De octubre a febrero, la temporada de la pelota invernal criolla estaba de boca en boca. Ocho equipos movían la fanaticada por todo el país. En la capital de Venezuela, un Caracas-Magallanes era imperdible.
Así era hasta hace unos años, cuando la crisis económica se metió en la pelota rentada. Las ventas de boletos bajaron y los estadios no volvieron a llenarse. Imposible comprar papita, maní, tostón; difícil movilizarse en las noches por la escasez de transporte urbano. Luego vinieron los apagones, el pan de cada día en el Zulia, una de las grandes carpas, y ya ni la “friíta” —sagrada compañía del béisbol— se podía comprar.
A este panorama se le suma este año una dificultad más.
Con las sanciones económicas que el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, impuso contra el régimen de Venezuela encabezado por Nicolás Maduro, la Liga Venezolana de Beisbol Profesional (LVBP) se encontró con su raya de cal, la línea que demarca cada jugada en el campo.
La orden ejecutiva que firmó Trump el 5 de agosto congela los activos del gobierno de Venezuela y las entidades asociadas, y prohíbe a todo ente basado en Estados Unidos las transacciones económicas con estos actores, salvo algunas exenciones, como son los asuntos oficiales del gobierno federal y las transacciones relacionadas con la provisión de ayuda humanitaria.
El problema es que el beisbol profesional venezolano no solo tiene un vínculo histórico con Estados Unidos: la liga está asociada a un calendario internacional que tiene vínculos formales con la Gran Carpa de ese país.
El 22 de agosto la oficina del comisionado de las Grandes Ligas de Béisbol (MLB) de Estados Unidos alertó a sus jugadores sobre la posibilidad de no poder participar en la próxima temporada de la pelota invernal de Venezuela, a causa de la Orden Ejecutiva del presidente estadounidense.
Palabras más, palabras menos, la MLB rompió relaciones con la liga criolla, y así se mantendrá hasta tanto el Departamento del Tesoro confirme si la MLB puede restaurarlas sin exponerse a las penalidades contempladas en la Orden Ejecutiva.
Como hasta ahora ese veredicto se desconoce, la MLB, que organiza el béisbol de las ligas mayores y menores, dejó a la LVBP por fuera del Acuerdo Invernal, que regula los compromisos entre las ligas del Caribe, las de Venezuela, Puerto Rico y República Dominicana.
Como se ve, la situación está en manos del Departamento del Tesoro, que es el único que puede dar el visto bueno. Lo complicado en el asunto, recogiendo algunos análisis de los más curtidos en materia de la pelota rentada, es que desde hace dos o tres temporadas la liga nuestra tiene vínculos con Pdvsa, justo lo que la Orden Ejecutiva proscribe.
Las sanciones y los peloteros
Félix Luzón, economista y agente certificado por la Mlbpa, entiende que, en este asunto, están involucrados todos aquellos jugadores con contrato vigente de la MLB. Aclara que, con respecto a la temporada venidera, los locales que acepten jugar en el campeonato venezolano de ninguna manera corren el riesgo de perder plaza en EEUU, a menos que Pdvsa deje de patrocinar la liga o que se otorgue una excepción la Orden Ejecutiva. “El riesgo estaría en que exista todavía alguna penalidad por parte de la Oficina de Control de Bienes Extranjeros, OFAC, que el gobierno de Maduro financie y que este jugador participe. Si persiste la penalidad y la LVBP se deslinda del financiamiento del gobierno, no habrá problemas seguramente”.
Con todo este rollo la temporada local ya no comenzará en octubre, sino el 5 de noviembre, aunque los ocho equipos tengan para entonces jugadores suficientes. Pueden venir incluso peloteros de otras nacionalidades e independientes. Pero prácticamente la liga está congelada. Nadie quiere ser sancionado y menos jugar sin la aprobación de la MLB.
El problema, dice Luzón, es que si el gobierno financia la liga venezolana, posiblemente haya que evaluar sus relaciones con EE.UU, en el ámbito financiero y migratorio. La misma LVBP ha tenido últimamente muchos traspiés en su directiva; en septiembre Juan José Ávila renunció a la dirección. Sin embargo, en medio de toda esta confusión se mantiene firme aupando el play. “Queremos que haya béisbol… Estamos trabajando activamente por varios medios para que la OFAC se pronuncie favorablemente y Venezuela vuelva a ser afiliada, de tal manera que podamos tener un campeonato, el número 75 sin contratiempos”, dijo en un comunicado.
No se quedó atrás la vocería del régimen. “Aquí va a haber béisbol, así tengamos que jugar nosotros”, afirmó Diosdado Cabello, número dos del chavismo. Declaraciones que empañan aún más el conflicto, pues que la dictadura tenga las manos metidas en el asunto es justamente lo que ahuyenta a la MLB. El caso cubano es parecido y nace de las mismas causas, “pero son eventos de consecuencias e intereses diferentes”, dice Luzón.
En todo caso, si Venezuela arranca con su campeonato el 5 de noviembre, con o sin la decisión de la MLB, tendrá un problema de calidad que afectará la asistencia, el sponsorship, el marketing, etc, que es donde radica su verdadera subsistencia, de acuerdo a la visión del agente. El calendario de la serie regular será reducido de 63 a 42 juegos, y esto en parte es consecuencia de la grave crisis económica, social y política que abate al país.
Una crisis —principalmente la política— que en parte fue la responsable de que en febrero pasado la Serie del Caribe, que estaba programada para jugarse en Barquisimeto, de donde son los actuales campeones del circuito de ocho equipos, tuviera que ser movida de emergencia a Panamá.
Lo que hay para la gran carpa, y visto desde la perspectiva de Félix Luzón, no es nada alentador, porque a los equipos no les convendrá financiar una liga cuyo retorno es una moneda que no tienen ningún valor. “Además, vendrán sanciones más fuertes e incluso con más rango de acción”.
Ahora, el nuevo presidente de la LVBP, Giuseppe Palmisano, quien tiene experiencia como presidente del Consejo Directivo de los Navegantes del Magallanes y presidente de Trotamundos de Carabobo (equipo de baloncesto), tiene el turno al bate y está haciendo lobby ante la OFAC para no dejar caer la pelota venezolana.
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