Andrés González Majul y Daniela Berlet Rendiles se conocen desde que eran niños, porque se ejercitaban en el mismo centro de Fisioterapia en La Trinidad, en Caracas, allá por 1995. A los dos les tocó vivir en silla de ruedas. Andrés estudió Comunicación Social y Daniela Administración, mención Mercadeo, además de locución en la Universidad Central de Venezuela. En 2012 comenzaron una relación amorosa, unidos también por sus inclinaciones artísticas y el interés en las producciones audiovisuales.
Su historia desde la sexualidad es lo que cuentan en el cortometraje Sex Assistant, dirigido por Andrés y producido por ambos. El corto ganó, a fines de marzo, el 7º Festival Franco-Venezolano de Cortometrajes a Corto Plazo 2021, patrocinado por la Embajada de Francia en Venezuela con el apoyo del Festival Cinelatino de Toulouse.
Los primeros planos ayudan a crear la atmósfera de un erotismo sutil y respetuoso de los cuerpos de la pareja. “La primera persona que nos ayudó fue una puta”, dice Daniela al comienzo de su relato, en el documental. Luego contrataron a una fisioterapeuta que también cronometraba su tiempo y mecanizaba el acto. Finalmente, con el apoyo de la artista venezolana Desirée Chique, logran la asistencia sexual que esperaban, a la vez que la comunión con el arte y la producción cinematográfica.
“La idea viene de la necesidad de verse uno mismo y de reconocerse abstrayendo la rutina, como si uno se desdoblara para verlo en frío. Esa idea de querer contar nuestra historia se fue gestando durante mucho tiempo junto con Daniela, pero no llegamos a imaginar que el proyecto iba a terminar con este resultado”, explica Gonzalez Majul, quien considera que la realización del cortometraje fue un acto de aceptación y de liberación espiritual.
Una larga relación con el cine
Andrés tiene una atrofia muscular espinal (AME) tipo II, que afecta las neuronas de la médula espinal; mientras que la condición de Daniela es diplejía espástica, un tipo de parálisis cerebral infantil. Eso no los ha detenido para disfrutar de museos y galerías de arte, salas de música o de cine, que son los lugares predilectos de ambos.
Una vez tuvieron un impase con una sala de cine. Llegaron justo a la hora de la proyección de la película y les abrieron la puerta de acceso sin pasar por la taquilla, pero adentro, cuando le preguntan al empleado cómo pagar las entradas, él los exhorta a salir. El malentendido, que se convirtió en una crisis de relaciones públicas para la sala de cine, rodó como una bola de nieve en las redes sociales. Finalmente el desenlace ayudó a mejorar las condiciones en acceso y disponibilidad de butacas para las personas con discapacidad. “Ojalá la creatividad y el arte puedan construir y modificar las cosas, más que las luchas y el sufrimiento”, reflexiona en retrospectiva Andrés González.
Quién iba a pensar entonces que la misma pareja obligada a abandonar la sala a breves minutos de comenzar una película, años después entraría en pantalla gigante de cines nacionales e internacionales.
En los años recientes, Andrés González sigue desarrollando sus proyectos personales en fotografía y videos. Desde 2018 es miembro del Círculo de la Cucaracha, de la Organización Nelson Garrido, además de trabajar en marketing digital y ser vocalista de la Simón Bolívar Big Band Jazz, dirigida por Andrés Briceño y adscrita al Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela.
Daniela es community manager y locutora de producciones publicitarias en las que se incluyen a personas con alguna discapacidad. Pero desde 2014, se concentra en dirigir la Fundación Daniela Berlet (Fundaber), creada con el fin de promover el ejercicio de la cotidianidad independiente de las personas con diversidad funcional. Fundaber, a través de su programa Visión a la Cotidianidad, ha colaborado en otros documentales que abordan el tema de la discapacidad. Entre ellos: Yo Existo, producido por el programa Fábrica de Cine del Circuito Gran Cine, y Como nos vemos, producido por la Cohorte XVII del Diplomado de documentales de la Escuela Audiovisual Mediax-Gente de Medios. Y también está en la etapa de preproducción de su próxima película.
Sex Assistant es la ópera prima de la Fundación Daniela Berlet como casa productora. “Como dato curioso el cortometraje se estrenó en el Festival de Cine de Viña del Mar, el 12 de septiembre de 2019, fecha que coincidió con el registro de la fundación, así que fue como un regalo de cumpleaños muy especial para la organización”, acota Daniela.
Ese mismo año el cortometraje se presentó en el 9º Festival Internacional de Cine en Balneário Camboriú, Brasil, recibió nominaciones en el Madrid Indie Film Festival, en España, y en el Short Film Factory, en Rumania. En 2020 recibió el premio del público en el 4º Concurso de Cortometrajes de la Escuela Nacional de Cine (Venezuela). Y la lista de proyecciones sigue su curso.
Encontrar el tono para una historia única
Esta película de veinte minutos se rodó en cinco años.
En 2013, durante un viaje a Argentina, Andrés se lleva algunos contactos hechos por Daniela para obtener mayor información sobre la sexualidad asistida. Fue una etapa en que algunos cineastas le sirvieron de referentes y comenzaron a despertar la curiosidad del director.
“Mi exploración con el videoarte, el quererse ver a uno mismo en sus procesos, es un germen que me viene del artista y poeta alemán Dieter Roth (1930-1998), cuando vi los diarios de su cotidianidad en una retrospectiva que organizó el MoMA, en 2004”, cuenta Andrés. Influyeron en la estética de González Majul también las obras de Frank Moore y Arthur Zmijewski, ambos creadores con discapacidad. Frank Moore (1946-2013) fue un artista estadounidense integral, poeta, pintor, músico y maestro del performance, cuya irreverencia estaba salpicada de enseñanzas chamánicas. Imposibilitado de hablar y en silla de ruedas, creó su propio sistema de comunicación y fue editor del fanzine Cherotic Evolutionary. Y Arthur Zmijewski (1966-), un artista visual polaco, cineasta y fotógrafo, que trabaja las limitaciones corporales en la estética del desnudo. Su cortometraje Ojo por ojo (1998), una performance con personas amputadas, cautivó el interés de Andrés. Con esas ideas Andrés empezó a hacer cortometrajes durante sus estudios de Comunicación Social en la UCAB.
En 2014 se disparó una señal al entrar en contacto con los productores de un proyecto de documental sobre sexualidad y discapacidad en España, que se llamó Yes, We Fuck, película dirigida por Antonio Centeno y Raúl de la Morena, estrenada al año siguiente. “Cuando conocimos su proyecto nos acercamos a ellos y les explicamos lo que queríamos hacer, pero luego preferimos tomar nuestro propio rumbo”, cuenta.
“Mi mayor motivación era contar la historia desde una sensibilidad estética, artística y fotográfica”. Tampoco quiso que el romance fuera el tema principal de la trama. “Si no exponíamos el amor de manera explícita, sabía que de todas maneras iba a aparecer, por todas las experiencias que hemos compartido juntos”, dice Andrés. “Yo le rehuía a lo testimonial, a lo discursivo. Pero al final me di cuenta, gracias a la ayuda de otras personas que participaron en la película (como Marcel Rasquin, quien apoyó en la producción y dirección de fotografía), que la voz con que Daniela se expresa era muy potente. Además, siento que la película tiene su trazo poético, que era lo que yo quería”.
Ese objetivo metafórico cobró más fuerza cuando Andrés vió Sans Soleil, el documental de Chris Marker, en un intervalo de esos cinco años de rodaje. “Vi que ese documental no era periodístico, para nada. Es muy sensorial, muy abstracto. Me encantó. Estaba muy influenciado con esa película. Quería que nuestro cortometraje tuviera esa cualidad más abstracta, sensorial. Y para alcanzarlo era importante la escena íntima, la escena culminante. Ese era el gran reto”.
Ese equilibrio entre lo discursivo (a través de entrevistas en off de la actriz Prakriti Maduro y Marcel Rasquin) y lo poético logra la fusión de las ideas de ambos productores.
“Una película agarra su propia vida, su propia expresión y su propio rumbo. Hubo momentos donde Daniela y yo nos perdíamos. Estábamos extenuados. No tienes idea de la cantidad de pietaje que grabamos y que no servía, fue mucho ensayo y error, pero también hubo mucha perseverancia”, comenta González Majul.
“La mayor certeza e inspiración que pude tener al momento de rodar Sex Assistant, además de la oportunidad de continuar desarrollándome profesionalmente en el mundo audiovisual y de considerar el proyecto como una ventana para promover la sexualidad en las personas con discapacidad a través del arte, fue la admiración y el amor hacia quien fue mi pareja y compañero profesional, cuyo talento es infinito y con quien además del amor de pareja, entre muchas otras cosas, pude compartir el gusto por el mundo audiovisual y la inquietud por hacer cine”, dice Daniela Berlet.
“Estamos muy orgullosos de la película. Tuvimos la valentía de compartir algo tan íntimo, para consumar la verdadera autoaceptación. Y me quito el sombrero ante Daniela. Ella es la heroína de la película. Yo quise que fuera así desde el principio y la segunda heroína también es Desirée, su participación fue muy valiente”, dice Andrés.
“Sex Assistant fue un proyecto basado en nuestra realidad, y como tal su proceso estuvo lleno de altibajos, propios de la vida misma. La convivencia con nuestras respectivas familias se vio afectada, especialmente en mi caso personal. Yo nací dentro de una familia de principios sólidos, pero muy conservadores, y creo que me tocó desde siempre marcar la diferencia, elijo creer que para bien. Estoy muy contenta de ver la receptividad que ha tenido Sex Assistant hasta el momento, estoy muy agradecida, tanto en lo personal como en lo profesional. Sin duda, este proyecto fue una maravillosa experiencia que me regaló grandes momentos y enseñanzas”, escribe Daniela.
Hay una escena donde se observa una cicatriz en la desnudez de Daniela.
“Daniela sentía un poco de pudor por su cicatriz. Pero a mí me encantaba. Me hacía sentir que era tan única de ella”.
Ahora para Daniela, esas cicatrices cobran mayor importancia como inspiración artística.
Relata Andrés que hacia el final de la realización del cortometraje comenzó el proceso de catarsis espiritual. “Sentimos esa transformación interna, valiosísima, que buscábamos. A mí me sorprende ver que muchas imágenes de esta película de alguna manera estaban en mi inconsciente. Sentí que era algo que estaba predestinado sobre todo con la última escena, que surgió de una manera muy peculiar. Y lo que siento es una gran gratitud de que haya pasado, porque fue mucho esfuerzo digerir lo que estábamos haciendo. Fue emocional y espiritualmente tortuoso, pero para bien”.
Le pregunto a Andrés si la película influyó en su separación. “Para nada, en lo absoluto. Las razones no tienen que ver con el sexo o con la discapacidad o la película. Y eso me parece que es algo valioso decirlo. Lo importante fue seguir adelante y eso no quita que estamos orgullosos y disfrutemos juntos de este logro”.
González Majul tiene varios años trabajando la metáfora del encierro en sus videoinstalaciones y fotografías. Termina comparando la discapacidad con las limitaciones que impone el confinamiento por la pandemia. “Estamos en un momento complejo, y me parece que es importante lo que está pasando con la proyección de la película, pues nosotros hablamos del deseo de conectar, de estar juntos y el verse restringido físicamente. El documental habla de cómo sorteamos nosotros nuestra limitación para tener un encuentro, una conexión, en este caso sexual, erótica, en donde queda en evidencia una intensificación del deseo. Y esa necesidad se parece a lo que muchas personas experimentan ahora al estar encerrados. Seguimos en un proceso de redescubrirnos. Sentir la energía de una persona, un abrazo, el tacto, es necesario.. Entonces, se nos puede comprender mejor, porque es algo que ocurre, no a otras personas, sino a todos como seres susceptibles de sentir esa necesidad”.