La calle Presbítero Andia, en la que está el Consulado de Chile en Tacna, Perú, suele ser una vía muy transitada, cercana al Gobierno Regional y al Poder Judicial. Pero desde finales de junio ya no se puede pasar por ahí, pues está bloqueada por un campamento de migrantes venezolanos que esperan que Chile les otorgue una visa para poder entrar en su territorio por el puesto de Chacalluta, muy cerca de Tacna.
Según el censo elaborado por los mismos venezolanos, hay 164 carpas, donadas por particulares de Chile y Perú, en las que se refugian, en promedio, unas cuatro personas en cada una. Los primeros días dormían sobre cartones, y se protegían de la llovizna permanente con techos improvisados con bolsas. Es invierno en la región y en las madrugadas pueden bajar a 12 grados.
En la carpa de Rodbeddy Legón duermen cinco personas: su hija de dos años, su hermana, dos primos y él. Vivía en Aroa, estado Yaracuy. Trabajó con equipos de béisbol profesional en fisioterapia y preparación física. En diciembre de 2018 se fue a Arequipa, Perú, junto a su esposa e hija; pero su esposa los abandonó y él se quedó solo con la niña.
“Mi hermana decidió venir a ayudarme por unos días y luego irnos a Chile porque su esposo está allá”, explica Legón. Se encontraron en Perú, tomaron un bus hacia la nación austral, y en el camino se enteraron de que a partir del 22 de junio el Gobierno de Chile exigiría una visa consular para los venezolanos que quisieran ingresar como turistas.
No hubo aviso que permitiera a los migrantes como Rodbeddy tomar previsiones o cambiar de planes. El anuncio que hizo Rodrigo Ubilla, subsecretario del Interior, estaba en la prensa de ese día y su efecto era inmediato.
Para la familia Legón, esto significó tener que reordenar su futuro en plena carretera. “Nuestros primos en Chile nos hicieron la invitación, notariada, pero mi hermana solo tiene cédula de identidad, no pasaporte. Yo tengo pasaporte y mi hija tiene partida de nacimiento. Aparte, nos pedían un poder consular firmado por la madre, pero no sabemos dónde está, ni qué es de su vida. Ella se fue y nunca más preguntó por su hija, ni se comunicó conmigo”, narra Rodbeddy.
Se quedaron cuatro días en el paso fronterizo de Chacalluta, al norte de Chile. De allí fueron al Consulado de Chile en Tacna, Perú, donde les dieron cita para más de un mes después del comienzo de su viaje. Rodbeddy no sabe qué hará para trabajar y cuidar de su hija si a su hermana no la dejan entrar a Chile por no tener pasaporte: ella lo ayuda con la niña y tiene un poder que la habilita como su madre sustituta.
Cada vez más obstáculos
Desde abril de 2018, las autoridades migratorias chilenas han instaurado una política de “ordenar la casa”. Con la Ley de Migraciones aún vigente era posible para los ciudadanos venezolanos entrar a Chile como turistas, sin necesidad de visa, y luego cambiar su estatus migratorio. Pues eso es lo que las autoridades tratan de evitar. Primero, con la Visa de Responsabilidad Democrática, creada en abril de 2018, y ahora con la obligación de una visa de turismo.
Según cifras oficiales, entre el 22 de junio y el 14 de julio ingresaron a Chile, por Chacalluta, 1.657 venezolanos, incluyendo muchas mujeres embarazadas. De esos 1.657 admitidos, 487 son menores de 10 años sin cédula de identidad ni pasaporte, y el gobierno de Chile los dejó ingresar mostrando solamente su partida de nacimiento a través de un salvoconducto.
Krisbeth Moreno cree que quienes viajan solo con la cédula no tienen oportunidad. “Nadie con cédula ha pasado. No sabemos qué documentos van a pedir, pero a las personas con pasaporte les exigen carta de invitación de quien los va a recibir, un estado de cuenta para saber cuánto ganan, antecedentes penales apostillados, títulos universitarios apostillados, el pasaporte. Pero cuando ven que se tiene todo buscan cualquier excusa y piden el acta de nacimiento, buscan por donde joder”.
Ella es educadora, de Barquisimeto, y viaja con su esposo ex policía y sus hijos de 5 y 2 años de edad. También con su hermano y su cuñada. En Chile los espera su otra hermana. Su marido se estableció primero en Perú, y ella salió de Venezuela el 24 de octubre con los dos niños. “En Perú no nos fue bien, por eso decidimos ir a Chile, porque hay más fuentes de trabajo”.
Llegaron a Chacalluta el 22 de junio y allí estuvieron cuatro días. “Los del Instituto Nacional de Derechos Humanos de Chile nos dijeron que las familias con niños iban a tener prioridad en el consulado. Confiamos en ellos, nos montamos en un autobús y nos trajeron a Tacna. Nos prometieron que nos iban a llevar un refugio, pero pasamos la madrugada en el bus. Salieron del consulado en la mañana, nos dijeron que nos iban a solucionar. Nos bajaron del autobús, y aquí todavía estamos esperando una solución”. En su caso todos viajan solo con la cédula y están los seis en una carpa.
“No tenemos baños. Habían puesto unos y los quitaron como medida de presión para que nos vayamos. La Cruz Roja nos ha apoyado con tratamientos, porque los niños se han resfriado. A mí me dio bronquitis. Ahora me acabo de enterar que están pidiendo los permisos de viaje de los padres que no están apostillados”, agrega Krisbeth.
Guarequena Gutiérrez, representante de la Asamblea Nacional de Venezuela en Chile, viajó a Chacalluta a finales de junio. Allá entregó los alimentos, medicamentos e insumos que desde febrero reunió la Cruz Roja y que no se habían podido enviar a Venezuela. Gutiérrez ha pedido a las autoridades chilenas que flexibilicen los requerimientos, en particular la exigencia de pasaportes. “Lo que más pedimos es dar celeridad a la gente, que puedan terminar de pasar y entren de forma regular; que no se mantenga a las personas durmiendo en las afueras del consulado, porque son condiciones muy deplorables. Pese a que tienen cita hay casos que son urgentes, que involucran niños, adultos mayores”.
El jefe del Departamento de Extranjería y Migración de Chile, Álvaro Bellolio, dijo en el Congreso que la comunidad venezolana, de 400.000 personas, es la más numerosa entre las de extranjeros. Informó que, desde abril de 2018, se han solicitado más de 96 mil visas, de las cuales se han otorgado 37 mil; 31 mil están en proceso y 30 mil han sido rechazadas por documentación falsa. Bellolio explicó que el problema en la frontera norte surge porque Perú decidió solicitar visa consular a los migrantes venezolanos a partir del 15 de junio, lo que incrementó el número de personas que llegó a Chacalluta, donde se encontraron con que Chile también había decidido pedirla.
En enero se constituyó una comisión de enlace entre el Ministerio del Interior, la Cancillería y la comunidad venezolana. Uno de los representantes de la comunidad, Carlos Millán, dice que están solicitando al gobierno chileno que cree una visa de reunificación familiar, y que están censando a los venezolanos ya residentes en Chile que tienen una visa temporal o están tramitando la residencia definitiva, y que estaban fuera del país cuando se anunció la obligatoriedad de la visa de turismo, de modo que les negaron el acceso al intentar volver.
“El gran problema que señala el gobierno de Chile es que muchas personas ya tenían residencia en Perú y quieren pasar a Chile y pedir refugio, lo cual no tiene razón de ser porque tienen que estar siendo perseguidos en Perú”, dice Millán. Entre el 22 y 29 de junio se registraron 119 ingresos clandestinos. El abogado de migración Gabriel Cardozo, denuncia que antes de la medida de la visa de turismo ya se reportaba la actuación de coyotes en el norte de Chile. “La nueva exigencia de visa lo que hace es aumentar el desorden en la frontera”, opina. “Si bien la causa de la crisis es el chavismo, esto es culpa del gobierno de Chile que tomó una muy mala medida en un momento muy desatinado, violentando todos los compromisos internacionales que había adquirido”. Cardozo recibió un caso en el que a una persona le estaban solicitando 150 dólares para agilizarle la atención en el Consulado de Tacna.
Mientras tanto, en Tacna, algunas parroquias se han organizado para dar albergue, pero otros migrantes pasan las noches en el terminal de autobuses. Jeribell Parada está con sus cuatro niños menores de 12 años en el refugio Santa Rosa de Lima, pero tendrá asilo allí hasta el 17 de julio. Después tendrá que salir para darle cabida a alguien más.
El 13 de julio les dijeron a las madres con niños que las atenderían. Esa la mañana se desmayó una mujer en la fila. El mismo día, otra sufrió un aborto espontáneo mientras esperaba que la atendieran en el consulado.
Mientras tanto, los migrantes siguen llegando. El gobierno de Chile espera que en los próximos meses 300 mil venezolanos más intenten entrar.
Esta pieza se publicó originalmente en Caracas Chronicles