Unidas Podemos y el PSOE acordaron finalmente formar gobierno ¿España va rumbo a ser una copia del régimen chavista?
Este año ha habido dos elecciones en España, cosa inédita en este país: una el 28 de abril y la última, el 10 noviembre. Como ha ocurrido desde 2015, ningún partido logró la mayoría necesaria en el Congreso para formar gobierno —como se requiere en un régimen parlamentario, y es el caso en países como España, Italia, Gran Bretaña o Canadá. Por eso el partido con más diputados tiene que hacer alianzas con otros para poder gobernar. Pero no ha sido fácil de establecerlas, pues a pesar de que entre los partidos de las izquierdas (PSOE, Unidas Podemos y Esquerra Republicana Catalana, por ejemplo) y las derechas (PP y Vox, y también Ciudadanos) podrían suponerse cercanías ideológicas, las diferencias entre ellos son profundas. Por eso en abril el PSOE se negó rotundamente a llegar a un acuerdo con Unidas Podemos. Pedro Sánchez, el actual jefe del PSOE y por tanto presidente del gobierno, dijo incluso que no podría dormir tranquilo si algún miembro de ese partido estuviera al frente de un ministerio y vetó específicamente a Pablo Iglesias para un cargo público.
Las diferencias entre ambas formaciones parecen irreconciliables: el PSOE es un partido socialdemócrata, Unidas Podemos representa una izquierda más radical (aunque no específicamente comunista) y algunos de sus miembros han establecido vínculos activos con el chavismo en los últimos años. Pero en estas dos últimas elecciones se han tratado de silenciar esos vínculos que espantaban al votante español y UP ha tenido que reconocer que el proyecto chavista es un fracaso.
El acuerdo planteado entre el PSOE y Unidas Podemos este noviembre es por ello un matrimonio obligado, y se debe a que si no forman gobierno y hay que hacer otras elecciones eso sería muy peligroso para los dos partidos. De abril a noviembre, en conjunto, esos dos partidos perdieron 10 escaños de los 350 que tiene el congreso español. Hoy la situación es peor: para lograr hacer gobierno deben contar con el apoyo de los pequeños partidos regionales y con la abstención de Esquerra Republicana, un partido de izquierda pero separatista que pide negociar la independencia catalana y que ya ha dicho que, por ahora, no se abstendrá.
La alianza entonces es muy frágil. Y lo natural sería que se concentraran en sobrevivir y tratar de terminar el mandato lo mejor posible, más que en implantar (en el caso de Unidas Podemos) un ideario radical. Esto además, porque el ascenso de la derecha es una amenaza para el gobierno que se forme. El PP y Vox en conjunto pasaron de 90 escaños en abril, a 140 en noviembre. Si se suman a estos los escaños de Ciudadanos, —una alianza posible porque ocurrió para formar gobierno en Andalucía— los números van a entonces de 147 a 150 escaños, mucho más cerca de la mayoría que la izquierda. Eso en principio obliga a este gobierno de coalición a no hacer muchos “experimentos”. O por lo menos eso indica la lógica.
También está Vox ¿Qué significa el poder que ahora tiene la extrema derecha en España?
Hasta 2015, el poder en España se repartía entre los socialistas del PSOE y la derecha del PP. Pero la crisis económica de 2008 dio lugar a un descontento que ninguno de los dos grandes partidos pudo atajar. En 2014 aparece Podemos (ahora llamado Unidas Podemos) como una respuesta a los reclamos sociales producto de la precarización laboral, el desempleo ya estructuralmente alto, junto con recortes presupuestarios en el área social. En ese contexto, su discurso radical y crítico de los partidos e instituciones tradicionales le ganó simpatías, pero su vinculación con el chavismo siempre le restó votos, así como actitudes incoherentes que desacreditaron a sus líderes. Unidas Podemos nunca ha estado ni cerca de desbancar al PSOE dentro del electorado que siempre vota a la izquierda.
Vox, por su parte, ha sido la respuesta al descontento de muchos españoles sobre cómo se ha manejado el conflicto independentista catalán y al miedo por la posibilidad de que pudiera perderse la “unidad española”. También es un partido que enarbola banderas antiliberales que aparecen en el resto de Europa: se opone o descalifica las políticas de igualdad de género y de reconocimiento de derechos de las minorías, la preocupación ambiental y animalista, y sataniza la inmigración, entre otras ideas muy conservadoras. Claramente opuesto a las políticas radicales de izquierda de Unidas Podemos o a la solución negociada sobre Cataluña del PSOE, con sus 54 escaños, Vox será un muro importante a la hora de aprobar políticas o medidas que vayan un poco más allá del socialismo europeo que se ha instalado desde la posguerra. También hay que preguntarse entonces si este partido de extrema derecha seguirá creciendo.
A tenor de lo que ha ocurrido en otros países europeos, da la impresión que este grupo tiene un techo y a menos que se agrave la situación catalana, parece difícil que ocupe la plaza del PP dentro de la derecha española o logre llegar al poder, a menos que sea con una alianza con el mismo Partido Popular, en un escenario parecido a la actual alianza entre el PSOE y Unidas Podemos. Entonces veríamos, seguramente, políticas mucho más duras contra la inmigración, al estilo de Matteo Salvini, ex ministro del interior italiano de Lega, movimiento muy afín ideológicamente a Vox. La misma gente de Vox no lo oculta: sostienen que debe haber una “inmigración legal y ordenada y la expulsión de los inmigrantes ilegales a sus lugares de origen”, con “convenios bilaterales en los países de origen para que nuestras demandas de trabajo vengan de forma ordenada y legal, y pasen por un sistema sanitario”. Esto lo dice un diputado regional andaluz, Rodrigo Alonso.
¿Cómo se llegó hasta aquí?
España se está volviendo casi tan inestable, en cuanto a la conformación de sus gobiernos, como Italia, donde los gobiernos suelen durar alrededor de año y medio, por lo que ha habido 66 gobiernos desde 1946.
En 2015, Mariano Rajoy, entonces líder del PP, no logró la mayoría para formar gobierno, que es de 176 escaños o más de los 350 en el Congreso, por la irrupción de nuevos partidos como Podemos a la izquierda y Ciudadanos a la derecha del espectro ideológico. A partir de entonces el voto se ha fragmentado y las antiguas victorias fáciles del PP y del PSOE parece que de ahora en adelante serán un recuerdo. Rajoy logra en 2016 una coalición minoritaria para conformar un gobierno; pero la crisis catalana y sobre todo los escándalos de corrupción (como el caso Gürtel) que afectaron al Partido Popular, hicieron que prosperara una moción de censura contra Rajoy, con lo que tuvo que abandonar la presidencia en 2018.
Su salida no trajo calma en lo absoluto. Pedro Sánchez (del PSOE) asumió la presidencia tras la moción contra Rajoy y ha ganado las dos elecciones que se hicieron este año, pero sin conseguir los votos suficientes para lograr una mayoría para formar gobierno (123 votos en abril y 120 ahora en noviembre). Por eso, a regañadientes, ha tenido que pactar con Unidas Podemos. A toda vista no es el escenario ideal para gobernar, pero es bastante probable que entre el radicalismo de Podemos y la experiencia en gobernar del PSOE se imponga el pragmatismo socialdemócrata.
Entonces, ¿qué pasará?
Lo más seguro es que quién sabe. Lo que sí está claro es que, incluso si prospera el acuerdo entre el PSOE y Unidas Podemos, este será un gobierno muy débil y que cualquier inconveniente hará saltar por los aires la coalición. Y la realidad española no está para muchos sobresaltos políticos: se habla de un decrecimiento económico para el próximo año y la crisis catalana está lejos de resolverse. Eso, sumado a la desconfianza entre ambos partidos —que de abril a noviembre no cambió— y a que el acuerdo se establece solo por las circunstancias, hace que la convivencia dentro del gobierno sea muy difícil e imprevisible. Así que lo probable es que en España se vaya a otras elecciones y no que se produzca una deriva similar al chavismo, al que los líderes de Unidas Podemos dijeron apoyar en algún momento. Muchos cuando ni el electorado ni las instituciones, que parecen muy sólidas a pesar de los problemas, estarían dispuestos a permitirlo.
Pablo Iglesias ya advirtió en una carta a sus partidarios que gobernarán «en minoría» dentro de un Ejecutivo con el PSOE y que en el camino se encontrarán «con muchos límites y contradicciones». «Tendremos que ceder en muchas cosas», reconoció. El País lo dice: «Iglesias lanza así el aviso a su militancia de que tendrán que renunciar a parte de su programa». Y es evidente que ambas agrupaciones tienen posiciones alejadas, no sólo en el ámbito económico y social, sino también respecto a la situación venezolana. Pedro Sánchez ha reconocido a Guaidó como presidente encargado y calificó a Maduro de tirano en varias oportunidades.