El cambio es lo único que permanece, lo sabemos desde Heráclito. Pero no es tan sencillo comprender los ritmos de los cambios en cada época y en cada sociedad. En la nuestra son vertiginosos. Cada vez más.
La literatura también tenía que verse alcanzada por esa velocidad de transformación. La era digital impuso un nuevo modo en la creación y en las comunicaciones, y la escritura comenzó a circular en formatos que desbordaron al tradicional libro físico y al soporte en papel. Hoy escribimos en múltiples modos: desde el correo electrónico, pasando por los medios digitales y las redes sociales hasta plataformas como Wattpad.
¿Cómo experimentó estos cambios la literatura venezolana? En 1996, cuando ya más de diez millones de computadoras navegaban en internet, en Venezuela, en Cagua, Jorge Gómez Jiménez creó Letralia, la primera revista digital del país y la primera en distribuirse por correo electrónico en Suramérica. Y en 1999, Héctor Torres creó Ficción Breve Venezolana, sitio web cuyo propósito es atender estas nuevas formas de comunicación en las cuales debía incluirse la literatura.
En este comienzo del siglo XXI, la literatura venezolana parece dar un giro contra ese signo de tradición localista, nativista y realista, pero además no pudo dejar de incorporarse a un mundo más interconectado, a la velocidad de otros países suramericanos. En este contexto, apareció un fenómeno que aceleró la presencia significativa de escritoras y escritores venezolanos en el mundo, por lo menos desde 2010: la diáspora. Esto ha configurado un nuevo mapa en la literatura nacional, con autores en Laos, Israel, Hungría, Chile, Estados Unidos o Japón, por ejemplo, dando lugar a una literatura transterritorializada.
Gestos contra la autonegación
«La autonegación es el rasgo más resaltante de nuestra identidad literaria», señalaba en 2006 el crítico Luis Barrera Linares en su libro La negación del rostro. Se refería a un curioso modo de autorreconocerse de la «literatura venezolana», basado en una tradición (de escritores, no de escritoras) que insistía en anular gran parte de lo que había sido nuestra propia literatura. Esto comienza a cambiar en los ochenta y pareciera que en la actualidad se está gestando otra tradición identitaria dentro la literatura venezolana.
¿Será cierto que la literatura venezolana ha sido poco y mal conocida hasta por los propios venezolanos? No lo sé con precisión. Hoy pareciera que tiene más presencia internacional, que son cada vez más las voces de venezolanos que escriben y publican, ya no exclusivamente en Venezuela. Ojalá esto signifique también que se está leyendo lo que escribimos y que nosotros nos leemos más.
Pero esta aproximación crítica que planteo, no es para definir qué es la literatura venezolana, ni quiénes son o no son escritores, ni tampoco señalar cuáles obras recientes son buenas o cuáles son malas. Esa es una de las labores de la crítica como disciplina; pero para mí la crítica, sobre todo, debe ser una instancia que acerque al lector lo que se está escribiendo. Ya el tiempo juzgará la permanencia de unas obras y el olvido de otras.
Aquí además se da por sentado la existencia de una única literatura venezolana, cuando ahora es transterritorial. Así se problematiza la idea de lo «nacional» o de lo «venezolano», pero esto no niega nuestra literatura. Hablar ahora de una «literatura de la diáspora» es impreciso. Hay más bien una manifestación ¿estética? de la diáspora, junto a otras, dentro de la literatura venezolana.
Tampoco parecen funcionar ya estas categorías con un sesgo político preponderante, tipo «literatura del ciclo del chavismo», como si la literatura venezolana pudiera reducirse solo a eso. Hay sin duda, sobre todo en la narrativa, manifestaciones literarias que podrían enmarcarse en la llamada «alegoría nacional», pero la literatura de los últimos años está dominada sobre todo por cambios en el modo de producción, recepción y circulación.
Lo nacional y lo venezolano, en la literatura, ahora se constituyen en una tensión entre lo propio y lo extraño, lo local y lo global, lo de adentro y lo de afuera, la cercanía o la lejanía del terruño. Por eso hablamos de una glocalidad.
En este sentido, es fundamental la nueva realidad de la producción literaria: escritoras y escritores que son venezolanos todos, pero ahora están dentro y fuera del país, y en muchos casos, venezolanos hayan o no nacido en Venezuela. Aquellos que insisten en decir que no diferencian entre los de adentro y los de afuera, pues, tienen derecho a creer que no existe algo que existe.
El asunto clave, sin embargo, es que escribir afuera o adentro no desmerece a ninguno de los grupos, pero nos ayuda a comprender la relación de cada persona que escribe con el país receptor y con el de origen, y ojalá en el futuro sirva además para entender mejor sus propuestas estéticas.
De hecho, diferenciar entre la escritura venezolana de adentro y de afuera es un gesto importante contra la tradición de autonegación de la literatura venezolana. Las autoras y autores que han salido del país enfrentan realidades complejas y muy distintas a las de quien permanece aquí, a veces incluso deben expresarse en otras lenguas, dando lugar a nuevos modos de ser de la literatura venezolana. Reconocer este fenómeno es ir contra la autonegación de la literatura nacional, y empezar otra búsqueda para afirmarla de un modo más amplio.
Con una comunidad de escritores y lectores ahora dispersos por el mundo, y en la era digital, la literatura venezolana se ha convertido en una que combina elementos locales y globales en los procesos creativos de producción y de recepción, de escritura y lectura. Por ello a mí, más que listar las obras que ejemplaricen el fenómeno al que me he referido, me ha resultado pertinente trazar su mapa.
La glocalidad de la literatura venezolana
Decir que la literatura venezolana es glocal es referirse a una nueva forma de ser del fenómeno literario, único en nuestra historia cultural. El factor de la tecnología y su incidencia en la circulación de los materiales literarios ha replanteado qué se lee, cómo y cuánto.
Esta forma de ser supone entender dos cambios.
Primero, el nuevo modo de producción, recepción y circulación digital de la literatura venezolana. Su causa son la aparición de factores como lo transmedia, lo intermedial y, en general, las diversas expresiones de las narrativas interactivas. También los procesos de publicación y de lectura que, en el caso venezolano, se dan fuera y dentro del país ahora más significativamente, sobre todo por el auge migratorio y la pandemia en 2020.
Segundo, el cambio en el lugar y en el tiempo del escritor venezolano. Con esto me refiero a la diáspora venezolana que comenzó en 2010. Tomo este año de referencia porque en 2009 caen los precios del petróleo, comienza la caída progresiva de la producción petrolera y aparecen la escasez e hiperinflación. Es decir, con el declive de la economía se activa la salida masiva del país. En consecuencia, una importante comunidad de voces tiene que buscar nuevos modos de relacionarse con la realidad (como extranjeros) y con la literatura (porque sus referentes cambiaron). Eso está dando lugar a otros registros literarios, que todavía resulta difícil categorizar, porque es un fenómeno en desarrollo.
Hubo antes conocidas escritoras como Teresa de la Parra y escritores como Rafael Cadenas o J. A. Pérez Bonalde que vivieron fuera o en el exilio (sobre todo en las dictaduras de Juan Vicente Gómez y de Pérez Jiménez), pero la condición de migrante antes no fue parte significativa de la tradición del país ni de la tradición literaria.
No hubo una migración abrupta, violenta y masiva como la que vivimos hoy. Ante esto, podría creerse que la literatura nacional se diluye al resignificar una actualidad donde las fronteras se difuminan, pero no, ocurre que ahora nuestra literatura se instala y funciona más allá del territorio.
Era impensable antes en nuestra historia, por ejemplo, un proyecto como Escribir afuera. Cuentos de intemperies y querencias (2021), antología realizada por Raquel Rivas Rojas, Katie Brown y Liliana Lara. Este libro ofrece una panorámica importante de la literatura venezolana contemporánea, incorporando autores que están dentro y fuera del país, dejando ver una suerte de cambios que se están dando en los registros narrativos tradicionales.
La paradoja de una literatura transterritorial
¿Debe sorprendernos la paradoja de que una literatura transterritorial signifique reafirmar lo nacional literario? Se trata de las dos caras de una misma moneda. Así, tenemos una literatura, escrita dentro y fuera del país, que implica diferentes modos de estar y de ser para escritores venezolanos, pero estrechamente ligados a tradiciones, temas, realidades históricas, problemas formales y estéticos que los reúnen.
Esa tensión de lo glocal problematiza la relación de la creación con la realidad y produce matices que integran nuevas circunstancias, comprensiones más amplias, nuevas visiones y registros en el proceso creativo y, en general, una nueva producción literaria.
Este es el nuevo panorama de una literatura que parece alejarse de los nacionalismos, sin dejar de ser nacional. Una literatura glocalizada que tiene en sus escritores los referentes que permiten constatar una comunidad que intenta una configuración de identidad literaria, pese a que muchos se encuentran dispersos por todo el mundo. Así las cosas, ¿quién puede negarlo? Nos encontramos ante un nuevo mapa de nuestra literatura.
El nuevo mapa glocal de la literatura venezolana
He diseñado un mapa interactivo de autores venezolanos como parte de este trabajo de investigación sobre la literatura venezolana actual, glocal y transterritorial. En este reúno a autoras y autores venezolanos que viven hoy dentro y fuera del país, señalo su ubicación en el mundo e incluyo su campo específico de creación dentro del amplio oficio de la escritura, entre otros aspectos.
Al hacer clic en Glocalidad de la literatura venezolana se accede al mapa, y en él se puede ubicar a un escritor específico con la herramienta buscar nodo (dentro del mapa). Al hacer click en el nombre se abrirá una ventana de diálogo con una breve reseña biográfica y bibliográfica, una foto, accesos a sus redes sociales, entrevistas y otros documentos o referencias.
Este mapa interactivo quizá sea el primero en su tipo en Venezuela y se enmarca dentro de las narrativas interactivas para proponer otro modo de experiencia al lector y/o estudioso de la literatura venezolana. Digamos que es un mapa en progreso, y que todo error o falta que se señale será útil para revisar, corregir y avanzar en un documento que, por su propia naturaleza, será cambiante; y que probablemente necesitará mejoras y carece de información todavía.
Los criterios de selección e inclusión de autores han sido los siguientes: autores venezolanos vivos; narradores, ensayistas, dramaturgos, críticos y traductores (para los poetas he considerado un trabajo aparte que está en desarrollo, aunque hay en este mapa poetas incluidos, debido a su trabajo ensayístico, narrativo u otro); autores que hayan publicado, al menos, un libro (criterio que probablemente se amplíe, pues, reconozco que hay autores que se leen en medios y plataformas digitales, sin haber publicado un libro); autores con trayectoria (aquellos con una obra madura y establecida en el tiempo, es el caso de Juan Calzadilla o Victoria de Stefano, por ejemplo); y autores recientes (algunos publicados este mismo año 2022).
En cuanto a este último criterio, he considerado pertinente incluir a escritores prácticamente desconocidos, con un doble propósito: por un lado, poner al alcance de los lectores algo de lo nuevo que se está publicando dentro la literatura venezolana; por otro lado, que estén presentes voces recientes y jóvenes en el mismo espacio en el que están voces consagradas, para evitar las viejas prácticas de esa especie de “comisarios de la literatura” que parece no acabarse.
Como quiera que sea, serán los lectores y el tiempo quienes dirán cuáles autores permanecerán en nuestra literatura, cuáles sobrevivirán a esta era digital de la que parece imposible escapar. ¿O no es ampliamente conocida ya la Tuiteratura, por ejemplo? ¿Acaso no se está estableciendo también una Tiktokteratura mientras escribo?
Al final, ya lo importante no es responder qué es la literatura, sino ¿dónde está?, ¿cómo circula? y ¿qué será de la literatura? Como vemos, se trata, una vez más, de la palabra buscando cómo resistir en cada época.