Tengo dos noticias, una buena y una mala.
La buena es que la compañía teatral de Caracas a la que pertenezco, Igual a Uno Teatro, fue invitada a participar con nuestra obra Tropical en el XIX Festival Iberoamericano de Teatro Contemporáneo de Almagro, en España, que se dará del 28 de septiembre al 12 de octubre de este año. Mientras estemos allá, el festival nos cubre todo.
Ahora viene la mala: no tenemos cómo llegar a España. Pues resulta casi imposible pensar en cómo un grupo teatral venezolano puede salir del país a mostrar su arte. Incluso puede parecer fuera de lugar el dedicar tiempo, esfuerzo y recursos a una empresa como esta cuando la gente aquí muere de mengua.
El sueldo mínimo es de dos dólares al mes. Hay niños que mueren de cáncer porque no reciben tratamiento en los hospitales. Con una realidad así, ¿qué queda para las artes y para el teatro en particular?
Lo que le está pasando a mi grupo de teatro es solo una muestra de lo que ocurre continuamente en este país, donde necesitamos cultura que nos ayude a sobrellevar estas condiciones, pero al mismo tiempo esas mismas condiciones hacen mucho más difícil la creación y la difusión.
Nuestro propio muro
En Venezuela, la cultura a veces es vista como una carga, y otras, como un instrumento en manos de las ideologías. Pero desde aquí adentro, desde quienes tratamos de hacer cultura, ¿cómo vemos esta situación?
Si en la vida en Venezuela nada es fácil, crear también se complica, sobre todo en las ramas artísticas que requieren de un equipo, un sitio para ensayar o presentarse.
Primero, es tremendamente difícil conseguir salas o lugares en los que se pueda mostrar una obra, una pintura, un concierto o lo que sea. Y eso hasta en la capital, donde la oferta de espacios es muchísimo mayor que en el resto del país. En el ámbito del teatro, en el este de Caracas están activos Trasnocho, Escena 8, el Centro Cultural BOD, Teatrex, la Sala Cabrujas, el Centro Cultural Chacao, el Teatro Santa Fe y el cine Premium de Los Naranjos, pero también hay mucha demanda de espacios culturales.
Eso es aún más complejo cuando tomas en cuenta que si te presentas en el oeste de Caracas, se salta directamente a la conclusión de que eres chavista o apoyas al gobierno. Y si te presentas en el este, entonces eres opositor. Cuando en el circuito del este se dan cuenta de que has usado espacios del oeste, se ponen en guardia y les cuesta aceptarte. Lo mismo pasaba en el oeste respecto al este, pero en ese lado de la ciudad han comenzado a cambiar y hay ahora más apertura.
En ambas mitades de la ciudad partida puedes disfrutar de distintas formas de teatro, desde experimental hasta burdamente comercial, con grupos de gran trayectoria y obras de calidad. Lo que los diferencia es que en el este los circuitos teatrales se mantienen en movimiento de martes a domingo, las entradas pueden venderse de modo que no produzcan cantidades irrisorias para los grupos teatrales, los espacios suelen ser más seguros y tienen un público cautivo que siempre acude y está dispuesto a pagar. En cambio, los teatros del oeste, aunque emblemáticos históricamente como el Nacional, el Municipal, el Principal, la sala Anna Julia Rojas y el Alberto Paz y Mateos, pueden ser mastodontes de mil butacas que raras veces se llenan, solo ofrecen funciones los fines de semana salvo las excepciones de los festivales, y la taquilla es irrisoria, a causa de una política gubernamental tremendamente solidaria con el público mas no con el artista. Sin contar con que el centro de la ciudad es zona de guerra para varios caraqueños, que no se atreven ni a poner un pie en él.
De modo que el factor político también define a qué teatro acude la gente y a dónde quieren llegar los creadores. Pasa en el teatro lo que pasa en la vida real, conocemos un solo lado de la ciudad y vemos el teatro de un solo lado de la ciudad. Construimos nuestro propio muro de Berlín.
Papá Estado se volvió loco
Todavía tengo flashbacks de cuando yo tenía cinco años y por el Festival Internacional de Teatro 1997 vino una compañía de circo francés que hizo un espectáculo al aire libre en la Plaza Caracas. Recuerdo estar sentada en el piso con mi mamá y que las figuras eran gigantes. La función fue a las 7:30 pm. Salimos a las 8:30 del centro, nos fuimos en el metro y caminamos hasta la casa, sin prisa, ni tener que correr por la hora que era.
Mi actual director, Gregorio Magdaleno, nos cuenta de las giras que él hizo por Egipto, Turquía, España, Portugal y muchos otros países más. Las historias de mis maestros y directores suenan como leyendas para mí: funciones a las 10 pm o a medianoche; una vez se presentó una obra de dos días; venían grandes creadores a dar conferencias y talleres aquí en Venezuela, como Peter Brook, Tadeusz Kantor… y el Estado financiaba escuelas de teatro en las que les pagaban a los alumnos por ser elenco.
¿A dónde se fue todo eso?
El mayor patrocinante de las artes en Venezuela había sido siempre Papá Estado. Y continúa siéndolo, aunque ciertas condiciones aplican: únicamente apoya económica y publicitariamente a quienes están de acuerdo con “el proceso”. No puede ser de otra manera.
En cuanto al patrocinio privado, la mayoría de las empresas están ocupadas en batallar para subsistir. Así que ya casi no hay mecenas para las artes escénicas.
En estas circunstancias, ¿se puede vivir de hacer teatro en Venezuela? Ese es el sueño, pero para lograrlo hay que recorrer un camino bien cuesta arriba y tener mucha fe para no desfallecer. Los artistas tenemos que ser autónomos.
Vuelvo al caso de Tropical. En Venezuela hemos tenido funciones desde abril del 2018 hasta junio de este año, pero todo lo que recaudamos en taquilla, que no es exorbitante, ya se invirtió, perdió y devaluó. ¿Es posible hacer una gira por España? Nosotros somos el único grupo invitado por Venezuela y aún no sabemos cómo vamos a conseguir comprar los pasajes, aunque tenemos funciones confirmadas para presentarnos también en León, Madrid y Barcelona. Creamos una campaña de crowdfunding, pero la verdad es que no estábamos preparados para ello. Con el tiempo en contra, solo podemos confiar en que cada integrante del grupo recoja el dinero para su pasaje, al menos 900 dólares. Haremos funciones para recaudarlos, pero sabemos que eso no será suficiente: ahora que lo escribo me doy cuenta.
La gira de Tropical a España es como un unicornio: quiero creer que existe, pero jamás he visto uno. Yo quiero que llevemos la obra a Almagro, Madrid, Barcelona y León. Pero si esa gira se da, será un milagro.