En este momento, circula por algunas redes la invitación a leer un texto que fue publicado en Cinco8 pero que ya no está disponible. Quien hace click en el link se encontrará con una página en blanco que dice “404 error”. Es como haber tirado al mar un mensaje en una botella, pero con palabras que se borran apenas se aleja de la costa.
Ese texto se titulaba “La corrupción y la complicidad de las élites” y era un ensayo de Isaac Nahón Serfaty. La cadena de decisiones que llevó a su publicación fue la habitual cuando se trata de temas ofrecidos por nuestros colaboradores: el editor jefe aceptó la propuesta de Isaac, se discutieron unos pequeños cambios, el texto pasó por edición primaria y secundaria, y se publicó, la semana pasada. Ahí el texto empezó a circular por los canales que controlamos, nuestros newsletters y redes sociales, y por ese oleaje que escapa a nuestro control y va regando ese mensaje en la botella: la capacidad de cada lector de compartir, mediante los muchos recursos disponibles, ese texto si le parece que debe ser compartido.
Unos pocos días después, nos dimos cuenta de que el ensayo del profesor Nahón contenía un error importante, y que habíamos fallado en el proceso de edición. El ensayo partía de una investigación conjunta de El País y Armando.Info donde se incluían datos de una relación societaria entre Axel Capriles Hernández y un individuo sancionado por los Estados Unidos, para hacer una reflexión sobre que la corrupción no es exclusiva del chavismo sino que también se presenta en círculos acomodados de la sociedad venezolana.
Una regla fundamental del periodismo es exponer lo comprobado y verificado sin framing y dejar que la audiencia se informe para que con esa información haga las conexiones pertinentes por ella misma, cuando corresponda. Esa línea de “muestra sin decirlo” es muy clara en el periodismo de investigación. Y aunque la regla se aplica igual en las distintas áreas del periodismo, en materia de opinión esa línea se difumina. Y no porque la regla sea flexible, sino porque la opinión va casada con la libertad de expresión y un autor se preguntaría “por qué no puedo decir esto si es lo que entiendo y es a la conclusión a la que he llegado: es mi opinión”. Pero el rol del editor es asegurarse de hacer ese puente entre la opinión y el periodismo, asegurarse de que no se hagan conjeturas que no tengan sustento, y proteger la presunción de inocencia, al autor, al medio, y a la audiencia. Y ahí fue que fallamos.
El artículo de opinión del profesor Nahon, en una frase, conectaba los puntos en la investigación y podía entenderse como una aseveración. En la edición los editores debieron asegurarse de que eso no ocurriese, o simplemente decidir que el artículo no se publicaba.
Estudiamos la situación en equipo y con atención y nos dimos cuenta de que no había una solución sencilla, ya que el artículo ya había sido publicado y se estaba leyendo. No bastaba con hacer una nota de corrección editorial; la única manera de controlar la exposición era retirar la publicación—y luego consultar internamente cómo proceder a informarlo. Eso hicimos de inmediato, y notificamos a Isaac de nuestras razones.
Y esas razones van más allá de defendernos de un proceso legal que podría ser devastador para un medio pequeño. Este no es el caso. Si tenemos la razón, estamos dispuestos a quemarnos en el proceso de enarbolarla, porque si hay una tabla de salvación de la que uno puede agarrarse es precisamente esa: la razón. Pero cometimos un error, y por errores no estamos dispuestos a irnos a la guerra. Ustedes, nuestra audiencia, no merecen eso.
En este caso, no nos corresponde a nosotros decidir sobre la inocencia de la persona a la que aludía el artículo que publicamos y retiramos después; ese trabajo es y debe ser de los tribunales. Lo que nos interesa aquí es visibilizar ante ustedes, los lectores cuya atención hemos conseguido durante este año que llevamos existiendo, en qué consiste este error que cometimos.
Los medios debemos competir por la atención de los lectores contra millones de alaridos populistas, cadenas de emocionantes rumores por WhatsApp y videos en TikTok que en vez de contarte una historia relevante pero dolorosa te regalan unos pocos segundos de diversión inconsecuente. Y mientras tenemos que inventar cómo carrizo conseguimos ingresos, no podemos perder de vista que lo más importante es el periodismo.
Sentíamos que debíamos compartir con ustedes las razones por las cuales se topan con un error 404. Tenemos que ser transparentes porque siempre ha sido mucho más fácil perder la credibilidad que ganarla: un desliz basta para desintegrar una confiabilidad que has tardado años de esfuerzo en construir.