Western Av. atraviesa la ciudad de norte a sur y la camino siempre. Es la vía más corta hacia la estación de metro, la que me llevaba a clases antes de la pandemia. Atraviesa East Hollywood, que es donde vivo, una zona que nadie llama así sino los que vivimos aquí y también atraviesa Koreatown, un par de cuadras al sur de donde estoy. Melrose Av. atraviesa la ciudad de este a oeste. En la intersección de Melrose y Western, los carteles y vallas cambian drásticamente del alfabeto coreano que no sé traducir a uno que sí entiendo: “¿Herido en un accidente de tránsito? Nuestros abogados lo pueden ayudar, no importa su estatus migratorio”.
Un poquito más allá de esa valla, en Western con Lemon Grove, subo los ojos y lo veo: ahí está el Hollywood Sign.
Han pasado 377 días desde que me mudé e igual me hace sonreír. Procuro siempre caminar hacia él, es decir, sentido norte, porque es una metáfora. Me estoy acercando, como puedo.
Dato curioso: es casi imposible llegar al letrero de Hollywood. Hay miles de caminos que te llevan lo suficientemente cerca como para tomarte tu fotico de Instagram, pero para estar justo ahí, como lo ves en las películas, tienes que tener mucha plata o un amigo que la tenga. La mayor parte de los caminos que te llevan al letrero son privados. Los vecinos que tienen dinero de toda la vida, me gusta creer que los bisnietos de la gente que fundó la industria del cine en esta ciudad hace 110 años, pagaron para hacer los caminos privados y que no llegara una inmigrante venezolana con sus sueños de abrazar la W del letrero e invadir su privacidad.
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Antes de mudarme para LA, solo había venido una vez y no recuerdo haber hecho el Walk of Fame. Así se llama la hilera de estrellas doradas sobre las aceras de Hollywood Blvd y transversales. Hay más de 2.600 estrellas celebrando a personalidades de cine, televisión y radio. Me mudé a LA porque siempre he soñado con tener la mía.
Uno asocia el Paseo de la Fama con glamour, famosos, luces y escarcha. Es irónico que en esa decena de cuadras solo haya buhoneros, homeless y turistas decepcionados, entre los cuales me incluyo. Los buhoneros de Hollywood venden desde caricaturas hasta tours por las calles donde tienen casa los famosos y cuando caminas con esa pinta de turista, te caen todos encima como si estuvieras saliendo de la estación Chacaíto un día lluvioso. La diferencia es que de los buhoneros en Chacaíto, sí necesitaba el paraguas.
Si quieres ver famosos, no vayas al Paseo de la Fama. Solo te vas a conseguir a Meryl—cuando digo conseguir me refiero a verla de lejos, si tienes mucha mucha suerte—en Hollywood Blvd entre enero y febrero. Esos meses se conocen como Award Season y revolucionan la ciudad. La gente con fama, poder y talento (pocos tienen las tres cosas a la vez, desafortunadamente) solo camina Hollywood Blvd cuando está cubierto de alfombras rojas y una limosina los deposita en la puerta del Dolby Theater. El día de la ceremonia del Oscar, cierran por lo menos quince cuadras a la redonda y si no tienes pase, vas a necesitar telepatía para decirle a Meryl que la amas. La gente que ves en gradas afuera tiene que pedir pase meses antes y las malas lenguas dicen que hacen audiciones para las primeras filas, porque todos los canales quieren que la gente que más se va a ver (si acaso) sea bonita. Esta parte no me consta, pero no me sorprendería.
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Paramount Pictures está a tres o cuatro cuadras de la esquina que ya conté que divide Koreatown e East Hollywood. Es uno de los pocos estudios gigantes que queda en Hollywood y lo componen East Hollywood, West Hollywood y Little Armenia —imaginen que esos lugares son las urbanizaciones y Hollywood su municipio, aunque esa nomenclatura geopolítica no exista aquí. Todos los demás estudios donde se producen las series y películas quedan en Burbank o en Studio City.
Cuando me toca ir a Burbank o Studio City, normalmente es para castings. A veces puedo pagar el Uber, otras veces tengo que salir una hora y media antes, porque el metro es eficiente pero pasa cada 20-25 minutos. Sí, una tragedia, yo sé. En camino a los castings tengo varios mantras que me salvan. El que más me gusta es “a esta gente no le importa quién hayas sido o qué has hecho, pero a ti no se te puede olvidar”. Lo menciono porque a mis amigos inmigrantes les encanta, y de repente a ti te sirve también.
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LA es seca, tiene ciclos naturales de sequía, las montañas en verano son del color del Ávila cuando no ha llovido en meses —no es oficialmente Berol Prismacolor, pero saben exactamente de qué color estoy hablando— y es complicado hacer llegar agua a tanta gente, somos diez millones de personas. La conclusión de los científicos es que el clima de LA es mediterráneo. En la ciudad, llueve solo en las estaciones correspondientes, pero a 15 minutos de LA County hay parques nacionales donde el clima es drásticamente diferente al que vivimos aquí.
Cuando necesito llorar, que casi siempre es cuando estoy en el autobús o en el metro, pongo En el sur de Servando Primera, aunque esté en el norte. Hablando de autobuses, dicen que LA es imposible a pie pero eso no es verdad. LA es más cómoda en carro, obvio, pero no solo no es imposible, sino que es mejor a pie… aunque las calles siempre huelen a marihuana porque es más legal que un antibiótico. Pese a eso, caminar LA y usar el transporte público me ha enseñado a apreciar los detalles.
Cuando uno no tiene cosas grandes, como un carro o un apartamento, valora los detalles y las cosas chiquitas porque es lo único que tiene. LA tiene más de cien museos para todos los gustos e intereses, pero también tiene artistas callejeros talentosísimos. Hay murales y hay colores en todas partes, desde Pasadena hasta Culver City. Caminar LA es más que una manera de llegar de Punto A a Punto B, es una manera de vivir, sentir y enamorarme de la ciudad que es ahora mi casa. Se siente así, desde el día uno. Bogotá, la arena de mi primer round —y KO— migratorio no era mi lugar en el mundo, pero LA sí.
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LA es diversa y colorida, especialmente en primavera. Hay palmeras y jacarandas por todas partes. En la acera de mi casa hay un ¿jacarandá? (qué pena, soy actriz, no botánico) que me salvó la cuarentena porque verla me calmaba sin falta. Mi jacarandá se llama Lila Morillo porque sus flores son moraditas, obvio. Ya se cayeron todas las florecitas porque en este medio desierto las temperaturas son extremas —como yo—, los días son como para derretirte la piel de la cara y las noches heladas como para arroparte como quesito en tequeño.
En mi cuadra hay un señor que vende aguacates y son los únicos que se le comparan a los de la mata de aguacate de la casa de mi papá. ¿Qué tipo de comida quieres? ¿Iraní, etíope, italiana del norte o del sur, árabe, armenia, india, peruana, alemana? LA la tiene. Lo único que no tiene LA es plátano que madure lo suficiente para hacer las tajadas como me gustan.
Si me quedaba algún prejuicio, LA los borró todos porque es inclusiva como ella sola. Mi mejor amiga en la casa es una mujer trans, mi mejor amiga fuera de la casa es una estrella porno, la primera persona que me dijo que dejara de llorar que estaba en Hollywood fue Ed, el señor homeless y piedrero de la esquina del Smart and Final donde siempre hago mercado. A veces le regalo cambures, oh, I’m sorry, a veces le regalo bananas.
No hay casi venezolanos en LA porque no es como Miami, y si no tienes Social Security Number (símbolo inequívoco de que tienes visa de trabajo) no trabajas, punto. En esta ciudad, para trabajar, tienes que estar legal y tienes que hablar inglés, no hay otra manera. LA, como el fútbol, es una ciudad muy justa y te devuelve exactamente lo que te mereces. Claro, a veces es como un vending machine que se atasca, de cajón, pero con dos golpecitos bien dados te cae tu chuchería por la ranurita.
A pesar de la mala fama que tiene esta ciudad, hay más veganos que gente mala y no es tan superficial como dicen. Casi todos queremos trabajar en la industria del cine, pero precisamente por eso entendemos nuestros obstáculos y somos profundamente solidarios. La gente que es superficial tipo Kardashian vive en Calabasas y Orange County y no se mezcla con nosotros, por eso todavía no me la he topado.
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Mi plan para los meses de verano es tratar de florecer bajo las condiciones y temperaturas más extremas, a pesar de que mi Lila Morillo no pueda.
Dicen que hay solo dos clases de angelinos: los que vinieron a perseguir algo y los que vinieron a escapar de algo. He descubierto que soy mitad y mitad. Eso sí, todos lloramos a Kobe por igual. Ni durante la pandemia estuvo esta ciudad así de triste.
LA es una ciudad súper resiliente, me impresiona. En las películas, siempre nos mandan aquí zombies, terremotos y todo los males. Ya entendí que es porque esta ciudad siempre resiste, siempre aguanta, siempre pelea. Me acabo de dar cuenta de que LA y yo nos parecemos mucho y quizás por eso es que me gusta tanto.