Dos de las caras más representativas de Venezuela son su megadiversidad y su crisis sanitaria. La primera es riqueza; la segunda, carencia. Si confluyen propician el escenario perfecto para una problemática de la que se habla poco, pero que produce muertes con gran frecuencia: sufrir la mordedura de una serpiente o el envenenamiento de un escorpión y no recibir atención médica inmediata.
Los ecosistemas venezolanos abundan en ambos grupos de animales venenosos, pero en los centros de salud pública y privada escasean los antivenenos y esto pone en jaque a quienes tienen el infortunio de enfrentar un evento así.
Camila Alvarado y Yosmaily Mateus murieron con tan solo dos y siete años de edad respectivamente, luego de sufrir accidentes ofídicos —es decir, envenenamiento por mordedura de serpiente.
El primer caso fue en el municipio Iribarren, estado Lara, el 25 de septiembre 2021, mientras que el segundo ocurrió el 28 de noviembre en el municipio Escuque del estado Trujillo. Más allá de cierto revuelo en redes sociales, ambos eventos solo engrosaron las estadísticas y se unieron al resto de casos conocidos de mordeduras de serpientes en 2021. Justo en la región que registra más accidentes ofídicos en Venezuela, el extremo nororiental de la cordillera de los Andes, con el piedemonte de Portuguesa y las tierras bajas de Lara y Yaracuy.
Sin estadísticas
La Organización Mundial de la Salud considera que en los países con mayor índice de accidentes ofídicos hay graves fallas de toma de datos y disponibilidad de estadísticas, lo que da lugar a subregistros. Los reportes no suelen reflejar esta situación en tiempo real, pues muchos de esos accidentes no son notificados o siquiera atendidos en los centros de salud. Venezuela es un buen ejemplo. La entidad con más casos conocidos en todo el territorio nacional es Trujillo y para encontrar datos que lo confirmen hay que acudir a las ONG o a la investigación de las universidades, puesto que ningún portal oficial del Estado los suministra.
Según el Serpentario Santos Bazó, una ONG trujillana abocada a la conservación de serpientes y a la educación ambiental, así como a levantar información in situ sobre los accidentes ofídicos, el 6 de octubre se registró la mayor cantidad de envenenamientos de 2021: diez casos.
Que en Trujillo se registre la mayor tasa de accidentes ofídicos en el país responde a su situación geográfica. La entidad reúne pisos térmicos muy variados, con vertientes húmedas y secas y rangos altitudinales que varían entre los 0 y los 4.006 metros sobre el nivel del mar, donde hay ambientes que salvaguardan mayor cantidad de especies de serpientes, como el bosque siempreverde seco, la selva semicaducifolia montana y la más importante de ellas, la selva nublada. Estos ecosistemas cuentan con condiciones de humedad, precipitación y temperatura adecuadas y una buena disponibilidad de presas.
Pero la tasa de incidencia de accidentes ofídicos en Trujillo no depende solamente de la geografía, sino también de la dinámica socioeconómica local. Según la data que maneja el Serpentario de Santos Bazó, algunas de las mordeduras de serpientes venenosas registradas en 2021 ocurrieron en municipios como Pampanito, Candelaria o Carache, en los que se asientan grandes unidades de cultivos. El avance de la frontera agrícola para la producción de rubros como el café, el plátano, el maíz o el frijol representa una perturbación abrupta al entorno natural de las serpientes. Los trabajadores de la tierra son por eso las principales víctimas de los accidentes ofídicos.
Esto supondría que cualquier gobierno tome medidas de planificación territorial, sobre todo porque el crecimiento anárquico de muchos centros poblados –especialmente en el medio rural– ha supuesto la ocupación desmesurada de los ecosistemas donde habitan éstas y otras especies.
El avance de la mancha urbana y de la frontera agrícola convierte a los seres humanos en especie invasora del hábitat natural de las serpientes. Ante el inminente encuentro con ellas se opta por exterminarlas.
Pero la ausencia gubernamental para atender este problema no supone la inacción ciudadana. Luis Fernando Navarrete es un herpetólogo venezolano con un amplio recorrido y reconocimiento en el continente. Hace vida laboral en el Instituto de Medicina Tropical de la Universidad Central de Venezuela (UCV); es curador de la colección de herpetología de la Fundación Museo de Ciencias, en Caracas, y es docente en la Universidad Nacional Experimental Sur del Lago (Unesur), en el área de fauna silvestre e investigación de toxinas de origen animal. Navarrete ha dedicado más de la mitad de su vida al estudio y conservación de las serpientes en Venezuela. “El término correcto para referirse a una mordedura de serpiente es ‘accidente ofídico’ —me explica— debido a que su accionar es defensivo y no son ellas quienes provocan el encuentro. Por ejemplo, si una cascabel quisiera atacarte no haría sonar los anillos de la caja de resonancia que tiene en la cola, y en la mayoría de los accidentes con cascabeles el afectado sí los escucha, lo que quiere decir que ella advirtió su presencia”.
A pesar de la diversidad en herpetofauna que caracteriza a Venezuela, para Navarrete la base del problema no radica en la presencia natural de estas especies, sino en la ausencia de planificación territorial y de salud pública.
Los herpetólogos coinciden en que uno de los sistemas de inyectar veneno más efectivos de la naturaleza es el de las serpientes de la familia Viperidae. Los ecólogos Enrique La Marca y Pascual Soriano así lo señalan en uno de los trabajos referenciales de la herpetología venezolana: la guía de Reptiles de los Andes de Venezuela (2004), trabajo auspiciado por la Fundación Polar y la Universidad de Los Andes. En Venezuela la gran mayoría de los accidentes ofídicos están asociados a esta familia. Sobre eso, Luis Fernando Navarrete señala: “En el grupo de las Viperidae está la cascabel (Crotalus), la mapanare (Bothops atrox), la cuaima piña (Lacheis muta), entre otras. A diferencia de las corales, su dentadura es de tipo ‘solenoglifa’, lo que quiere decir que tienen dos dientes superiores delanteros muy grandes que, además, son móviles. Pueden abrir la boca hasta 180 grados y replegar los colmillos hacia adelante en 90 grados con respecto al paladar superior. Esos colmillos están conectados a través de un surco a una glándula productora de toxinas más grande que la de otras especies de serpientes, y los asemeja a un par de inyectadoras hipodérmicas, pero más efectivas por la curvatura del colmillo”.
La mayoría de los accidentes ofídicos en Venezuela tienen como protagonista a la mapanare, cuya taxonomía la ubica en la familia de las Viperidae y en el género de las Bothrops, y su área de ocupación en Venezuela se extiende por gran cantidad de ambientes, desde el nivel del mar hasta posiblemente los 1.600 metros de altitud, tal y como señala Luis Fernando Navarrete en su Guía de las serpientes de Venezuela: Biología, venenos, conservación y checklist (2005), en coautoría junto a Alberto Blanco Dávila y Juan Carlos López Johnston.
Las mapanares son las víboras más activas, rápidas y con mayor presencia en el país, además se consideran las más agresivas cuando se sienten asediadas. Pero a pesar de ello son especies que evitan hasta el final el encuentro con el ser humano y solo atacan cuando éste entra en su radio de acción, ya que inyectar veneno en un ser que no será su presa para defenderse supone un gasto de energía muy grande. “Muchos de los accidentes ofídicos son denominados ‘mordidas secas’, o sea que el animal no inyectó veneno. Esta es una muestra fidedigna que da la naturaleza para demostrar que, de buenas a primeras, las serpientes no son agresivas con el ser humano. Ellas tienen la capacidad de regular las cantidades de veneno y lógicamente cuando el animal está más irritado inyectará más, pero en muchos casos ocurre que solo le interesaba defenderse, entonces no descarga veneno”, señala Navarrete.
Los escorpiones: pequeños pero peligrosos
Cuando se trata de envenenamiento animal, en Venezuela las serpientes suelen llevarse toda la atención, pero la presencia de escorpiones en los ecosistemas también es amplia. Es preciso señalar una premisa que resulta sorpresiva: el veneno de escorpión es mucho más tóxico que el de serpiente, pero el segundo ocasiona más muertes debido a la diferencia de tamaño y peso entre ambas especies. Como las serpientes son más grandes, pueden dejar más veneno en una persona que un escorpión y hacer mucho más daño. Pero los escorpiones son un reto en materia de salud pública cuando los accidentes involucran a niños o a personas mayores.
En Venezuela se han registrado unas 110 especies de escorpiones, la mitad del género Tityus, donde la especie Tityus discrepans tiene la mayor incidencia de accidentes.
El naturalista Alberto Blanco Dávila me explica que el escorpión Tityus discrepans, endémico de las cordilleras de la costa y de los Andes, es el que normalmente encontramos en nuestras casas. “Está en nuestros jardines y parques, en áreas que nos suelen ser comunes, y aunque debe haber cautela con ellos, también debe saberse que no son animales temperamentales, sino lentos y muy solitarios. Para ser envenenado por un escorpión tienes que haberlo manipulado directamente y lograr que se sintiera amenazado, o simplemente toparte con él en lugares imprevistos, como un zapato, una toalla o una sábana”.
En general, cuando ocurre un accidente por envenenamiento escorpiónico quien los sufre no acude a un centro de salud, pues la creencia popular asume que una picada de escorpión es menos grave que una mordedura de serpiente. Y ciertamente la estadística indica una menor tasa de fatalidad por envenenamiento escorpiónico, pero cuando ocurre debe tratarse inmediatamente, pues igualmente hay riesgo de muerte. Alberto Blanco advierte: “El envenenamiento de cualquier tipo de escorpión debe tomarse como un asunto delicado y atenderse sin pérdidas de tiempo, pues de no hacerlo puede desencadenar complicaciones graves. Una serpiente puede inyectar una mayor cantidad de veneno que un escorpión, pero si se comparan, por ejemplo, los niveles de toxinas entre una cascabel y un Tityus discrepans, el veneno del escorpión es hasta cien veces más mortal que el de la serpiente; pasa que proporcionalmente hay mucha diferencia entre las cantidades debido al tamaño de una especie con respecto a la otra”.
El problema de la distribución de sueros
La forma más efectiva de neutralizar los efectos de una mordedura de serpiente o un envenenamiento de escorpión es la aplicación de suero antiofídico o antiescorpiónico. Pero el drama sanitario que padece Venezuela por la coyuntura política y al enfrentamiento del Gobierno con los gremios de médicos y farmaceutas, así como el deterioro de la infraestructura en los centros de salud pública, se reflejan en las ínfimas posibilidades que tiene la población para atender los accidentes ofídicos y escorpiónicos en todo el territorio.
Estos antivenenos o sueros son fármacos de origen biológico (inmunoglobulinas de origen equino) que ayudan al organismo humano a contener la acción del veneno una vez que ha entrado en el torrente sanguíneo. Hay distintos tipos de antiveneno (suero) y su uso depende de la especie involucrada en el accidente, por eso una de las recomendaciones principales es que, en la medida de las posibilidades, se identifique a la especie para proceder de forma correcta.
La producción de los sueros antiofídicos y antiescorpiónicos en Venezuela está en manos de la empresa Biotecfar, ubicada en la Facultad de Farmacia de la UCV. Es una institución de referencia internacional por sus avances en la investigación y producción de sueros, pues su calidad es garantía de salvar a la víctima. Luis Fernando Navarrete da fe de ello: “He sido mordido doce veces por serpientes venenosas y he estado al borde de la muerte. Los sueros antiofídicos me salvaron la vida. Los antiveneno disponibles en el país sirven principalmente para atender mordidas de mapanare y cascabel, pero también son útiles para la mordida de otras especies de la familia Viperidae. Para el caso de las mordeduras de corales no se cuenta en el país con los antivenenos, entonces se importan de Costa Rica, Brasil, Colombia y México principalmente”.
El talón de Aquiles de los antivenenos en Venezuela es la centralización, pues aunque algunas iniciativas regionales han tratado de producirlos, la demanda nacional recae sobre Biotecfar.
Esto es un problema, ya que esta empresa produce gran cantidad de sueros, pero las limitaciones de distribución son mayores.
También en la Universidad Nacional Experimental Francisco de Miranda, en Falcón, un proyecto liderado por el toxicólogo César Rengifo logró consolidar la producción de un nuevo suero antiofídico de origen vícola. Pero aun así, en general las muertes por accidentes ofídicos y escorpiónicos en Venezuela se deben a la ausencia de antivenenos en los centros de salud donde atienden a las víctimas.
Para Navarrete “es inaceptable que teniendo antivenenos de tan buena calidad ocurran muertes en el país. Las fallas en los canales de distribución hacia las áreas rurales, que a fin de cuentas son las más afectadas, tienen muchos orígenes, si no es la escasez de gasolina es la pandemia, pero nada las justifica, pues se trata de un bien de primera necesidad que debe llegar a esas áreas. En algún momento se tuvo la intención de consolidar un proyecto llamado Red Nacional de Antivenenos, que reunía expertos e instituciones de todos los rincones del país, para cohesionar esfuerzos de acción inmediata ante los accidentes, pero también para fomentar la educación ambiental y la conservación de las especies”.
Todo aquel que haya sufrido un accidente ofídico o escorpiónico sea llevado inmediatamente a un centro de salud y que se trate de identificar a la especie involucrada. Se debe mantener la calma y evitar que la víctima se agite. Ante una mordida de serpiente está contraindicado aplicar torniquetes, pues esto acelera el proceso de necrosis; debe evitarse intentar succionar el veneno, pues con esto solo se logra incorporar en la herida las bacterias bucales de quien presta el auxilio y no es verdad que la amputación evite el envenenamiento, pues una vez que las toxinas entran al torrente sanguíneo su esparcimiento es inmediato y amputar solo expondría una entrada mayor de infecciones. En el caso de envenenamiento por escorpión no debe subestimarse el accidente. Los síntomas graves se manifiestan por lo general a las 24 horas y se debe evitar ante todo la aplicación de adrenalina en el paciente.
Que las serpientes y escorpiones participen en el envenenamiento accidental de seres humanos está muy lejos de justificar su exterminio, por el contrario, son especies de gran importancia para el equilibrio ecológico.
Ayudan a controlar la proliferación de otras que se consideran plagas, pues invaden los cultivos, dispersan enfermedades y acarrean problemas mayores de salud pública; pero más importante aún, las toxinas que están presentes en el organismo de una serpiente, al ser todo un coctel de proteínas y enzimas, tienen propiedades utilizadas en el desarrollo de fármacos empleados para combatir el Alzheimer, la hipertensión, la coagulación de la sangre o algunos tipos de cáncer.
En definitiva, los venezolanos debemos exigir contar con con sueros antiofídicos suficientes en todo el país, buenos centros de salud y profesionales capacitados para atender estos accidentes, pero sobre todo debemos apostar por la educación ambiental, pues garantizar la conservación de nuestros ecosistemas pasa por divulgar que todas sus especies son necesarias y cumplen un rol ambiental importante.