Primero que todo, hay que dejar claro que sigue habiendo un solo parlamento en Venezuela, la Asamblea Nacional (AN). El régimen de Maduro no ha creado otro cuerpo legislativo paralelo, aparte de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC).
La confusión en este momento es en torno a la directiva de la AN. Luis Parra —un ex diputado de Primero Justicia, expulsado por ese partido luego de que el periodista de investigación Roberto Deniz reveló que estaba haciendo lobby en el exterior para proteger a las empresas detrás del guiso CLAP—, dice ser el nuevo presidente de la AN. ¿Por qué? Porque Parra, los diputados del PSUV que regresaron a la AN y algunos otros diputados envueltos en el escándalo CLAP votaron el 5 de enero para elegir una nueva directiva de la AN. Esa elección estaba prevista para ese día, pero fue ilegal porque se hizo sin el quórum certificado de 84 diputados (de un total de 167) que hace falta para nombrar la directiva, y porque no siguieron el reglamento. En particular, todo fue hecho con apuro mientras la mayoría de los diputados de oposición, los periodistas y los embajadores de países como Francia eran rechazados a las puertas del Palacio Federal Legislativo por los cuerpos de seguridad. La PNB y la GNB permitieron el acceso de los congresistas con que el régimen estaba contando para designar a Parra, mientras que el presidente de la AN, Juan Guaidó, trataba de brincar por encima de la reja y de una selva de escudos de la GNB. Para el martes 7 en la tarde, ni Parra ni el régimen han publicado una lista creíble de los votos que respaldarían la designación de Parra, y ni siquiera se ponen de acuerdo sobre cuántos votos fueron. Un detallito para entender para quién trabaja Parra, por si quedan dudas: él no se refiere a sí mismo como presidente encargado.
Entonces, dado que el presidente de la AN, Guaidó, quien modera el proceso de deliberación y debate, no pudo entrar ese 5 de enero al hemiciclo, el parlamento fue convocado en la sede de El Nacional, y allí Guaidó fue reelecto para un nuevo período como presidente de la AN, según el reglamento, con el voto verificado de 100 diputados, y ante la presencia de la prensa y algunos embajadores.
Decir que solo hay una Asamblea Nacional no es una consigna, sino un hecho, y esa única AN sigue estando presidida por Guaidó.
La directiva que dice presidir Parra no puede aprobar créditos, modificar leyes como la de Hidrocarburos ni designar rectores del CNE.
Claro que al chavismo esto no le importa, pero a sus socios internacionales sí les concierne este detalle, sobre todo a los que tienen intereses en el petróleo venezolano.
¿Por qué el régimen hizo esto?
La dictadura sigue sin controlar la AN, que es todavía la única institución política con legitimidad en Venezuela. Maduro no puede usar la directiva que dice presidir Parra para aliviar las sanciones ni para conseguir financiamiento en el exterior, ni siquiera con la Corporación Andina de Fomento.
Así que esto tiene que ver más con castigar a Guaidó y con tratar de relanzar una narrativa que contamine su imagen internacional. Por eso es que el aparato de propaganda chavista, tanto dentro como fuera de Venezuela, está empujando el mensaje de que fue Guaidó quien decidió no participar en la sesión (que no fue tal) en el Palacio Federal Legislativo del 5 de enero porque no tenía los votos para ser reelegido, y es por eso que insiste tanto en hacer ver a Luis Parra como un político de oposición (cuando obviamente no lo es) para difundir la idea de que fue la oposición la que decidió quitarle la presidencia de la AN a Guaidó. Claro que para los venezolanos y los venezolanistas informados, como nuestros lectores, no hay manera de ver a Parra ya como un miembro de la oposición: ellos saben que era parte de la red de parlamentarios que abogaban por los empresarios colombianos del negocio del CLAP, como reveló Armando.Info, y saben que fue expulsado de Primero Justicia. Sin embargo, mucha otra gente afuera, y algunos medios internacionales, están contando la historia de la manera en que quiere hacerla ver el régimen. La BBC, por ejemplo, describe a Parra como “político disidente de la oposición.”
Dicho esto, esta movida puede haber incrementado la capacidad del régimen para acusar y dividir a lo que queda de la oposición en el país. El Tribunal Supremo de Justicia, claramente leal al chavismo, puede apelar a la autodesignación de Parra como excusa para detener o expulsar al exilio a más diputados, Guaidó incluído. El TSJ ya sentenció que consideraba ilegal la modificación del reglamento de la AN que permite a los diputados en el exilio participar en las sesiones vía videollamadas, así que podemos contar con que vetará todo lo que la AN haga fuera del Palacio Federal Legislativo, cuando deba sesionar fuera de él.
Por otro lado, si Maduro insiste en apoderarse de la AN, cuestiona aún más la utilidad de la ilegítima ANC y el poder de su presidente, Diosdado Cabello. Esto tendría sentido para Maduro pues debilitaría a su principal competidor dentro del ecosistema del poder chavista, pero también alienta el riesgo de que Cabello pique adelante y se apodere él de la AN otra vez.
Hay que complacer al nuevo jefe
Nada de esto termina de explicar la violencia y la torpeza con que el régimen ha actuado en el parlamento entre el 5 y el 7 de enero. Falta una pieza más, made in Russia.
Como hemos contado en nuestro Political Risk Report, y como es público ya, el conglomerado ruso Rosneft y las fuerzas armadas rusas han incrementado su presencia y sus operaciones en suelo venezolano. Es más, la consolidación de la influencia rusa sobre el régimen de Maduro ha sido uno de los grandes acontecimientos de 2019, y hasta se puede decir que Moscú ha ido desplazando a La Habana en su peso sobre la actual situación venezolana.
Lo que ocurre en este momento no puede ser comprendido del todo sin considerar lo que Bloomberg reportó unos pocos días antes del 5 de enero: el viceministro ruso de Finanzas, Sergey Storchak, dijo que su país estaba listo para enviar asesores económicos, sociales y petroleros a Venezuela “una vez Guaidó deje de ser presidente de la AN”. Tal vez pensaron que Parra sí iba a conseguir una mayoría que lo respaldara, pues se hicieron grandes esfuerzos para eso, y cuando se hizo evidente que no era así, el chavismo hizo lo que suele hacer cuando está acorralado: ataca. Moscú quería fuera a Guaidó y había que obedecer.
Los rusos deben estar más bien descontentos con cómo terminaron saliendo las cosas, porque estamos en una situación similar a cuando se lanzó la ANC: el chavismo inventa un método de evadir un parlamento que le es hostil, pero no puede lograrlo del todo.
¿Cuál es el impacto internacional de estos eventos?
El Grupo de Lima sigue respaldando a la AN y a Guaidó, igual que Estados Unidos. La Unión Europea sigue considerando a Guaidó como presidente del parlamento. Así que Guaidó sigue siendo considerado como presidente de la AN y presidente interino de Venezuela por más de 50 países, y por tanto el régimen de Maduro sigue siendo incapaz de obtener créditos fuera sin autorización de la AN.
Se ha hecho más evidente además que la dictadura no está interesada en siquiera simular que quiere negociar nada. Es por eso que los llamados al diálogo que suelen caracterizar las declaraciones internacionales sobre la crisis venezolana han ido disminuyendo en los últimos días (con la excepción, por supuesto, del secretario general de la ONU, António Guterres). Cancelada por ahora la ruta de la negociación, y en ausencia de otra forma efectiva de presión, en la práctica lo más probable es que la comunidad internacional siga bajando el volumen de sus pronunciamientos sobre Maduro para enfocarse en el manejo de la migración venezolana. Es difícil pensar en más sanciones, ya que el gobierno de Trump, tan impopular internacionalmente, no puede ejercer un liderazgo en esta línea, y porque el interés de la región debe estar más en la mejora de las condiciones económicas del país, incluso si eso supone convivir con Maduro, porque eso significaría reducir la presión migratoria sobre los vecinos.
¿Cómo queda la oposición?
Luego de más escenas de tensión en torno al Palacio Federal Legislativo en la mañana del martes 7, Juan Guaidó y la directiva legítima de la AN, junto con la mayoría de los diputados, se abrieron paso entre el cordón militar y entraron al hemiciclo para celebrar su primera sesión del año. Casi al mismo tiempo, Luis Parra y sus aliados habían dejado el palacio corriendo, luego de haber hecho otra sesión falsa. La directiva verdadera recuperó sus sillas y con su mayoría ratificó la votación del domingo en El Nacional y juramentó a Guaidó como presidente interino, no en la calle como hace un año, sino en el hemiciclo.
Más allá del valor de este evento y de las poderosas imágenes que produjo, y del respiro que puede dar a la popularidad de Guaidó, va a ser muy difícil volver a llevar a la gente a las calles. La imagen de Guaidó sufrió mucho en ese agotador 2019 en el que sin duda Maduro salió ganando.
La oposición puede haber ganado algo de atención internacional por hoy, pero no hay razones para pensar que esto desencadenará una nueva ola de protestas.
La gente no se va a lanzar a los cañones de los colectivos y las fuerzas de seguridad para defender a un líder y a un parlamento que no produjeron el cambio inminente que habían prometido. Esa sensación de calma que se respira en Caracas y en unos pocos otros sitios del país va a prevalecer. Y menos protestas significa menos fotos y videos que puedan salir en los noticieros del resto del mundo, donde hay muchos otros asuntos de los que preocuparse, y donde muchos estarán ya viendo la crisis venezolana como un elemento permanente del paisaje de este siglo tan conflictivo, como si Venezuela fuera un nuevo Medio Oriente.
Guaidó parece seguir siendo intocable para la represión; una vez más lo dejaron en paz cuando parecía que aprovecharían la situación para llevárselo preso. Está por verse, para el momento en que cerramos esta nota, si la humillación del 7 de enero impulsará al régimen a apresarlo.
La AN parece haberse salvado, pero eso no significa que pueda operar como un parlamento de verdad. En 2019 apenas aprobó un puñado de leyes que no puede implementar, y 2020 luce como un año convulso con elecciones parlamentarias en el horizonte. Maduro todavía tiene mejores piezas que jugar en el terreno interno. Y aliados externos, Cuba y Rusia, mucho más dispuestos que los del bando democrático a hacer lo que tienen que hacer para influir en Venezuela.