A sus 18 años, en medio de una compleja situación familiar, una muchacha venezolana en Argentina decidió buscar un trabajo y su empleador, Irineo Garzón Martínez, en su día de prueba, la drogó y la violó. No sé el nombre de ella. No importa. La respeto y le creo. Me pongo en su lugar y en el de su madre, Thays Campos, que ha hecho todo lo posible por encontrar justicia. Por más que se lo quiera presentar como un hecho aislado, no lo es. Después otras mujeres han asegurado que Garzón las contactó de forma sospechosa. El caso tiene muchas capas que se deben analizar.
¿Qué fue lo que pasó?
Milagros —nombre ficticio que usaron en su círculo para referirse a ella— es venezolana y, como toda su familia, reside ahora en Buenos Aires. Su padre tuvo un ACV y está hospitalizado. Entre todos hacen lo que pueden para cuidarlo, cuidarse, y sobrevivir en medio de la pandemia. La muchacha de dieciocho años pensó que podría contribuir a la casa con un ingreso y buscó trabajo por Facebook. Encontró una oportunidad: confeccionar uniformes en un local que existe y tiene fachada visible. Se llama Garzón y está ubicado en la calle Paso 693 del barrio porteño de Balvanera.
Hubo un intercambio de mensajes por Whatsapp con el supuesto dueño del local: decía llamarse Santiago Garzón. Hoy sabemos que su nombre es Irineo Humberto Garzón Martínez. El señor usó un tono informal e hizo insinuaciones inapropiadas en sus mensajes. Pero como Milagros necesitaba el trabajo, los ignoró y accedió a ir a la prueba que le pautó el 23 de enero.
Antes de ir tomó todas las medidas de seguridad que le recomendó su madre: compartió con la familia una foto y el nombre de su jefe, la foto y la ubicación del local, y durante el día siempre se comunicó para decir cómo estaba… mientras tuvo el celular a la mano. Incluso avisó: creo que me drogó.
Después pasó: ese hombre la violó. La policía llegó al sitio de inmediato, pues la madre había alertado que algo andaba mal. Detuvieron a Garzón y a Milagros la llevaron a revisión médica: estaba dopada y comprobaron que la habían violentado. Pero a los dos días la jueza Karina Zucconi ordenó la liberación de Garzón: alegó que no había riesgo de fuga y que no tenía antecedentes penales.
El terror se apoderó de la madre, pues tras la liberación del agresor su hija quedó expuesta de nuevo. Junto a su equipo legal,con algunas amistades y la comunidad venezolana en Argentina, y con el apoyo de muchas otras personas, exigió justicia y prisión para Garzón. Así fue como el miércoles 27 de enero hubo una concentración en Buenos Aires y al poco tiempo se impuso la etiqueta: #GarzónViolador en paredes y redes sociales. La defensa del acusado aprovechó el movimiento para culpabilizar a la víctima. Pero finalmente, el 4 de febrero, la Cámara de Apelaciones exigió que detuvieran a Garzón de nuevo. Ahora se espera un juicio que lo condene.
El caso deja muchas muchas preguntas abiertas para el análisis: ¿Por qué sucedió el crimen? ¿Qué se pudo prevenir y por qué no fue posible? Y lo más importante: ¿qué factores agudizaron la vulnerabilidad de Milagros?
En Milagros se unen varias condiciones que suponen fragilidad social: género, clase, condición de extranjera y su edad, a eso se agrega la pandemia. Cada capa de su identidad suma riesgos o resta oportunidades para prevenir esta situaciones.
Abajo, lo explicamos, punto por punto.
Por mujer
Milagros sufrió violencia sexual de género, una violencia que se distingue de las demás porque el agravio en contra de una mujer se da solo por el hecho de serlo. En el mundo un 35 % de las mujeres ha experimentado alguna vez violencia física o sexual por parte de su pareja íntima, o violencia sexual por parte de una persona que no es su pareja, de acuerdo con cifras de la ONU.
En una era en la que el cuerpo de las mujeres se mira como un territorio en disputa, aún hay personas que se sienten lo suficientemente libres como para conquistar este “territorio”, incluso usando violencia. ¿Qué mensaje transmite una violación? Una sociedad permisiva con este comportamiento es una sociedad en la cual las mujeres carecemos de autonomía sobre nuestros cuerpos, no tenemos libertad sobre lo que queremos y no queremos hacer con él. Estamos a merced del otro.
Por migrante
Cuando es migrante, desplazada y/o refugiada, una persona pierde el piso de lo conocido y se lanza al vacío de lo que ahora está por conocer. En el piso de lo conocido están muchísimas cosas que median en la socialización: en nuestro país sabemos cómo se relacionan las personas, sabemos cómo es nuestra cultura, sabemos cómo se coquetea y hasta qué punto un comentario es “en broma”. En nuestra ciudad sabemos qué calles son peligrosas, sabemos la historia reciente de la vecindad: si se cometieron crímenes, quién los cometió y cómo; sabemos a quién acudir en caso de que algo pase y tenemos una red de conocidos que nos apoya.
Al salir y enfrentar una nueva cultura, todo esto cambia. Las formas de relacionarse, incluso en el mismo continente, varían y se aprenden de a poco. Asimismo los peligros en una metrópoli inmensa se van abriendo ante unos ojos que pueden ser demasiado inocentes.
Aunado a eso, en algunos países existe una tendencia a la hipersexualización de las migrantes venezolanas, que no es sino un aspecto más de la xenofobia y transmite un mensaje peligroso, porque nos minimiza a simples “cuerpos” para la satisfacción sexual. Esto, lo advierten distintos informes sobre derechos humanos, aumenta la exposición de las venezolanas hacia la trata de personas o la explotación sexual.
Los agresores se nutren de la situación. Por eso, al igual que Irineo Garzón, muchas otras personas entran a los grupos de venezolanas en Argentina en búsqueda de chicas jóvenes. Así lo confirman moderadores de grupos en Facebook cansados de recibir y hacer denuncias sobre búsquedas laborales engañosas y dudosas.
¿Y por qué aceptan esos empleos? Porque no hay otra opción. Allí entra el siguiente factor.
Por su situación económica
En medio de una pandemia, quienes tienen menos acceso a recursos económicos se la ven peor. Las oportunidades laborales disminuyen y quienes tienen la potestad de dar trabajo se aprovechan de precarizar a sus empleados porque saben que si ellos no están dispuestos a aceptar esas condiciones, aparecerá quien haga el trabajo. Todo esto a espaldas de una ley que en el caso de Argentina existe pero no se cumple. Las personas prefieren trabajar fuera de la ley pero tener ingresos.
Cuando empezó la pandemia, el Estado argentino implementó un Ingreso Familiar de Emergencia como medida de auxilio para trabajadores informales y autónomos con ingresos bajos. Pero para acceder a esa ayuda, los extranjeros debían tener dos años de residencia legal en el país y en esta encuesta de Agenda Migrante 2020, se concluyó que al 80 % de las personas venezolanas se les negó la ayuda.
Si no hubiese sido urgente, quizá Milagros no hubiese ido a esa entrevista, pero la pobreza siempre ha sido un factor de vulnerabilidad, que en el contexto de la pandemia se agudiza: las personas más desesperadas por encontrar trabajo, las más necesitadas de dinero, son las más expuestas a la precarización laboral y el abuso dentro de sus trabajos. No tienen otra opción.
Los medios, la sociedad y la (in)justicia
En Buenos Aires se denuncian cerca de 4.000 casos de violación al año, según el Sistema Nacional de Información Criminal. ¿Por qué este llegó a la prensa? Un video en el que Milagros sale en silla de ruedas y apenas puede balbucear “perdón” fue un factor diferenciador. Fue una prueba, así como lo fueron los mensajes que intercambió Milagros con sus familiares a través de WhatsApp. Pero las mujeres están en riesgo constante y muchas veces su palabra no es suficiente.
Movimientos como #MeToo o #YoTambién, #MiPrimerAcoso, #YoTeCreo, #Cuentalo, #RompeElSilencio surgieron, entre muchas otras razones, para visibilizar las agresiones de este tipo. Muchas mujeres no tienen ya todas las pruebas necesarias para denunciar sus casos y estos solo son una pesadilla en la memoria. Las mujeres no denuncian porque la justicia aún no toma con seriedad estas acusaciones, tal y como lo muestra la miniserie Unbelievable, de Netflix o los documentales Las tres muertes de Marisela Escobedo y Nevenka, de la misma plataforma.
Esto es alarmante porque hace pensar que cuando la violación no luzca tan evidente, no va a haber un masa de personas exigiendo justicia y escrachando al agresor como ocurrió en este caso. Para apoyar a Thays, protestamos durante una semana una comunidad de venezolanos, personas de Argentina y otros países conscientes ante problemas de género, y también innumerables personas desde la virtualidad. Pero, ¿qué pasaría si no existiera el video? ¿Le hubiesen creído a Milagros? ¿Se habría viralizado igual?
Es tétrico pensar que sin estas pruebas y sin esta presión, la justicia argentina hubiese dejado libre al violador, así como deja a muchos otros. Basta con ojear cuántos casos de feminicidios los cometen agresores con denuncias previas.
Si bien hoy Irineo Garzón espera su juicio detenido, es alarmante que al decidir la medida en la Cámara de Apelaciones, el voto del Juez Jorge Rimoldi haya sido negativo. Y también que en primera instancia para la jueza Karina Zucconi no hubiera indicios para considerar que Garzón debía permanecer preso.
¿Por qué someter a una víctima a esta injusticia, a este desamparo? ¿Cuántas vulneraciones se dan en este caso? ¿Por qué duele la indiferencia de algunas agrupaciones feministas? ¿Por qué no hay sororidad de su parte? ¿Es porque Milagros es migrante o por su vulnerabilidad socioeconómica?
Este caso nos permite visibilizar muchas carencias y discriminaciones que sufren cientos de mujeres a diario. No es un caso aislado porque a pesar de que se conocen todos estos riesgos, no existen políticas públicas que amparen a jóvenes como Milagros.