El líder anuncia el descubrimiento y desmantelamiento de una gran conspiración, anuncia que hay muchas pruebas que serán presentadas en breve. Uno o dos días después, aparecen grabaciones, videos y conversaciones de WhatsApp. Ninguna de las pruebas es concluyente y casi nunca es siquiera convincente, pero presentadas en ruedas de prensa con gráficas que explican relaciones y vínculos, meten la coba de un entramado y de un complot irrefutable.
Es un patrón que hemos visto muchas veces y que quizás es ya inevitable para el gobierno. Quizás ya no pueden responder de otra manera ante eventos que desafían el libreto revolucionario.
Las acusaciones suelen tener como culpable a Leopoldo López o cualquiera que tenga relación con él, por lo que su partido Voluntad Popular suele ser el blanco de la teoría, de manera parecida a como ha pasado con Primero Justicia, el partido al cual pertenecía el propio López antes de fundar el suyo. Cuando López era alcalde de Chacao se le acusaba de todo cuanto en la propaganda chavista pasaba en ese municipio. Antes de que ocurriera la ola de protestas de 2014 que lideró López y por lo cual fue a prisión, ya el centro de Caracas estaba forrado de carteles que lo acusaban de asesino, como a otros líderes de la oposición. Es una larga historia que ahora desemboca en Guevara, Guaidó y otros aliados de López.
El secuestro del matemático concupiscente
Corría, como dicen los cronistas, el año 2018 y Nicolás Maduro informaba al país que sus fuerzas de seguridad habían descubierto un plan terrorista del partido Voluntad Popular (VP). “Tenemos grabaciones, videos, testimonios, testigos, confesiones del partido terrorista Voluntad Popular, preparando el secuestro y atentado,” decía Maduro. Al director del Sebin, Gustavo González López, le tocó en esa ocasión mostrar el montón de “evidencias” anunciadas por Maduro del plan opositor. El Sebin había detenido a dos, según González López, “aliados del partido Voluntad Popular”.
Como ya era entonces costumbre, el general mostró videos de estos dos aliados de VP confesando un plan de “secuestros y asesinatos selectivos”, que sin embargo no eran tan selectivos, aunque sí sorprendentes, porque González López también reveló que la primera víctima de los terroristas sería el secuestro, no de Maduro, ni Diosdado, sino del anodino Nelson Merentes, quien ya para ese año ni siquiera era presidente del Banco Central de Venezuela. El objetivo de ese extraño secuestro sería, siempre de acuerdo con González López, cobrar una elevada suma por el rescate de Merentes (no informó el general quién estaría dispuesto a pagar, poco o mucho, por rescatar a alguien como el casi olvidado y concupiscente matemático). Luego sí, ya dinero en mano producto de ese primer secuestro, el partido terrorista VP se lanzaría en una campaña de secuestros y asesinatos de líderes chavistas un poco más relevantes. En el video presentado como evidencia de este extraño complot, uno de los aturdidos “aliados” de VP confesaba que el cabecilla del grupo era Freddy Guevara. González López explicó además que Guevara era un tipo, no malo, sino malísimo, porque su plan era, aún en el caso de cobrar el rescate, asesinar al pobre Merentes.
En aquella ocasión, como ya también era costumbre, el gobierno mostró otras evidencias además de los videos. La relación directa del detenido con líderes opositores se demostraba con fotografías en las que este caminaba en actos públicos con esos líderes, incluyendo a Leopoldo López, Antonio Ecarri y Richard Blanco. Lamentablemente al parecer González López no había encontrado en Internet ninguna imagen de Freddy Guevara con el detenido, cosa que, sin embargo se solucionó fácilmente con fotos de ambos vinculadas por diligentes flechitas que demostraban relaciones directas.
La incineración de Caracas
Antes de eso, en abril del muy veloz y convulso año de 2017, Maduro había anunciado que la Semana Santa fue un “triunfo para la paz”. Como resultado de una “implacable investigación”, Maduro era capaz de mostrar videos “testimoniales” que mostraban “evidencia irrefutable” de los vínculos del partido Primero Justicia con actos terroristas (por terrorista se entendían las fuertes manifestaciones callejeras). Por supuesto que había ya preocupación por la práctica del gobierno de mostrar videos de confesiones como evidencia de conspiraciones, pero Maduro adujo que el Poder Ciudadano y el Poder Judicial le habían dado permiso a él, como Jefe de Estado, para mostrar este tipo de cosas, porque eran de elevado interés nacional.
Hecha esa salvedad —que el presidente podía violar derechos siempre que fuera por un interés nacional definido por el propio presidente—, Maduro mostró el video de un joven “perteneciente a las bandas delictivas”, según la Agencia Venezolana de Noticias, quien confesaba estar bajo una misteriosa nómina de la Alcaldía Metropolitana, pero que no trabajaba para la Alcaldía, sino que recibía instrucciones de “dirigentes de Primero Justicia” para encender Caracas. Ya está, esa era la evidencia del plan terrorista que, sin embargo, era presentada por el presidente en un plural multitudinario de pruebas: “Están los testimonios, las pruebas, y estamos tras la captura de los responsables directos de propiciar estos destrozos en todo el país. Son varias líneas de investigación. Quiero felicitar a los funcionarios del Cicpc, del Sebin, al Ministerios de Interior, Justicia y Paz, al Ministerio Público a nivel nacional, al Poder Judicial, por este trabajo minucioso apegado a nuestra leyes”.
No hay que retroceder muchos años más para encontrar otros ejemplos de esta forma de presentación de evidencias de conspiraciones terroristas de todo tipo. La segunda mitad de 2016 había estado llena de acusaciones y arrestos.
Líderes opositores, especialmente de Voluntad Popular, habían sido detenidos, se habían enconchado o habían abandonado el país. González López mostraba por televisión sus láminas de PowerPoint con fotos de opositores como Lester Toledo, Daniel Ceballos, Délson Guarate y Carlos Melo con las incriminatorias flechas que los relacionaban con, por supuesto, Leopoldo López, pero también el expresidente de Colombia Álvaro Uribe Vélez. González López explicó que en una serie de reuniones en Colombia, los personajes retratados (excepto Leopoldo López, entonces en casa por cárcel) habían planificado la “Toma de Caracas”. Que la Toma de Caracas había sido un evento planificado era cosa pública, pero el general añadía que la manifestación tenía por propósito “incendiar Caracas”, y de ñapa servir de contexto para los “secuestros y asesinatos selectivos”, que dos años después demostrarían no ser tan selectivos con el frustrado intento de secuestrar y asesinar al fiestero expresidente del BCV.
El 2016 culminó con otro caso particularmente extraño de acusaciones basadas en videos y gráficas incriminatorias. El 2 de octubre dos hombres habían pasado en moto frente al puesto de la Guardia Nacional Bolivariana en Petare y lanzado una granada que había herido a 16 personas, incluidos dos niños que pasaban por ahí. Aunque las primeras investigaciones sugerían un ataque de una banda de bachaqueros en venganza por el arresto de algunos de sus miembros, el Sebin decidió descubrir más cosas y pronto aparecía González López en televisión mostrando evidencia a través de irrefutables gráficas de que el verdadero responsable del ataque había sido el entonces alcalde de Petare, líder de Primero Justicia, Carlos Ocariz. El alcalde sería el jefe de un “Laboratorio de Guerra Sucia”, desmantelado por el Sebin. Por cierto que las láminas mostrada por González López en esa ocasión también “demostraban” el estrechísimo vínculo (flecha larga y amarilla) entre Carlos Ocariz y el célebre “estratega profesional” y, sí, conspirador profesional venezolano J.J. Rendón.
Una flecha de PowerPoint para explicar el universo
Por supuesto que esta manera de presentar evidencias de conspiraciones no empezó en 2016. Podríamos retroceder año a año y encontrarnos a pasados ministros de Interior, jefes de policías y comunicadores y propagandistas chavistas mostrando grabaciones, videos y fotografías como pruebas de vínculo entre líderes de la oposición y grupos criminales y terroristas (quién quiera intentarlo puede empezar por consultar mi blog personal Venezuela Conspiracy Theories Monitor). No puedo asegurarlo, pero creo que una de las primeras veces en que esta práctica se usó, fue con aquella Operación Daktari de 2004, cuando la entonces Disip detuvo a 153 “paramilitares colombianos”, según el chavismo arreados a Venezuela por Uribe Vélez para darle un golpe de estado a Chávez.
Volvamos al presente: A la guerra de tres días entre bandas y cuerpos de seguridad en los alrededores de la Cota 905 siguió uno de esos operativos policiales militarizados de mano dura tan comunes y generalizados en toda América Latina. Explicaciones al evento hay varias, de políticos, economistas, analistas, criminólogos, sociólogos, y gente mucho peor. Pero como ya asomaba Maduro hace pocos días, su régimen ya tenía casi desde el primer día de los enfrentamientos una explicación clara, una que calzaba perfectamente en el patrón discursivo conspirativo, consistente, coherente y sostenido en el tiempo.
Todo lo malo que pase, es parte de una conspiración de los enemigos del pueblo, o de sus agentes locales.
En este caso, Maduro aseguró que el líder exiliado de Voluntad Popular, Leopoldo López, era el “conductor y coordinador” de las bandas que actuaron en la Cota 905. Y claro, como en otras ocasiones, Maduro anunció que pronto revelaría pruebas. Al momento de escribir esto, le ha tocado a Jorge Rodríguez hacer el papel de presentador, y de acuerdo al patrón ya visto y requetevisto, las pruebas son lo que son.
En este caso, aún no hay grabaciones o videos “testimoniales” sino capturas de pantallas de conversaciones por WhatsApp, una red que se usa mucho precisamente porque es más segura, sus mensajes están encriptados. Involucrados en el complot no solo están Leopoldo López y Freddy Guevara, sino también otros líderes de Voluntad Popular: Emilio Graterón, Gilbert Caro, Luis Somaza y Hasler Iglesias. Al ya detenido director de la ONG FundaRedes, Javier Tarazona, lo meten en una conspiración diferente y geográficamente distante de la Cota 905.
Se han sugerido explicaciones sobre por qué el gobierno escoge justo este momento para una nueva ola de acusaciones y arrestos. Muchas invitan a fijarse en el contexto de posibles (o ya casi imposibles) conversaciones en agosto, la visita de una misión de exploración europea para evaluar las condiciones electorales de noviembre y las protestas en Cuba.
Todo eso hay que tomarlo en cuenta y aquí sugiero, sin negar tal contexto, otra explicación: el repertorio discursivo del chavismo no admite otra melodía. Desde la visión del mundo conspirativa no hay otra explicación posible de los hechos de la Cota 905, como no sea que hay agentes financiando, controlando y conduciendo a las bandas. No se explican las protestas (en Venezuela o en Cuba) si no es como conspiraciones de agentes que organizan todo. Esta es una visión de mundo que lo abarca todo, que explica todo, que por supuesto es compartida por un sector de la oposición, y que es independiente de la coyuntura en la que se dé la explicación. “Si algo pasa, es porque hay alguien que hace que eso pase”. Esa es la premisa del teórico de la conspiración. Si el teórico de la conspiración es un líder político populista añade esto “si algo malo pasa, es porque así lo han querido mis enemigos, que en realidad son los enemigos del pueblo, y aquí están las pruebas…” Es una visión de mundo que abarca todo y que lo explica todo.