partidarios no se cansaron de remarcar la idea de que Brasil se convertiría en una Venezuela, y este es el miedo que muchos de mis coterráneos expresan y compartieron en diversos videos en las redes sociales, pero ¿están totalmente en lo cierto?
No es secreto para nadie que Luiz Inácio Lula da Silva fue un amigo cercano del expresidente Hugo Chávez, y que apoyó la elección de Nicolás Maduro. Sin embargo, durante la campaña para estas elecciones dejó bien claro que está contra cualquier forma de autoritarismo, contra armar al pueblo y formar milicias con el pretexto de la lucha contra la delincuencia, como lo ha defendido la familia Bolsonaro. ¿Es una crítica al gobierno venezolano actual o una simple movida política? Tendremos que aguardar un poco para saberlo.
Por su parte, Bolsonaro, su contrincante, manifestó su apoyo a la dictadura de 1964 a 1985, y a sus torturadores. Un ejemplo es el coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra, sentenciado por torturas, a quien Bolsonaro elogió durante el impeachment de Dilma Rousseff. La expresidenta fue golpeada por este coronel mientras recibía descargas eléctricas, hechos que relató en el 2001, en el proceso judicial al torturador.
Bolsonaro también demostró admiración por otros regímenes autoritarios como el de Vladimir Putin en Rusia, Viktor Orban en Hungría y el príncipe saudita Mohammed bin Salman, que ha sido responsabilizado por fomentar un plan para asesinar a un periodista crítico con su gobierno. Quizás un ejemplo para Bolsonaro, porque su odio y el de sus partidarios hacia los periodistas no ha sido un secreto durante su mandato. Solo en el 2020, hubo más de 175 episodios de violencia del actual presidente contra estos profesionales, quienes solo recordaban que el país y el mundo enfrentaban los efectos de una pandemia.
Además, Lula no fue el único candidato que elogió en el pasado a Hugo Chávez. El propio Bolsonaro, en 1999, no solo dijo que Chávez era una “esperanza para América del Sur”, sino que también celebró que pudiera hacer en Venezuela, con más fuerza, lo que los militares habían hecho en Brasil en 1964 (sí, alabó la dictadura). Miedo, hambre y represión no han faltado durante los gobiernos de Chávez y Maduro, ciertamente.
Bolsonaro, siguiendo el manual de desinstitucionalización venezolano, también quiso aumentar la cantidad de ministros del Tribunal Supremo de Justicia, y atacó a esa y a otras instituciones democráticas. Además, promovió leyes que incrementaron el acceso a las armas, y hay indicios de que promovió la formación de grupos paramilitares en regiones como Río de Janeiro. También lo rodean escándalos de corrupción, personales y de su familia. De hecho, Bolsonaro decretó sigilo de cien años sobre asuntos que lo involucran, como usos de dinero público o procesos de investigación en su contra o en contra de su entorno, alegando siempre “defender la voluntad popular”. ¿A qué te suena esta última parte?
Entonces, ¿cómo es que muchos venezolanos residentes en Brasil apoyan a una persona que casi es un clon del político que los hizo abandonar su país? Diría que principalmente es por el miedo: el chavismo hizo un daño tan grande en la cultura política de los venezolanos que cualquier cosa que se les suene parecida, será juzgada sin ver los matices.
También me percato de que no hay interés en aprender y comprender la política en su conjunto. Familiares y amigos cercanos repiten mentiras que difunden medios y redes bolsonaristas sin pararse a pensar cuán semejante es Bolsonaro a los presidentes que los hicieron buscar refugio en otras tierras.
Como miembro de la comunidad LGTBI+, vi que Bolsonaro y sus partidarios ponían muchos de mis derechos en riesgo. Allí es donde me topo con contradicciones dolorosas: familiares y amigos venezolanos que dicen que me aman, pero que apoyan un candidato que dice que “prefiere tener un hijo muerto que homosexual”.
Estas líneas las escribo casi a las dos de la mañana, luego de volver de la Paulista, donde fui a celebrar una victoria que nunca pude celebrar en las pocas veces que voté en Venezuela. Grité en la calle de felicidad, porque estas elecciones no eran las de Lula contra Bolsonaro, sino las del progreso contra el retroceso, las del amor contra el odio, las de la democracia contra el fascismo.
Salí a luchar por lo que creo y por lo que seguiré luchando: para demostrar que el socialismo y un régimen dictatorial no son lo mismo; que puedes preocuparte por tu comunidad y no ser tomado por populista; que siempre voy a oponerme a la violencia y voy a apoyar la política y el diálogo; y que suscribo las palabras del gran Paulo Freire: algunas veces debemos unirnos con nuestros adversarios para derrotar a nuestros enemigos.
Odiar a Chávez pero amar a Lula; puede que sea difícil de explicar, pero es fácil de sentir.