En el modelo carrocéntrico los árboles son solo un decorado

Cheo Carvajal, quien documenta el deterioro de Caracas que se disfraza de progreso, propone con sus compañeros de CiudLab algo subversivo: reocupar la ciudad que nos quitaron

CiudLab hace actividades para revelar la Caracas nocturna que podemos tener

Foto: Mauricio López Chollett

Mucho antes de que se dedicara a denunciar, entre varios otros, la fiebre de talado que se ceba en nuestras ciudades, Cheo Carvajal callejeaba en los festivales de teatro y en los conciertos de la UCV, en los ciclos de la cinemateca o en las bailantas de Catia y San Agustín. Caracas a pie, la página en El Nacional que hacía con Juancho Pinto —otro callejero insigne— y que luego derivó en libro, era una consecuencia natural de su curiosidad todo terreno. Cuando nuestra capital inflada desconocía los espacios distópicos que la horadaban, ya Cheo los visitaba (y creo que los estudiaba en secreto). Hoy es experto en ellos. Una formación profesional en Barcelona —la ciudad española más sabia en contiendas urbanas—, seguida por su regreso al país, dieron ese fruto que es hoy Ciudad Laboratorio (CiudLab). 

A esa Asociación Civil le debemos muchos de los pocos goces caraqueños disfrutados en estos tiempos de oprobio, y un cúmulo de conocimiento sistemático para el aprendizaje de la convivencia ciudadana que debería ser una urbe. Cheo define CiudLab como un laboratorio de investigación y acción, que se alía con quienes coinciden en la reivindicación del barrio como parte fundamental de la ciudad, la defensa de los recursos verdes, la inclusión y la igualdad de derechos ciudadanos, la visión estratégica para transformar. “Arte, pedagogía y ciudad son tres ejes que permanentemente entrecruzamos”. 

Junto con Diana Chollett (diseñadora gráfica), Gerardo Zavarce (investigador y curador de arte), Vanessa Avendaño (diseñadora gráfica, artivista no binaria), Ana Cecilia Pereira (pedagoga, cicloactivista), Jaime Cruz (diseñador gráfico, director de Prodiseño) y Emilia Cardozo (economista), Cheo organiza cosas como el Observatorio de la Noche, mediante el cual unas 150 personas documentan, reportan, analizan, comunican, activan.

Para Cheo, como corte entre el tiempo de la obligación y el tiempo del deseo, entre la máquina productiva y la máquina lúdica, la noche es una apertura para el encuentro, para la invención, para el desahogo, así como una oportunidad para la economía y el empleo. “Reconquistar la noche implica vencer el miedo para repoblarla. Es dar un paso al frente, con nuestro cuerpo, que nos permita recuperar la confianza en el nosotros. Con el Observatorio de la Noche generamos datos del espacio público: flujos peatonales, servicios, actividad comercial, iluminación, seguridad, mujeres solas, personas con discapacidad. Lo hacemos con nuestros equipos de observación de plazas, pero también desde la malla de observación participativa 100 miradas sobre la noche. Tenemos un boletín (Venimos de la noche) y un podcast (Hacia la noche vamos), ambos mensuales”.

“#MásNocheCaracas ha sido una forma de entrecruzar esos mundos para activar la noche. La vez que lo hicimos en Colinas de Bello Monte (#Ilumina), en mayo de 2019, fue hermoso ver familias enteras despreocupadas caminando por la calle a las 10 de la noche”. Trabajan con la Fundación Enlace, el LABO Ciudadano, AGA Estudio, Asoraíces del barrio El Calvario en El Hatillo, Fundación Plano Creativo, y artistas como Zaira Castro (el Ángel lírico). CiudLab se financia mediante aportes por proyectos pero espera sostenerse sola. “En medio de tanta desinstitucionalización”, dice Cheo, “cuesta mucho hacer frente al autoritarismo, al dinero y a quienes controlan el aparato estatal en todos sus niveles. Por eso el nuestro pretende ser un activismo más estratégico, para proponer e incidir, que se mueve por los intersticios buscando trastocar narrativas hegemónicas y generar costo político a quienes hoy actúan con impunidad e impudicia. CiudLab pretende vincular actores, articular esfuerzos, poner sobre la mesa una visión que pone a dialogar muchos aspectos de la vida urbana: espacio público, convivencia, sostenibilidad. Que reivindica la diversidad y la mezcla. Que pretende una ciudad más integrada”.

El círculo virtuoso de la ciudad

Con El Calvario Puertas Abiertas, que se hace cada diciembre desde 2014, CiudLab convoca a visitar este barrio junto al casco de El Hatillo. Dice Cheo que es una estrategia de seducción pedagógica, artística, para reconstruir “un lenguaje en el que resulta inaceptable la dicotomía ‘ciudad formal’ vs ‘ciudad informal’. Esta misma experiencia permitió abordar luego el barrio La Palomera en esa misma clave. Y es mucho lo que ha pasado. Aunque aún es mucho lo que hay por hacer. Ya sabes, seguimos andando”.

¿Qué es el activismo ciudadano y cuál es su razón de ser?

Suele ser la respuesta de gente que logra cierto grado de organización, ante lo que en la vida cotidiana imponen los poderes que rigen o pretenden regir la vida social. Quizás funciona más como contención, lamentablemente, porque se invierte gran esfuerzo tratando de frenar abusos y estropicios. Con demasiada frecuencia solo se logra visibilizarlos y documentarlos. No está mal, porque se acopian evidencias que pueden ser útiles, pero ojalá la gente pudiese tener más poder para poner en la agenda asuntos relevantes. Tomar la delantera para generar cambios reales.

¿Cómo una mejor ciudad puede repercutir en seguridad, calidad de vida, convivencia, productividad?

La pregunta suena a respuesta, porque una ciudad es mejor cuando esos factores funcionan: más calidad de vida es más espacio público, mayor oferta cultural, mejores condiciones ambientales, más seguridad y autonomía sin importar edad o género, convivencia respetuosa de lo diverso, una sociedad que no solo consume, sino que produce. Claro que esto finalmente es una suerte de “círculo virtuoso”, un sistema que se retroalimenta.

El asunto ambiental será ineludible en el siglo XXI. Venezuela parece ir rumbo al desastre. ¿Qué tocaría hacer a sus ciudadanos?

Siempre ha sido fundamental el tema ambiental. Otra cosa es que se haya estirado la liga hasta casi romperla y ahora apenas se comience a comprender a partir de temas recurrentes como el calentamiento global, las catástrofes y situaciones como la pandemia. Venezuela, país en exceso montado en la lógica extractivista, tiene rato deteriorando las condiciones de vida actuales y futuras. A quienes tienen el control de esa renta solo les importa sostener el poder, y los que están por fuera quieren controlarla, pero no destacan discursos que vayan al meollo y generen estrategias para salir progresivamente de esa lógica depredadora. Muchas zonas del país ya exhiben mucho deterioro y agotamiento: el Arco Minero, los derrames constantes de hidrocarburos en las costas son una muestra clarísima. Pero la población, en su gran mayoría urbana, no parece conectar ese deterioro con lo que sucede en las ciudades que habitan.

La guerra contra el árbol

Cheo sabe usar los medios de hoy. Con su Hilo Andante encontró lo que considera una forma natural de proseguir su trabajo periodístico, “no sobre la ciudad, sino desde la ciudad”. Sus recorridos de los jueves se publican en tiempo real en hilos en su cuenta de Twitter @caracasapie y luego en la web de Ciudad Laboratorio.

—Caracas ha vivido un proceso continuado de deterioro. No es solo de estas dos décadas de chavismo, pero que en estos tiempos parece haberse incrementado desfachatadamente. Es un deterioro disfrazado de progreso: mientras se talan árboles a diestra y siniestra se colocan ojos de gato en algunas avenidas o se llena de datileras la autopista. Mientras hay apagones y recortes de electricidad, hay torres lujosas en construcción que derrochan luz como colosales lámparas urbanas. Aquí está el bastión de un poder que reordena a su antojo, sin contrapesos, según sus intereses. Con demasiada banalidad. Me atrevo a proponer este axioma: mientras estén rodando más camionetas blindadas con ventanas oscuras rodeadas de escoltas, habrá más signos de deterioro para toda la ciudad. Son expresión de un bienestar envuelto en burbujas cada vez más excluyentes.

¿Qué es este repentino furor de tumbar los árboles de Caracas?

Eso ha sido un proceso sistemático quizás desde los setenta del siglo XX. Es una batalla permanente entre el proceso urbanizador y la imposición de un modelo carrocéntrico en que los árboles son decorado, ornamento. En ese proceso ha habido oleadas, pero antes había instituciones que, aunque débiles, hacían contrapeso. Ahora no: la luz roja no detiene a quienes tienen poder y controlan las instituciones. No exagero al decir que las instituciones son descaradas herramientas para favorecer intereses particulares en todos los niveles de gobierno. Esto está afectando a la ciudad.

¿Cuál será la consecuencia de perder el arbolado urbano?

Ya hay zonas, como Las Mercedes, que empiezan a ser islas de calor. En la avenida principal quedan muy pocos árboles, y el tipo de edificios que están “sembrando” suelen ser de fachadas de cristal que rebotan a la calle los rayos solares. Eso sin contar que es un modelo de edificación con sistemas de climatización que disipan calor hacia fuera, como hacen los grandes vehículos: para enfriar adentro deben irradiar muchísimo calor hacia fuera. Además del calor, tendremos menos producción de oxígeno, menos captación de CO2 y de partículas en el aire, pérdida de diversidad biológica, menos agua percolada y más escurrimiento. Aumento del ruido, porque los árboles funcionan como filtros. Habría pérdida de belleza, y por tanto amenaza creciente a la salud mental.

Los datos que recoge Ciudad Laboratorio son nuevos en el conocimiento de la ciudad venezolana

Foto: CiudLab

¿Pueden hacer algo los ciudadanos?

Hay que seguir monitoreando, documentando y denunciando, aunque ahora no pase nada. Porque la indignación ante el arrase debe hacer que emerja el contrapoder de la siembra. Vincularnos y articularnos para repoblar de árboles la ciudad. Y hacerlo estratégicamente: mapear oportunidades, sembrar especies más adecuadas, visibilizar acciones y generar empatía para lograr que la ciudadanía apadrine los nuevos especímenes y ponga coto a los exterminadores.

La gran oportunidad

El siglo XXI dejará de ser el del transporte que usa combustible fósil, ¿qué significa esto para un país cuyo crecimiento se centró en movilizarse así?

Quienes administran nuestras ciudades desde hace años deberían haberlas incorporado en la tendencia global de la movilidad activa: caminar, pedalear. Hacerlas accesibles. Hubo grandes recursos para ello, pero prefirieron invertir en ampliar autopistas eliminando centenares de árboles. Recuerdo que en las elecciones en las que Blyde fue electo alcalde de Baruta, tanto él como su rival del PSUV proponían un segundo piso para la autopista de Prados del Este. Es una cultura nefasta que injustamente condiciona nuestra ciudad en la que el 80 por ciento se mueve a pie y en transporte público.

¿La crisis de combustible ha sido un problema o una oportunidad para nuestras ciudades?

A las restricciones al uso de la gasolina llegamos, no por decisión política, sino por carambola. Estas restricciones condujeron a una creciente presencia de las bicicletas en Caracas, ¡bravo por la gente! Y la pandemia terminó por relanzarlas: ante los riesgos de un ya maltratado sistema de transporte público, las bicicletas y el andar a pie se fortalecieron. Pero no con mejor infraestructura. Sin consideraciones hacia estas formas de movilidad sostenible. No se desarrolló una red seria de ciclovías, ni han aparecido nuevos bulevares, ni se han ampliado más aceras, salvo contadas excepciones. No se ha adecuado la ciudad para que sus espacios públicos y sus aceras sean accesibles para todas las personas. Es el gran momento, la gran oportunidad, pero quienes gestionan la vida urbana están pendientes de otros asuntos.

Las ciudades latinoamericanas están marcadas por profundas diferencias sociales. ¿La desigualdad hace nuestras urbes más disfuncionales?

La desigualdad es, en sí misma, una disfunción de la vida social y, por tanto, de ese gran laboratorio de convivencia que es la ciudad. Genera grandes tensiones en la vida urbana y normalmente produce formas excluyentes en el uso del suelo que atentan contra el derecho a la ciudad. Pero acá toca desterrar la imagen de la “marginalidad” como la de una pobreza extrema relegada a bordes y orillas. En estos tiempos de autoritarismos y reacomodos entre poderes —en los que los poderes fácticos y el Estado parecen una misma cosa—, se ha logrado un perverso “equilibrio” entre ostentación y carencia.

Se invierte en reproducir consumo, no en producir bienes y servicios ni en espacio público, salvo el repele que aportan los agentes inmobiliarios en sus operaciones, tan enfocadas en una ciudad para quienes tienen automóviles.

La ciudad se fragmenta cada vez más en parcelas protegidas por rejas y garitas, mientras por fuera se promueve una ocupación policial no para dar protección en el espacio público, sino para disuadirnos en su uso. En este contexto CiudLab promueve el desborde, la mezcla intencionada. Generamos acciones que invitan a atravesar fronteras que no deberían existir, desde la seducción: de la urbanización al barrio, del día a la noche. Mezclando arte y pedagogía. Mezclando investigación con acción. Un andar como experiencia reflexiva y de goce, porque el goce definitivamente puede ser subversivo. Proponemos una ciudad asumida desde el cuerpo.

Una de las mediciones de Ciudad Laboratorio muestra para quiénes es más fácil usar una plaza en Caracas

Foto: CiudLab

Rescatar el cerro, el río, la ciudad

Ahora que vienen elecciones regionales, en todo este contexto, ¿sirven para algo las alcaldías? ¿Es inútil o es importante pelear por ellas?

La gran mayoría de nuestros alcaldes y de los candidatos no se han formado para ese rol, mucho menos para transformar la ciudad a mediano y largo plazo. Con suerte se han formado para gestionar la inercia de la ciudad del ahora, o peor aún, las transformaciones que imponen intereses particulares. Esto no significa que la alcaldía, como institución, sea innecesaria. Ganadas por políticos conscientes y formados, con una visión y una estrategia de hacia dónde debe ir la ciudad, podrían hacer una gran diferencia. Podrían convertirse en referentes de la política, no necesariamente asumiéndolas como trampolín para optar a cargos nacionales, sino para insistir en la importancia de ese ámbito de la política.

El Guaire y el Ávila son las marcas geográficas distintivas de Caracas, el primero ha sido ejemplo nefasto de contaminación por más de sesenta años y la segunda se ve ahora amenazada por un proyecto gubernamental. ¿Qué podrían ser la montaña y el río?

El Guaire y el Ávila forman parte de un mismo sistema: un escenario natural que enmarcó la fundación y el desarrollo de nuestra ciudad. Pero, con el tiempo, los desconectamos: nos conformamos con admirar la montaña y ocultar al río. El embelesamiento con la montaña hasta resulta sospechoso, porque encubre esa desconexión, no solo con el río sino con la ciudad que hemos producido, para bien y para mal. Hoy estamos en un proyecto con Fundación Enlace enfocado de nuevo en el río. Hay un sitio web en construcción (rioguaire.org) con muchísima información, que incluye el resultado de recorridos a lo largo del río. Un acercamiento deliberado, desmitificador. Dentro de este proyecto estamos concibiendo un juego para acercarnos desde la escuela a lo que el río significa, a las oportunidades que ofrece. Allí trabajamos Elisa Silva, coordinadora del proyecto desde la Fundación Enlace, Gerardo Zavarce y yo por CiudLab, y los artistas Malu Valerio y Gerardo Rojas.

El Guaire es un gran eje que estructura la ciudad, que conecta el valle con las colinas. Una oportunidad para producir un parque lineal, con espacios para andar, para moverse en bici, para recrearse, estar y contemplar.

Una oportunidad para reconectar la vida y la trama urbana. En cuanto al proyecto de ciudad comunal en el Ávila me pregunto si se refieren a Galipán, donde contraviniendo las normas del parque nacional, progresivamente la vemos convertirse en otro escenario del nuevoriquismo.

¿Se pueden rescatar las ciudades venezolanas? ¿De qué depende que vivamos en mejores espacios urbanos?

Claro que se puede, si logramos crear una visión compartida a corto y mediano plazo. ¿A corto plazo? Comenzar a reconocer al barrio como parte de la ciudad; incluir la bicicleta como forma de movilidad fundamental, restándole espacio al automóvil; detener la tala desenfrenada y recuperar masa arbórea; adecuar el servicio de recolección de desechos para los barrios; recuperar aceras y espacios públicos para caminar, adecuando cada cruce con rampas peatonales. A mediano plazo (y largo) hay que incorporar canales exclusivos de transporte de superficie (BRT), convertir el aeródromo de La Carlota en parque, generar más mixtura, social y de usos, a través de proyectos de vivienda social y con la adecuación de algunas ordenanzas. Vivir en mejores espacios urbanos implica políticas públicas para ello, con instituciones consolidadas, fuertes —que no equivale a autoritarias—, pero también la conjunción de una determinación social y un caudal de inversión que logre esa mixtura.