Las últimas horas mantienen en vilo a buena parte de Venezuela debido al paso precipitado de Bonnie, y no se trata de Bonnie Parker, de Bonnie & Clyde, sino de una tormenta tropical que surca el Sur del Caribe y podría aumentar su intensidad. Maduro alertó al país, especialmente a las regiones costeras y, más allá de alguna recomendación ambigua, su medida más “contundente” fue suspender las clases en todo el territorio.
Independientemente del paso de esta tormenta tropical, Venezuela atraviesa distintos problemas en materia hidroclimatológica desde hace tiempo y, a propósito de Bonnie, queremos hablarte sobre algunos de ellos, que no solo nos afectan hoy, sino que lo harán aún más en el futuro.
¿Qué es Bonnie?
El término técnico para hablar de Bonnie con precisión es “centro de baja presión atmosférica”. Esto pasa cuando en una región de la atmósfera se acumulan vapor de agua, nubosidad, vientos fuertes, poca radiación solar y mal tiempo en general. Los centros de baja presión atmosférica ocurren normalmente durante el verano; por eso Katrina, Matthew, Irma, Wilma, Hugo y otros huracanes famosos ocurrieron cerca del equinoccio de otoño, es decir, al final del verano en el hemisferio norte.
Los centros de baja presión atmosférica que ocurren dentro de los trópicos se clasifican en cuatro categorías: ondas, tormentas, depresiones y ciclones-huracanes-tifones; según la velocidad de sus vientos y de la rapidez con que se desplacen.
Como todos los centros de baja presión atmosférica, Bonnie empezó siendo una onda tropical, moviéndose de Norte a Sur a menos de 20 kilómetros por hora. En cuestión de horas se convirtió en una depresión tropical, pues sus velocidades aumentaron a entre 25 y 30 Km/h. Para la tarde del 29 de junio, Bonnie es una tormenta tropical con posibilidades de convertirse en huracán, pues sus vientos ya alcanzan un rango de velocidad entre 63 y 118 Km/h.
¿Qué no es Bonnie?
Bonnie no es todavía un huracán y difícilmente se convertirá en uno, pues la dinámica de éstos suele ser más agresiva desde sus inicios. Es importante también aclarar algo que a algunos podría parecer innecesario: el término preciso para referirse a Bonnie en caso de que llegase a superar la barrera de los 118 Km/h es huracán o potencial huracán.
Ciclón, huracán, tifón, baguío o Willy-Willy son distintos nombres que se le dan al mismo fenómeno; todos ellos son sinónimos, pero hay consenso en la comunidad científica sobre asignar nombres distintos al fenómeno según la región en donde ocurra. Como Bonnie está ocurriendo en el Atlántico y su mar Caribe, lo correcto sería clasificarlo como potencial huracán; si tuviera lugar en el océano Índico o en el Pacífico occidental lo correcto sí sería llamarlo ciclón. El Instituto Nacional de Meteorología e Hidrología (Inameh) y la mayoría de las autoridades gubernamentales autorizadas se han inclinado hacia el término “ciclón”, como si Venezuela estuviera al sur de Asia y no al norte de América del Sur. Aquí es importante recordar que en la gestión de este tipo de eventos las formas son fondos, y el manejo de una terminología precisa por parte de los expertos ayuda a transmitir mesura y confianza.
¿Cómo afectará Bonnie a la costa venezolana?
Cualquier centro de baja presión atmosférica que ocurra en el Caribe debe ser motivo de alerta para la gente que vive en las regiones costeras, porque los fenómenos meteorológicos pueden cambiar en cuestión de horas. De paso, el cambio climático ha alterado drásticamente el patrón de comportamiento con el que estos se manifiestan.
Los vientos borrascosos, el aumento del oleaje y las grandes precipitaciones son los factores principales a los que la población debe prestar especial atención. Sin embargo, Venezuela tiene a favor un factor que puede contrarrestar la evolución progresiva de Bonnie: su relieve montañoso.
Las serranías de la costa y del interior, los Andes y la sierra de Perijá actúan como un imán y atraen parcialmente a los frentes continentales de vapor de agua que asciendan hacia el Caribe desde el hemisferio Sur (donde ahora mismo es invierno). Pero además, atraen a los vientos alisios que entran al trópico y suelen alimentar a los centros de baja presión atmosférica, como Bonnie. Esto, que se llama efecto orográfico, hace que las mismas montañas que atraen a estas masas de agua y aire las obligan a descargar lluvia, lo que evita que esta energía hídrica alimente al potencial huracán y lo haga más intenso.
¿Qué otras regiones pueden verse afectadas?
Aunque los Andes, Guayana o los llanos no conocerán de frente a Bonnie en su paso por el Caribe, sí pueden verse afectados de forma indirecta. Hace un año el Valle del Mocotíes, en Mérida, sufrió una serie de movimientos de masa que dejaron gran cantidad de pérdidas materiales y humanas; lo mismo ocurrió en Vargas hace 23 años y en El Limón, Aragua, en 1987. Todas esas tragedias tuvieron como factor detonante la ocurrencia de lluvias extraordinarias previas a los flujos, deslizamientos y caídas de rocas.
Lo peor que le puede pasar a Venezuela con respecto a Bonnie serían muchos días de lluvia, pues la deforestación que se ha acelerado en estos años ha vuelto más inestables las vertientes, laderas, abanicos aluviales y terrazas sobre las que se emplazan muchas ciudades de la región costa-montaña, haciéndolas propensas a derrumbes que deriven en tragedia. Las áreas sin relieves abruptos, por su parte, corren el riesgo de inundarse, pues las márgenes de muchos ríos caudalosos, al haber sido despojados de sus coberturas vegetales, ya no pueden contener como antes el desborde de las aguas y dejan vulnerables a muchos centros poblados en las cercanías.
¿Qué herramientas tenemos?
A pesar de la fuga de cerebros y capacidades, el talento humano sigue siendo un capital inconmensurable en nuestro territorio, pues muchos profesionales dentro y fuera del sector público reúnen esfuerzos para mantener a la población informada y resguardada. Pero con el deterioro sistematizado de las estaciones meteorológicas en todo el territorio nacional, por la falta de mantenimiento o su desmantelamiento, no podemos tener registros diarios de datos atmosféricos.
Las fuentes de datos poco a poco se reducen a instituciones universitarias o incluso a individuos, de allí que voces como Ignacio Rodríguez Iturbe, Rigoberto Andressen o Roberto Duque sean considerados tótems informativos, no solo por su experticia, sino por ser de los pocos que conservan los registros climatológicos del país. Las estaciones meteorológicas de los aeropuertos son de las pocas que se encuentran activas y esta es una realidad que debe atenderse cuanto antes, pues la ausencia de una densa red de estaciones provocará sesgos en los próximos 30 años, especialmente ante un panorama que pone al cambio climático como protagonista y que demandará de información veraz en este tópico.