Hice teatro por cinco años, desde 2014 hasta 2019. En todo ese tiempo se cancelaron ensayos y se retrasaron estrenos por las protestas. También dejamos de ir de gira por falta de recursos. Cuando comenzó el apagón de marzo de 2019, yo estaba en pleno ensayo. Mi familia nunca entendió muy bien la razón por la que seguía haciéndolo, porque no ganaba dinero pero sí muchas preocupaciones. Terminé alejándome del teatro por razones que no tienen nada que ver con la crisis, pero sé de amigos que lo siguen intentando, sin ver un resultado prometedor.
La primera película de Nico Manzano, Yo y Las Bestias, me hizo recordar todo esto, pues cuenta lo que implica desarrollar y mantener un proyecto musical en Venezuela. Porque no es tan simple grabar canciones, ni mantener una buena relación con todos los miembros de una banda.
El protagonista de la película, Bravo, interpretado por Jesús Nunes, lucha por grabar su primer disco mientras enfrenta un posible despido en el trabajo que sí le da para vivir, más las alcabalas, las fallas eléctricas y muchos otros problemas que son consecuencia de la crisis en el país. En ese proceso lo acompañan dos figuras imaginarias, las llamadas Bestias, que le dan un gran atractivo visual a la película con sus togas amarillas y sus caras siempre ocultas.
Mientras se ven las ganas de Bravo de continuar, por más frustrante que sea, en otra escena su antagonista, Leonor, interpretada por Estefania Quijada, dice que se siente mal haciendo música en las condiciones en que vive, que eso es solo una malcriadez.
El mismo cuestionamiento me ha surgido en los cuatro años que llevo cubriendo la fuente cultural, y lo mismo le debe haber pasado a poetas, actores, ingenieros o administradores.
Yo y Las Bestias ganó como Mejor Largometraje de Ficción en la más reciente edición del Festival de Cine Venezolano, pero además ha tenido un importante recorrido por festivales internacionales. Su estreno fue en 2021 en el Tallinn Black Nights Film Festival, en Estonia, y en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, en Argentina. Se proyectó fuera de competición en el Festival Internacional de Cine de Venecia, el 6 de septiembre. Y el 3 de octubre ganó los premios a la mejor película y mejor música original en el Soundscreen Music Festival en Ravenna, Italia.
Se espera que llegue oficialmente a las salas de cine en Venezuela en enero de 2023, pero antes tiene varias comparecencias: este domingo 23 de octubre en el cine IFAL de Ciudad de México, dentro de la muestra Venezcine; en noviembre en el Rizoma Festival de Madrid; y en enero en el Norient Film Festival en Suiza.
El audio primero
Para el compositor Christian Mijares, con esta película es válido cerrar los ojos, escucharla como un disco, y quedarse tranquilo con sensación de paz que da. Para Manzano, “no es solo por ser una peli musical, para mí en lo audiovisual el audio viene primero. El audio era una obsesión, quería que quedara perfecto”.
Pero la obsesión de Manzano no fue solo la música. También se enfocó cien por ciento en otros sonidos: los graznidos de las guacharacas de Caracas, el silbato del amolador, el agua cayendo sobre un parabrisas, y muchos otros que lo ayudaron a crear un importante banco sonoro.
Para Mijares, el mayor esfuerzo fue registrar el audio: “Cuando a uno le hablan de cine es algo tan grande que sientes que tienes que ser más cuidadoso. Me di cuenta de que Nico grababa las cosas una y otra vez; yo haciendo discos creo que me lo tomo más tranquilo, en ese crear música de manera relajada salen cosas muchísimo más mágicas que cuando la ensayamos mucho”.
La búsqueda del mejor sonido, como es de esperarse en el cine desde 1927, tuvo sus propias complicaciones. Hay escenas de Yo y Las Bestias que ocurren en la playa, y al grabar el audio del personaje no se escuchaba tan bien. Al terminar de filmar todo, hubo que grabar nuevamente algunos diálogos, lo que para abaratar costos se hizo en el baño de la casa de Manzano, cubierto con sábanas y edredones.
Los universos conocidos
La historia de esta película empezó hace mucho tiempo. A Nico Manzano le ha interesado la música desde pequeño. En su adolescencia tuvo algunas bandas de punk con amigos y a los 19 años, cuando estaba empezando a estudiar Diseño Gráfico, se unió a la banda Boom Boom Clan. En 2009 se fue a estudiar a la Escuela de Cine de Barcelona, en España, y allí se encontró con Nika Elia, quien tiene un proyecto musical llamado Sexy Bicycle. Manzano ayudó a producir el primer disco de Sexy Bicycle titulado The River (2013). Ahí ya se escuchaba el sonido de Las Bestias. Se involucró tanto en el proyecto que terminó haciendo presentaciones en vivo con ellos.
Regresó en 2013 a Caracas con dos objetivos: dar clases y realizar un largometraje. El primer propósito lo cumplió al hacerse profesor en la Escuela Nacional de Cine, y para 2016 ya estaba buscando ideas para hacer su película. En paralelo comenzó un nuevo proyecto musical con Christian Mijares. En eso le llegó un disco doble de su amigo Rafael Giner, músico venezolano que formó parte de la banda Tulio Chuecos. Hacerlo había tomado siete años. Le pareció que ahí había una historia: ¿cómo es la experiencia de una persona haciendo su primer disco en Venezuela?
Su relación desde pequeño con la música lo ayudó a tener una buena parte de la investigación necesaria. Cómo se agarra una guitarra, cómo se cambia una cuerda, cómo funcionan las bandas. “Quiero hablar de los universos que conozco profundamente”.
Un actor para enseñarle a tocar
Desde que pensó en la primera idea para la película dijo que utilizaría unas canciones que hizo junto a Nika Elia en España y que quedaron a la mitad. Esas serían las canciones de su protagonista. A partir de ahí fue estructurando toda la película. Encontró referencias y en menos de un mes escribió la primera versión del guión, al regresar de un viaje a San Rafael de Mucuchíes, Mérida.
En ese momento, Manzano encontró también al actor protagonista. “Fui a ver una obra en MicroTeatro y conocí a Jesús Nunes. Lo vi y dije que había que hacerle casting. Estábamos entre buscar al mejor actor y enseñarlo a tocar o buscar a un músico para enseñarlo a actuar”, cuenta. Le pidió a su hermano Max Manzano que le enseñara a tocar guitarra a Nunes, y mientras intentó simplificar las canciones, así, luego de seis meses, ya el actor sabía tocar los temas de la película.
Hasta aquí todo el proceso suena fácil. Manzano tenía el plan de comenzar a filmar en julio de 2017, pero justo en ese momento todo el país era un completo caos. Cuenta que tenían reuniones de preproducción en las que al terminar la mitad del equipo se iba a sus casas y la otra se iba a protestar.
Destaca el trabajo de su equipo de producción, porque no podían tener claridad en el costo de la película; todos los presupuestos tenían 24 o 48 horas de vigencia.
La historia de su película se convirtió en su realidad. Estaba intentando hacer una película con mucho en contra, incluyendo la rabia del momento por la represión en las protestas y por la escasez. En ningún momento dudó, pero solo comprendió que “el lugar donde puedo generar impacto, es este”.