Jorge Glem es, por mucho, uno de los principales embajadores de la música venezolana en el mundo. Cuatrista cosechado en la Siembra del Cuatro, mandolinista, compositor, arreglista, y productor musical son algunos de los atributos con los que ha destacado en proyectos como Kamarata Jazz, Rock and MAU y la agrupación C4 Trío, con la que ganó el Grammy Latino en 2019 al Mejor Álbum Folclórico por su disco Tiempo al tiempo, y la nominación al Grammy ese mismo año en la categoría Mejor Álbum Latino Tropical Tradicional. Pero entre tantos adjetivos y galardones, la definición que más interesa al músico cumanés es la de “ser humano”.
Su capacidad de adaptar el cuatro a diversos géneros —que bien recuerdan el legado del maestro Hernán Gamboa— y fusionarlos con otros ritmos alrededor del mundo lo han llevado a codearse con artistas como Ari Hoenig, Jordan Rudess o el mítico bajista Víctor Wooten, de quienes habla con reverencia y la camaradería de “panas”.
Con ese carácter ausente de impostas, y con su mente puesta en el disco que termina de grabar con el acordeonista de música folk estadounidense Sam Reider, Jorge Glem, el “cumanés de pura cepa”, conversa con Cinco8 desde Nueva York sobre el devenir de la música tradicional venezolana en el calor de la diáspora.
¿Cómo describirías el panorama actual de la música venezolana?
Es un fenómeno importantísimo porque viene pasando lo mismo que con la música cubana. Hubo tantos cubanos en el exilio que se comenzó a escuchar más su música por todo el mundo. Estoy viendo lo mismo con la música venezolana aquí, en Nueva York, con varios maestros del jazz y de otros géneros, que están súper interesados en nuestra música y cada vez más están tratando de tocarla. Antes, por ejemplo, del país se iban ingenieros o doctores y mostraban algo de nuestra cultura tocando un poquito de arpa o cuatro. Hoy se van músicos profesionales dedicados a tocar la música venezolana. Por eso creo que ha sido tan importante esa diáspora musical.
¿Y los músicos venezolanos?
Creo que están sobresaliendo muchísimo porque en Venezuela hubo una formación muy importante en los conservatorios. El sistema de orquestas enseñó a muchos chamitos que siempre veían seminarios con grandes maestros de todas partes del mundo. Los de la filarmónica de Berlín iban a Venezuela a enseñar técnica de trompeta, por ejemplo, y quedaban fascinados por el nivel que había en Venezuela. Ahorita muchos de ellos están en otros países. Además, muchos maestros que ya se habían ido del país y que tenían sus contactos, están recibiendo a esa gente nueva, les están abriendo las puertas y enseñándoles lo que han aprendido del lugar donde migraron.
Además, aunque nuestra música no sea tan conocida ellos tienen la capacidad de adaptarse. Eso pasaba mucho en Venezuela: escuchabas un violinista en la orquesta pero te podía tocar salsa un fin de semana. Eso no es tan común en el mundo. Normalmente los músicos se dedican al género con el que trabajan, y ahí desarrollan todo, pero los músicos venezolanos pueden tocar varios de esos géneros por la diversidad que hay en Venezuela a la hora de hacer música.
Hablando del caso cubano, ¿cómo ha sido ese diálogo entre la música venezolana y otros géneros en la diáspora?
En Nueva York lo he visto muchísimo con grupos de funk, rock, salsa, merengue, boleros… que han ido integrando algo de la música venezolana. Un aspecto de nuestra música es que buena parte está compuesta en compases de compleja ejecución. Hay algunos géneros nacionales que se componen en 4/4 (rítmica habitual de muchos géneros comerciales) como la jota carupanera, el calipso, la contradanza zuliana y los de tambores afrovenezolanos. Hay gente que ha venido haciendo esas fusiones desde hace tiempo, como César Orozco, pianista cubano que se fue a Venezuela cuando tenía 17 años e hizo un proyecto del que formé parte llamado Kamarata Jazz, que mezcla música cubana con la venezolana. Hay muchas cosas que se hicieron con Rock and MAU, lo que hicimos con Desorden Público… ha sido una mezcla entre la música de ellos y la tradicional venezolana. Hay bastantes cosas por mostrar y fusiones por crear.
Hace años que la bossa nova es considerada un género universal. ¿Crees que algunos géneros venezolanos, como el joropo, pueden llegar a ser universales?
Lo que pasó con la bossa es que se mezclaron muchas cosas para crear un solo ritmo y de ahí salió uno que era fácil de explicar para que lo ejecutara mucha gente en el mundo. En Venezuela hubo algo parecido con la Onda Nueva, pero creo que se podrían seguir haciendo cosas muy interesantes con eso. Hay muchos géneros que se prestan para la fusión, como la gaita, que fácilmente puede ser universal, o la tamborera zuliana. El mismo joropo podría ser universal. El merengue, a pesar de lo difícil que es, una vez la gente lo comprende comienza a disfrutar y volar dentro de ese género. Los ritmos de la costa, como el sangueo, el golpe de San Millán, el culo e’ puya, la gaita de tambora, el quitiplás… pueden ser universales, pero me parece que sería chévere tener unificado un concepto como la bossa nova en Venezuela, que podría ser la misma Onda Nueva. Sería cuestión de darle fuerza a eso y tratar de agregarle algo de otros ritmos venezolanos. Pero sí creo en la universalización de la música venezolana.
Además del cuatro, ¿qué otros instrumentos de la música nacional gozan de popularidad fuera del país?
No sé qué tanta popularidad, pero sí se hace mucha música con maracas. Mucha gente las toca en varias partes del mundo, en diversos géneros y agrupaciones. Normalmente los percusionistas son los que quieren aprender a tocarlas y para eso ha habido personas con un gran trabajo de docencia, como Ernesto Laya o Manuel Rangel. El arpa nuestra, que también pertenece a los llanos de Colombia, se está usando en el jazz, como hace el arpista colombiano Edmar Castañeda, uno de los músicos de jazz más importantes del mundo ahora. Es un orgullo verlo tocar con un instrumento que también nos pertenece. También están Eduardo Betancourt, Leonard Jácome, que sí son venezolanos y están haciendo un trabajo muy bonito a nivel mundial.
“Escuche venezolano”
Durante décadas el músico venezolano estuvo relegado a un segundo lugar en el consumo cultural nacional. Ahora es más reconocido por sus coterráneos, llena más salas y goza de más apoyo de la gente. ¿A qué crees que se deban esas transformaciones?
Creo que se debe a varios factores. Uno es que se comenzó a poner más música en la radio, hubo mucha apertura de espacios para la difusión de la música hecha en Venezuela, como el teatro Teresa Carreño, el Centro Cultural Chacao, el centro BOD Corpbanca, el Centro de Arte La Estancia… hubo muchísimos sitios donde se empezaron a hacer cosas muy bonitas con la música venezolana y la gente se conectó con eso. Creo que ahora es mucho más fuerte porque tanto los que están fuera como los que están dentro de Venezuela extrañan el país de antes, en el que estaban conectados con sus raíces, y cuando estás afuera es cuando más pega escuchar un tema venezolano. Uno siempre está amarrado a su raíz, tanto dentro como fuera. La música foránea siempre va a estar y la gente la va a consumir, pero personalmente creo que la gente está disfrutando muchísimo el éxito que tienen los músicos venezolanos y cómo nos ven fuera del país.
¿Es necesario emigrar y volver para la carrera musical?
No necesariamente. Cuando se es cultor de un género, como el caso de Remigio “Morocho” Fuentes, es mucho más lo podemos aprender de él que lo que él estuviese dispuesto, quisiera o necesita aprender de otros géneros. En ese caso el único lugar donde se toca la música oriental es en Cumaná. Él no necesitaría salir, y si lo hace es solo para mostrar su arte y su cultura. Somos nosotros los que tenemos que aprender de ellos. Muchos de esos cultores necesitan estar en su ambiente para seguir reproduciendo la tradición, y los que quieran aprender esos géneros deben viajar. En Venezuela puedes aprender jazz, pero no es lo mismo que estar en Nueva York, Nueva Orleans o Chicago, porque sales a la calle y descubres músicos en su ambiente y su género. Nacieron ahí, crecieron ahí y nadie mejor que ellos para aprender. Por eso hay tantos músicos que quieren ir a Venezuela para aprender de sus cultores, conocer de dónde viene esa música tan maravillosa. Eso es lo que me dicen los músicos de acá. Lo que sí veo necesario es que los músicos que puedan hacerlo y quieran aprender géneros nuevos, que viajen porque esa mezcla es importantísima para la música venezolana y la del mundo.
Eso me lleva a otra pregunta, ¿es posible vivir de la música en Venezuela sin venderse directa o indirectamente a la dictadura?
En este momento lo veo muy difícil porque una forma sería dar clases a personas que estén en el extranjero y recibir el pago en divisas, o hacer conciertos por esa vía, pero sabemos la calidad del internet que hay allá. Hay muchos músicos que han terminado en un punto de necesidad increíble, en el que no estamos nosotros, y es doloroso que cultores importantes tengan que rebajarse a una consigna política para recibir algo. Creo que ha sido muy difícil para ellos. De paso me parece muy despreciable que se utilice la cultura para lavarle un poco la cara al régimen.
Pero también ha habido artistas que le han hecho el juego a la dictadura y ahora pretenden pasar bajo cuerda. ¿Cómo reacciona el resto del gremio a esto?
Yo creo que el gremio y el público actúan de forma muy personal. No creo que la mayoría del público vaya a un concierto de gente que ha seguido vinculada al régimen después de tantos episodios de violaciones de derechos humanos ante los que guardaron silencio. Creo que antes que artista se debe ser ciudadano, y que uno debe perder el miedo a hablar de las cosas que no están bien. También he visto a muchos amigos que cuando criticaron al régimen sufrieron represalias. Creo que lo que va a prevalecer son las personas que más allá de haber trabajado o no con el régimen tengan su honorabilidad al tope y traten de seguir haciendo música de la manera más bonita posible.
Amén de los escándalos que involucran a músicos a nivel mundial ¿Cree que debe separarse el arte del artista?
Cuando escucho un artista al que admiro por su obra y conozco algo negativo que ha hecho dejo de escucharlo, ya no me causa tanto bien porque soy de los que cree que el artista debe ir de la mano con su arte. De hecho, para mí primero está ser un buen ciudadano, un buen ser humano antes que la música que hagas.
Con el diálogo de nuestra música con el mundo, la creciente fusión de géneros, los cambios en la industria y en las tecnologías para hacer música, ¿qué perspectivas avizoras para el futuro de la música venezolana y de la música hecha por venezolanos?
Creo que cada uno de los músicos que ha ido saliendo de Venezuela, los que hacen música tradicional o no, empiezan a echar raíces, y de las cosas que más apasiona a un músico estando afuera es cuando enseña o muestra sus raíces. Creo que lo que va a pasar es que mucha más gente va a aprender música venezolana, a tocar cuatro, arpa, maracas, y nuestra música terminará de ser un referente continental. Porque es una música compleja, difícil de tocar, pero una vez la tocas comienza a fluir todo. Lo que he sentido cada vez que toco música venezolana en un sitio donde la gente me está escuchando por primera vez es que automáticamente aplauden, se ponen de pie, se acercan y nos dicen que les gustan nuestros ritmos. Creo que es cuestión de tiempo que nuestra música sea un referente en toda América, y ese tiempo se acortará o se alargará dependiendo del empeño que le ponga cada artista, pero lo que sí es verdad es que en algún momento va a ser un gran referente de la música tradicional en el mundo, se va a tocar y admirar mucho. Eso, de que viene, viene.