La respuesta a esta pregunta es “no”. Me dirán los lectores, ¿pero por qué? ¿Después de 20 años de populismo autoritario de izquierda, convertido en tiranía criminal, no hemos escarmentado? Según el ruido que hacen algunos en las redes sociales podríamos decir que en Venezuela la derecha ha ganado terreno. Pero esto es ilusorio. Es cierto que hay personas que piden la ilegalización de los partidos que promuevan el socialismo y el comunismo. Es cierto que Donald Trump y fenómenos como el de Vox en España generan entusiasmo entre algunos venezolanos, sobre todo entre quienes emigraron a España, Estados Unidos y Canadá. Y es cierto que hay de todo en la viña de la derecha venezolana. Desde trolls y bots disruptivos que insultan a todo lo que les huela a izquierda, hasta legítimas posiciones de ciudadanos y académicos que defienden una política de derechas, de libre mercado y libertades individuales con un estado mínimo.
La verdad, sin embargo, es que la sociedad venezolana en su conjunto no está más a la derecha que hace 20 años. La gran masa de pobres, empobrecida aún más por el chavismo y más dependiente que nunca de las dádivas del régimen de Maduro, sigue esperando que la “riqueza del país” sea mejor distribuida. Chávez alimentó esa antigua esperanza, especialmente durante los años de la gran bonanza petrolera que sirvieron para repartir dinero y bienes, creando el espejismo de la repartición del maná de petrodólares. Además, al jugar el papel de vengador, Chávez afianzó entre los pobres la idea también muy vieja de un líder mesiánico que los saque de la miseria. Esa idea ha cobrado más fuerza, incluso cuando las políticas del chavismo han significado la destrucción de la economía, los servicios médicos y la infraestructura del país, justamente en el contexto de devastación que vive Venezuela.
Se argumentará que me equivoco en mi apreciación. Que casi cinco millones de venezolanos han huido del país. Que han preferido el exilio de trabajos precarios y duras condiciones de vida, antes que el chantaje clientelista del régimen criminal de Maduro. Dos contrargumentos puedo presentar ante esta afirmación. Primero, que el hecho de que hayan emigrado no indica que su visión política haya cambiado. Es muy probable que muchos de los que hoy escapan de la devastación producida por el chavismo, hacia América del Sur sobre todo, hayan votado repetidas veces por Hugo Chávez, e incluso por Maduro. Segundo, que incluso si ahora rechazan al chavismo, siguen concibiendo al gobierno como un benefactor que debe darles acceso a la riqueza.
Veamos las preferencias políticas de los venezolanos y los discursos de la mayoría de los partidos y líderes de la oposición. Sobre lo primero, resulta claro que la única opción que se presenta abiertamente como de derecha liberal que lidera María Corina Machado tiene la preferencia de un sector muy pequeño de la sociedad, que varía entre un 6,3 % de apoyo a la antigua diputada y apenas un 1,3 % a su partido Vente Venezuela. El resto de los partidos se mueven en un espectro que va de la izquierda autoritaria (PSUV) a los de inspiración socialdemócrata o de centro-izquierda (Acción Democrática, Voluntad Popular e incluso Primero Justicia) y suman un 39 % de la preferencia de los venezolanos, mientras que un 49 % no se identifica con ningún partido. Si vemos el discurso de los políticos de oposición, incluyendo el de Juan Guaidó, podemos concluir que todos presentan diferentes versiones de una posición socialdemócrata o más cercana a la centroizquierda que a la centroderecha.
Si bien los venezolanos en su inmensa mayoría siguen más inclinados a la izquierda que a la derecha, esto no quiere decir que las ideas liberales de derecha no hayan logrado un cierto avance en la esfera pública. Un ejemplo de ello es la vigencia que ha cobrado una figura como Carlos Rangel entre formadores de opinión, especialmente por su gran obra Del buen salvaje al buen revolucionario (1976). Se ha querido convertir a Rangel en un profeta de la derecha pro-mercado, cuando en realidad parte de su libro es un elogio a lo que él mismo llama el “aprismo venezolano” representado por Acción Democrática y su política que logró poner un muro de contención al avance de la izquierda totalitaria durante los años sesenta.
Para desilusión de los voceros más combativos de la derecha, estamos lejos de un cambio sustancial de las preferencias políticas de los venezolanos. Más que producir un masivo rechazo al populismo de izquierda, los 20 años de chavismo han consolidado las posiciones que se mueven entre el paternalismo redistributivo y un consenso de centroizquierda.