En diciembre de 2019, un grupo de pacientes en la ciudad china de Wuhan presentaron un cuadro de tos, que rápidamente se convirtió en dificultad respiratoria con radiografías sugestivas de neumonía viral. Al analizar algunos de esos resultados se encontraron e identificaron rastros de ADN de un nuevo virus. Un mes después, 56 millones de personas han sido puestas en cuarentena por el Gobierno chino, y alrededor de 4.000 casos y cientos de muertes se han reportado en 18 países en cuatro continentes. El mundo observa una pandemia en tiempo real.
El nuevo coronavirus (2019-nCov) de 2019 se parece a otros virus de la misma familia, como los virus del síndrome respiratorio agudo y grave (SARS, por sus siglas en inglés) y el síndrome respiratorio de Medio Oriente, que también causan neumonía y han sido responsables de importantes epidemias durante la última década. Los primeros reportes vinculaban todos los casos de Wuhan a un mercado local de carnes y pescados, sugiriendo transmisión de animales a humanos. Sin embargo, la nueva evidencia pareciera indicar que el paciente cero no tuvo contacto con el mercado y las autoridades de salud chinas acaban de confirmar transmisión humano-humano, dificultando aún más su control con las medidas actuales.
¿Cuán grave es?
La respuesta corta es: nadie está seguro, pero podría ser muy malo.
Para el 28 de enero, se reportaban 1.700 nuevos casos en China. Este pico podría indicar que los pacientes que fueron contagiados en las últimas dos semanas apenas ahora presentan síntomas, lo cual apoya la teoría del período de dos a diez días de incubación que reportó la OMS. El virus se esparce rápida y fácilmente, probablemente a través de la saliva.
La “facilidad” con la que una infección se esparce puede ser medida por su número básico de reproducción, conocido como R0. Las características cambiantes de la situación actual hacen más difícil dar un número acertado, pero la mayoría de los estimados del R0 del coronavirus es alrededor de 3. Es decir, que cada paciente infectado podría infectar a tres nuevas personas. Eso significa que para detener la expansión del virus, hay que proteger a al menos dos tercios de las poblaciones en riesgo de contraerlo, con cuarentena, como hace China de una manera distópica y parcialmente efectiva, o usando una vacuna que todavía no existe.
Por ahora, la mayoría de las muertes ha sido de pacientes de la tercera edad, pero algunos estimados calculan que la tasa de mortalidad es de alrededor del 14 %. El problema principal es que sencillamente no sabemos cuántas personas han sido contagiadas, algunos expertos dicen que podría haber hasta cien mil pacientes infectados en China actualmente.
¿Llegará a América Latina?
México, Brasil y Ecuador reportaron posibles casos de pasajeros que regresaban de China, pero ninguno ha sido confirmado todavía. Sin embargo, la presencia del virus en centros globales como los Estados Unidos, China, Francia y Alemania lleva a pensar que sería un grave error no considerar la posibilidad de que se extienda a América Latina.
El continente no está preparado para atender una pandemia de cualquier tipo. Y no es necesario subrayar cuán poco preparado está el sistema de salud pública venezolano, ya en grave crisis, para lidiar con esta nueva amenaza.
Aunque la presencia de un caso sospechoso en Venezuela hiciera ruido en redes sociales durante el fin de semana, esta información fue desmentida. El problema real, sin embargo, es que no estamos seguros de que podamos identificar los casos en el país si aparecen.
Las pruebas de diagnóstico dependen de la reacción en cadena de la polimerasa en tiempo real (qPCR, por: quantitative transcription polymerase chain reaction), una técnica relativamente cara que no está disponible en la mayoría de los laboratorios clínicos del país. La semana pasada, un documento oficial del Ministerio de Salud, confirmó que el Instituto Nacional de Higiene (INH) en Caracas sería el único laboratorio del país capaz de confirmar los potenciales casos. El documento afirma que tienen “la capacidad de recibir y analizar muestras de los 24 estados”.
Pero la logística de transportar y analizar las muestras de todo el país en un solo laboratorio ya es difícil en una situación normal; imaginemos entonces cómo sería en un país en donde no hay garantías ni de insumos médicos básicos. Es muy probable que si llegaran casos de coronavirus a Venezuela, no se haga el diagnóstico correcto o se confirme en días, y quizás hasta semanas, después de que los pacientes empiecen a presentar los síntomas.
El R0 del 2019-nCov es considerablemente más bajo que el de infecciones como el sarampión (R0: 18-20) o la difteria (R0: 5-7), que ya han demostrado cuán vulnerable es el sistema de salud venezolano ante las epidemias, y que los hospitales del país no tienen la infraestructura básica necesaria para aislar pacientes y prevenir la rápida expansión entre otros pacientes o profesionales de la salud. Ni hablar de dificultades adicionales como las consecuencias de la confirmación tardía por parte del laboratorio.
La crisis de refugiados aumenta el riesgo
Se espera que se implemente un plan en los próximos días para evaluar a los pacientes que lleguen al Aeropuerto Internacional Simón Bolívar de Maiquetía y detectar potenciales síntomas, pero el movimiento de migrantes venezolanos por las fronteras con Colombia y Brasil es una mayor amenaza, tanto para Venezuela como para sus países vecinos. El gran número de personas que cruzan diariamente esas fronteras, las rutas ilegales para hacerlo y acceso precario a servicios de salud en el área, hacen que sea prácticamente imposible evaluar pacientes de modo eficiente.
En general, la magnitud de la crisis de refugiados venezolanos, que se espera sea la más grande del mundo este año, es probablemente el factor de mayor riesgo a la hora de considerar las posibilidades de una pandemia de coronavirus en América Latina.
La buena noticia
Como con cualquier pandemia, la situación cambia rápidamente, y la buena noticia es que el mundo pareciera estarse adaptando de modo adecuado. Menos de dos semanas después de que el virus se detectara por primera vez, ya teníamos el genoma viral completo. Científicos de todas partes han tenido acceso a datos e información recolectados por sus colegas a miles de kilómetros de distancia, casi en tiempo real. Esto le permitió al Centro de Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos desarrollar un examen de diagnóstico, que se está usando para confirmar casos en todas partes del mundo. Las pruebas de las vacunas empezarían en abril de 2020 y las redes sociales se han convertido de repente en una herramienta muy valiosa para monitorear la situación e informar sobre los avances de modo inmediato.
En este momento, es difícil de creer que las imágenes postapocalípticas que vemos en Wuhan se repetirán en otras partes, ni siquiera en nuestra Venezuela en crisis. Pero la amenaza es real y aunque es improbable que sea el fin del mundo, por supuesto que va a poner a prueba la solidez de nuestros sistemas de salud pública en toda la región.